Por JAIME BELLO-LEÓN
A la memoria de Carlos Federico Duarte Gaillart (1)
Las famosas y hermosas canciones de Reynaldo Hahn (nacido en Caracas en 1874 y fallecido en París en 1947) se conocen desde siempre. Son obras que desde su creación han estado en la escena del recital de canto de manera permanente. Bajos, barítonos, tenores, contratenores, sopranos, mezzosopranos y contraltos las han interpretado y convertido en piezas populares dentro del ámbito de la música académica y hasta fuera de éste. Esas melodías han sido cantadas y grabadas una y otra vez, para suerte de los amantes del canto y de la poesía. También han estado sujetas a arreglos para instrumentos diversos y se han difundido mucho. En las últimas décadas han pasado a ser, se pudiera afirmar, hasta objetos de culto por cantantes y audiencias de todas las latitudes que se aproximan a ellas para ponerse en contacto con un canto simple, puro, limpio, elegante, alegre, melancólico, sereno y bello. Las melodías de Reynando Hahn han dado nueva vida a los versos de autores como Víctor Hugo, Paul Verlaine, Théophile Gautier, Leconte de Lisle, Théophile de Viau, Paul Valéry, entre otros.
En cambio, las óperas de Reynaldo Hahn muy rara vez se montan o graban en nuestros días. Fragmentos de ellas pocas veces son incluidos en los programas de conciertos por las orquestas y por los solistas de prestigio. No son parte del repertorio regular de los grandes cantantes que ofrecen recitales, solamente cuando estos incluyen piezas poco conocidas. En realidad, son obras de las que se sabe muy poco ya que no trascendieron después de su estreno y no pasaron a formar parte del repertorio regular de ningún teatro de ópera del mundo.
De ellas tenemos idea por lo que se publicó al momento de su primera presentación; por la documentación (cartas y otros estudios) vinculados con su autor, y por la escasas grabaciones y reposiciones que han tenido lugar. Sus partituras se conservan y se puede acceder a ellas sin dificultad; ese no ha sido el punto.
De las cinco óperas compuestas por Hahn solo una ha sido visitada con mayor frecuencia (El mercader de Venecia). Hay que decir que hablamos de cinco óperas, pero hay estudiosos que clasifican como tales otro par de composiciones suyas, que también pudieran considerarse operetas. No hay acuerdo en cuanto a la clasificación. Hay mayor consenso entre estas: La isla de ensueño (1898), La carmelita (1902), Nausicaa (1919), El mercader de Venecia (1935) y Monsieur de La Palisse (1947). Una sexta ópera quedó inconclusa, la cual versaba sobre el mito de Orfeo.
¿Por qué se conocen, difunden y se celebran sus canciones, música para ballet, algunas de sus operetas, conciertos, música de cámara y otras creaciones de Hahn, pero no sus óperas?
Reynaldo Hahn fue un niño prodigio reconocido y celebrado en los exclusivos salones de París, fue un hombre muy bien relacionado con las élites sociales, culturales e intelectuales de su tiempo, gozó de un enorme prestigio y de una buena reputación como compositor, artista ejecutante (cantante, pianista y director de orquesta) y crítico musical. También, fue un ciudadano ejemplar que no esquivó su deber de ir como soldado al frente en la Primera Guerra Mundial (ya se había hecho ciudadano francés). Tampoco se prestó a colaborar con las fuerzas nazis cuando ocuparon Francia; al contrario, fue parte activa de la resistencia y tuvo que exilarse en Montecarlo para salvar, literalmente, su pellejo (parientes suyos murieron en campos de concentración). Se le confirieron honores nada comunes e, inclusive, se le otorgó la distinción de ser el director de uno de los más famosos teatros de ópera del mundo: La Ópera de París, el emblemático palais Garnier, al término de la Segunda Guerra Mundial.
Por tanto, resulta interesante tratar de comprender por qué sus óperas permanecen casi en el olvido o han sido postergadas, no frecuentadas o desdeñadas. ¿Es un asunto de la sensibilidad de nuestros tiempos? ¿No estamos listos para apreciarlas? ¿Son obras con algunas páginas felices pero que en su conjunto no se sostienen? ¿Son las cinco óperas comparables en los mismos términos?
Me apresuro a contestar la última interrogante que no lleva a disputas: no son comparables porque algunas son aproximaciones de un joven talentoso y otras son el producto de un autor que ya ha recorrido camino por diversos géneros y ha logrado crear su propio lenguaje.
Volviendo a las otras preguntas, el juicio de la mayor parte de musicólogos y de estudiosos de la obra de Hahn coincide en que no se trata de un asunto de nuestra sensibilidad o la de las audiencias contemporáneas de Hahn. No son obras densas ni muy complejas, ni muy difíciles de entender, ejecutar o digerir. Son páginas correctas, algunas más brillantes y mejor logradas que otras, pero atadas a un lenguaje conservador o demasiado cuidado dentro de los parámetros de una muy medida barrera, que deja por fuera apuestas por lo nuevo y por las búsquedas de las vanguardias de su tiempo. Recordemos por un momento quiénes eran algunos de los compositores contemporáneos de Hahn: Ravel, Debussy, Fauré, Mahler, Puccini, Strauss, Stravinski, Granados, De Falla… Todos los mencionados autores, altamente reconocidos, se caracterizaron por la innovación y los caminos que dejaron abiertos, en virtud de lo cual sus obras han trascendido significativamente. Algunas de las creaciones de estos fueron inclusive objeto de condena en su tiempo de estreno, pero luego obtuvieron el favor de los críticos, de los conocedores y del público general. En su crónica fechada en 1913, Hahn va a ponderar positivamente La consagración de la primavera de Stravinski, cuyo estreno había devenido en un estruendoso escándalo por la falta de comprensión de gran parte de las audiencias.
Reynaldo Hahn entendía la vanguardia, pero no la incorporó a su obra. Hahn fue quien le enseñó a Proust a apreciar a autores precursores, irreverentes, pero en su producción propia no fue parte de esos nuevos derroteros. Sabemos que Hahn era uno de los lectores de referencia de una de las novelas más rompedoras e importantes del siglo XX, En busca del tiempo perdido, pero en su obra operística prefirió ser fiel al romanticismo tardío (2).
Reinaldo Hahn fue un gran conocedor del género operístico. La enfermedad que lo lleva a la muerte (tumor cerebral) lo sorprende con la batuta en la mano, en el estrado de la Ópera de París mientras dirigía La flauta mágica de Mozart. El público no se percató del esfuerzo sobrehumano que hizo para concluir su ejecución. Al caer el telón el aplauso fue unánime. Minutos después perdería el conocimiento y días más tarde moriría recibiendo reconocimientos por su fructífera vida dedicada al arte. Quizá no hay que descartar que las generaciones por venir descubran y le den un renacer a la ópera de Hahn.
- Creo oportuno contar que conocí sobre las óperas de Hahn gracias a la generosidad de Carlos Federico, quien falleció recientemente. Fue él quien me regaló las primeras grabaciones de fragmentos de dos de sus óperas. Por eso le dedico esta nota.
- Creo que es oportuno precisar para quienes conocen a Reynado Hahn a partir de su relación amorosa y luego de profunda amistad con Marcel Proust que cuando ellos se conocieron, en 1894, Hahn era el famoso y Proust era un desconocido escritor que todavía no tenía obra. Muchos autores dan testimonio del apoyo constante que fue para Proust la amistad de Hahn, quien usó muchas veces sus contactos para promocionar la obra del gran escritor.
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