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Paz editor: una militancia poética y crítica

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Por MALVA FLORES

Las revistas literarias no solo expresan rupturas 

entre las generaciones sino 

que también son puentes entre ellas.

Octavio Paz

Las revistas de juventud

Ya al final de su vida, en 1996, Octavio Paz dijo: «Siempre que un grupo de jóvenes escritores se juntan, quieren modificar al mundo, quieren llegar al cielo, quieren defender el infierno, y lo único que se les ocurre es fundar una revista» [Santí, 2005: 14]. En diciembre de ese mismo año, Vuelta —su última revista— celebraba su vigésimo aniversario. Vestido con un traje azul marino y camisa a rayas azules y blancas, el 10 de diciembre Paz se presentó a la celebración rodeado de sus amigos y lectores en el Claustro de Sor Juana de la ciudad de México. En una fotografía del festejo, podemos observar a Marie José Tramini y al poeta —con una barba incipiente que permanecerá en su rostro hasta el día de su muerte, el 19 de abril de 1998—. Rodeándolo, se asoman tres generaciones de escritores cuya vida intelectual creció al interior de la revista: Alejandro Rossi (su primer director interino y miembro de su consejo editorial); Enrique Krauze (subdirector de Vuelta hasta esa fecha) y Aurelio Asiain, secretario de redacción de la revista más de la mitad de la vida de la publicación.

Vuelta sobrevivió pocos meses a su director y su último número, el 26I, fue una antología general de la revista, preparada por Guillermo Sheridan y David Medina Portillo. Sesenta y ocho años antes, un grupo de amigos preparatorianos —Rafael López Malo, Octavio Paz, Salvador Toscano y Arnulfo Martínez Lavalle— decidieron fundar una revista. Barandal (193I-1932) fue una publicación combatiente e irónica y, aunque solo aparecieron siete números, podemos reconocer en esos rasgos intelectuales los de un muy joven Paz, un adolescente de diecisiete años que propició, junto con sus compañeros, burlas y críticas a filósofos y escritores relevantes como Antonio Caso o José Vasconcelos, pero que también decidió acercarse a la generación que los precedía, la de la revista Contemporáneos (1928-1931), y los jóvenes consiguieron colaboraciones cuyo destino fueron los suplementos que la revista publicó. Cuenta Paz que cuando Xavier Villaurrutia les entregó los poemas para el suplemento «insistió en que los forros de la plaquette fuesen del papel con que se cubren los muros de las habitaciones. Él mismo escogió la marca, el papel y los colores. Más que una confesión, una definición. Verde y oro sobre fondo negro: colores nocturnos como su poesía» [Paz, 1994a: 71]. Además del comprensible tono beligerante de una revista de adolescentes, llama la atención que algunas formas editoriales de Barandal —las notas, Los suplementos— fueran repetidos por Paz muchos años después, cuando en Plural aparecieron tanto los suplementos dedicados a algún autor o artista plástico, como la sección «Letras, Letrillas, Letrones» que, como las notas satíricas de Barandal, tenía la intención de ser la parte más viva de la revista.

La aventura de Barandal continuó como la propia educación de Paz, quien, ya inscrito en la Facultad de Derecho y en compañía de los mismos editores, publicó Cuadernos del Valle de México (septiembre de 1933 y enero de 1934), que solo duró dos números. Esta revista, claramente de izquierda, contó con la colaboración de dos amigos más: Enrique Ramírez y Ramírez y José Alvarado.

Aunque estas aventuras concluyeron, no cesó el cada vez más creciente activismo político de Paz que lo llevó, en 1937, a trasladarse a Mérida, Yucatán, como secretario de la Escuela Secundaria Federal para Hijos de los Trabajadores —parte del proyecto educativo nacional del presidente Lázaro Cárdenas—. Dos años atrás había muerto su padre y el poeta abandonó los estudios e inició su relación con Elena Garro, a quien le escribía apasionadas cartas desde el trópico, según consigna Guillermo Sheridan en su importante anotación de las misivas [Paz, 2021]. Fue ahí donde el poeta, además de colaborar en el Diario del Sureste, intentó reanudar su misión editorial y el 19 de marzo le escribió a su novia que, además del proyecto de crear un «centro de comunicación intelectual», pensaba fundar una revista con Octavio Novaro, Ricardo Tamayo, Clemente López Trujillo y dos nuevos amigos: «El sabio es conocido internacionalmente y el otro, a pesar de su timidez, será una gente de significación en la poesía, y nosotros, y otro, un poco más apagado, pero de cierta calidad, pensamos hacer nuestra revista: Golfo de México» [Paz, 2021: 218]. Este fue uno de sus múltiples proyectos fallidos pues, como anota Sheridan, esa revista «nunca apareció» [Sheridan, 2019: 214 y ss.].

Sabemos que ese mismo año, ya casado con Garro, Paz acudió al II Congreso de Escritores Antifascistas de Valencia y no volvió a México sino hasta 1938. Ya en el país, y según sus propias palabras, participó «en la fundación de El Popular, un periódico que se convirtió en el órgano de la izquierda mexicana» (Paz, 1998c: 29] y donde, pese a colaborar con o sin firma muy frecuentemente, dejó de escribir cuando ocurrió el pacto germano-soviético y Paz se deslindó de la publicación, sin escándalo, pero decididamente. En las postrimerías de ese año, Rafael Solana lo invitó junto con Efraín Huerta y Alberto Quintero Álvarez a cenar y les propuso continuar la revista que él dirigía —Taller poético, 1936— con el solo nombre de Taller (1938-1941). A partir del segundo número, Solana salió de viaje y en esa misma edición el poeta publicó «Razón de ser», que bien puede considerarse el primer editorial de una revista suya o, también, un manifiesto literario, estético y moral. Allí, y pensando en la generación de Contemporáneos, discurrió sobre la herencia que «no es un sillón sino un hacha para abrirse paso», de modo que Taller se propuso como un sitio donde no se asfixiara a una generación, «sino el lugar en donde se construye el mexicano, y se le rescata de la injusticia, de la incultura, la frivolidad y la muerte» [Paz, 1999b: 201].

Taller publicó doce números y, como casi todas las revistas de Paz, tuvo una extensión variable: inició con 56 páginas y concluyó con 106. Sus páginas dieron cabida a importantes escritores no solo mexicanos. Del mismo modo que Barandal, la revista publicó suplementos literarios e hizo hincapié en la traducción al español de obras en otros idiomas, un guiño de lo que más tarde, ya en Plural y en Vuelta, convertiría a Paz en el más decidido impulsor de la traducción literaria en México.

La importancia de los contactos que Paz hizo durante su viaje a España es evidente en los índices de Taller, pues la revista cobijó a varios exiliados españoles —incluso nombró a Juan Gil-Albert secretario de la publicación—, en particular a los miembros de Hora de España (1937-1938), donde le habían publicado varias colaboraciones, entre ellas el poema «Elegía a un joven muerto en el frente» [Paz, 1937C: 42-44]. Su propósito fue, desde entonces, reunir a los escritores hispanoamericanos no solo para ofrecer una batalla por la literatura y la crítica, sino también para hacerlos visibles ante el mundo. Esto es particularmente claro en una carta a Juan Ramón Jiménez donde, además de invitarlo a colaborar, le dice:

Seguramente ya habrá recibido todos los números de Taller —hasta ahora seis—. Habrá leído, también, el número cinco, en el que nuestra revista, sin perder su carácter, se enriquece, por decirlo así, con los nombres de algunos jóvenes españoles. Queremos agrupar en Taller a todos los jóvenes hispanoamericanos de calidad y que coincidan con nuestros propósitos. Usted, que vivió en La Habana, nos podría señalar, quizá, algunos nombres de interés entre los nuevos.

Y no solo eso. Taller se propone «ser el vehículo, el cauce para la expresión literaria de la juventud hispanomexicana», pero, asimismo, «un sitio en el que los jóvenes —y todos los escritores— se puedan reconocer en una misma fuente viva: la de su cultura y la de su poesía» [Jiménez, carta de diciembre de 1939).

Treinta y dos años más tarde, el 27 de julio de 1971, Paz escribía a Roman Jakobson una misiva cuyas palabras se repetirán en decenas de cartas:

Cher Roman Jakobson,

Nous préparons les premiers numéros de Plural, revue qui paraîtra tous les mois à Mexico. Cette revue voudrait être l’expression de la culture latino-américaine en même temps qu’un moyen dinformation et de critique de l’activité littéraire, philosophique, intelectuelle, artistique et politique dans le monde. A la fois vehicule de la littérature, la pensée et l’art, et examen de la réalité contemporaine, Plural tentera aussi d’explorer les points de liaison entre la science et la littérature, l’art et les sciences de maines ou sociales Paz, Archivo Plural, carta del 27 de julio de 1971.

Pero en 1939, la integración de los españoles a Taller no fue bien vista por Solana (ya de regreso en México) ni por Huerta, que se separaron de la revista. Aunado a ello, la difícil situación económica tanto de la publicación como de Paz coincidieron para que Taller desapareciera.

El Hijo pródigo (1943-1946) «fue una revista polémica que defendió, frente a la confusión entre arte y propaganda, la libertad de la imaginación» [Paz, 1994a: 252], recordó Paz sobre la revista que nació al amparo de Octavio G. Barreda, cuyo primer editorial dejó muy claro el propósito de la revista: «queremos estar prevenidos contra esos paracaidistas o quintacolumnistas de la regresión literaria. Queremos iniciar y dejar, si es posible, otro instrumento —bueno o malo de imaginación» [Barreda, 1943: 32]. Fue allí donde apareció su primer ensayo poético importante: «Poesía de soledad, poesía de comunión».

En el marco de las tertulias del café París, en abril de 1943, se dio a conocer esta nueva publicación que ya entre sus redactores y colaboradores agrupaba dos generaciones y tres revistas: Contemporáneos, Taller y Tierra Nueva (1940-1942). Octavio G. Barreda fue el editor, y los «redactores», Paz, Antonio Sánchez Barbudo, Alí Chumacero, Xavier Villaurrutia y Celestino Gorostiza. En su primer número, El hijo pródigo abrió con un ensayo de Alfonso Reyes, «Los últimos siete sabios», seguido de «Noches», tres poemas de Paz. Esa mancuerna duraría algunos años y nuevas revistas los llamaron para «apadrinar» la publicación o para formar parte de sus filas. Si en el primer número de la revista del exilio español en México, Romance: Revista Popular Hispanoamericana (1940-1941), don Alfonso publicó uno de los artículos centrales —«Goethe y la filosofía del dibujo»—, Paz apareció en la sección de reseñas con una nota sobre La mujer que se fue a caballo, de D. H. Lawrence. Los veríamos juntos nuevamente en el volumen inaugural de la colombiana Mito (1955-1962) —Paz con la publicación de poemas y ambos como miembros del comité patrocinador—, o en la revista regiomontana Katharsis (1955-1960), por mencionar algunas de ellas.

En enero de 1943, Paz había solicitado la beca Guggenheim para realizar el proyecto «América y su Expresión Poética. Estudio sobre la poesía americana, a través de su desarrollo histórico, entendida como función expresiva del hombre y del medio americano» [Sheridan, 2020]. El currículo presentado por Paz en su solicitud es una muestra de que había participado en las revistas ya comentadas y publicado no solo en diarios y revistas nacionales sino que había iniciado ya su militancia poética y crítica allende las fronteras, a través de publicaciones como la ya mencionada Hora de España, Nueva Cultura (España), Sur (Argentina) y Volontés (Francia).

