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Pensar en la revolución

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Por RAMÓN ESCOVAR ALVARADO

A la memoria de Bernard Briquet, mi suegro,

quien nació en Paris en la primavera de 1944,

unos meses antes de la liberación.

1 9 de Termidor

Charles Henri-Sansón fue verdugo oficial en los reinados de Luis XV y Luis XVI. Por esas paradojas de la historia, no sólo conservó su cargo durante la Revolución, sino guillotinó a su antiguo jefe Luis XVI ya varios de los revolucionarios más legendarios. Quizás la jornada más importante que vivió fue aquella del 10 de Termidor del año II (28 de julio de 1794). Un poco después de las 6:30 pm en la Plaza de la Revolución (hoy plaza de la Concordia) Sansón y sus asistentes esperaban la llegada del hombre que semanas antes había sido elegido presidente de la Asamblea Nacional casi por aclamación, el “Incorruptible”, Maximilien Robespierre. Al subirlo a la guillotina le quitaron el vendaje que sostenía su mandibulada destrozada por una bala la noche anterior. Robespierre no pronunció un discursoapasionado, comoel de Luis XVI, ni tampoco emuló a su antiguo compañero Danton lanzando un desafío a la muerte. Sólo logró emitir un estruendoso grito de dolor que la guillotina silenció unos segundos después. Varios pensadore sconsideran que en ese momento murió la Revolución francesa.

Para algunos Robespierre fue un dictador sanguinario; para otros, un demócrata visionario. Antes de la Revolución, estudió obsesivamentea Rousseau ya Maquiavelo, defendió a perseguidos por causas injustas e, inclusive, abogó por el fin de la pena de muerte y de la esclavitud. Sus críticos no cuestionan la honestidad inquebrantable que lo caracterizó. Sin embargo, no hay en el mundo un monumento que lo conmemore, como el ubicado en Saint German-des-Présque muestra al gigante Danton liderando al pueblo o el dedicado a sus enemigos los girondinos en la céntrica plaza Quiconces de Bordeaux. Solo su natal Arras alberga el discreto museo ARBB (Museo de los amigos de Robespierre para el bicentenario de la Revolución), cuyo enrevesado nombre quizás esconda un poco de vergüenza.

¿Qué llevó a ese abogado de provincia a convertirse en el héroe del Terror?  En Pensar en la Revolución, uno de los ensayos más importantes que se haya escrito sobre la revolución francesa, Francois Furet (1927-1997) sostiene que poco importa si Robespierre fue bueno o malo o, inclusive, el gran poder que ejerció por varios meses. Lo que lo transforma en un personaje mítico es que él encarnó la revolución en el poder.

La tesis de Pensar en la Revolución es que la Revolución francesa, paradójicamente, puede ser interpretada como la continuación del Estado absolutista,y, a la vez, como una ruptura con la monarquía. Basándose en Alexis Tocqueville y Agustín Cochin, Furet argumenta que la revolución culmina el proyecto de Estado de Luis XIV y que la cultura democrática es su legado a la historia. Este legado está asociado a la idea jacobina de la voluntad popular, versión que no significa poder real de la sociedad sino absolutismo del pueblo. En la sociedad jacobina, el Estado se apropia dela simbología de pueblo para absorber la sociedad y censurar cualquier tipo de disentimiento.

Pensar en la revolución también formula una crítica mordaz a la narrativa comunista sobre la Revolución francesa. Para Furet el problema de la interpretación comunista es que desplaza hacia lo económico y lo social causas que también fueron políticas e ideológicas. Al igual que en el resto de Europa, ni el capitalismo ni la burguesía necesitaron una revolución para dominar Francia. El cliché de “revolución burguesa” niega, además, el rol de varios de los principales líderes revolucionarios, como el marqués de La Fayette, el conde de Mirabeau, el abate Sieyés y el obispo Talleyrand. La realidad es que la monarquía fracasó en reformarse y años antes de la Revolución ya Francia era una sociedad sin estado.El mérito de 1989 fue haber desarrollado la cultura democrática que, a través de un impulso indetenible de liberación e igualdad, llevó la sociedad a desarmar el Estado.

A ese impulso se refiere Slavoj Zizek en su ensayo Robespierre: Virtud y Terror.Para el filósofo marxista, todo juego democrático implica una dialéctica permanente entre violencia igualitaria ylas reglas para contenerla.Olvidar la sangre y el terror que acompaña toda lucha de emancipación es un acto de hipocresía. De acuerdo con esta tesis,la contribución de Robespierre a la democracia se centra en ese impulso democrático. El incorruptible profesaba que su objetivo era construir una república de virtud. Sin embargo, como señaló enuno de los discursos más importantes de su vida, el 18 de Pluvio se del año II (5 de febrero de 1794), para lograrlo era necesario que en tiempos de revolución la virtud fuese acompañada de terror, pues “…mientras la esencia de un gobierno en tiempos de paz es la virtud, la esencia de un gobierno en revolución es virtud y terror: virtud, sin la cual el terror es desastre; terror, sin el cual la virtud no tiene fuerza. El terror no es más que justicia, severa, rápida e inflexible. Es la emancipación de la virtud”.

