Por ÁNGEL LOMBARDI
Después de leer El Oscvro Señor V, de Norberto José Olivar, uno entiende que la ficción tiene una considerable ventaja para el escritor: la libertad. No tiene que demostrar ninguna «tesis» ni justificarse, solo obedecer a la propia escritura que trasciende, o mejor, integra objetividad y subjetividad. Macerada en el escritor en todos sus niveles subjetivos y objetivos, se crea otra realidad que cada lector asumirá de manera muy personal. El autor se limita a escribir un «mundo» propio en la polifonía de los diversos personajes, que en esta novela de fantasía y fantasmas, cabalgan entre dos tiempos históricos de agonías. Y aparentemente sin esperanza. En esta conversación con Olivar, abordamos algunos elementos de esta narración que revisita nuestra historia desde la ficción.
—¿El Oscvro Señor V es una novela histórica o prefieres otra clasificación más cercana a lo que ya has explorado?
—Me gustaría decir que es una novela y que eso fuera suficiente, pero uno sabe que las cosas no son tan fáciles. Peter Berger decía que toda novela es histórica porque nace de un contexto determinado, ya sea ciencia ficción o realismo mágico. Dicho esto, puedo decirle que Un vampiro en Maracaibo, por ejemplo, es histórica porque consulté archivos policiales, prensa, entrevistas y hasta investigación de campo. Pero la crítica dijo otra cosa. Una vez me sentí muy triste porque alguien escribió que El pasajero de Truman de Suniaga era un relato histórico, en cambio mi vampiro era un artefacto de terror que indagaba en las profundidades de la maldad humana. Y me pregunto si eso no es lo que hacen todas novelas, al menos aquellas que pretendan cierta solvencia. Pero bueno, toda esta vuelta para decir que El Oscvro Señor V no sé lo que es. Créame. Seguro que tiene mucho de novela histórica, por supuesto, pero todo el contenido encajaría más en la idea de un thriller, de una novela de horror, podríamos decir, para conciliar un poco, que se trata de un thriller histórico o historia-terror. Como sea, debemos decir que la historia, por naturaleza, es espeluznante en todo el sentido de la palabra.
—¿Estás huyendo de la clasificación?
—A ver, deme otra oportunidad. Hay una serie que acabo de ver, se llama La Revolución. Son los inicios de la Revolución Francesa. Y es una serie ¿histórica?, que va de zombis. La aristocracia se ha contagiado de un extraño virus que los convierte en zombis y los rebeldes deben enfrentarlos. Sin duda, una reinterpretación de la historia. El Oscvro Señor V ha intentado una relectura de nuestro pasado algo próxima a esta idea del seriado de Aurélien Molas, aunque sin zombis. Creo que, así como esta serie de televisión busca el espíritu de una coyuntura de la historia francesa, El Oscvro Señor V intenta acercarse a la “atmósfera espiritual” de una épica de horrores que llamamos Independencia. Contar esos muertos es un asunto policial, pero saber qué sintieron ya es otra cosa que podría interesarnos más.
—Este es un libro escrito bajo la influencia de lo que ha sucedido en Venezuela en los últimos 20 años, no cabe duda, aunque su tiempo histórico sea el siglo XIX y, en especial, la Independencia y pos Independencia. La trama se desenvuelve a través de cuatro personajes, básicamente Urdaneta, Baralt, Rodríguez y Dolores, la esposa de Urdaneta, en una especie de contrapunteo donde, en apariencia se habla de episodios de la guerra, del protagonismo de Urdaneta, que no solo sacude ideas escolares impuestas por una historiografía interesada, sino que se percibe en el personaje mucho desencanto, mucho sentido autocrítico, pero con un tono fundamentalmente contemporáneo. También percibimos la fuerte sensibilidad herida del escritor que, como todos los venezolanos, ha vivido experiencias muy duras en estos años y que, de alguna manera, nos sitúa en una encrucijada como sociedad, donde nadie tiene respuestas que dar. En los agradecimientos dices que tienes la idea de esta novela desde hace más de 20 años, pero que este fue el momento adecuado para escribirla.
—Hace unos años estuve ocupado en buscar una explicación a la calamidad venezolana. Eso me llevó a autores como Mario Briceño Iragorry, entre otros, y a muchas conversaciones con Miguel Ángel Campos, con usted y otros amigos de la fuente de soda Irama. Podría decir, entonces, que buena parte de la “atmósfera espiritual” de El Oscvro Señor V viene de esas indagaciones, pero con la frustrante conclusión de que ninguna explicación es capaz de satisfacer nuestra necesidad de comprensión. Me parece que lo que vivimos no es una coyuntura sino el desenlace de un proceso que todavía no somos capaces de ver. Mucho menos de entender. Pero es cierto, El Oscvro Señor V no podría haberlo escrito en otro momento. Como tampoco los relatos que le siguieron Una muerta maravillosa (El Nacional, octubre 21, 2018), Frankenstein y la teoría general de la decadencia (Prodavinci, mayo 8, 2020) y una novela breve que en estos momentos está en refrigeración y de la que no puedo adelantar nada, pero que es la tenebrosa conclusión de mis indagaciones.