El 11 de agosto Paz recibe la carta donde le anuncian que ha obtenido la beca y a principios de diciembre se instala en Berkeley y no en Nueva York, como era su propósito. Desde California continúa su labor en El hijo pródigo mediante largas cartas a Barreda y al resto de los redactores. Si El hijo pródigo había aparecido como una necesidad contra «los sectores del realismo social» —es decir, «los amigos de Neruda, [Ylizaliturri, 1999: 55]—, era natural que su talante fuera el de una revista combativa. Desde Berkeley, Paz insistía en la necesidad de que la publicación fuera mucho más crítica y «con mi habitual encarnizamiento, de corrido y, por primera vez, sin «interrupciones»» [Barreda, carta del 25 de chero de 1944], le escribe para criticar una a una las colaboraciones de la revista. A pesar de sus cartas y reclamos, Paz dejó de colaborar a partir del número siete y entonces «la revista cambió de dirección, volviéndose mucho más tolerante» (Ylizaliturri, 1999: 551. El poeta, quien había ingresado ya formalmente al servicio diplomático mexicano, abandonó los Estados Unidos en noviembre de 1945 y se dirigió a París como tercer secretario de la embajada.

El corresponsal y los proyectos fallidos

Gracias a la correspondencia de Paz, podemos seguir los pasos de uno de sus más grandes deseos cuando salió de México, anhelo que se convirtió en obsesión desde 1945, cuando llegó a París: hacer una revista. Ignoro cuántos proyectos habrá emprendido con todos los intelectuales latinoamericanos que por esas fechas visitaban París, aunque se sabe, por Fernando de Szyszlo, que Paz intentó fundar El Pobrecito Hablador, una revista «que planteara los problemas y reconociera las conquistas de las nuevas generaciones de artistas de nuestros países» [Szyszlo, 1996: 181]. No es tan curioso que Paz hubiera elegido el nombre de la revista satírica de Mariano José de Larra si consideramos que Ireneo Paz, su abuelo, escribió varios periódicos satíricos, uno de los cuales, El Padre Cobos (1869-1880), tuvo «como antecedente directo el periódico madrileño El Padre Cobos, periódico de literatura y artes» [Flores, Milenka, 2019: 53-79]. Ese proyecto no fructificó, pero su deseo de participar en una revista lo llevó a comunicarse con José Bianco de Sur para enviarle no solo colaboraciones propias, sino para sugerir y criticar lo que le parecía erróneo en la revista de Victoria Ocampo:

Algunos números de Sur me gustan mucho. Otros no, francamente. Te confesaré que, en general, no me interesan los poemas que ustedes publican. Algunos los encuentros innecesarios —en el sentido de Rilke—, elegantes y bien construidos, pero superfluos, meros ejercicios (solo que ejercicios sin invención y sin riesgo); otros, juveniles ecos, reflejos (de Eliot y Borges, de Vallejo, de Jiménez, de no sé qué monstruo hecho de tics artonerudalberilkafklorcaudianos)

… Se me ocurre, también, que podrían darle un poco más de espacio y de atención a la literatura hispanoamericana. En Cuba, por ejemplo, hay un grupo de poetas interesantes. Publican una revista, Orígenes. No me parece nada desdeñable y algunos son excelentes. Han publicado una antología (Diez poetas cubanos) que merecería un comentario de Sur [Bianco, carta del 3 de marzo de 1949].

También le proponía artículos y nombres a Jesús Silva Herzog, director de Cuadernos Americanos, algo extraño si consideramos que apenas unos años atrás, el 1 de junio de 1944, le había escrito a Juan Soriano: «De vez en cuando leo periódicos mexicanos (me dan asco) y siempre (aunque me aburren) las revistas literarias: el Hijo (que es cada vez más un arca de Noé), la Olla de Grillos de Letras de México y Cuadernos Americanos (que no sé por qué llaman cuadernos, siendo tan espesos de espíritu y tan voluminosos de páginas)».

No obstante, decidió que era importante aportar algo para quizá aligerar ese espíritu. Además de sus adelantos de El laberinto de la soledad —que finalmente apareció publicado por la editorial Cuadernos Americanos en 1950—, Paz recomendó a Silva Herzog a varios escritores (Camus, Breton, Milozs, Cassou…) e incluso llegó a proponerle, el 10 de octubre de 1950, que en un número especial publicara un «repertorio crítico», sobre el «orbe hispanoamericano. Si mi sugestión le interesa, tendría mucho gusto en exponérsela con más detalles».

Ya desde 1951 Paz deseaba volver a México y trabajar en «alguna empresa útil (revista, editorial o algo así)», le escribe a Alfonso Reyes el 24 de mayo y le confiesa: «Yo aquí siento que me consumo. Me falta mi gente, la pelea diaria, etcétera» [Reyes-Paz, 1998: 148]. Aún pasarían dos años para que Paz volviera a México, pero la ciudad, el país y la realidad mexicana no eran lo que esperaba. Su trabajo en las oficinas de la Secretaría de Relaciones Exteriores le parecía tedioso y agobiante y reapareció entonces su obsesión. El 17 de noviembre de 1953, le escribe a su amigo y traductor, Jean-Clarence Lambert: «Hay varios proyectos, que no sé si se realicen. Uno de ellos consiste en la vieja idea de hacer una revista y publicar algunos libros de poesía moderna (en español y traducciones); también se me ha hablado de la posibilidad de dirigir el suplemento literario y artístico de un diario o el boletín de una editorial (algo así como «Arts» o Le Figaro Littéraire). He pensado asociarlo a cualquiera de estos proyectos, nombrándolo nuestro corresponsal literario y artístico en Francia» [Paz, 2008C 56-57). Por esas fechas intentó fundar una revista con Ramón Xirau y otra, nuevamente con Octavio G. Barreda. No prosperaron, de modo que fue él quien se convirtió en el corresponsal mexicano de proyectos de revistas fallidos (como Calibán, que planeaban Emmanuel Carballo y Fausto Vega) o revistas que no eran suyas.

