I
Profesor Jesús Martín-Barbero: prefiero dirigirme a usted en términos más vivenciales y asumiendo que esto que le escribo no es un comentario de su libro De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía, editado en 1987 por la prestigiosa editorial Gustavo Gili y que ya cumplió treinta años de haber sido publicado. Ni mucho menos se trata de un examen de su prolífico y controversial pensamiento donde entiendo que su tesis “pensar la comunicación desde la cultura” no es ideologismo ni informacionalismo sino que la comunicación es cuestión de mediaciones más que de medios, es cuestión de re-conocimientos y no de conocimientos acumulados, tal como lo expresa en su prólogo.
De los medios a las mediaciones… coincidió cuando apenas trazaba mis propias coordenadas, no sé si “diurnas o nocturnas”, en el Instituto de Investigaciones de la Comunicación de la UCV. No obstante, debo confesarle que siempre he pensado que mi verdadero “posgrado” no lo hice en la universidad sino como docente en educación primaria y secundaria en un liceo de Caracas. Mis alumnos y yo aprendimos a comprender la hibridad cotidiana y ellos, en lo particular, se apropiaron de mis cursos de Historia del Arte y Literatura Universal desde sus prácticas y expresiones sociales y, en paralelo, yo aprendí a forjarme en la comunicación desde la cultura y (re)conocer que existe un (des)conocimiento de la gente y que esto me ha llevado a tratar de interesarme más en las diferencias humanas, en sus tramas cotidianas amalgamadas de tiempos y de espacios, de lenguajes, imaginarios y memorias.
II
Para aclararle este embrollo de los aprendizajes mutuos, le cuento una anécdota de aquella época de profesor de liceo que extraño demasiado. Mis estudiantes me interpelaban con sinceridad. “Les aburría la lectura”; “esos libros de mi curso eran complicados”; “si les podía brindar un resumen de las novelas”. Lo primero que me pasó por la mente, luego de esta franqueza elocuente, fue que estos estudiantes eran unos flojos, ignorantes por no apreciar el acervo literario y artístico universal, me estaban saboteando mi curso y que obviamente la falta de motivación y de atención obedecía a la influencia de la televisión. (Le salía al paso a mi problema como docente culpando a la “tele” de todo lo malo que ocurría; manera muy cómoda de no ver hacia la otra orilla y de no apreciar el meollo del asunto, de cómo los estudiantes elaboraban su cultura urbana y popular, su religiosidad y profanidad, su mundo de vida amalgamado de parientes y vecinos, amores y sinsabores).
Lo que le estoy contando ocurrió finalizando la década de los ochenta. Usted ya había culminado De los medios a las mediaciones… y en los noventa leí su libro con entusiasmo y no menos curiosidad. Su título me parecía desconcertante. Y sus convicciones lucían y siguen luciendo muy incómodas para quienes se sienten muy seguros en el territorio de los medios y de las tecnologías, de los mensajes y de los efectos ideológicos. Profesor Jesús, usted a estas alturas se preguntará cómo resolví aquel asunto con mis estudiantes. No fue tan sencillo. Tuve que hacerme de una estrategia casi insurgente, algo así como “un currículo paralelo”, un plan de estudios al margen de lo establecido por el magisterio. Pregunté a mis alicaídos estudiantes qué les gustaba leer, ver, escuchar; qué música, cine y televisión les atraían.
III
Podría decir que mi curso de arte y literatura recorrió la misma travesía que De los medios a las mediaciones, en mi caso, mi curso pasó: Del aburrimiento al entendimiento cotidiano, Del tedio y del silencio a la comprensión de las urgencias culturales.