Robespierre carecía de la voz imponente de Danton y de la genialidad de Mirabeau. Aunque con pasajes elocuentes, sus discursos eran largos y monotónicos. No obstante, tenía de sobra una característica indispensable para el éxito de todo aquel que tenga vocación de poder: intuición política. Así lo demostró, por ejemplo, en su valiente oposición a la guerra y en su predicción de que esta traería como efecto un Napoleón.

Pero fue la intuición política la que le falló un tiempo después en el discurso que precipitó su caída, el 08 del Termidor. En ese día, quien dio sentido a los grandes eventos revolucionarios le había perdido el pulso a la realidad. Esa fue la consecuencia de la paranoia con el complot que conduce llevar al extremo la ideología revolucionaria. La amenaza ambigua,sin dar nombres en específicos, quizás con la finalidad de abarcar a todos sus enemigos, no fue suficiente. El miedo siempre tiene límites. Como sugiere Furet, el 09 de Termidor no sólo fue la reacción de los diputados que se sintieron aludidos por Robespierre en su discurso del día antes, sino el desquite de la sociedad contra el Terror.

2 República y Terror

La noche del 14 de julio de 1789 el duque de Liancourt acudió a Versalles para avisar al rey sobre la toma de la Bastilla y la deserción de las tropas de la monarquía.Luis XVI le preguntó si lo ocurrido en París era una revuelta. El duque respondió con una frase que quedó inscrita en la historia universal: “No, señor, es una revolución”.

En un ensayo, Sobre la Revolución, Hannah Arendt sugiere que más que violencia que utiliza, la ideología que implementa y novedad que genera,lo que define a una revolución es que su finalidad es constituir una república, entendida en la versión clásica del término¾es decir: una comunidad de iguales cuyo objetivo es proteger y expandir la libertad de sus miembros, nadie tiene capacidad de oprimir arbitrariamente a otro e impera el estado de Derecho¾.Al igual que los golpes de estado y las insurrecciones, las revoluciones son consecuencia de la violencia. La distinción está en que una revolución va más allá del cambio de gobierno y dirige la violencia a refundar la sociedad y constituir un nuevo sistema que garantice la libertad.

La Revolución de Estados Unidos es la que mejor ilustra la idea arendtiana de revolución, debido a que,a través de una constitución,el movimiento revolucionario americano logró fundar una república de credo que garantiza la libertad, la igualdad y en la que impera el Estado de derecho. Para Arendt, la tragedia de la revolución francesa es que buscó garantizar la igualdad mediante la guillotina. Un intelectual marxista, como Slavoj Zizek, criticaría esta tesis diciendo que, en el fondo, Arendt pretende lo que Robespierre llamó “una revolución sin revolución”, es decir, sin los excesos que se producen cuando el impulso democrático y la violencia se entrelazan. A esta crítica la pensadora respondería que el problema de dar preeminencia a la violencia es que esta aniquila el sentido político de la revolución y, tarde o temprano, conduce a su fracaso.

De acuerdo con Arendt, el momento en que la violencia asumió el dominio de la Revolución francesa fue cuando se cambió el objetivo de la libertad al bienestar de la muchedumbre. Aunque la pensadora no asocia este cambio con una fecha específica, la jornada en la que este ocurrió fue la insurrección del 10 de agosto de 1792, la cual condujo a la abolición de la monarquía. Es esta insurrección ¾y no el 14 de julio de 1789¾ la que los soviéticos siguieron de ejemplo. Sus defensores señalan que, mientras el 14 de julio 1789 fue la fecha de la liberación, esta fue la de igualdad.

Pensar en la Revolución francesa implica aceptar su doble dimensión: la de la república y la del terror. Es también reconocer que su significado de promesa indefinida cambio transformó al país que para ese momento era la mayor potencia del mundo de una sociedad de súbditos en una nación de ciudadanos.Y esta es una de las razones por las cuales estudiarla es también un ejercicio de esperanza.

Aunque Francois Furet recomienda evitar los relatos conmemorativos, la realidad es que estos se escuchan con más atención en donde la gente sueña en ser ciudadanos. Cómo no emocionarnos, por ejemplo,al leer la historia de los veintiún girondinos que acudieron abrazados a su encuentro con la guillotina y que en el camino iban cantando el himno de marcha inmortalizado por aquellos batallones de voluntarios de Marsella que años más tarde, luego de ser prohibido, se convirtió en un símbolo de la resistencia contra la ocupación del totalitarismo nazi.

Desde hace más de doscientos años resuena en todo el mundo el eco de las historias de los franceses que lucharon por la libertad, la igualdad y la fraternidad. Esas historias universalizan y dan sentido al grito de “¡Vive la Repúblique!”.

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