El director ucraniano Oleg Sentsov fue condenado a veinte años de cárcel por el gobierno de Vladimir Putin. Se le condena por terrorismo, dice el Kremlin. Sentsov, como muchos otros, estuvo allí cuando los rusos se anexaron Crimea: activistas han declarado haberle visto ayudar a los ucranianos atrapados en la batalla, y ha sido más que suficiente para que el pequeño Putin decidiese su suerte. Al parecer, podría en algún momento servirle de “ficha” de canje por otro prisionero. Estamos familiarizados con la práctica. Apropiación cultural dirían los idiotas.
La famosa y muy atractiva Maria Zajárova –en boga últimamente por sus declaraciones a propósito de la llegada de los 99– es directora del Departamento de Información y Prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso (soviético). La fama le viene de su presencia frecuente en programas periodísticos de la tele rusa, y de sus redes sociales, donde se suele presentar ante el mundo como una influencer de la tundra, en distintas facetas y atuendos: de vacaciones en el campo ruso, a caballo (aún no en topless como el pequeño zar), haciendo ejercicios, bailando la kalinka, o por salir a un coctel o fiesta de gala. Esta hija de diplomáticos rusos en Pekín hizo las prácticas universitarias en la embajada de esa ciudad china, y fue secretaria de prensa de la Misión Permanente de Rusia en las Naciones Unidas entre 2005 y 2008 en Nueva York, es decir: Lenin Pérez era su homólogo por esta en la tierra del comunismo bolivariano, nuestra embajadora la chavista Aura Mahuampi que pasó de Nueva York a San José de Costa Rica o a Madrid, y el presidente todavía el macabro resentido barinés.
Unos años después aparece en nuestras vidas de golpe, como cagarruta de pájaro en la cabeza, la señora Zajárova, Masha para los cercanos, con una serie de declaraciones desafortunadas no consecutivas. La primera, la ya mencionada sobre los 99: los militares rusos y sus armas están aquí por “un acuerdo” entre ambos países que “no necesita aprobación” de la Asamblea Nacional. También ha dicho que “la desestabilización de Venezuela viene de Colombia”. La segunda, en la que declara que, antes que regresar a la situación de los años noventa en su país, “el pueblo ruso está dispuesto a pasar hambre”. Lo sabemos, pero sobre todo, lo sabe Putin. Y la tercera, la que le da motivo a esta breve nota, sobre el (vívidamente) desafortunado Oleg Sentsov: la cantarina y bailarina diplomática ha dicho que las declaraciones acerca de la situación del cineasta son “falsas” y “politizadas”, además de comentar que “nadie ve sus películas”, pues Masha, a ver: solo ha hecho una.
El director de cine peligrosamente adherido al Kremlin, Nikita Mihalkov, es quien dirige el Festival de cine de Moscú. Una de sus galas ha sido inaugurada con canciones compuestas por Zajárova. Y al parecer ahora dedica su tiempo libre al diseño de algunos vestidos, cuando no está ocupada con alcahueterías comunistas como la dicha sobre un “posible baño de sangre” si intervienen los Estados Unidos. Nunca hemos estado tan cerca, podrían decir algunos, de parecernos a los rusos, eso que suena allá, tan lejano, tan helado: la declaración a la prensa de Cannes del cineasta bielorruso Sergei Loznitsa, acusado por el Kremlin de hacer cine “antipatriótico”, termina resonando como si hubiese vivido la desgracia de este país: “El infierno no es cuando pasan cosas horribles. Es cuando pasan cosas horribles una y otra vez”.