Apóyanos

Montaje: Camino a Dios

La guerra no como la exposición schmittiana de la relación amigo-enemigo dominada por la enemistad, sino como la gracia suprema de la amistad weiliana determinada por el amor entre los enemigos mortales

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

El propósito de Giorgio Agamben, en Stasis. La guerra civil como paradigma político (Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2017) de “releer las páginas de El concepto de lo político en las que Schmitt elabora su definición del enemigo como ‘criterio de lo político [Kriterium des Politischen]’ a la luz de la relación constitutiva –al mismo tiempo evidente y oculta, resueltamente afirmada y negada con la misma tenacidad– entre enemistad y guerra. A decir verdad, que la enemistad se encuentre tan íntimamente ligada a la guerra como para confundirse y casi identificarse con ella, se sugiere ya desde el propio exergo que da inicio al prefacio añadido a la reedición del texto en 1963. En la cita de Cillierkronik (‘Aristóteles expresa lo que dicen y piensan los sabios y esto es, que la amistad y la guerra son causa de creación y destrucción’ – Schmitt 1, p. 72), el término ‘guerra’ ocupa exactamente el lugar en el cual debería encontrarse la palabra ‘enemistad’. La estrategia –no queda claro si irónica y consciente o inconsciente y denegatoria– es aquí la misma que nos volvemos a encontrar en la argumentación del ensayo así como en los escritos sucesivos: la guerra constituye de hecho lo político y, no obstante, el concepto primario y determinante sigue siendo el de ‘enemistad’”, y la cita de Simone Weil: “Pero el más puro triunfo del amor, la gracia suprema de la guerra, es la amistad que surge en el corazón de los enemigos mortales” (p. 118), en Sacramento de la guerra, del novelista, ensayista y diarista Ricardo Bello (Caracas: Editorial Dahbar, 2018), podrían exponer la poética y el contenido de verdad (Benjamin) de esta compleja, literaria y políticamente, última novela de Bello.

Bello realizaría una doble operación estratégica narrativa: en cuanto al género en sí y, al mismo tiempo, en cuanto al uso del contexto. No solo ejecuta un desvío doble en la poética novelística por la que opta, al intervenir en la constitución de los géneros del Bildungsroman y de la novela histórica, sino que también ejecuta un desvío procedimental en el uso del documento que sustenta la historia de Daniel, joven judío venezolano de origen sefardita, quien se convierte en soldado en la guerra de Yom Kippur en 1973, es hecho prisionero por el ejército sirio, se reconvierte al islam, adoptando el nombre de Danial o Daniyal, para finalmente ser liberado por una misión del ejército israelí.

Por un lado, el Bildungsroman sería transformado desde la preeminencia del estudio e investigación de las teología judías e islámica y sus prácticas religiosas respectivas sobre la formación de carácter psicológico y sentimental definidores del género, y por el otro, quizás el más novedoso, porque el desvío se realizaría en el orden de los procedimientos, al transformar el uso del documento que ha hecho la novela histórica, en una operación similar a la que teoriza Cristina Rivera Garza: “Más que basarse en un documento, el novelista histórico se basa, pues, en la información contenida en el documento, asumiendo así que el documento es atemporal y no histórico, justo como la información que genera”, en Los muertos dóciles (México: Tusquets Editores, 2013). Bello, a la manera como lo plantea Rivera Garza, estaría en “estrecha relación tanto como con la forma como con el contenido del documento, haciendo del documento y de su contexto la fuente misma del cuestionamiento que los produce en el presente, la ficción documental (subrayado propio) trastoca” al estar “imposibilitada para confirmar nuestro presente”. A los materiales documentales de la guerra del Yom Kippur, Bello agrega, desde el orden de la teología y la filosofía, documentos, libros, historias de las prácticas religiosas y culturales del judaísmo y el islam, como una especie de buceo intelectual y vital de Daniel, en la que la vida más que anécdota sería lo obra como visión de mundo, proceso en el que el sexo más que una experiencia del cuerpo, desde su estallido en la adolescencia hasta el punto de inflexión de la madurez, se transforma en la epifanía amorosa del encuentro nupcial de Daniel y Azima, la joven hija del Sheik palestino que lo ha liberado del secuestro y presidio por parte del ejército sirio.

Ricardo Bello optaría, en Sacramento de la guerra, por exponer el contenido de verdad antes que por el contenido objetivo, al modo de un novelista benjaminiano, transformaría los documentos y las historias mineralizadas de las guerras entre israelitas y árabes y palestinos, que aun cuándo determinan el carácter bélico de la relación entre judíos y árabes, en la historia de las identidades móviles de Daniel, desde su origen en una familia judía hasta su elección por el islam, consumando el contenido objetivo hasta su fin, en tanto que Sacramento de la guerra vendría a ser el contenido de verdad que permanece en reserva, pero que Bello expone a través de la ficción documental, en la cual el contenido de verdad escapa del tiempo efímero de las épocas para alcanzar en el arte, posiblemente, la pervivencia eterna de la verdad teológica. La guerra no como la exposición schmittiana de la relación amigo-enemigo dominada por la enemistad, sino como la gracia suprema de la amistad weiliana determinada por el amor entre los enemigos mortales. La guerra como paradoja: el sacramento de guerra de Daniel en su camino a Dios.

Noticias Relacionadas

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional