Por JOSÉ ANTONIO PARRA
El pasado sábado 18 de noviembre se llevó a efecto un emotivo homenaje a Hanni Ossott en la Librería El Buscón de la ciudad de Caracas. En este evento tuvieron parte nuestras máximas figuras de la literatura: María Fernanda Palacios, Rafael Cadenas, Patricia Guzmán y Rafael Castillo Zapata. El mismo se dio en el marco de la Poesía de Ocasión y fue presentado por la poeta Graciela Yáñez Vicentini. De modo que bajo los auspicios de esta librería y de la prestigiosa editorial «Letra Muerta», dirigida por Faride Mereb, los asistentes tuvimos una tarde de poesía, de emocionalidad y de fragmentos de la experiencia de Ossott.
Ese carácter pleno de emoción y de imágenes, tanto literarias como anecdóticas, se centró en una (re)creación imaginaria de la figura de Hanni Ossott. Ya el pasado 28 de octubre en la Galería D’Museo del Centro de Arte Los Galpones, «Letra Muerta» había presentado una edición bilingüe de Hanni Ossott bajo el título Espacios para decir lo mismo / Spaces to Say the Same [Thing], que fue traducida y prologada por Luis Miguel Isava.
El evento del 18 se inició con palabras de Rafael Castillo Zapata, quien con suma meticulosidad fue hilvanando desde su propio tono, aspectos sustanciales de la experiencia de Ossott. El discurso de este poeta y crítico respondió a una aproximación desde el ojo del detalle, en el que cada palabra apelaba a aspectos esenciales de la poeta, a la “corporalidad” lírica de la autora. Oportuno entonces citar un fragmento del texto de Castillo Zapata:
“El cuerpo, ya lo vimos, es en Ossott, aquello que nos pone en contacto con las fuerzas inconmensurables de la existencia, con aquello que rebasa nuestros precarios poderes de contención conceptual o verbal. El cuerpo es, en pocas palabras, indecible, indecidible. Pero el poema está llamado, tentado, imantado por la desmesura de esta fuerza y no puede escapar a su seducción, aún a sabiendas de que se juega su propia existencia en el umbral de esa aproximación a lo que disuelve todo código y destruye todo muro, toda forma”.
Una de las cosas que caracterizó a este homenaje fue la exuberancia en cuanto a los tonos y abordajes con que los participantes se aproximaron a Hanni Ossott. De este modo, la mirada de Patricia Guzmán estuvo centrada en aspectos donde lo biográfico se entretejía con lo literario per se. Así, su acercamiento estuvo signado por el homenaje a la amiga, por el encuentro de dos almas.
En el caso de la aproximación de Rafael Cadenas pude notar una mirada muy desde el misticismo oriental en el sentido de que el poeta presentó una tras otra una sucesión de imágenes sosegadas, vistas hoy desde la abismal distancia del tiempo huidizo. En ellas la sobriedad y un cierto carácter minimal fueron marca sustancial. Daba la impresión de estar frente a fotografías de cuerpo, de alma y de experiencia lírica.
María Fernanda Palacios, ya hacia el final de este homenaje, nos llevó a un tiempo, que ya no es, donde Hanni Ossott estuvo contextualizada por la Escuela de Letras. No solo los presentes pudimos acercarnos al espíritu de Ossott, sino que además nos recrearnos en lo que fue la Escuela para el momento en que se estaba llevando a cabo la renovación, proceso que significó una transformación real y profunda hacia una escuela donde el alma y la creación se volvieron fundamentales.
Así, la figura de Hanni Ossott en tanto personalidad atemporal y de culto fue celebrada en un homenaje donde las generaciones que le siguieron en el tiempo pudieron aproximarse a lo que fue la vida de esta autora, quien dejó una profunda huella en el fenómeno de la literatura iberoamericana. Todo ello, aunado a la edición bilingüe de «Letra Muerta», significa una conmemoración y enaltecimiento de nuestros valores nacionales, de la hechura de un país a través de la poesía. Oportuno es entonces cerrar esta nota con un poema de Ossott, perteneciente a Espacios para decir lo mismo, que fue leído por Graciela Yáñez Vicentini al final del homenaje:
“Profundamente salidos de nuestros cauces. En el sueño. Todas las luces comenzaron a encenderse y proyectaron los colores en esos cuerpos y los cuerpos proyectaron sus luces en las luces sin tiempo en un presente infinito, confuso. La música creó otro espacio. Emanar sería lo más cercano a esa continuidad presenciada. Emanados. Unos de otros y de ese espacio ahora solo color. Uno y otro y otro cuerpo junto a este Cuerpo, sin conocer sus lugares sin saber de sus nombres. Todo en el todo. Ojo en el ojo mirado. Sensación de infinito que nunca nombra. Y hubo que partir con la desazón que producen los sueños irrecuperables.
A lo largo del camino: manos prolongando un presente desvanecido hasta que no quedaron sino manos. Deseo de prolongar el sueño.
Supo mirarse. En las cercanías del lugar donde debía bajar, los bordes de este sueño se unieron al Sueño, y el Sueño quiso hablar de lo real y de esta espera: y el otro borde del Sueño fue cerrado por el fin del sueño…
Y ahora, en lo tangible desconocemos quién nos origina en este espacio, y a favor de ese Otro Espacio del ojo mudo que desde afuera mira…”.
Espacios para decir lo mismo. Hanni Ossott
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Con esta entrega La Paciencia se despide hasta enero próximo, deseándoles a todos una feliz Navidad y un venturoso Año Nuevo. Es nuestro mayor deseo que la nación venezolana en su totalidad opere el milagro de la alquimia y que seamos artífices de la conversión del barro en oro.
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