Froilán Escobar (Cuba, 1944), escritor, periodista y profesor universitario y Ernesto Rivera (Costa Rica), escritor y periodista, editores de Periodismo al límite. Crónicas latinoamericanas (Caracas: Editorial Dahbar, 2016), conciben desde los paratextos de la dedicatoria (“A la memoria de Susana Rotker”) y de los epígrafes (“No se trata de pergeñar una helada teoría que dé cuenta del cruce entre literatura y periodismo. La cosa es mucho más simple, basta con releer las crónicas de escritores como José Martí o Rubén Darío, para verificar cómo el talento narrativo es un atributo que puede dar a la información su más luminosa visibilidad”, Tomás Eloy Martínez, “La llama sagrada”; “Si Alfonso Reyes juzgó que el ensayo era el centauro de los géneros, la crónica reclama un símbolo más complejo: el ornitorrinco de la prosa”, Juan Villoro, “Ornitorrincos. Notas sobre las Crónicas”, en Safari occidental; y “De modo que sería necesario crear todo un sistema de palabras nuevas para el tamaño de nuestra realidad”, Gabriel García Márquez, “Algo más sobre literatura y realidad”), el carácter genealógico y estructural, teórico y argumental de su antología, que en el texto a manera de introducción “ Nuestro modo de narrar la realidad” Escobar y Rivera presentan como “una muestra del rastro escrito que dejó la crónica latinoamericana a lo largo de más de un siglo” y que: “Como toda selección y escogencia es –por definición– parcial, subjetiva e incompleta”. Añaden a este criterio genealógico y estructural, su razones teóricas y argumentativas: “Con la recopilación de estas 17 crónicas no solo quisimos mostrar un estilo, una forma de narrar la realidad y dar espacio a un cuerpo de autores sino también compartir con el lector una manera de mirar, una forma de descubrir el mundo como si lo acabaran de inventar”. Como una reiteración genealógica y estructural, Escobar y Rivera reúnen en los epígrafes de su texto introductorio a Tomás Eloy Martínez (“Aunque los Estados Unidos han reivindicado para sí la invención o el descubrimiento del periodismo literario, de las factions o de las ‘novelas de la vida real’, como suelen denominarse allí los escritos de Truman Capote, Norman Mailer y Joan Didion, es en América Latina donde nació el género y donde alcanzó su genuina grandeza”), en “Defensa de la utopía”, y a Susana Rotker (“Las crónicas modernistas son los antecedentes directos de lo que en los años cincuenta y sesenta del siglo XX habría de llamarse ‘nuevo periodismo’ y ‘literatura de no ficción’”), en “La invención de la crónica”, para reclamar el origen modernista y latinoamericano de la crónica, que fundamenta y legitima tanto el corpus como la definición del género dentro de la escritura periodística, expuesto con precisión y hallazgo en el título del texto: Periodismo al límite, en sí mismo una poética de la escritura de la crónica.
Con Martínez y Rotker como polos complementarios, uno desde la práctica del periodismo y la literatura, y la otra desde la práctica del periodismo, la teoría y la investigación académica, Escobar y Rivera construyen con agudeza una breve y rigurosa historia de la crónica latinoamericana desde sus orígenes modernistas (Rubén Darío, José Martí, Manuel Gutiérrez Nájera), remontándose a los siglos XVI y XVII de los cronistas de Indias y sus narraciones del “encuentro entre lo español y lo americano” y de “la conquista y la colonización después” […]: “Cristóbal Colón, Hernán Cortes, Bartolomé de las Casas, Toribio Benavente (Motolinía), Francisco López de Gómora, Álvar Nuñez Cabeza de Vaca, Bernal Díaz del Castillo, Fray Bernardino de Sahagún, el Inca Garcilaso de la Vega, Gonzalo Fernández de Oviedo, Pedro Cieza de León y tantos otros”, siendo los modernitas los creadores de la crónica periodística como un “espacio de transgresión y transculturización” al incorporar “ los ecos de Fray Luis de León y de Baudelaire, los recursos de la prosa francesa de la época (especialmente de las chroniques publicadas en 1850 en el periódico Le Figaro) y la experiencia del parnasianismo, el impresionismo, el simbolismo, el expresionismo y, por supuesto, del propio periodismo que mediante la crónica, como ejercicio de cotidiana temporalidad, abría la puerta para que entrara la vida”. En contrapunto con el proceso de modernidad y modernización de las sociedades latinoamericanas, Escobar y Rivera reconstruyen el proceso de la crónica modernista y sus relaciones entre historia y literatura, periodismo y arte, hasta afirmar que: “Ese fue el comienzo del ahora llamado ‘nuevo periodismo’, que, como podemos ver, de nuevo no tiene el nombre con que lo etiquetó Tom Wolfe en el prólogo de la antología de crónicas norteamericanas publicada en la década del 70”. César Vallejo y Rodolfo Walsh, Gabriel García Márquez y Tomás Eloy Martínez, Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis, Martín Caparrós y Alma Guillermo Prieto, Sergio Dahbar y Pedro Lemebel, Juan Villoro y Eliseo Alberto, Juan Pablo Meneses y Fabricio Mejía son los cronistas que dibujan la contemporaneidad de la crónica como imágenes en suspenso de finales del siglo XX y principios de XXI del género, que como dice Benjamin “no se ocupa de un encadenamiento de eventos determinados, sino de la manera de inscribirlos en el gran curso inescrutable del mundo” para develar y redimir los rostros múltiples y variados, a contrapelo de la historia oficial, de los muertos y oprimidos de Latinoamérica, desde los límites del periodismo y su comercio con la literatura.