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Nos educaron contra la métrica

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“No por ello menos actual, Belli fue una de aquellas ventanas hacia ese campo en donde oscila el drama de la humanidad, la tensión individual del hombre ante la existencia y sus parámetros”

Por BASTIÁN DESIDEL ESCURREL

Nos educaron contra la métrica. Contra la métrica y el ritmo. Pulcros y solitarios imberbes tentamos el soneto, como un cojo galope que tiene por campo una pieza de tres por tres. Al salir más allá, vinieron los círculos, los poetas y los no poetas mezclados en la poesía, en la antipoesía, en el verso libre, en el poema visual, en la vanguardia; el resultado fue que olvidamos esa prístina voz de la cual siempre se desconoce procedencia. Mala época para el oído. Parte de esa voz, seguramente, enturbiada por la formación general a la que fuimos sometidos en el aula de clases en las unidades de Lenguaje o Castellano, donde era recurrente la posición obtusa ante el eterno soneto de Quevedo “amor constante más allá de la muerte” o un poema aleatorio de los 20 poemas de amor de Neruda, y así se entendía el poema en una forma concatenada de endecasílabos, ignorando la perfecta conjunción entre palabra y sonido. No había pasión en la transmisión de esa poesía que, está de más decir, no sobrevivía a la disección de los maestros en búsquedas de las diversas figuras literarias. La voz que nos llamaba era producida en la fricción entre el ritmo de las palabras y el lenguaje en su más alta cúspide, dando cuenta de una figura natural, un sonido familiar en el habla cotidiano que recoge la trascendencia de los días con sutileza única.

Pasan los años y esa primera educación sentimental jamás es olvidada, pues en la lectura salvaje la vorágine de poemas pone a prueba a quienes se sienten atraídos por la poesía como espacio y forma de expresión de algo que desconocemos en su totalidad. Encontrar, en ese punto, a Carlos Germán Belli es un revés necesario. Afanoso me recuerdo al intentar dar con la sextina tras la lectura y relectura de Belli. Un retorno a una savia extraviada que reposaba en el conocimiento del Siglo de Oro, en el Clasicismo, en el Modernismo. No por ello menos actual, Belli fue una de aquellas ventanas hacia ese campo en donde oscila el drama de la humanidad, la tensión individual del hombre ante la existencia y sus parámetros. En esta misma tensión es posible reconocer un control en el tono desgarrado, pero no solo trata de un asunto de sílabas, la sintaxis y la palabra justa vuelve al poema un artefacto prolijo, y no por ello menos punzante, Belli se vuelve por esfuerzo propio identificable en la imagen panorámica de su generación, que no dio escasa poesía. Los poemas que comprenden la totalidad de su obra poética condensan este decir de múltiples formas, y en cada una de ellas el cuidado de quien busca el más alto grado del decir, compárese con alegría el poema Si de tantos (perteneciente al conjunto Poemas de 1958) y Las expectativas truncas (incorporado en El alternado paso de los hados de 2006). Dar lectura a esta obra poética es prueba fehaciente de que las formas poéticas son inacabables, que el poema se debe a su propio ritmo, que tradición y modernidad son deberes del poeta.

Pero vano es intentar un gesto crítico ante la figura de Carlos Germán Belli en su partida. A nosotros nos queda ser guardianes de la palabra. Así hay registro de Enrique Lihn, de Oscar Hahn y de Pedro Lastra, quienes reconocieron en múltiples ensayos semblanzas y poemas al soñador de esa hada cibernética. Así lo comentamos con Micaela Paredes una noche en Santiago, cuando conseguí el poemario “El alternado paso de los hados” del poeta peruano de manera azarosa y para honrarlo dimos lectura a esos poemas y otros más tempranos de su producción. Así también lo compartió Rafael Rubio en su taller, dando lectura a la “sextina de los desiguales”, alabando ese verso final que es muestra de la sensibilidad rítmica y la experiencia de amanuense. Así lo compartimos con Víctor Campos cuando nos preguntamos ¿qué después de Vallejo?, y así también lo compartimos con Benjamín Carrasco al hablar sobre un verso de Octavio Paz, un verso de Marcelo Pellegrini y el verso “si de fuego no, de aire” en el poema Algún día el amor. Así lo guardo para siempre, como en las noches de lectura en que solo crujía la madera de una casa pobre y la caída natural del ritmo en las sílabas nos acunaba una vez más, de la misma forma en que lo hace ahora cuando ya el hombre ha dejado su cuerpo, pero jamás su palabra.

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