Papel Literario

Miradas sobre el mundo: habla Mario Morenza

por Avatar Papel Literario

Por NELSON RIVERA

—La pandemia, la debacle económica, la invasión de Rusia a Ucrania, además de otras noticias de repercusión negativa, han oscurecido la perspectiva planetaria. ¿Se ha sentido afectado, amenazado de algún modo?

—En Caracas, la amenaza siempre ha estado allí, agazapada o en sus variantes más hostiles. En forma de ráfagas de tiro. Gases lacrimógenos que estrujan el aliento. En el chuzo bajo la franela. Esto, sin llegar a la paranoia, me ha hecho cauteloso. A principios de la cuarentena me sentí amenazado por la incertidumbre biológica e informativa, la numerosa cantidad de fallecidos a escala mundial, incluso vecinos. Por meses,solo pisé la calle lo estrictamente necesario.

Emil Cioran escribe que «fuera de la materia, todo es música; Dios mismo no es más que una alucinación sonora». En diversos momentos de mi vida siempre me ha acompañado el arte. Primero fue la música. Desde la adolescencia: Peter Gabriel, Genesis, Björk, David Bowie, Sigur Rós; y durante la cuarentena he descubierto artistas excepcionales: aurora, José González, Julianna Barwick, Hammock. Ante las persistentes amenazas, el arte es alivio y es refugio frente a la adversidad, las injusticias, la asfixia.

Pocos días antes de la primera sesión online de mi taller Mares de Narrativa en la ucv, el ejército ruso ametrallaba a los ucranianos. Ante la desgracia, consideré pertinente compilar y discutir relatos sobre soldados y guerras de diversos autores del mundo. Incluso rusos. En Nunca cometemos errores de Solzhenitsyn hallamos numerosos paralelismos con los métodos administrativos de la Venezuela actual, situaciones tan absurdas, grotescas y hasta más cercanas que cualquier relato bélico criollo. Con esto quiero precisar que el arte y la literatura de ninguna manera las concibo como evasión, sino como instrumento excepcional para el goce del espíritu, la comprensión y reflexión sobre nuestro tiempo.

—Una ola de rabia se está expresando en el espacio público, de muchas maneras. Violencias, reacciones políticas, envilecimiento de los discursos. ¿Constituye un peligro la política dictada por el afán de castigo o ella puede ser una fuerza de cambio no destructivo?

—Me pregunto si esa violencia que se nos antoja más evidente y cotidiana, más áspera y delirante, pues la leemos en un tuit replicado hasta el infinito, en chats de condominio o en un video viralizado, acaso haya permanecido enquistada desde siempre y a lo largo de la historia adquiera las dinámicas de su tiempo.

El humano por instinto se siente amenazado ante lo extraño. Lo leemos en «La casa de la bruja», no refiero el genial cuento de Lovecraft, sino el de Pocaterra; lo leemos en «Los comemuertos», también de este autor. En el primero, unos vecinos, como enjambre de avispas, vilipendian, humillan y atacan a una señora. Guiados por la superstición enfermiza, creen que es bruja y…, spoiler alert!, simplemente buscaba hierbas medicinales para calmar la lepra de su hijo. En el segundo, unos niños apedrean a una familia de italianos. No los soportan por ser distintos, rubios, extranjeros. En ambas historias hallamos formas actuales de ejercer castigos amparados en los prejuicios y la xenofobia, por solo mencionar un par, o más pernicioso aún, la creencia de que se tiene la razón por encima de todo y cualquier sanción es justificable. Los relatos pertenecen a Cuentos grotescos, publicado exactamente hace un siglo, obra que calibra el sentir y sentido de aquella Venezuela de 1922, tan desorientada como esta.

—Importantes autores que demuestran con estadísticas, que las cosas en el mundo están hoy mejor que hace unas décadas. Al mismo tiempo, estamos en presencia de un extendido malestar. ¿Podría comentar estos dos hechos? ¿Contradictorios?

—Cada vez que se me cruza alguno de estos gráficos porcentuales de colores pasteles, irremediablemente pienso, aunque escrita en un contexto no menos trágico, en una frase de Arthur Koestler: «Las estadísticas no sangran; lo que cuenta es el detalle. Somos incapaces de abarcar el proceso total con nuestra conciencia; solo podemos centrarnos en pequeños trozos de realidad».

Hemos aceptado y tolerado tanto las estadísticas y las encuestas, que solo las puedo considerar como excusas para sostener slogans propagandísticos. En nada se diferencian con el petulante y cínico «Venezuela se arregló», ni a la latonería y pintura que le han aplicado a ciertas autopistas, plazas y calles del país.

—Se dice: hemos ingresado en un mundo en transición (revolución digital; cultura de las reivindicaciones; cambio climático). ¿Percibe el cambio? ¿Logra verlo o palparlo en el ámbito de su actividad?

