La literatura y el teatro tuvieron una fuerte influencia en el cine sueco de principios de siglo veinte. La mayoría de las películas eran adaptaciones. Sin embargo el caso sueco, escandinavo en general, no se vio afectado como sí el francés con su film d’art. Mientras que en Francia esta tendencia literaria acartonaba y teatralizaba lo que se había logrado cinematográficamente con innovaciones como Viaje a la luna de Méliès, los escandinavos aplicaron su tradición literaria de manera más experimental con formas narrativas que estimulaban la psicología de las historias, haciendo uso de flashbacks y otros recursos propios del cine, pero de manera primitiva.
Influenciados por los westerns, este cine escandinavo es rico en paisajes hermosos de las costas heladas suecas y danesas. La presencia del espacio exterior fue determinante para que no cayese en el estilo apergaminado del film d’art, convirtiendo a la naturaleza en un personaje más de los dramas, como en El viento (Victor Sjöström, 1928), un relato lírico donde la fuerza natural es protagonista. La carreta fantasma (Sjöström, 1921) representa innovaciones técnicas importantísimas para entonces, pues para contar la historia de un borracho y su encuentro con el cochero de la Muerte recurre a la sobreimpresión y el encadenado para suprimir el espacio entre lo real y lo sobrenatural, el presente y el pasado, lo lejano y lo cercano.
Antonius Block es otro hombre en la etapa final de su vida que va en busca de significados, como el de La carreta fantasma. El caballero de El séptimo sello (Ingmar Bergman, 1957) hace una búsqueda de las verdades últimas de la existencia y sobre todo de Dios, que le resulta ausente del mundo; un recorrido espiritual que es el de un agnóstico, igual que el del director. Como en Los hermanos Karamazov, dos personajes conversan sobre la posibilidad de una ética sin Dios. No solo el pasado es terror para Block, pues viene de pasar diez años en una cruzada sanguinaria, sino que la peste está acabando con el presente, y la Parca que lo sigue desde su regreso es su futuro.
Lo primero que hace es confesarse, reclamar la ausencia de Dios, llamado por demás hecho en la Europa de la Edad Media. El juego de ajedrez que se da entre el caballero y la Muerte es de las imágenes más famosas y poderosas de la historia del cine, y como se prolonga a lo largo de toda la película podríamos tomarlo como muestra de la obra del director sueco, quien a lo largo de sus producciones se hará siempre las mismas preguntas sobre Dios y la existencia. Estos asuntos no son ajenos al cine sueco, pues ya a principios de siglo Sjöström había enfrentado al hombre con la Muerte (con una visión puritana) en La carreta fantasma, estableciendo un tipo de cine teológico y metafísico como el que llegó a desarrollar el danés Carl Dreyer (La pasión de Juana de Arco) y que es el centro de la obra de Bergman.
El séptimo sello representa el estado de aflicción psíquica de un director cuyo agnosticismo a veces parece permeado por la calma de la reconciliación y el consuelo. Cuando el caballero salva a la familia de la peste hay una afirmación de la humanidad frente al horror, aunque siempre las cintas de Bergman sean pesimistas y desoladoras, y al final el señor de la Muerte nos proponga que bailemos.
https://archive.org/details/ElSeptimoSelloLiavVOSE