Por PEDRO E. RODRÍGUEZ Y ALEJANDRA SAPENE-CHAPELLÍN
Existe un claro consenso en que Maritza Montero (MM) es la psicóloga venezolana que ha tenido mayor proyección intelectual e influencia a lo largo del mundo. Si bien sus ámbitos de influencia más explícitos son la psicología comunitaria y política, su extensa obra publicada ha desarrollado propuestas en múltiples ámbitos de la psicología y el resto de las ciencias sociales. Atender a la invitación de revisitar sus aportes, para quienes ya están familiarizados con ellos, así como presentar una suerte de “mapa de ruta” para los nuevos lectores interesados en su obra constituye, entonces, una tarea no sólo compleja, sino además exigente.
A continuación, se han ordenado algunos de sus temas de interés. Para ello, hemos revisado una parte muy significativa de sus textos publicados desde la década de los 70 hasta 2017. Para ello, acordamos 5 categorías temáticas que podrían dar una perspectiva de su obra. Y lo que es más importante: en su propia voz.
Un último comentario: es justo la admiración por su obra, así como por su generosidad, inteligencia y lucidez, el espíritu que alienta este breve ejercicio de revisitar el trabajo de la querida MM.
Primeros textos
Los primeros textos de MM muestran, vistos en perspectiva, el tránsito del conocimiento riguroso de una psicología social clásica a una nueva mirada que, valiéndose de creatividad y sentido crítico, replantea algunos de los elementos de la tradición y abre caminos a lo que serán sus importantes aportes a la psicología y las ciencias sociales.
El primer texto emblemático de MM es Ideología, Alienación e Identidad Nacional. Una aproximación psicosocial al ser venezolano, publicado originalmente en 1985 por la editorial de la UCV. Este texto recoge los hallazgos de su tesis doctoral, así como del trabajo previo realizado durante un año de trabajo en la universidad de Oxford. Uno de los autores de este este ensayo le escuchó decir en alguna ocasión que su interés de ese estudio nació de la lectura de un pie de página de la obra de Enrique Cardoso. Esta cita expresa bastante bien el espíritu de esa obra:
“Seguiremos, por lo tanto, una línea de pensamiento según la cual la dependencia no es solamente un fenómeno económico y social, sino que además, y por ello mismo, es también un fenómeno psicosocial que afecta al individuo inmerso en la situación descrita. (…) Al igual que hay economías dependientes, existe también, por consecuencia, una actitud dependiente que, al mismo tiempo que su producto, suministra los elementos que la mantienen” (p. 8-10).
En este texto, MM desarrolla dos ideas que, para la época, representan visiones completamente innovadoras. Por un lado, ya desde el título introduce la noción de lo “psicosocial”. Al mismo tiempo, traza una línea teórica y metodológica vinculada a la idea de investigación “psicohistórica”. Al llegar a las conclusiones de la obra, dice:
“Se revela así una relación que opera en dos sentidos, entre ideología, alienación y comportamiento de la dependencia, en la que tanto las relaciones de producción y las instituciones, cuanto los individuos implicados, están mutuamente afectados. El mecanismo que mueve este engranaje consiste en la privación del centro de poder y control sobre las propias acciones, privación que es sufrida por el individuo. Una vez efectuado este desplazamiento, las consecuencias de sus acciones, sociales o individuales, escapan a la planificación del grupo y del individuo. De esta manera son implantadas la duda y la desconfianza en sí mismo y en el medio. Y la acción de los mecanismos de defensa ante el fracaso es mediatizada por intereses que controlan el poder y contribuyen así a mantener el statu quo”. (p. 158).
En esa época, también podemos encontrar la participación de MM en el libro editado en coautoría con José Miguel Salazar y otros prominentes profesores de la Escuela de Psicología de la UCV. Allí, participa con un capítulo titulado “La personalidad Básica”, en el que repasa algunos de los autores clásicos de la corriente de “personalidad y cultura” norteamericana. Es una época de exploración, rigor y búsqueda de una ruta más allá del pensamiento de la psicología social clásica.
Psicología comunitaria
El paso a la psicología comunitaria (PC) marcará el rumbo de la obra de MM. Un elemento clave de su reflexión académica y profesional ha sido el interés por dar una respuesta colaborativa, desde la praxis psicológica, a las necesidades de los grupos en condiciones de vulnerabilidad. En 1980, reflexiona acerca del lugar de la Psicología Social en la resolución de problemas sociales:
“Nos planteamos la posibilidad de una aplicación de la psicología social al desarrollo de comunidades que a partir de conocimientos acerca de los grupos sociales, y utilizando técnicas originalmente creadas para otros ámbitos grupales, generara una estrategia que pudiese atacar el problema sin fraccionarlo ni desvirtuarlo y que lo ubicase dentro de su contexto total” (p. 169).
Allí está, en efecto, el germen de lo que sería su propuesta de una Psicología Comunitaria Latinoamericana, redefinida por ella en 1984, en el artículo La Psicología Comunitaria: Orígenes, principios y fundamentos teóricos, como:
“La rama de la psicología cuyo objeto es el estudio de los factores psicosociales que permiten desarrollar, fomentar y mantener el control y poder que los individuos pueden ejercer sobre su ambiente individual y social, para solucionar problemas que los aquejan y lograr cambios en esos ambientes y en la estructura social” (p.390).
