Por MIRLA ALCIBÍADES
Desde hace algunos años, leo y oigo utilizar con frecuencia la expresión «Nuestra América» para referir nuestro continente. No se oculta que se viene empleando con el propósito de sustituir la denominación América Latina o Latinoamérica.
Me queda claro que quienes optan por esa acuñación denominativa se apoyan en el conocido ensayo de igual nombre que escribió José Martí en 1891. De ahí resulta obvio inferir la intención de honrar al cubano. Al llegar a este punto, me pregunto si éstos que privilegian esa fórmula enunciativa se han puesto en el ánimo de averiguar de dónde surgió en el autor de Ismaelillo la idea de hablar de «Nuestra América» y no de Latinoamérica o de América Latina.
Voy a resumir lo que pienso sobre el particular en pocas palabras. A final de cuentas, casi toda mi argumentación de hoy la he planteado en mi Venezuela en José Martí (Caracas, 2010).
De acuerdo con la estupenda avanzada de Arturo Ardao en su celebrada Génesis de la idea y el nombre de América Latina (Caracas, 1980), correspondió al intelectual colombiano José María Torres Caicedo (1830-1889) el registro del nombre América Latina o Latinoamérica. Residenciado en Europa desde muy joven, le pareció definidor el término para conceptuar un continente unido a partir del hecho cultural definido por la latinidad. Este bautismo se produjo en 1856.
Torres Caicedo era bogotano. A los 30 años se establece en París. Para nosotros los venezolanos, este hombre porta enorme significación, por cuanto desde 1859 hasta 1864 fue el encargado de negocios de Venezuela en Francia. Por esa circunstancia, tenía audiencia entre nosotros. De manera que cuando llegó a Caracas el primer volumen de su poesía en 1863, el escritor local Miguel Carmona recordaba que cuando él estuvo en el París de 1857, Torres Caicedo hablaba de «Nuestra América» como sinónimo de Latinoamérica/América Latina.
Pasa el tiempo y, para 1875, las voces Latinoamérica y América Latina se habían generalizado entre nosotros. Véase sobre el particular la obra de Francisco Bilbao, de Alberto Blesta Gana, de Eugenio María de Hostos, de Cecilio Acosta (para citar referencias imprescindibles) y constataremos lo dicho. Digo más, el autor de Cosas sabidas y cosas por saberse (1856) también optó por la expresión «Nuestra América» –en manifiesta demostración de la acogida que hacía de las propuestas del bogotano– y hace más. No hay maneras de negar que es este pensador venezolano a quien corresponde una innovación que no se vio en Torres Caicedo, pues apela a la fórmula «Nuestra América Latina».
Alerto: hubo contacto cercano, afectuoso e intelectual entre Torres Caicedo y Cecilio Acosta. Se conocieron. Intercambiaron ideas, proyectos y puntos de vista. Poco después hubo filiación letrada entre Acosta y Martí, cuando este último estuvo en Caracas entre enero y julio de 1881. Y no hay manera de ignorar que fue por mediación del venezolano como el cubano oyó hablar de América Latina y conoció la fórmula Nuestra América. La recibió de Acosta quien, a su vez, la heredó de su acuñador: José María Torres Caicedo.
De manera que hablemos de América Latina, de Latinoamérica o de Nuestra América a quien invocamos y debemos reconocimiento es al colombiano José María Torres Caicedo.
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional