Papel Literario

Miradas sobre el mundo: habla Álvaro Mata

por Avatar Papel Literario

Por NELSON RIVERA

—La pandemia, la debacle económica, la invasión de Rusia a Ucrania, además de otras noticias de repercusión negativa, han oscurecido la perspectiva planetaria. ¿Se ha sentido afectado, amenazado de algún modo?

—La pandemia vino a arrostrarnos nuestra indefensión física y anímica, conminó al ser humano a aislarse para protegerse, y lo obligó a vivir con una nueva amenaza mutante. En consecuencia, sobrevino una crisis económica, que apenas comenzó a ser controlada, se vio profundizada por una nueva debacle ocasionada por la guerra de turno. Hoy Ucrania ocupa el mayor despliegue en los titulares de prensa, pero los conflictos bélicos nunca cesan. A propósito, valdría la pena echar un vistazo a lo que sucede en Medio Oriente o en África.

Estos hechos son la punta visible de una descomposición aún mayor que se viene anunciando desde hace tiempo, y que nos es familiar a los venezolanos. Los momentos convulsos que hemos vivido en las últimas décadas nos han preparado para este nuevo escenario mundial, que a mí me huele a déjà vu, a historia repetida. Y es este un escenario que asumo sin dramatismos ni ánimo apocalíptico, más bien con la naturalidad del mundo que me tocó vivir. Otro no hay, y otra vida tampoco, y eso me basta para atemperar la sensación de amenaza o de perturbación que, por supuesto, asalta cada tanto.

—Una ola de rabia se está expresando en el espacio público, de muchas maneras. Violencias, reacciones políticas, envilecimiento de los discursos. ¿Constituye un peligro la política dictada por el afán de castigo o ella pueda ser una fuerza de cambio no destructivo?

—Ciertamente se puede sentir esa rabia que refieres en el ambiente, por ejemplo, en la pulsión reivindicativa en boga. Pero no tengo las herramientas para hablar de esta eclosión de daimones que permanecían a raya. No obstante, me gustaría señalar algo que me causa mucha curiosidad, más que la violencia exacerbada, y es cómo junto a ella tiene lugar un relajamiento de las formas a todo nivel: en el hablar, en la argumentación, en el vestir… Este relajamiento lo podemos notar en el lenguaje en palabras que se han puesto de moda, como “relax”, “relajado” o “light”, que denotan una actitud generacional ante la vida. Entonces, si la contraparte de la jauría vengadora es esta blandenguería, esta indolencia, no puede haber equilibrio posible en la balanza y el panorama no pinta halagüeño. Además, cada día son más raros valores tan humanos como la empatía, el perdón o la posibilidad de redención. La figura de Raskolnikov no significa nada hoy en día.

—Importantes autores que demuestran con estadísticas que las cosas en el mundo están hoy mejor que hace unas décadas. Al mismo tiempo, estamos en presencia de un extendido malestar. ¿Podría comentar estos dos hechos? ¿Contradictorios?

—El avance tecnológico y el incremento de las riquezas en el mundo no siempre van de la mano de la tan cacareada mejora para el ser humano. Al contrario: en nuestra loca carrera tecnológica —que, entre otras cosas, desmonta la noción de Dios con experimentos de laboratorio—,estamos perdiendo los fundamentos que nos constituyen y que nos hacían sentir parte de una tradición, la humana. Por eso nos sentimos solos y a eso responde el extendido malestar que mencionas.

Somos testigos de la entronización de la banalidad y el cambio radical de referentes en apariencia inamovibles. El lenguaje fue víctima, una vez más, de la perversión de los manipuladores y ya no dice. La nadería nos circunda no es medible con estadísticas. El espíritu de los tiempos y la estulticia en el ambiente difícilmente se pueden cuantificar en números. Corresponde este trabajo a los artistas, a los hombres de letras, a los pensadores y a la cada vez más extraña estirpe de los humanistas. Aunque sus voces se diluyan en la balumba de las redes sociales y las veleidades de moda, debemos aguzar el oído para no ser seducidos, otra vez, por los cantos de las sirenas, que tampoco son nuevos, sino que venimos escuchando desde los tiempos de Ulises.

—Se dice: hemos ingresado en un mundo en transición (revolución digital; cultura de las reivindicaciones; cambio climático). ¿Percibe el cambio? ¿Logra verlo o palparlo en el ámbito de su actividad?

—Ciertos elementos nos hacen pensar que estamos en un mundo en transición. Pero me pregunto: ¿una transición hacia dónde o hacia qué? Lo visible es que hemos entrado en el mundo de lo políticamente correcto, en el que la crítica está mal vista porque ensombrece el “perfil” que a fuerza de filtros difuminadores de la realidad se ha logrado crear desde las redes sociales.

La ola de reivindicaciones y la palabra inclusión están a la orden del día, y su bandera contra la intolerancia encubre otra, no pocas veces más exacerbada, fanática. Para muestra, episodios tan absurdos como el veto a Lo que el viento se llevó, o a la imagen de la entrañable Aunt Jemima (sin ella, las panquecas ya no saben igual). ¿Cambió, acaso, el pasado este retoque de última hora?

Nos escandalizamos por una crisis climática gracias a las campañas publicitarias que se hacen en torno al problema, pero ignoramos que no es la primera vez que esto sucede en el planeta, pues es parte de sus ciclos.

Ante esto, el cambio más notorio que percibo es en el hombre mismo, pues el planeta sigue su curso; pocas cosas más indiferentes al ser humano que la naturaleza. Quizá por eso últimamente recuerdo con frecuencia los conocidos versos de T.S. Eliot, escritos hace casi un siglo: “Somos los hombres huecos / somos los hombres rellenos / apoyados uno en otro / la cabeza llena de paja”. Siento muy poca sustancia y mucha paja en esta alharaca 2.0 en la que estamos inmersos.