Insiste en su obsesión con Lambert, aunque con un proyecto más modesto: «Un pequeño órgano que nos exprese y diga nuestra inconformidad y disgusto ante todo lo que pasa» [Paz, 2008c: p. 66]. Nada ocurre y se propone, entonces, convencer a José Gorostiza para que L’Âge Nouveau (verdadero nombre de la revista que, en Jardines errantes, aparece equivocadamente como L’Âge Novelle) dedique un número a México, pero tampoco prospera. El 14 de agosto de 1954, su desesperación lo lleva a escribirle a José Bianco para comentarle su congoja, pues siente que su presencia en México es inútil: «Naturalmente, no se me ha ocurrido nada mejor que una revista. (Cuando los escritores quieren salvar al mundo, siempre se les ocurre fundar una revista)». Sabe que no puede hacerlo, pero está dispuesto a realizar un «periódico literario, artístico y político» y le pide colaboraciones. Ya para fines de año, el 24 de noviembre de 1954, es a Lambert a quien le avisa que su proyecto nuevamente ha fracasado: «Como soy terco, volveré a probar fortuna el año próximo. El ambiente intelectual ha llegado a tal extremo de bajeza que la revista casi se ha vuelto una necesidad de profilaxis» [Paz, 2008c: 68]. Fue hasta un año después cuando Paz se involucra directamente en la realización de la Revista Mexicana de Literatura (RML), dirigida por Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo, y a la que apadrina, desde su primer número, con la publicación del poema político «El cántaro roto».

Tanto Fuentes como Carballo coincidieron siempre en señalar la importancia de Paz para la RML. Incluso, Carballo lo llamó «Director de directores» [Pérez, 2005: 153], aunque nunca formara parte del consejo editorial. Aun así, y como en los tiempos de El hijo pródigo, Paz realiza toda clase de críticas y recomendaciones a Fuentes sobre la revista, en cuyas páginas es muy evidente el peso del poeta, pues allí publican a Pierre André de Mandiargues, Kostas Papaioannou, Geneviève Bonnefoi, Álvaro Mutis, Elena Garro, Soriano, y un largo etcétera de sugerencias del poeta, que escribe a todos sus amigos buscando colaboraciones, distribuye ejemplares de la revista, busca intercambios con James Laughlin y se indigna porque Victoria Ocampo no conozca la R. M. L. «Victoria se queja amargamente del poco caso que le hacen en Europa y los USA a los escritores de lengua española… Sin embargo, ignora la existencia de R. M. L. Pero como, a pesar de todo, es generosa, está dispuesta a que hagamos un número de Sur dedicado a la literatura hispanoamericana», le escribe a Fuentes el 27 de diciembre de 1956.

Paz regresa a México, pero en 1959 parte hacia París y su empeño no ceja. Aunque se encarga de manera no oficial de la revista de la embajada, Nouvelles du Mexique, y consigue artículos y fotografías de escritores mexicanos jóvenes a través de Arnaldo Orfila (entonces director del Fondo de Cultura Económica) y otros amigos como Juan Soriano, Joaquín Diez-Canedo, etcétera, su deseo mayor es publicar «una buena revista literaria hispanoamericana», una revista que dé a conocer a los escritores del orbe iberoamericano, le comenta a Diez-Canedo el 27 de septiembre de 19,60 [Paz, Expediente RCE, p. 4). Ese fue un proyecto colectivo, en el que intervendrían Geneviève Bonnefoi, Maurice Nadeau —a quien Paz también le propone escritores hispanoamericanos para Les Lettres Nouvelles- y Dionys Mascolo. El plan era publicar cuatro revistas (francesa, italiana, alemana y española) con un comité hispanoamericano, pero Paz deseaba que también apareciera en México —otra de sus obsesiones—, patrocinada por el Fondo de Cultura Económica. El asunto, que el poeta consideró «muy reservado» con Diez-Canedo, no lo fue tanto, pues meses después Bonnefoi le escribió directamente a Orfila, quien no estuvo dispuesto a apoyar el proyecto. Entonces Paz se vio obligado a hablar con el argentino, para pedirle que reconsiderara su decisión, cosa que no ocurrió y tampoco aparecieron las famosas cuatro revistas que pretendían.

Mientras tanto, el poeta escribe para el periódico mexicano Novedades, para la nueva época de la Revista Mexicana de Literatura (dirigida ahora por Tomás Segovia y a quien le envía colaboraciones propias y ajenas) y una columna —«Corriente alterna»— en la Revista de la Universidad de México, a cargo entonces del poeta Jaime García Terrés. Como es su costumbre, Paz critica las secciones, propone autores o artistas plásticos e insiste en la necesidad de que la revista universitaria sea conocida en España. Para ello, el 23 de mayo de 1961, sugiere al director que envíe ejemplares a publicaciones donde Paz había colaborado (Papeles de son Armadans e Ínsula, entre otras), ya que considera forzoso que en España se lean a los poetas y novelistas hispanoamericanos, dado que «somos más modernos, estamos más vivos, somos más originales y universales» [Paz, 2017: 67}.

El 2 de septiembre de 1962, Paz llega a la India por segunda vez en su vida, ahora como embajador. Desde Nueva Delhi sigue su habitual interés por las revistas y su apoyo, debido a que incluso propone al codirector de la RML, Juan García Ponce, efectuar algunas diligencias para auxiliar el proyecto y enviarles veinte dólares mensuales con el objeto de subsanar algunos gastos de la publicación, que se encontraba en graves aprietos económicos [García Ponce, carta del 26 de enero de 1963]. Pronto, sin embargo, Segovia abandona la RML y Paz vuelve a escribirle a García Ponce el 27 de junio de ese año: «En estos días le escribiré a Tomás. Siento que lo hayan dejado irse porque hacía falta. Por favor continúa con la Revista Mexicana de Literatura. Es indispensable conservar ese pequeño núcleo».

Efectivamente, Paz mantiene una larga e importante correspondencia con Segovia durante su estancia en la India y es desde allá desde donde dará inicio su más larga tentativa por hacer realidad el sueño de publicar una revista. Podemos seguir los pasos de este proyecto en las cartas que cruza con tres interlocutores principales: primero, Tomás Segovia y más tarde, Carlos Fuentes y Arnaldo Orfila.

