Por ALFONSO L. TUSA C.
La presencia formal, la dicción impecable y el conocimiento profundo de la disciplina deportiva provocaban la admiración y el elogio de todos los que seguían la Copa Mundial de Fútbol efectuada en territorio mexicano en 1970. Esas fueron las imágenes que resaltaron cuando me enteré hace unos días del fallecimiento de Pedro Zárraga mediante un tuit del narrador deportivo Alfonso Saer. Los juegos de las rondas de grupo y las competencias de fracciones de final fueron transmitidos en diferido por Radio Caracas Televisión. Aunque muchos escuchaban por radio los juegos en vivo (o tiempo real, como se dice ahora) la gran mayoría de los seguidores del fútbol esperaba con devoción e impaciencia el resumen de las diez y media de la noche luego del Observador Creole o su sucesor El Observador Venezolano. Querían escuchar las observaciones, descripciones y análisis de aquel señor circunspecto de voz telúrica que impregnaba de entusiasmo y sobriedad aquella media hora de las mejores jugadas y episodios de la magna competencia balompédica. Pedro Zárraga tenía un manejo de la escena muy particular, más allá de su formalismo transmitía esa complicidad por las grandes batallas deportivas que tanto estimaban los televidentes.
Después siguió su pasión por el fútbol mediante narraciones radiofónicas del incipiente fútbol profesional venezolano de principios de los años 1970, y los artículos que escribía para distintos diarios y revistas nacionales. Pedro Zárraga ciertamente era el ariete, el centrocampista solapado de la escena periodística del fútbol venezolano e internacional. Durante los próximos dos mundiales (Alemania 1974 y Argentina 1978) la afición local se preguntaba y lamentaba por qué los canales locales preferían traer figuras extranjeras de gran renombre para narrar o comentar los juegos del Mundial de fútbol si aquí tenían a ese portento de conocimiento futbolístico, capacidad analítica y elocuencia narrativa que representaba Pedro Zárraga, quien junto a Tury Agüero y Mauro Reyes Álamo llenó toda una época inolvidable al transmitir toda la segunda mitad de los años 1970 el fútbol italiano en vivo y las eliminatorias de aquellos mundiales, tanto suramericanas como europeas.
Resultaba realmente emocionante seguir los juegos de la Serie A. Cada mañana dominical más de uno ajustaba su agenda familiar al horario del juego. A veces era a las ocho, en otras ocasiones a las diez de la mañana. Aquel trío se compaginaba de memoria, había una coordinación de fábula en cada una de las transiciones. Si Agüero narraba el primer tiempo, Zárraga alternaba oportunamente los acertados comentarios de Reyes Álamo, de una manera tan natural que los 45 minutos pasaban volando. Cuando Zárraga narraba el segundo tiempo se las ingeniaba para resaltar la atmósfera épica de esas partidas, se esmeraba por demostrar que por aparentemente pequeños o “de la mitad de la tabla hacia abajo” que fuese los contrincantes nunca había que menospreciarlos porque, como lo comprobó en muchas oportunidades, estos eran capaces de ofrecer juegos tan entretenidos y disputados como los punteros de la clasificación. Si notaba que sus compañeros callaban por mucho tiempo, los animaba a participar haciéndoles preguntas sobre jugadas que se presentaban sobre la marcha del compromiso deportivo.
Quizás porque era un clamor popular, o porque resultaba una afrenta muy grande seguir soslayando esa realidad, finalmente para el campeonato mundial de fútbol de España en 1982, Venezolana de Televisión decidió transmitir las incidencias del citado evento para lo cual entregó la responsabilidad de transmitir los partidos al trío Zárraga-Agüero-Reyes Alamo, que se había ganado a pulso esa distinción mediante al menos siete años de transmisiones ininterrumpidas de la Serie A italiana, eliminatorias mundialistas y otros eventos nacionales. Aunque en la transmisión de RCTV destacaban luminarias como Lázaro Candal y Andrés Salcedo, y en Venevisión narraban Felo Giménez y Mario Duboy, la gran mayoría de los seguidores de la competencia siempre incluían a VTV en su menú de opciones, no podían dejar de escuchar las observaciones profundas de Zárraga en cada una de las incidencias de juego y el ejemplo de trabajo en equipo que practicaba junto a Agüero y Reyes Álamo.
Aquella mañana dominical de junio de 1970, había gran expectativa por la final de la Copa Mundial México-70. Se esperaba un gran partido entre los equipos de Italia y Brasil. En Venezuela sería la primera vez que se transmitiría en vivo un juego de la Copa Mundial de Fútbol. Pedro Zárraga tendría la responsabilidad de narrar ese partido. En una reunión realizada en un restaurante de Bello Campo, acudieron varios narradores deportivos venezolanos de distintas épocas. El amigo Gustavo Trías me incitó con la esperanza de recabar datos para un libro de voces deportivas que escribía en ese momento. Entre los asistentes se encontraba Pedro Zárraga, tal vez un poco encogido por el paso del almanaque como nos ocurre a todos los seres humanos, pero conservaba el entusiasmo y la energía de sus narraciones más descriptivas. “Tal vez si estaba muy emocionado cuando la gerencia de programación de RCTV me llamó para notificarme que transmitirían en vivo la final del Mundial México-70, pero nunca asustado o nervioso, más bien me sentía la persona más feliz y afortunada del mundo, se estaba cumpliendo mi gran sueño como narrador. La noche de aquel sábado la pasé repasando todos los juegos de los equipos, la trayectoria de los jugadores, lo que habían hecho en ese Mundial y a lo largo de su vida deportiva, las características de los técnicos, que se podía esperar de ellos en la estrategia. Casi que me fui a acostar como a las tres de la madrugada y me levanté como a las ocho. No me sentía cansado para nada, la emoción de transmitir ese juego me daba una energía indoblegable. Disfruté totalmente los 90 minutos de ese juego, no creo que Brasil le pasara por encima a Italia, hay juegos que son cerrados y se deciden en cuestión de diez o quince minutos, entonces el marcador esconde toda la intensidad que se vivió el resto del partido, el primer tiempo de ese juego fue muy disputado y al menos la mitad del segundo también, luego apareció el genio de los monstruos brasileños, pero aquel fue un gran juego, nunca una paliza”.
Salí de esa reunión agradeciéndole infinitamente la invitación a Gustavo Trías, pocas veces he conversado con una persona que haya estado al tope de su especialidad, con tantos pergaminos y logros, y siempre mantuvo la sindéresis y la humildad en su trato y opiniones, esa era la misma sensación que experimentaba cuando escuchaba los programas radiofónicos que llegó a moderar.