Profesor Jesús, estas opiniones “mestizadas” quedaron en mi memoria:
Unos leían El amor en los tiempos del cólera y les parecía hasta divertido el amor y la paciencia estoica de Florentino Ariza hacia su amada Fermina Daza “durante cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días”. “¿No es mucho tiempo, profesor?” y reían. A mí me pareció muy trágica esa relación. Otros estaban con el cine de autor que yo menos me esperaba, tramas complicadas y temas irreverentes. Vieron Corazón salvaje (Wild and Heart) de David Lynch. No sé si vieron esa película en el cine, si la alquilaron o la copiaron (“quemaron”, se dice en Venezuela) en cassettes de VHS. Lo cierto es que mis estudiantes terminaron leyendo, más o menos animados, algunos libros del plan de estudio “ordenados por el magisterio” con la condición tácita de que les permitiera hablar de sus gustos y preferencias culturales donde, por cierto, la televisión no era prioridad en sus conversaciones. Las chicas estaban enamoradas del protagonista Nicholas Cage, muy entusiasmadas con el soundtrack y la melodía “Wicked Game” de Chris Isaak en formato de videoclip (http://www.youtube.com/watch). Cantaban esa melodía pero sin saber la letra de la canción en inglés. Hasta crearon una letra distinta a esa melodía que contaba sus amores y desamores cotidianos. Eso era más que suficiente para soñar en los “Nicholas Cage” que alguna vez llegarían a sus vidas. Aprendí que los suspiros de aquellas jóvenes liceístas respondían al imaginario de una generación.
IV
Profesor Jesús, una de sus convicciones que más me cautivaron en De los medios a las mediaciones… fue su abierta apuesta y sugerencia de “cambiar el lugar de las preguntas, para hacer investigables el proceso de constitución de lo masivo por fuera del chantaje culturalista”. Nada más y nada menos: “hay que perder el objeto para ganar el proceso”, hay rescatar el valor de lo popular como objeto del deseo haciendo el ejercicio de descentrar a los medios y sus tecnologías y así atender a la comunicación en el tejido de sus mediaciones. No fue fácil aceptar su invitación de “cambiar el lugar de las preguntas…”. Quizás estaba muy cautivado por la Escuela de Frankfurt. Mirando atrás me sentía muy seguro desde “mi orilla teórica” pero en el fondo estaba insatisfecho porque los dualismos de liberación o falsa conciencia, dominador y dominado, élite y masa, no me permitían entender a la gente en su compleja recepción y consumo cultural, donde existen complicidades pero también resistencias. Imposible, en estas circunstancias, dialogar de manera sincera con las culturas masiva, urbana y popular y sus respectivos mestizajes.
Fue entonces cuando realicé un estudio sobre los procesos de recepción de la telenovela Xica da Silva en el liceo Santiago Key Ayala de Caracas, en el año 1996. De los medios a las mediaciones… me ayudó a explorar las matrices culturales de los jóvenes, no sé si estaba muy consciente o no del nuevo itinerario que había tomado. Esta fue mi experiencia en ese liceo. Recuerdo las respuestas tajantes de los varones. No ven telenovelas. Prefieren los programas deportivos. Suelen alquilar películas de acción. El grupo femenino, en cambio, hablaba libremente de la crueldad alevosa de la esclava Xica (protagonizada magníficamente por Taís Araujo). No dejaban de referirse a su sensualidad como estrategia eficaz de dominación. Concluida la reunión, un vocero del grupo de varones me dijo que ellos querían reunirse conmigo pero en el “recreo” para hablar de Xica da Silva. Aclararon mi asombro: “Les daba pena hablar de esa telenovela en presencia de sus compañeras”. “Querían evitar que se burlaran de ellos”, por aquello del “chalequeo”, palabra exacta que utilizaron.
Profesor Jesús Martín-Barbero, no me extenderé más. Mi propósito fue tratar de hacer visible algunos asuntos referidos a las audiencias escolares y de sus matrices culturales. Diría también, para ser más precisos, que hay que entender la cotidianidad desde la cultura, valorar “lo que cuenta o no cuenta la gente” sobre sus vidas. Lo que no se cuenta, lo que se calla, el silencio, es una narrativa, muchas veces más dominante que la ideología explícita. Es por eso que su libro De los medios a las mediaciones… resulta vital y palpita aún más cuando se trata de poner en práctica las ideas, las intuiciones y las necesarias incertidumbres para seguir adelante.