A mediados de los sesenta se habían cerrado varias publicaciones importantes en el mundo de la literatura, pero otras se abrían. En carta del 18 de julio de 1964, Paz le escribe a Bianco para decirle que al día siguiente le escribirá a Ramón Xirau:

Debo enviarle un texto para el primer número de su revista y aprovecharé la oportunidad para recordarle su compromiso contigo. […] te aseguro que Xirau —me lo dice en una carta de hace días— está realmente (y naturalmente) muy interesado en tus recuerdos sobre Borges. Por favor, no dejes de enviarle ese texto. Hay que ayudarlo. Yo le conseguí (ayer, precisamente) un inédito de Paulhan para el primer número. Los otros colaboradores de ese número:

Caillois, Elena, Vargas (creo que es un peruano), Aridjis […] y yo. Además, un texto de Pound. Xirau suspira por tu ensayo (que leeré: acabo de comprar el número de L’Herne) y por algo de Borges. Aprovechando mi paso por aquí he logrado que Michaux, Cioran, Blanchot, Bonnefoy y otros le envíen colaboración. Ya veremos si la revista de Xirau corresponde a lo que yo quisiera que fuese una publicación literaria hispanoamericana.

En efecto, en el primer número de Diálogos (noviembre-diciembre de 1964), aparecen el poema de Paz, «Tumba del Poeta»; el ensayo de Bianco, «Recuerdos de Borges», Garro, Caillois, Vargas Llosa, Segovia y Aridjis, entre otros. Pero, aunque Paz publica con frecuencia y consigue colaboraciones para Diálogos, no está conforme.

El 25 de mayo de 1965 puede marcarse como la fecha en que el poeta contempla seriamente emprender el proyecto de fundar una revista. Los hechos que lo provocan no tienen que ver con México, sino con la ocupación estadounidense en República Dominicana; no obstante, para Paz era fundamental concebir a los hispanoamericanos como una unidad combatiente. Ese día le escribe a Segovia:

Otro motivo de cólera y vergüenza: lo de Santo Domingo. El General De Gaulle protesta y su delegado en las Naciones Unidas nos defiende. Nosotros callamos, y nuestra complicidad desciende hasta la degradación. Querido Tomás: ¿no crees que todos nosotros, hablo de los que piensan y escriben en español, tenemos un deber: dar la cara, puesto que nuestros gobernantes y generales prefieren mostrar las nalgas? Perdóname la grosería pero no encuentro otra palabra para designar la actitud de la mayoría de los gobiernos hispanoamericanos. Siempre soñé con una revista que uniese a unos cuantos escritores de lengua española y que fuese un ejemplo para mucha gente —un ejemplo de lealtad y fidelidad-. Tú lo has dicho: ver con la cara levantada, afrontar al otro. Eso es lo que nos hace falta, lo mismo en la política que en la amistad y el amor [Paz, 2008a: 47-48].

En 1966, y después de una visita a Fuentes en Roma, Paz lo incluye en el proyecto y se suma a Orfila, quien, ya en la editorial Siglo XXI Editores, esta vez sí acepta participar en la empresa. Pero el problema económico es difícil de resolver. Aunado a ello, el conflicto de Mundo Nuevo (1966-1968) y el patrocinio de la CIA a esa revista es un escándalo mayúsculo, de modo que Paz busca financiamiento en otros sitios, incluso con André Malraux, entonces ministro de Cultura francés. Como en tantas ocasiones, esa propuesta fracasa, pero Paz se obstina en su deseo y podemos leer más de un centenar de cartas entre los participantes de un proyecto que, salvo las personas ya indicadas, Paz desea que permanezca en secreto. Poco a poco advierte que algunos amigos ya están enterados de algunos aspectos del proyecto, pero solo le parece extraño, según podemos leer en algunas de sus cartas.

En 1968, después de la matanza de estudiantes en Tlatelolco y su salida de la India, la incertidumbre de su destino toma la forma de un solo anhelo: fundar la revista. Pero al llegar a Barcelona advierte, ya cabalmente, que Fuentes ha divulgado el proyecto entre todos los amigos que lo reciben en el puerto y que son muchos de los integrantes del Boom. En Estrella de dos puntas. Octavio Paz y Carlos Fuentes. Crónica de una amistad (Ariel, 2020), he revisado minuciosamente la muy larga historia de esa «falta a la amistad», como Paz llamaba a ese tipo de deslealtades. Baste entonces resumirla anotando que mientras Paz y Fuentes planeaban la revista, Juan Goytisolo y otros amigos —entre ellos, el mismo Fuentes— intentaban también fundar una revista. Finalmente, las ideas de los narradores, reunidos en la casa de Cortázar en Saignon con motivo de la puesta en escena de El tuerto es rey, de Fuentes, en el Festival de Avignon, terminaron convirtiéndose en la efímera revista Libre (1971-1972) cuya existencia marcó, paradójicamente, el fin del Boom. Aunque Paz fue invitado a esa reunión, decidió no asistir y guardó un silencio elocuente. Varios meses después de haber leído una nota aparecida en Le Monde (el 12 de septiembre de 1970), en la que se anunciaba la creación de Libre y donde el poeta figuraba como miembro de un posible consejo de redacción, el 19 de noviembre le escribió a Fuentes una carta de muy dolido reclamo a su amigo. La larguísima carta de Paz puede resumirse en este párrafo: «Si he de creer a Le Monde, se me invita a participar en una revista que no es otra que la que a mí se me ocurrió hacer, hace algunos años, contigo y con Tomás Segovia. Es como si se me invitase a comer un plato que yo mismo preparé». Ese fue el fin de esa historia, pero también el fin de los proyectos fallidos.

Plural: el sueño cumplido

Alejandro Rossi recordaba que, en Plural (1971-1976), las «cosas se hacían de una manera razonablemente comunitaria. Octavio —y esto lo doy por sabido— era un director muy certero y ocurrente y, al mismo tiempo, tranquilo y comprensivo con todos nosotros, que éramos bastante jóvenes, con opiniones propias y con preferencias y manías» [Cayuela-Enrigue, 2006: 24]. El sitio donde aparecieron publicadas sus opiniones sobre la revista, que fue creada por Octavio Paz como una publicación mensual inserta en las páginas del diario mexicano Excélsior, fue Letras Libres (1999-). De aquel grupo formado por Paz medio siglo antes, aún podemos leer a Adolfo Castañón, Enrique Krauze y Gabriel Zaid, pero la enunciación del arco temporal que se despliega en ese transcurso apenas si puede dar cuenta de la importancia de un grupo y una serie de escritores que con el paso del tiempo fue ampliándose, renovándose y actuando decisivamente en el pedregoso campo cultural hispanoamericano.

