Por JUAN CARLOS RUBIO VIZCARRONDO
Pocas veces se encuentran filósofos que cautiven tanto como Friedrich Nietzsche (5 de octubre de 1844 – 25 de agosto de 1900). Este filosofo alemán, que no consiguió oídos que lo escucharan mientras vivía, ha llegado a nuestra contemporaneidad prácticamente incólume, tornándose atemporal en la medida de que sus ideas son conocidas de generación en generación.
Su manera de filosofar implica una revisión gallarda de las premisas sobre las cuales hemos asentado nuestros puntos de vista. Ese “filosofar a martillazos” nos requiere reconocer, sin pudor alguno, nuestra enorme capacidad de autoengaño. En tal sentido, todo engaño implica errores, sean estos cognitivos o intelectuales. En el contexto de artículo se usará, a manera de aproximación, a los cuatro grandes errores que fueron planteados en la obra titulada El crepúsculo de los ídolos. A través de estos, Nietzsche nos plantea claramente cómo nuestro entendimiento se ve afectado por inconsistencias lógicas:
Error No. 1 – Confundir las Causas con las Consecuencias:
Este error es bastante próximo a ese aprendizaje de que hay que saber distinguir entre los síntomas de una enfermedad y la enfermedad en sí. Saliendo de lo anatómico, podemos extrapolar lo dicho a un sinfín de situaciones: una mujer abusada puede llegar a creerse merecedora de maltrato porque lo asume como la consecuencia de sus actitudes erradas, cuando realmente el creerse merecedora de abuso es la consecuencia del maltrato sostenido; un movimiento político puede percibirse como corrupto a causa de un peculado que salga a la luz pública, cuando en realidad el peculado acontece porque sus personeros ya eran corruptos; o una empresa puede cerrar sus puertas debido a una quiebra, pero de fondo esa quiebra es producto de la incompetencia de un cuerpo directivo.
Dichos ejemplos pueden enseñarnos que las primeras impresiones no siempre son las mejores consejeras. La paciencia en el análisis es necesaria para percibir con mejor tino qué es causa y qué es consecuencia.
Error No. 2 – La Causalidad Falsa:
Los seres humanos en nuestro día a día aspiramos tener una relación estrecha con la certeza, ya que, de lo contrario, solo nos quedaría la compañía de esas hermanas gemelas que son la ambigüedad y la incertidumbre. Por dicho motivo, encontramos normalmente un salvavidas en el error de la causalidad falsa. Este error implica que aborrecemos que haya un vacío respecto al porqué de ciertas cosas. Esto lleva a que, si no tenemos en nuestras manos una causa clara en cuanto a un hecho, entonces tenderemos a buscar, de forma arbitraria, lo más próximo a una respuesta.
Un ejemplo que ilustra bien este error son las explicaciones que podemos llegar a buscar en torno a alguien que nos empiece a interesar. Ya que la comunicación humana es compleja y no es del todo explicita, es que solemos identificar explicaciones que den respuesta a por qué quien nos interesa hace lo que hace o dice lo que dice. En dicho proceso poco nos importa la veracidad de dichas explicaciones, pues las mismas, inclusive si son mentiras, nos parecen mejor opción que lidiar con el hecho de no saber en el instante.
Así, al igual que en el error anterior, la paciencia y la sindéresis son claves para aspirar a llegar a juicios verosímiles. Recordemos que, cuando se desespera en encontrar una explicación, lo más probable es que terminemos buscando cualquier causa para justificar el fenómeno que estemos percibiendo.
Error No. 3 – La Causalidad Imaginaria:
Como se comentó en el error anterior, tenemos una necesidad imperiosa por contar con explicaciones que le den un origen a todas las cosas. Otra manifestación de dicha realidad es el error de la causalidad imaginaria o, también conocida por todos nosotros, como la racionalización.
A la humanidad no le basta buscar explicaciones sobre lo externo, también lo necesita para lo que yace a lo interno. Necesitamos razones para justificar lo que hemos hecho, lo que nos ha pasado y los sentimientos que lo permean todo. En la búsqueda de satisfacer tal necesidad es muy fácil, al no conocer o rechazar las causas de fondo, el fabricar causas en retrospectiva que nos convengan.
Las racionalizaciones son nuestra manera de marcar distancia con lo desconocido, de llenar el espacio con argumentos cercanos a nuestros afectos. Un ejemplo típico de esto es, cuando, en aras de aceptar una tragedia, atribuimos su causa a una voluntad divina, ya que esto nos permite reconciliarnos con lo acontecido y tener una sensación de alivio.
El error de la causalidad imaginaria se destaca, en muchas ocasiones, por ser una imposición nuestra ante el mundo cuando las razones que este nos da para las cosas nos resultan inaceptables. La realidad es fría, dura e inmisericorde y preferimos por naturaleza lo que nos aleje del dolor. No obstante, tengamos en cuenta que, al final del día, lo que nos conforta no necesariamente nos libera.
Error No. 4 – La Creencia en la Voluntad Libre:
Este error reviste un poco más de complejidad por cuanto tiene como objeto tomar posición en un debate de rigor filosófico como la existencia o no de la “voluntad libre”.
En este caso, para la mejor comprensión de la posición de Nietzsche, deben entenderse dos conceptos: el de “orden moral del mundo” y el de “voluntad libre”. Nietzsche, por una parte, entiende por “orden moral del mundo” la premisa que postula que todo cuando existe obedece a los designios de una voluntad superior que la ha dotado de función y finalidad y, por otro lado, entiende por “voluntad libre” a la versión diminuta de ese “orden moral del mundo” o, lo que es decir, el planteamiento de que todo cuanto hace el hombre emana de una intención que se origina exclusivamente de su espíritu.
Entendiendo dichos conceptos es que no nos ha de sorprender que Nietzsche niega categóricamente la existencia de una “voluntad libre”. Él lo rechaza al estimar que dicho concepto está impregnado de un idealismo que choca con la realidad. La voluntad humana no es aislada ni etérea, ya que los hombres son parte de un todo y, por ende, sus motivaciones están condicionadas por circunstancias particulares que ni ellos mismos eligen. Igualmente, en esta misma línea de ideas, Nietzsche pone en duda, con base en la irracionalidad del hombre, de que toda acción sea realmente querida. Llevando esto al plano de lo metafísico, para Nietzsche resulta ridículo el pensar que haya una voluntad transcendente que esté dictando todo cuanto pasa, debido a que esto eliminaría la existencia del azar como el elemento imponderable en el acontecer.
Puesto en términos sencillos, para Nietzsche, nadie es responsable de haber nacido, nadie vive orientado hacia un fin último predefinido y nadie hace lo que hace por razones ajenas a los motivos derivados de la experiencia y el contexto.
A manera de conclusión:
Tras desglosar los cuatro grandes errores es importante resaltar que cuando se pretende “filosofar a martillazos”, como bien se hace al reconocer las fallas en nuestra cognición, siempre estamos bajo el riesgo de caer en el nihilismo. Dicho riesgo proviene de que solemos confundir el deceso de nuestras ilusiones con la muerte del mismísimo mundo o de todo aquello que vale la pena. Por ello, debemos considerar que el reconocimiento del error no tiene como objeto torturarnos, sino emanciparnos. Si de algo se trata la filosofía nietzscheana es de la superación de figuras lumínicas para justificar nuestra presencia y nuestro valor. Podremos ser efímeros y contingentes, pero podemos tener nuestra mayor reivindicación en la aceptación de la tragedia y en la admiración de la verdadera belleza.
@jrvizca
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