—El reclamo de que debemos conocer nuestro pasado para caminar hacia el futuro es cada vez más persistente. ¿Es posible encontrar en la historia pistas o respuestas para un futuro que, en muchos aspectos, es inédito?

—Estos últimos meses los he dedicado a una lectura consecuente de la historia de Venezuela, a través de sus historiadores o relatores más insignes y de las obras literarias más sólidas. Y compruebo, con poca sorpresa, lo que intuía: si bien nuestra historia es emocionante, se hace bastante monótona por las reiteradas veces que cometemos los mismos errores. Por esto, aunque, en efecto, estamos frente a un futuro en muchos aspectos inédito, en el fondo se siguen repitiendo los episodios de siempre, pero con diferente ropaje. Por sólo mencionar un ejemplo bastante ruidoso: lo que está detrás de la nueva conquista espacial, aparte de una tecnología avasallante, es la atávica megalomanía y locura propia de conquistadores como Alejandro Magno, Hernán Cortés o Napoleón Bonaparte.

Así las cosas, claro que es posible hallar en la historia pistas para este presente-futuro en apariencia inédito. Es cuestión de hilar fino y no dejarnos avasallar por tanto brillo de pantalla y tanta inteligencia artificial. De esta forma comprenderemos por qué Sísifo aún repite el mismo gesto a diario.

—¿Se plantea preguntas sobre el futuro o sobre su futuro? ¿Por ejemplo?

—Aunque la inquietud por el futuro es inherente a todo ser humano, no es algo que me preocupe sobremanera. Al permanecer en Venezuela, me hice consciente de los peligros de guardar esperanzas y por eso las deseché —“Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate”, nos recuerda el Dante—. Porque al vivir en función de una esperanza, se (des)vive el ahora a la espera de un futuro totalmente incierto. Por eso, desesperanzado, sin expectativas grandilocuentes en relación con lo que vendrá, el carpe diem cobra protagonismo y me da el temple necesario para seguir con esta corrida —a ratos bufa— hasta el final.

—Vivimos un tiempo de exhibiciones y exhibicionistas. Todo sirve para mostrarse. ¿Le inquieta esta proliferación narcisista? ¿Constituye un peligro para el orden democrático?

—Efectivamente, hay una pulsión casi pornográfica de mostrarse a cada rato y a como dé lugar: con todos los filtros posibles y de la manera más impoluta, o con una “naturalidad” chabacana y vulgar. La sensación de nada y vacío se potencia y, por vía negativa, un Yo se agiganta aún más al tener proyección planetaria vía redes sociales. Y público hay, porque todo vende en ese mundo encandilante de la pantalla, que tiene mucho de locura solar.

Pero tanto como el exhibicionismo, me inquieta la pérdida de la intimidad. Es cuanto menos paradójico que estando más sólo que nunca —por eso su afán de mostrarse—, el ser humano no sepa profundizar en su interioridad, avenirse con ella. Huye del encuentro consigo, le aterra verse en ese espejo. Entiende la soledad como una casa pobre, precaria, que hay que abandonar de inmediato, ignorante de que “la soledad es el palacio más fantástico”, según Elisa Lerner.

En cuanto a si esta situación constituye un peligro para el orden democrático, no lo sé. Pero, en todo caso, sí sé que en la base de la democracia se encuentra uno de sus grandes atributos, y es la capacidad de reconocer los propios errores y enmendarlos.

—Hábleme de lo que le gustaría aprender. De lo que todavía no sabe. De sus aspiraciones espirituales o de conocimiento.

Cada día es un regalo para llenarlo de conocimiento a través del estudio de los temas que me apasionan: literatura, arte, historia, mitología, antropología, música, cine… Pero si hay algo que últimamente me inquieta mucho y sobre lo que me gustaría aprender es sobre la muerte, quizá para darle un sentido más profundo a lo que hacemos en este plano, ¿no? El tiempo pasa y se me diluye entre las manos el significado del colofón de la vida. Confieso que me aterra llegar a la fatídica partida de ajedrez sin haberme adiestrado lo suficiente para un juego que, a sabiendas, no ganaré, pero en el que me va la vida dar una pelea digna.

—Si le digo la palabra Maestro, ¿en quién piensa? ¿Hay un Maestro al que quisiera expresar su reconocimiento. ¿Por qué?

—En mi formación hay dos figuras centrales: María Fernanda Palacios y Miguel von Dangel. Con mi maestra María Fernanda me inicié en el mundo de la palabra escrita y de las artes en general, y con ella aprendí que la docencia se debe —y se tiene— que ejercer con pasión y rigor, dándole cabida a las propias intuiciones. El de la Palacios es un mundo que bebe de la poesía, el teatro, el cante jondo, la tauromaquia y otros ámbitos hoy de baja, cuando no en extinción. Además, su piedra de toque contra la falsedad ha sido un ejemplo fundamental para estar ojo avizor ante los oropeles de nuestros tiempos.

Con Miguel von Dangel, mi recordado amigo y maestro, compartí una fe rabiosa por el arte, así como la preocupación por nuestra sociedad y también los vericuetos interminables de la dialéctica para intentar hacer sentido en medio del caos cotidiano. Aprendí a contraponer el arte a la cansina reiteración de titulares de periódico, y aprendí que todo venezolano tiene que dar lo mejor de sí, desde cada uno de nuestros ámbitos, por este pedazo de tierra que llamamos nuestra, la cual anhelamos cristalice alguna vez como un sólido país.