En octubre de 1971 apareció entre las páginas de Excélsior esa revista mensual, cuyo nombre completo fue Plural. Crítica y Literatura —aunque más tarde se añadió la palabra Arte: Plural. Crítica, Arte y Literatura—. No existió en esta revista —mexicana, por su lugar de origen, pero hispanoamericana y mundial por su alcance y hondura— un primer editorial, lo que resulta extraño tomando en cuenta las revistas en las que Paz colaboró directamente en el pasado o más tarde Vuelta.

A partir de julio de 1971, y desde Cambridge, Mass —donde ocupaba las «Charles Eliot Norton Lectures», en la Universidad de Harvard—, Paz preparaba el lanzamiento de la publicación y le escribía a conocidos y amigos para proponerles que publicaran. La lista de los posibles colaboradores (que, por cierto, aceptaron), es impresionante: Dore Ashton, José Bianco, Yves Bonnefoy, John Cage, Guillermo Cabrera Infante, Julio Cortázar, Noam Chomsky, Claude Esteban, Carlos Fuentes, Paul Goodman, Jorge Guillén, Roman Jakobson, Jean-Clarence Lambert, Claude Lévi-Strauss, Henri Michaux, Alejandra Pizarnik, Emir Rodríguez Monegal, Harold Rosenberg, Severo Sarduy, Charles Tomlinson, Mario Vargas Llosa, entre muchos otros.

El directorio de Plural era realmente modesto: además de Paz, como director, Tomás Segovia apareció desde el segundo número como secretario de redacción y el diseño estuvo a cargo de Vicente Rojo y Kazuya Sakai. Con ese pequeño equipo (si bien Tomás Segovia pronto dejó el cargo, pero no abandonó sus colaboraciones en la revista), inició una de las aventuras editoriales más significativas para nuestras letras y Plural se convirtió en el breve lapso de su existencia en la revista literaria latinoamericana más vanguardista de su tiempo. Pensada desde la periferia del Boom, en un país de los entonces llamados «del tercer mundo», Plural fue una revista cosmopolita que criticó tanto a la derecha como a la izquierda burocrática, tanto de México como de otras partes del mundo.

Paz siempre dijo que Plural y Vuelta eran parte de un mismo proyecto, interrumpido solo por el golpe propinado por el gobierno al diario Excélsior en julio de 1976. También, es común ver a Plural como la verdadera revista literaria de Paz, pues varios de los miembros de su tardío consejo de redacción, José de la Colina, Salvador Elizondo, Juan García Ponce, Alejandro Rossi, Tomás Segovia y Gabriel Zaid, que aparecieron como tales hasta 1975, siempre sintieron nostalgia por aquella revista donde, a su juicio, privaban más la literatura y el arte que la política. John King dedicó un libro a la revista (Plural en la cultura literaria y política latinoamericana) y ve en ella a una heredera de Sur, aunque más viva y sin un mecenas, como lo fue Victoria Ocampo.

Recientemente han aparecido otras ideas sobre el papel de la revista —como las de Nicolás Cabral (2015) o Gabriel Wolfson (2016), entre otras—. La mía nació cuando leí en el libro de King su descripción de una famosa portada del New York Times Magazine: el Boom visto por el caricaturista Abel Quezada. En ella aparecen seis narradores y un solo poeta. Comparten una mesa Vargas Llosa, Paz, García Márquez, Cortázar, Fuentes y Jorge Luis Borges. En otra mesa, solo, está Juan Rulfo. A partir de ella King establece la «periferia» de Paz en esa reunión de narradores y su sensación de haber sido marginado del grupo, en clara referencia al nacimiento de Libre.

Habrá quien disienta de mi opinión y piense que postular a Plural como una casa opuesta al Boom es difícil de sostener, pues allí publicaron tres de sus mayores integrantes (Fuentes, Cortázar y Vargas Llosa) y apareció la primera revisión importante del movimiento en la pluma de Rodríguez Monegal. Sin embargo, por la historia de su inicio, por su defensa de la poesía en un mundo de narradores y por su lucha en contra de la mercantilización de la literatura, se puede coincidir en que no es una concepción disparatada de la revista.

Aunque es reconocido el interés por el arte conceptual o el experimentalismo de Plural (baste con ver las colaboraciones de Cabrera Infante, John Cage, Haroldo y Augusto de Campos, Ulises Carrión, Fernando del Paso, Manuel Puig, Severo Sarduy o las experiencias de OULIPO, por mencionar algunos), fue una convicción de Paz restituir la tradición. Los suplementos literarios incluidos en la revista son buena muestra de ello. Así como se publicaron dossiers de los medievales Ramon Llull o Ausias March, antiguos textos del Japón, a Reyes, Valéry, Hölderlin, Charles Fourier o a Lewis Carol, también conocimos a los nuevos poetas y narradores españoles, mexicanos, franceses o norteamericanos, argentinos… Junto a ellos, recordamos también a Alfonso Reyes, a los miembros de la revista Contemporáneos. Plural no fue nunca un sitio de pensamiento único, ni en la literatura, ni en las artes ni en la política, e hizo de su nombre una razón de ser: lo mismo publicaba Ángel Rama que Rodríguez Monegal, Dore Ashton que Marta Traba…