—Esa revolución digital es lejana. Internet se ha vuelto indispensable para la vida y el trabajo, pero no siempre funciona o la velocidad es raquítica.

En la Universidad la autonomía se desvanece. En este ámbito de trabajo constato, parafraseo a Borges, que ningún tiempo ha sido ideal para la literatura y el arte, a esto agregaría: y para la actividad académica menos. En este país estancado, o empantanado le viene más exacto, por los momentos cualquier tipo o intento de transición se hunde.

Sin embargo, por muy espesa que sea la ciénaga, no permanezco de brazos cruzados y en inútil queja, avanzo en mis labores artísticas y académicas con los recursos que tenga a disposición.

—El reclamo de que debemos conocer nuestro pasado para caminar hacia el futuro es cada vez más persistente. ¿Es posible encontrar en la historia pistas o respuestas para un futuro que, en muchos aspectos, es inédito?

—«El novelista vive en un auténtico laboratorio de observación histórica y sociológica», señala René Girard, y añade: «Al revelar el deseo de sus héroes, revela la sensibilidad de su época o de la época que le seguirá». Girard entiende la novela como un pequeño cosmos de pulsiones emocionales. Si de elegir se trata, prefiero la ficción a la facción de los libros de historia, más allá del valor documental de estos.

He sabido más de la historia del mundo y la de Venezuela a través de la literatura, esa que nos cuenta el alma de un país. Por ejemplo, en «Fuego fatuo» y «Gavilán Colora’o» de Uslar Pietri, protagonizados por pranes coloniales, se nos narran finales muy comunes actualmente, donde el criminal desposeído y apresado lloriquea como un cobarde.

Todo en el universo tiene criterio narrativo. Principio, desarrollo, desenlace, fin. Los astrónomos en la actualidad estudian las fases de formación, existencia y consumación de estrellas para reconstruir la historia del origen de nuestro mundo. Y su posible final. Saber a qué atenernos, si es posible hacer algo.

Ahora, ¿qué depara el futuro? ¿Hasta dónde llegaremos como especie? ¿Persistiremos otros doscientos mil años o solo doscientos?

Carl Sagan se preguntó alguna vez si seríamos capaces de «aventurarnos hacia el espacio». Con lógico pesimismo reparó en que nos encaminábamos hacia una inevitable extinción, que «permaneceríamos en cuarentena en este planeta» hasta alcanzar el «juicio suficiente».

Entonces, ¿haremos de la Tierra un lugar inhabitable? ¿O lograremos sobrevivir y escapar antes de que nuestra estrella consuma los planetas del Sistema Solar? Con esto te respondo parte de la siguiente pregunta.

¿Se plantea preguntas sobre el futuro o sobre su futuro? ¿Por ejemplo?

—Sobre mi futuro pienso a diario. Por cuestiones laborales debo planificar, agendar, prevenir, pensar en el tiempo: «planes y fechas sujetas a cambio sin previo aviso» es un lema nacional. En todo caso, es vital procurarme alimento, salud, tranquilidad, buscar el sustento en quehaceres diversos.

En lo literario, en la medida de lo posible mi prioridad, seguir adelante con las historias en las que he estado trabajando desde 2010, después de la publicación de mis dos cuentarios editados hasta entonces. Entre malabares, le he rasguñado noches al tiempo y después de este proceso de escritura, de pulir cuentos, crónicas, ensayos y teclear puntos finales, el siguiente paso es buscar editoriales, publicar estos libros. Parte de este material se encuentra en la web, revistas o antologías de relatos.

—Vivimos un tiempo de exhibiciones y exhibicionistas. Todo sirve para mostrarse. ¿Le inquieta esta proliferación narcisista? ¿Constituye un peligro para el orden democrático?

—Ignoro si los influencers tengan más relación con influir o con influenza. Pero ¿de allí a que resquebrajen un orden? ¡¿Democrático?! En este país lo dudo. Pues tal sistema es inexistente. Lo que sí me inquieta es lo que llaman el «algoritmo», esa suerte de oráculo omnipresente en cada actividad que realizas en Internet, y ciertos influencers aconsejan cómo engañarlo para, qué sé yo, favorecer tus posts y se viralicen. O qué filtro usar para mejorar tu aspecto hasta hacerte irreconocible. ¿Podrá el algoritmo engañarnos? ¿Instalarnos en una realidad incierta, modificada a nuestro antojo, virtual?

Hace meses vi un documental sobre la posibilidad de delegar en una inteligencia artificial e incorruptible la administración pública y que esta decida lo que considere conveniente para el pueblo. ¿Una caterva de bots podrá convencerla de tal o cual decisión, derrocarla, o, más pertinente, hackearla?

