Por ABRAHAM Y DIANA ABREU
El escenario del viejo
y olvidado Teatro Nacional
se convierte, mágicamente,
en un campo de Tracia.
La frescura de un equipo
de jóvenes cantantes
e instrumentistas
nos sorprende al estallar
en el ambiente nupcial
de un prado de flores.
El amor de dos pastores flota
entre flautas, violas, violines,
trompetas, oboes, arpas…
Es la leyenda de Orfeo
que renace y nos cautiva.
Al frente de la escena
Isabel Palacios vibra
en cada inflexión
de la música de Monteverdi,
se regocija en cada gesto
de ninfas y pastores
y sufre en el inframundo
con el resuello
de los pesados metales
que reseñan la triste muerte
de Euridice.
Los telones, ornamentos y vesturario
que invaden nuestros sentidos
hasta subyugarnos
también fueron realizados
con el fuego creativo de Isabel.
Ella es la musa y la conductora
de tal maravilla.
Pero Isabel, la cantante, hace mucho
que nos deleita con su voz exquisita
y nos maravilla con su maestría
al ejecutar diversos instrumentos.
Ya interpreta, como solista,
grandes obras
de diversas épocas y estilos,
ya se desliza por las tablas
con magníficas representaciones
de piezas más antiguas.
Su fibra creadora no cesa.
Ante su pasión y experticia
nuestros escenarios se abren
al Medioevo y Renacimiento,
recogiendo la música
de antiguos territorios:
la España, la Francia,
la Inglaterra, la Italia…
y la hace desfilar ante nosotros.
Con su Camerata Barroca,
un equipo de excelentes
cantantes e instrumentistas,
también revive la música de Bach,
Haendel, Vivaldi…
y llega más allá…
Mozart, Beethoven…
En producciones memorables
oímos Il Trionfo dell´Onore,
Don Giovanni, Cosi fan tutte,
Le nozze di Figaro
y mucho más.
En otra onda creativa
nuestra inagotable artista
le da vida a los archivos
de la música colonial de América.
Asombrados, nos parece oír
ecos de Monteverdi
¡en idioma indígena!
Y así, por primera vez,
queda dignamente recreada
nuestra Escuela de Chacao.
Las maravillas no se detienen.
Generan esperanza
en momentos difíciles
y nos permiten ver el futuro
con un nuevo aliento,
y renovado vigor.
Y todo esto es apenas un esbozo
de lo que significa
Isabel para nosotros.