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Pablo Agudo López: “Me atrae el genio improvisador de Niccolò Paganini”

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Bajo la dirección de Pablo Agudo López, la Orquesta Barroca Simón Bolívar presentará el sábado 14 y el domingo 15 de diciembre, a las 3 pm, La última rosa del verano y El Barroco de Paganini, respectivamente, en los espacios de la Sala Fedora Alemán del Centro Nacional de Acción Social por la Música. Dos propuestas musicales que aproximarán a los asistentes a la interpretación historicista del género barroco

Por RAFAEL SIMÓN HURTADO

Cuando Pablo Agudo López toca el violín, galantea musicalmente con más de 500 años de historia de un instrumento que, de acuerdo con los estudiosos del tema, fue creado a comienzos del siglo XVI por el italiano Andrea Amati, en la ciudad de Cremona, Italia.

A su vida llegó hace apenas 17 años, cuando tenía 4. Ya, entonces, su vocación por la música había dado algunas manifestaciones desde que su padre y su madre lo acunaron en los atriles del gusto por la creación artística.

Ver una foto de aquel niño con su oído pegado al instrumento, sostenido entre su pequeño mentón y su diminuto hombro, era como ver la imagen de la inocencia auscultando, con curiosidad, un corazón palpitante. Desde entonces, para Pablo, el violín pasó a ser una extensión de sus brazos y sus oídos.

En su hogar de Valencia oyó desde Vivaldi hasta el grupo Irakere, por lo que desarrolló una sensibilidad musical que abarca amplios registros. Por eso Pablo reconoce en sus padres una deuda de honor en su formación como violinista, pues ellos abrieron los portillos del sentimiento para interpelar el ánimo de una vocación.

Gracias al consejo de la profesora del Sistema Nacional de Coros y Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, del Núcleo Valencia, Eudel Seija, lo inscriben en la cátedra instrumental de violín.

Podría decir —afirma— que yo no escogí al violín, sino que el violín me escogió a mí. Pero no me disgustó nunca, todo lo contrario. Jamás protesté y siempre disfruté tocándolo. De hecho, yo prefería muchísimo más ir a la orquesta que ir al colegio”.

Pero fue a los 13 años cuando se dio cuenta de que verdaderamente quería dedicarse profesionalmente a la música, pues su experiencia de vida no sólo no le impidió disfrutar de una infancia plena, sino que, por el contrario, para él, el violín y la música se integraron como formas del juego. Eso sí, un juego donde debía ser disciplinado.

A estas convicciones se le sumó el estudio riguroso que requería el violín. Técnica y mentalmente, el instrumento precisó de su disposición de un alto nivel de exigencia, que, a lo largo de los años, se ha traducido en un conocimiento que adquirió como integrante del Sistema Nacional de Orquestas y Coros de Venezuela, en la ciudad de Valencia, y en las clases individuales, pero “sin que nunca se perdiera el sentido del juego”, dice.

La inauguración de una maestría

A aquellas primeras influencias arribaron a su formación como violinista nuevos maestros, quienes alimentaron las demandas íntimas de sus tempranas aptitudes. Esos maestros descubrieron en el adolescente los destellos de genialidad que no están reservados sólo a la excelencia de la obra acabada, sino que se anticipa a la capacidad de producirla.

Rosario Ferrufino, profesora de violín y música, fue su primera ductora. A ese itinerario pedagógico se incorporó el maestro Sergio Celis, su profesor durante más de 8 años, quien dejó una huella profunda en su formación. Luego vino el maestro Luis Miguel González, quien dio un impulso importante a sus inquietudes en muy poco tiempo. Después se sumaron a su lista de afectos y reconocimientos, los maestros José Gabriel Valbuena y Alirio Vegas.

Pero, sobre todo, reconoce en el maestro Boris Paredes Alzolay, director de la Orquesta Barroca Simón Bolívar, los dones del sensei, pues revolucionó completamente su forma de ver la música, el violín, la técnica de abordar las obras, de estudiar, y su amor por la música barroca. Fue su último maestro de violín en Venezuela.

Después, en Ginebra, a los 17 años, fue admitido en la Universidad de Música de Ginebra, ciudad donde reside y prosigue estudios. Allí encontró abrigo en el cobijo pedagógico de su maestra de violín histórico, la violinista francesa, Florence Malgoire, especializada en el repertorio barroco, e hija del gran oboísta Jean-Claude Malgoire.

Florence Malgoire fue mi maestra de violín en Ginebra. Ella me recibió con los brazos abiertos y me trató, casi, como si fuera un hijo suyo. Lamentablemente no pudo asistir a mi graduación, ya que el año pasado, de una manera repentina, desapareció de estas tierras. Pero yo sé que ella sigue aquí conmigo, dejándome una huella que no la borrará nadie”.

Durante el año de su graduación continuaron alentando su formación las maestras Anne Millischer, violinista clásica francesa, que perfeccionó sus habilidades en la Haute École de Musique de Genève, y Chouchane Siranossian, violinista francesa, de origen armenio, quien es reconocida como una virtuosa de la escena barroca internacional. A ambas intérpretes agradece el regalo de sus experiencias ejemplares.

Y con el maestro David Chappuis profundizó en el estudio de la improvisación y la composición musical de distintos estilos históricos.

En junio de 2024, después de un intenso período de formación, presentó su recital de grado, obteniendo la máxima calificación y felicitaciones del jurado.

En la actualidad, en la misma Universidad de Música de Ginebra, cursa una Maestría especializada, bajo el título de Maestro al Violino/Cembalo et Direction d’Ensembles Baroques, concebido en 2005 por el director de orquesta y coro, clavecinista y profesor argentino Leonardo García Alarcón. El curso prepara instrumentistas, directores, cantantes para la dirección de conjuntos instrumentales y/o vocales en el campo de la interpretación histórica. Es un título que Pablo Agudo López inaugura, pues es la primera admisión de un violinista a dicha maestría. 

Es una maestría —dice Pablo— que hago bajo la tutela del maestro Leonardo García Alarcón, un maestro extraordinario, un verdadero genio musical”.

Cuenta Pablo que la maestría comprende tres aspectos de la dirección: la dirección orquestal y coral desde un pódium, con las manos, trabajando la técnica gestual; la dirección desde el instrumento principal, es decir, el violín, donde el cursante debe tocar como solista o como concertino, mientras dirige la orquesta, y la dirección desde un instrumento de teclado, como el clavecín (cémbalo), el órgano o el piano.

También trabajamos muchísimo el lenguaje del bajo continuo, la armonía, la improvisación desde ese instrumento. Con un teclado tienes todo, todas las voces. La orquesta entera se puede enfermar, y tú podrías tocar todo igual y puede funcionar perfectamente. Con un violín no se puede hacer eso. Entonces esto es fundamental, además que allí tienes toda la base de lo que es la música y la composición”.

La maestría dura dos años, pero al ser la primera vez que se le otorga este Máster a un violinista, es una iniciativa experimental, por lo que debo profundizar muchísimo más, para alcanzar la meta final de poder hacer los dos conciertos de fin de máster, dirigiendo la mitad desde el cémbalo, y la otra mitad desde el violín. Para poder aprovechar el curso al máximo, he solicitado hacerlo en tres años, por lo que obtendría mi maestría en 2027. Estoy planeando algo grande para ello”.

Paganini, el genio improvisador

De visita en Valencia, dictó una conferencia sobre el compositor y virtuoso violinista Niccolò Paganini, considerado el padre de la moderna técnica del violín. En su disertación sobre el músico italiano, se refirió a las grandes habilidades que lo llevaron a ser considerado como un violinista inimitable en la historia de la música. Habló acerca de su contribución a la ampliación de las posibilidades de ejecución con el violín, al tiempo que promovió en forma decisiva el desarrollo de la literatura para este instrumento. Se refirió a sus famosos 24 caprichos, uno de los aportes iniciales en materia de composición para solo de violín. Y se paseó por las leyendas que se tejieron en torno a las dotes especiales del intérprete, que le atribuían un carácter sobrenatural, dada su gran destreza con el instrumento y su capacidad para tocar piezas valiéndose de una sola cuerda.

Pero hubo un aspecto en el que hizo hincapié. Una de las características de Paganini, referida por sus biógrafos, consistía en la búsqueda incesante de un sonido que asombrase a la gente. Uno de esos recursos fue el de la improvisación, que juntaron su arte con el mundo de las grandes atracciones.

Niccoló Paganini fue un rockstar del siglo XIX —dice Pablo Agudo López— pues sus presentaciones ensancharon las posibilidades interpretativas del violín mediante digitaciones especiales”.

Lo que más me atrae de esta gigantesca figura del violín es, curiosamente, algo que se ha explorado verdaderamente poco, y es su habilidad como improvisador. Fue uno de los más grandes improvisadores de occidente en el siglo XIX. Y para mí, el mejor violinista improvisador de su época. Una aspiración personal como violinista es explorar mis propias posibilidades en este campo”.

Luego de una buena parte de su vida conviviendo con el violín, ha llegado a conocerlo muy bien. Le atribuye virtuosismo como instrumento solista, voz soprano de las cuerdas.

Es un instrumento que puede generar mucho ego, ambientes de mucha competitividad, que puede llegar a ser tóxica. Pero también es un instrumento divertido, que fascina a todo el mundo. Nace de la caverna, de lo popular, de lo folclórico, lo que lo hace un instrumento danzante, bailarín, saltarín, versátil. Se puede hacer casi todo con él. Es un instrumento que sorprende, que impresiona mucho, pero que, al mismo tiempo, es muy sensible. Como todo instrumento muy bien sentido y tocado, puede conmover mucho a las personas”.

Conciertos barrocos

En Caracas, el sábado 14 y el domingo 15 de diciembre a las 3 pm, ejecutará los repertorios La última rosa del verano y El Barroco de Paganini, respectivamente. En los espacios de la Sala Fedora Alemán, del Centro Nacional de Acción Social por la Música, actuará como solista y director de la Orquesta Barroca Simón Bolívar.

“Haremos dos repertorios distintos. El primero y principal —porque es el que más músicos integra— es El Barroco de Paganini, que es una especie de ilustración musical de la conferencia que ofrecí en Valencia. Interpretaremos la música antecesora de la obra de Paganini. Nos enfocaremos, principalmente, en los conciertos italianos del siglo XVIII: Corelli, Locatelli, Tartini, Vivaldi, haciendo improvisaciones, teniendo como referencia a Paganini”.

“El otro programa es La Última Rosa del Verano, un repertorio de música de cámara, cuyo hilo conductor es una canción romántica irlandesa de principios del siglo XIX, titulada The Last Rose Of Summer. Interpretaremos música del siglo XVII hasta principios del siglo XX. Improvisando y citando la canción de La última rosa del verano durante todo el programa”.


*Pablo Agudo López formó parte del Sistema Nacional de Coros y Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela y en la actualidad realiza una Maestría especializada como Maestro al Violino/Cembalo et Direction d’Ensembles Baroques, en la Universidad de Música de Ginebra, Suiza.