En cualquier caso, me pregunto sobre cuáles complejos colectivos se encuentran en ebullición. ¿Pasarán de moda los influencers? ¿Se aburrirán de ellos? O, al contrario, permanecerán y se reinventarán como gurús, fundarán sectas mindfulness, contratarán paquetes de bots para captar feligreses. No me extraña que pronto tengamos el primer candidato presidencial con doctorado influencer.

—Hábleme de lo que le gustaría aprender. De lo que todavía no sabe. De sus aspiraciones espirituales o de conocimiento.

—A bailar (sonrío), aunque ya me falta poco para alcanzar el nivel de Bobby Farrell, del grupo alemán Boney M. A organizar eventos culturales. A mejorar la edición de mis podcasts en YouTube. Ya he subido algunos videos. Lector, ¡te invito a suscribirte a mi canal, darle like, aunque no sea influencer! 😉

Soy entusiasta de la astronomía y sigo cada noticia y hallazgo divulgado por medios acreditados. Quiero saber todo lo posible sobre nuestro universo. En este sentido, el conocimiento es inagotable. Dicho interés no se desliga de la literatura. A menudo cito en mis talleres a Pessoa cuando dice que ciencia y poesía tienen en común descifrar los misterios del cosmos.

Quiero saber más sobre el entrelazamiento cuántico, la posibilidad de vida en otros mundos, sobre elocéano bajo la superficie de Encélado y los ríos de metano de Titán.

Quiero saber si será posible la construcción de la máquina concebida por el científico Miguel Alcubierre, capaz de viajar más rápido que la luz sin transgredir las leyes físicas.

Hace un tiempo conversé con la físico teórico Alexandra de Castro, me dijo: «Tenemos miedo a dejar de existir, pero siempre hemos existido y seguiremos existiendo. En forma de átomos, partículas, moléculas, células… Lo que tiene breve aparición es la conciencia, lo que muere es la conciencia. Y tampoco estamos seguros de eso».

Sobre la conciencia también me gustaría saber más.

Estamos lejos de descifrar incontables misterios. Tengo la certeza, y esa es mi fe, de que se llegará al fondo de este asunto. El asunto de la existencia. Afinar los acordes de esa «alucinación sonora» que hoy muchos llaman Dios. Y en la ciencia y en las artes tendremos esa certeza que nos una, al fin, como especie y humanidad: la verdad sobre todo lo que existe.

—Si le digo la palabra Maestro, ¿en quién piensa? ¿Hay un Maestro al que quisiera expresar su reconocimiento. ¿Por qué?

—Pienso en un relato de Rómulo Gallegos titulado justamente «El Maestro», aunque el protagonista es un bohemio incorregible. Durante un crepúsculo, El Maestro percibe en el aire que algo se ha trastocado y advierte las «insondables profundidades donde impera el ritmo solemne del universo invisible».

Maestros en distintos tiempos y espacios me han guiado a través de esa profundidad insondable de un «universo invisible».

En el liceo, el profe Wilfredo Macuare. Sus clases de Geografía iban más allá de cartografiar mapas. Nos enseñó la reflexión sobre el país, y que esta no debía limitarse a la prensa o noticieros. Hablo de 1997, 1998. Macuare nos alertó de lo que se podía venir… No se equivocó. Este gimnasio analítico más tarde me serviría para reflexionar sobre algún «pacto bilateral» o «zona en reclamación» en Troya.

Luego, los profes de la escuela de Letras de la ucv: María Fernanda Palacios, Alejandro Oliveros, Luis Felipe Castillo; y desde 2010 y a diario, los profes, compañeros de trabajo y amigos del Instituto de Investigaciones Literarias: María Eugenia Martínez, María del Rosario Jiménez, Carlos Sandoval y Ángel Gustavo Infante, pero, fíjate, con ellos aprendo mucho durante la sobremesa cada mediodía. Es lo que más he disfrutado en la universidad en la etapa como profesor además de mi taller Mares de Narrativa. Allí, en la sobremesa, ha estado el más genuino aprendizaje de los últimos años. Lo humano y lo académico. El arte, la literatura, buen provecho, el país y el café en armónico ritual.

Asimismo, Jaime Ballestas (Otrova Gomas) y Miguel Gomes, quienes no solo ubican los primeros puestos de mi hit parade de escritores, también los considero maestros y amigos. A mis catorce leí a Otrova Gomas y decidí ser escritor. A mis veintiocho a Miguel Gomes y sobre sus cuentos escribiría mi tesis de maestría.

En gran medida, soy resultado de escuchar a mis Maestros. Comunión en progreso de sus voces y enseñanzas. Y el compromiso de continuar ese legado en cualquier tarea que desempeñe: escribir, divulgar, clases, compartir mi mirada del mundo.