Aunque generalmente se piensa en la revista como un sitio eminentemente literario —pues allí nacieron, crecieron o se reafirmaron varios de nuestros más importantes escritores (Alejandro Rossi, Salvador Elizondo, Gabriel Zaid, Mario Vargas Llosa, Juan García Ponce, Enrique Krauze o Adolfo Castañón)— o artístico (el mayor colaborador de Plural fue Damián Bayón, crítico de arte), Plural no fue solo eso. Si bien la recordamos como una revista juguetona y a la vez polémica —gracias a su sección «Letras, letrillas y letrones», cuya impronta aún permanece en Letras Libres, bajo el nombre de «Letrillas»— o como un prodigioso taller de traducción (cuyos mayores representantes fueron, además de Paz, Tomás Segovia, Gerardo Deniz, Ulalume González de León, por mencionar solo a los más importantes), estas percepciones olvidan la convicción crítica y social de la publicación: bastaría mencionar la defensa que se hizo del aborto desde sus páginas en el lejano 1972; la constante preocupación de Paz, reilejada en la revista, por los problemas demográficos o la destrucción de las reservas naturales; las recurrentes denuncias sobre el sistema soviético y el Gulag; el repudio al golpe de Estado a Salvador Allende, la denuncia de las dictaduras en Uruguay y Argentina, entre muchos otros ejemplos. En el caso de México, la sola presencia, desde el segundo número, del economista e historiador Daniel Cosio Villegas —crítico acérrimo del régimen priista y el reproche argumentado e insistente sobre el sistema político mexicano, en las plumas de Zaid o del propio Paz, entre otros, confirman la vocación crítica de una revista que creía en la independencia intelectual. Tampoco puede olvidarse que fue en Plural donde se iniciaron los debates sobre el papel de los intelectuales mexicanos frente al poder, disputa que se alargó en nuestro país durante un cuarto de siglo. Así también, la defensa y protección de las minorías y el derecho de expresión de los disidentes fueron postulados por Plural como principios cardinales de la democracia.

Plural —ese sueño cumplido para Paz— fue, entonces, la primera piedra de un edificio que se alzó durante veintisiete años en la cultura hispanoamericana. En esta larga historia es notable advertir el paso entre la creación de una pequeña revista cultural —inserta en un periódico y dirigida por un poeta desde la periferia del Boom—, a la construcción de una altísima torre de la crítica y la cultura hispanoamericanas, cuando Plural se transformó en Vuelta.

Vuelta: la casa de las disidencias

El 19 de julio de 1976, apenas diez días después de que los cooperativistas de Excélsior acordaran la expulsión de Julio Scherer, su director, en el Hotel María Isabel se reunió una multitud convocada para anunciar el nacimiento del semanario Proceso y entre el tumulto pudo divisarse el rostro de los integrantes de Plural. Al salir de la reunión, en los elevadores del hotel, Paz y Rossi discutían la urgencia de publicar —ellos también— una revista. El nombre de la nueva publicación, propuesto por Rossi, fue Vuelta y fue el mismo Rossi quien asumió su dirección interina, mientras Paz ofrecía sus cursos anuales en Estados Unidos.

Como al inicio de Plural, se enviaron decenas de cartas con una misma redacción, en las que se explicaron las razones del fin de la revista, se agradecieron las colaboraciones y se anunció una futura publicación. El 3 de octubre de 1976, desde Cambridge, Mass, Paz le cuenta a Rossi los pormenores de la venta de boletos para la rifa de una obra de Rufino Tamayo con el propósito de financiar el inicio de Vuelta y, también, le escribe acerca del primer editorial de la misma: «Con estas líneas va la presentación de Vuelta (que no será presentación devuelta, espero). Por favor, lee ese texto con ojos críticos y dime qué te parece. Tal vez sería bueno que lo leyeran los demás amigos del consejo de redacción. Espero, con ánimo sumiso, sus críticas. Estoy dispuesto a corregir todo lo que haya que corregir (¡si no es demasiado!)».

El «ánimo sumiso» no fue el espíritu del primer editorial de Vuelta —que se presentó el 15 de noviembre de 1971 en la Galería Ponce, dos semanas antes de su circulación oficial—. En su escrito, Paz inició con el recuerdo del golpe a Excélsior, insistió en las debilidades de la izquierda —«paralizada por una tradición dogmática»—, describió a la «obtusa derecha», que no tenía «ideas sino intereses» y concluyó asegurando que «un pueblo sin poesía es un pueblo sin alma. Una nación sin crítica es una nación ciega» [Paz, 1994C: 563-565}.

Ofrecer una consideración crítica sobre lo que fue Vuelta para Paz y para nuestra literatura es difícil de realizar en tan breve espacio. Valga decir que la nómina de Vuelta aún hoy preside en muchas áreas los derroteros de la cultura hispanoamericana y de su conversación: una charla que no fue solo literaria. Además de sus escritores esenciales, en una revista nacen futuros escritores y en esos hijos podemos apreciar la trascendencia de una publicación. Si en Plural nació el Manual del distraído, de Rossi, Camera Lucida, de Elizondo, Leer en bicicleta, de Zaid, por mencionar unos cuantos, en Vuelta nacieron y crecieron obras como «Guía de forasteros», del mismo Rossi, el Arbitrario de literatura mexicana, de Adolfo Castañón, Caracteres de imprenta o República de viento, de Aurelio Asiain; poemas de Amor y Oxidente, de Gerardo Deniz; al menos tres libros de Christopher Domínguez Michael; el germen de otros, escritos por Fabienne Bradu; Carta de Copilco, de Sheridan, más sus ensayos sobre los Contemporáneos y el nacionalismo o la extraordinaria sección que mantenía —«Buzón de fantasmas»—, por poner solo algunos de los variadísimos ejemplos. Leímos ahí algunos de los escritos que dieron lugar a El ogro fantrópico, a Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, Árbol adentro o los ensayos que más tarde se integraron a La otra voz. Allí conocimos o leímos a Isaiah Berlin, Daniel Bell, Kolakowski, Steiner, Brodsky, Furet, Jean Daniel, Enzensberger…

