Papel Literario

Memoria de Sandra Pinardi

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Por ELEONORA CRÓQUER PADRÓN

Conocí a Sandra Pinardi hace aproximadamente dos décadas, cuando recién acababa de asumir la coordinación de los Postgrados en Literatura en la Universidad Simón Bolívar. Sandra era entonces coordinadora de los Postgrados en Filosofía. Por supuesto, conocía su trayectoria y había leído algunos de sus textos. Admiraba la lucidez de su pensamiento y la elegancia de su escritura. Así como también su vinculación con las artes visuales y el extraordinario trabajo de diseño curricular que había sido la Maestría en Teoría y práctica de los sistemas de representación visual contemporáneos del otrora Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón (Iuesapar), a su cargo. Y, por supuesto, la proximidad física allanó el camino para que muy pronto fueran germinando proyectos en común… Sandra participó conmigo en la creación de la Especialización en Gestión Sociocultural de la Universidad Simón Bolívar, que fue una iniciativa conjunta del Decanato de Postgrado de esa institución y la Fundación Empresas Polar; y, más adelante, en el grupo de investigación Anormales/Originales de la Literatura y el Arte, del cual fui responsable. Eso, entre otras actividades que se fueron produciendo a lo largo del tiempo.

Son muchos los recuerdos y las anécdotas de ese momento pleno de diálogo y crecimiento compartido… Y todos ellos están marcados por lo que considero una etapa de profundo aprendizaje intelectual, institucional y humano. Porque quizá el anudamiento casi natural entre esos órdenes del hacer universitario era lo que iba promoviendo la relación con Sandra, para quien el pensamiento no podía separarse ni de la acción ni del sujeto que se hacía cargo de ella. Con Sandra, con su aplomo inquebrantable, aprendí a gestionar los malestares que a veces minaban mi desempeño académico, y a contrarrestarlos con la potencia de las ideas en que iban materializándose inquietudes y deseos. Quizá sea eso lo que más valoro: la experiencia de haber producido en común con una colega que además fue amiga y ejemplo. Dos de los últimos proyectos en los que trabajamos juntas me acompañan y se continúan: el Diplomado en Estética contemporánea de la Sala Mendoza, en Venezuela, y el Certificado en Gestión crítica de la cultura de 17, Instituto de Estudios Críticos, en México, donde actualmente continúo mi carrera académica ahora que poder hacerlo representó abandonar la Universidad Simón Bolívar y dejar Venezuela. El primero, concebido por Sandra, recoge una amplia gama de lecturas y problemas de estética que transitan por la filosofía y la teoría crítica, de la mano de un cuerpo de facilitadores de la más alta calidad académica. En el segundo, que tuve la responsabilidad de proponer, Sandra asumió la asignatura de problemas de estética, cuyo aporte fue neurálgico, y seguirá siendo el modelo para una edición futura.

No puedo dejar de pensar ahora en el legado de Sandra Pinardi: la huella que dejó a través de sus textos, en las iniciativas que llevó adelante, en las hermosas exposiciones que curó, en su incansable tarea como docente y como tutora, en las sesiones de estudio que se desarrollaban en su casa entre amigos… Hablar con Sandra era siempre una ocasión para la intervención aguda y el apunte certero. Tuve la enorme fortuna de acercarme a ello, y de saber que allí donde Sandra desplegaba su enorme rigor conceptual y su generosidad infinita podía obrarse de nuevo el mundo. Traerla de nuevo a la memoria es tratar de poner en palabras una especie de certeza: allí donde la vida intelectual deviene creativa, algo del orden de la estética manifiesta su capacidad de obrar: de inscribir un acontecimiento. Lectora de Walter Benjamin y de Jacques Rancière, de Giorgio Agamben y de Maurice Merleau-Ponty, Sandra me ayudó a comprender nociones a las que me fui aproximando desde la literatura, sin tener una exhaustiva formación filosófica. Nunca olvidaré una conversación de pasillo, cuando participábamos juntas en el segundo congreso internacional Anormales/Originales de la literatura y el arte, organizado por mi colega y amiga Carmen Díaz Orozco en la Universidad de Los Andes: ¿Te interesa la noción warburgiana de Pathosformel?, me preguntó. Es sencilla… Y esa fue la introducción amable a una explicación que no lo fue menos. El pensamiento amable de Sandra Pinardi enseñaba precisamente eso: que el pensamiento puede ser amable.