Papel Literario

Miradas sobre el mundo: habla Hensli Rahn Solórzano

por Avatar Papel Literario

Por NELSON RIVERA

La pandemia, la debacle económica, la invasión de Rusia a Ucrania, además de otras noticias de repercusión negativa, han oscurecido la perspectiva planetaria. ¿Se ha sentido afectado, amenazado de algún modo?

—Hace poco mi cuñada viajó de Múnich a Berlín para visitarnos y pasó una noche en el sofá de la sala. Al día siguiente fui a las seis de la mañana al escritorio, como de costumbre, para trabajar hasta el momento en que mi hijo se despierta. Pero me encontré a mi cuñada deambulando vestida y con ganas de conversar. Mientras colaba los primeros cafés del día, me contó que la despertó un mal sueño. Por una de las ventanas —«esta», me dijo—, vio cómo el cielo se abría en dos, por el humo luminoso de un proyectil, que cayó muy cerca.

En esa imagen, elaborada por una sola subjetividad, me parece que está concentrado de una manera nítida el temor de muchos ciudadanos de Mitteleuropa, entre los que me cuento desde 2015.

A las primeras ondas expansivas de la guerra de Putin —refugiados, alza del precio de la gasolina, inflación generalizada—, el gobierno alemán respondió con subvenciones y medidas que, hasta ahora, han funcionado para preservar una cotidianidad sin percances mayores. Pero nadie sabe hasta cuándo.

Una ola de rabia se está expresando en el espacio público, de muchas maneras. Violencias, reacciones políticas, envilecimiento de los discursos. ¿Constituye un peligro la política dictada por el afán de castigo o ella pueda ser una fuerza de cambio no destructivo?

—Imagino que hay casos contrarios y  excepcionales, pero en la experiencia venezolana —si es que sirve de algo— 1998 es un recordatorio dramático de cómo una sociedad harta de impunidades, espoleada por narrativas justicieras, puede lanzarse civilizada y «democráticamente» por el barranco totalitario.

Importantes autores demuestran con estadísticas que las cosas en el mundo están hoy mejor que hace unas décadas. Al mismo tiempo, estamos en presencia de un extendido malestar. ¿Podría comentar estos dos hechos? ¿Contradictorios?

—Todavía no sé qué pienso de esa contradicción. Mi impresión es que vivimos una época turbulenta —¿cuál no lo ha sido?—, con zonas de progreso y otras en franca decadencia. Yo la vivo con optimismo y sin dejar de cultivar una mirada crítica. Una cosa no excluye a la otra, en este caso.

—Se dice: hemos ingresado en un mundo en transición (revolución digital; cultura de las reivindicaciones; cambio climático). ¿Percibe el cambio? ¿Logra verlo o palparlo en el ámbito de su actividad?

—En mi ámbito se perciben algunos cambios. A fecha de hoy, por ejemplo, los verdes forman parte de la coalición que gobierna por mayoría en el Bundestag; llevan décadas promoviendo el apagón nuclear en Alemania. Encuentro una petición indisimulada en buena parte de los libros, las películas y las series contemporáneas. Una petición de militancia en distintas causas, tanto de las justas como de las otras. Por último, lo digital se ha vuelto una dimensión indiscernible del presente. Pero más que una «transición», que implica un cambio más o menos rápido, me parece que estamos en presencia de la realización paulatina de ideas planteadas en décadas anteriores.

—El reclamo de que debemos conocer nuestro pasado para caminar hacia el futuro es cada vez más persistente. ¿Es posible encontrar en la historia pistas o respuestas para un futuro que, en muchos aspectos, es inédito?

—La ficción que escribo me exige con frecuencia consultar libros de historia de Venezuela, así como entrevistar a historiadores y testigos de hechos históricos. Pesquisa de riesgo porque surge siempre la tentación de comparar escenarios y encontrar en el espejismo del pasado «soluciones» para resolver problemas de hoy, lo cual es imposible porque las circunstancias son otras. Veo esos materiales, en cambio, como una fuente de datos, de versiones —a veces contradictorias— de los hechos y, sobre todo, de la memoria. La memoria mueve a la reflexión y cualquier individuo, sirviéndose de ella, puede descartar una cantidad de caminos transitados que conducen a ninguna parte y, de paso, ubicar de dónde salen algunas ideas. De allí su valor fundamental y la urticaria que provoca en gobiernos de corte totalitario, que buscan siempre su censura o falsificación. «Quien controla el pasado, controla el futuro», escribió Orwell en 1948. «Y quien controla el presente, controla el pasado».

—¿Se plantea preguntas sobre el futuro o sobre su futuro? ¿Por ejemplo?

—La verdad es que poco o nada. De cara a la incertidumbre del futuro me preparo trabajando en lo único que conozco, que es el momento presente. Desde allí puedo, como mucho, trabajar en mis proyectos con metas a corto y mediano plazo, consultar algunas páginas de Historia y «navegar» en el tiempo —si se me permite la expresión— gracias a algún relato.

—Vivimos un tiempo de exhibiciones y exhibicionistas. Todo sirve para mostrarse. ¿Le inquieta esta proliferación narcisista? ¿Constituye un peligro para el orden democrático?

—No entiendo la relación que guardan las dos últimas preguntas. Pido disculpas.

—Hábleme de lo que le gustaría aprender. De lo que todavía no sabe. De sus aspiraciones espirituales o de conocimiento.

—La lectura me acompaña a diario como una suerte de oración inconclusa y, cuando voy al escritorio, tengo siempre la sensación de que estoy aprendiendo a escribir. Bien sea en un relato corto o largo, lo que busco es la mejor manera de decir una frase para pasar a la siguiente. Las historias que me interesa contar me piden que cruce una línea de sombra tras la que siempre soy otro. Es como recorrer las calles de una ciudad en pleno apagón eléctrico. La familiaridad que sólo crean los años se torna de pronto una zona oscura y desconocida. A la mano tengo la linterna del celular, cada paso es una pequeña revelación en medio de ese terreno.

—Si le digo la palabra Maestro, ¿en quién piensa? ¿Hay un Maestro al que quisiera expresar su reconocimiento. ¿Por qué?

—Son muchos, por lo que sería injusto nombrar a algunos en este formato y olvidar a otros. Me gustaría que los lectores los encuentren, a ellos y a sus obras, entre las líneas de mis libros.