De la pluma de los protagonistas de Vuelta, no de sus comentaristas, atestiguamos la historia de la lucha por la democracia en el mundo y en México. Son inolvidables «El diálogo y el ruido» o «PRI: hora cumplida», de Paz; los artículos que dieron origen a El progreso improductivo, de Zaid, y sus esenciales «El 18 brumario de Luis Echeverría», «Sobre los títulos profesionales y el capital curricular», «Colegas enemigos», «Nicaragua: el enigma de las elecciones», «Muerte y resurrección de la cultura católica» e «Intelectuales», por solo mencionar unos cuantos. Allí vieron la luz «Por una democracia sin adjetivos» o «La comedia mexicana de Carlos Fuentes», dos artículos de Krauze que hoy nos hacen entender qué pasó en la democracia mexicana, pero también en su literatura. En Vuelta supimos de los escalofriantes datos sobre el suicidio en Cuba de la pluma de Cabrera Infante; leímos la polémica sobre Bataille entre Vargas Llosa y García Ponce, o la denuncia del peruano sobre Sendero Luminoso y el asesinato de ocho periodistas, en su «Historia de una matanza». Difícilmente, en unas cuantas líneas, podrían mencionarse los poemas y poetas que Paz publicó y que constituyen el tronco y ramaje del árbol de la poesía hispanoamericana: Gonzalo Rojas, Eduardo Lizalde, Tomás Segovia, Ida Vitale, Blanca Varela, Antonio Cuadra, Enrique Molina, Olga Orozco, Álvaro Mutis… Imposible también citar todos los artículos esenciales de una revista que cubrió el espectro de los problemas mundiales, regionales y nacionales con tanta pertinencia y pasión.

Ya en Viaje de Vuelta (2011) intenté reseñar sus polémicas y su defensa de la libertad, la crítica, la tradición y la literatura. Es también forzoso mencionar que Vuelta fue ejemplo de una «ética editorial» que no solo se relaciona con su lucha contra la piratería, a la que combatió frontalmente. Me refiero aquí al amor por el lenguaje, un bien escaso el día de hoy.

Paz, lo dijo Enrique Krauze, puso en Vuelta una casa para la disidencia [Krauze, 1998: IG]. Esa casa hospedó en sus páginas los testimonios de los intelectuales que padecieron los efectos del poder ideológico en todo el mundo, artistas y escritores a los que el grupo acompañó desde Plural en su lucha por la libertad. Del Gulag a Sarajevo, de la Casa Rosada hasta Solentiname, Vuelta siguió la ruta de las atrocidades cometidas en nombre de una «idea superior». La acusación y la crítica de los regímenes totalitarios y las dictaduras militares que Vuelta realizó durante toda su vida se leyeron —entonces y ahora— parcialmente y se encontraron motivos de repudio feroz a la actitud de la revista ante algunos regímenes latinoamericanos, pero Vuelta se negó a tratar de manera distinta a las víctimas de Augusto Pinochet o de Jorge Rafael Videla y a los perseguidos por el régimen de Fidel Castro. No obstante, o tal vez por ello mismo, aunque Vuelta fue la casa de los disidentes del pensamiento único, fue sobre todo el hogar —el edificio más bien— de la primera de las disidencias: la poesía, la casa de la presencia.

Cuando Vuelta nació, durante el cóctel, Salvador Elizondo le dijo a Rossi: «Ya hicimos historia». Interiormente, Rossi supo que Vuelta no moriría tan pronto como Plural (con apenas cinco años). Por el contrario, duraría mucho tiempo, pues “estábamos en plan de combatientes y teníamos deseos de pelear» [Cayuela-Enrigue, 2006: 27). Vuelta vivió veintidós años y las palabras de Rossi definen con claridad el talante de una revista que durante todo ese tiempo animó la cultura hispanoamericana, luchó públicamente por sus ideas (pues su director siempre creyó que el debate público era una de las formas más acabadas de la participación intelectual) y se negó a la poda del pensamiento crítico en aras de una postura biempensante que no pusiera el dedo en la llaga de nuestras calamidades como sociedad. También celebró sus milagros: el arte, la literatura, el pensamiento y la libertad: las mejores formas visibles del mundo. Así como Orwell, Paz fue un honroso representante de aquellos que dicen lo que nadie quiere oír. Del mismo modo, Vuelta defendió el lugar de las verdades incómodas pero necesarias.

Si, como Paz quería, las revistas literarias expresan la ruptura entre las generaciones, pero también son un puente para transitar entre ellas, desde Barandal hasta Vuelta el larguísimo puente que el poeta construyó nos sirve hoy a los lectores para pasear entre ideas y personas: ideas apasionadas, personas apasionadas, pero críticas y, no menos importante, libres.

«Algo más que una religión, algo menos que una secta». Así definió Octavio Paz a Sur, la revista de Victoria Ocampo [Paz, 2001C: 96]. La actividad editorial del poeta podría entenderse también de esa manera o, más bien, como una irrenunciable militancia poética y crítica con el único objetivo de hacernos visibles a los mexicanos y a los hispanoamericanos ante el mundo. Pero no solo quería que nos vieran: deseaba que volteáramos a vernos nosotros mismos.

Hay algo sobre lo que no se ha insistido bastante: las revistas de Paz no hablaron a los especialistas, a los doctos ni a los colegas. Hablaron para nosotros: los lectores, los ciudadanos. La suya fue una charla de casi siete décadas que jamás menospreció el lugar sagrado del lector, aunque fuera, incluso, para disentir de él. Por eso, esa charla adquirió muchas veces el rostro de la polémica, un querer ser y hacer y compartir con el otro una idea de mundo o discutirla ferozmente para hacerla visible y transformarlo. Paz también dijo que la historia de la literatura moderna podía confundirse con la de sus revistas. Si cambiamos «literatura moderna» por «Octavio Paz», la ecuación sigue funcionando. Así, como en toda historia, en la suya —en la de sus revistas— hubo apuestas equivocadas, decepciones, momentos oscuros y errores, pero el enorme puente que construyó no solo es transitable aún, también es fascinante.


*Corrientes alternas. Antología de verso y prosa. Edición conmemorativa. Octavio Paz. Real Academia Española —RAE— y Asociación de Academias de la Lengua Española. Incluye ensayos de Rodrigo Martínez Baracs, Adolfo Castañón, Luce López-Baralt, Roger Bartra, Malva Flores y Fabienne Bradu, además de Cronología, Bibliografía, Glosario e Índice Onomástico. Penguin Random House Mondadori, España, 2024.

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