—Bolívar decía que somos producto de las circunstancias, sin el proceso emancipador “yo no habría pasado de ser alcalde de San Mateo”. Y Napoleón aseguraba que, para el ayudante de cámara, el que vestía, el que llevaba el agua, etcétera, no había “grande hombre” porque en el cuarto nos vemos realmente como somos.
—Me gusta la idea de un Bolívar “alcalde de San Mateo”, ojalá alguien se anime a escribir una novela histórica alternativa que nos quite ese peso de encima. Hegel decía que los héroes son hombres de los que se sirve el espíritu de la humanidad para alcanzar la libertad, pero que una vez cumplido este objetivo, su destino no es particularmente dichoso y muchos tampoco quieren serlo porque, en cierta forma, sería como olvidarse de la hazaña a la que se consagraron. Urdaneta no escapó de esta tragedia, pero por otras razones. No podía olvidar su pasado, el de un hombre entregado al vicio y a la autodestrucción, que arrastró a su familia y que usó la guerra de Independencia para escapar de sí mismo. Sin embargo, en esa evasión fue usado por el “espíritu de la humanidad” al que no le importa a quién escoge para la tarea si la cumple. Podría decir que El Oscvro Señor V no es una novela histórica porque carece de una investigación histórica en estricto sentido, es más bien una relectura entre el asombro y el espanto. No quise usar documentos directos, ni siquiera textos de difícil acceso, trabajé con crónicas básicas, con biografías escolares, y en estos materiales simples está agazapado el oscuro Urdaneta, excusado de manera incomprensible por los historiadores y cronistas que, por darle impunidad, nos negaron conocer a un personaje tremendamente complejo, desgraciado y desquiciado.
—Y hablando de personajes, algunos dicen que Dolores Vargas París, la esposa de Urdaneta es la verdadera protagonista de El Oscvro Señor V. Otros afirman que te enamoraste de ella como te sucedió con El fantasma de la Caballero.
—Ah, bueno, es que hay lectores a los que les gusta el chisme, se salen de las tramas y andan por su cuenta y riesgo inventándose cualquier cosa. A mí esos lectores me encantan, con ellos no se discute de estructuras o estilos, lo de ellos es la vida pura y simple, elemental, hablar con ellos es una maravilla porque tengo que ponerme a pensar respuestas que alimentan aún más su imaginación voraz y atribulada. Pero es cierto, me enamoré de Dolores tanto como el propio Baralt lo estuvo, pero luego, al final, Baralt y yo comprendimos que se trataba de la viuda de Urdaneta y que siempre lo sería. Dicho esto, no es menos cierto que Dolores no era una mujer cualquiera, era una especie de Lady Macbeth, pero también una guerrera como la magnífica Ladgerda o Lathgertha, el personaje histórico vikingo, que en la famosa serie es encarnado por Katheryn Winnick. Ese tipo de mujer no se escoge, se impone, y uno solo tiene que obedecer. Y si te niegas, lo que hagas será un desastre. Eso me sucedió con Dolores.
—¿La historia versus la ficción?
—Cuando comencé a escribir relatos tenía pretensiones de historiador, incluso de divulgador, pero enseguida capté el problema: para decir la verdad que tenía en mente, debía escribir demasiadas mentiras para que la narración funcionara, pero también caí en la cuenta de que estas mentiras me acercaban mucho a la verdad y me conectaban con otras verdades, porque no son mentiras dichas al azar, sino que van surgiendo del propio texto. Así que fui abandonando la idea de hacer historia, en el sentido que damos a la historia, por supuesto, y ahora miento sin remordimientos. Y estoy más cerca de la verdad. Pero no me crea, todo lo que he dicho puede ser una mentira piadosa, seguro que en otra entrevista me invento otra cosa y así voy saliendo de cada aprieto en que me mete este libro.
—¿Qué significa Irama desde la perspectiva ficcional? ¿Es solo un nombre que encierra un mundo?
—Llegué a Irama en 1993 y llegué a escribir. No quería que me vieran hacerlo en mi casa. Curiosamente, los mesoneros y los propietarios, al darse cuenta que solo era un inofensivo aspirante a escritor, me vieron con cierta lástima y me acogieron como parte del mobiliario. Y sin que ellos lo supieran, Irama comenzó a formar parte de mis ficciones. Lo descubrieron cuando se publicó Un vampiro en Maracaibo. Y ya no solo era mi despacho ficcional sino también un centro de tertulias literarias. Escritores del interior del país, como Caracas [risas], han hecho excursiones a la fuente de soda. Incluso se han publicado varios reportajes sobre el lugar. Ha sido una historia muy divertida que ya escapó de mis manos. “Ahora Irama es de todos”, como dirían ciertos fulanos. Pero retomando lo estrictamente literario, El Oscvro Señor V nació en Irama, mis colegas, profesores de la universidad, J. L. Monzant y J. Alarcón, me propusieron esta novela, pero como ya hemos dicho, solo las circunstancias excepcionales que hemos vivido en los últimos 21 años la hicieron posible, ¿por qué?, pues no estoy seguro y tampoco quiero estarlo, pero solo quien la lea podrá hacerse una idea.