Años después, en su conocida trilogía de libros publicada por Paidós, volvería sobre esta definición.
Un concepto central para la PC es el concepto de comunidad, en el que hace un énfasis en el rol activo y transformador de los actores que hacen vida en ella. En su artículo, La Psicología Social y el desarrollo de comunidades en América Latina, escrito en 1980, deja claro este planteamiento: “Una comunidad es un grupo en constante transformación y evolución, que pueden llevarla a su fortalecimiento y a la toma de conciencia de sí, como unidad y potencialidad, o bien a su división interna y a la pérdida de identidad” (1980, pp. 161).
Consecuentemente, el rol del psicólogo tradicional se ve cuestionado al introducir este componente dinámico y de cambio permanente, lo que supone la búsqueda de formas alternativas de intervención en las que destacan la problematización y el de concientización tomados de Paulo Freirequien, junto a Orlando Fals Borda, han sido siempre dos influencias genealógicas reconocidas y apreciadas por la autora. En su artículo Concienciación, Conversión y Desideologización en el Trabajo Psicosocial Comunitario, en 1994, propone:
“Ese proceso refleja la concepción de problematización de la realidad de Paulo Freire (1988) y de las “situaciones límite” que implica. Las situaciones límite son aquellas en las que el grado de las carencias es tan grande para el grupo, lo que hace que deje de aceptarlas como soportables”. (1994, p.4).
En este texto expone cómo para que ocurra el proceso de naturalización de las condiciones de carencia, suelen estar de base el habitus y la familiarización, que actúan como mecanismos de ahorro perceptivo que favorecen la normalización de situaciones que son regulares para las personas. Al respecto, plantea: “La toma de conciencia se refiere al proceso de tomar conciencia de situaciones o hechos hasta entonces desconocidos; es el mismo que ocurre producto de la Educación Popular” (1994, p.8).
A partir de estos conceptos se sustenta gran parte de la idea de la liberación, lo que queda explícito en la siguiente cita (1994): “La concientización tiene un carácter liberador y asume un carácter político, posición en el sentido más amplio del término. Porque va acompañado de un proceso de producción de conocimiento que conduce a la revelación de las causas, el establecimiento de conexiones y el levantamiento del velo de ignorancia que exige un determinado statu quo, implica un proceso de desideologización” (P. 8). Esto último pone en relieve la dimensión política de la práctica en la PC.
De esta manera, se interesa en desarrollar los conceptos de participación y compromiso comunitario, lo cuales considera centrales en las dinámicas de fortalecimiento comunitario. Esto queda claro en el libro Introducción a la Psicología Política donde destaca que “participación y compromiso se refuerzan mutuamente; por lo tanto, no hay participación pequeña” (2004, p.116). Y agrega: “La participación comunitaria tiene un efecto político en el sentido de que forma ciudadanía y desarrolla y fortalece a la sociedad civil, a la vez que aumenta la responsabilidad social (Clary y Snyder, 2002). Como dice Carmona (1988), es también una forma de subversión” (2004, p.116).
Psicología política y de la liberación
Hace algunos años, en una entrevista concedida en Bogotá, MM decía: “Realmente el desarrollo de mi carrera, es un desarrollo dual. De un lado he trabajado con lo comunitario y del otro con lo político y, para usar un símil orgánico, el cuerpo calloso que une la cisura media entre esos dos hemisferios lo logré cuando me di cuenta de que el trabajo comunitario es un trabajo político” (Botero, 2008, p. 7).
En efecto, el recorrido de MM por la psicología política, junto a la psicología comunitaria, corresponde con uno de los aportes más sostenidos, lúcidos y sistemáticos del pensamiento psicológico en América Latina. El primer hito que permite registrar ese proceso corresponde con un libro compilado por MM, en el que participan algunas de las figuras más prominentes de la psicología política en América Latina y con quienes, en ese momento seminal, compartía el interés por el desarrollo de ese campo. El libro es Psicología política latinoamericana, editado por Editorial Panapo en Caracas, en el año 1987.
Este es su comentario, al asumir la responsabilidad de la introducción, en un texto que intenta explorar bibliográficamente la psicología política entre 1956 y 1986:
“La psicología política, en lugar de ser un testigo de procesos sociopolíticos que afectan al individuo, es vista como un medio para intervenir en transformaciones sociales, para promoverlas, y para analizarlas a fin de producir respuestas a los problemas planteados por las relaciones sociales, económicas y política” (p. 46).
En ese texto, además de la introducción, MM presenta un texto titulado “A través del espejo. Una aproximación teórica al estudio de la conciencia social en América Latina”. Allí comenta:
“¿Existe una conciencia social latinoamericana? (…) lo que parece estar emergiendo de esos estudios es una consideración supranacional que hace de lo latinoamericano una categoría superior y mejor en la mayoría de los casos, a la representación de la propia nacionalidad. Esa identidad Latinoamericana aparece caracterizada por cuatro rasgos: la escisión y la culpa; la conciencia del mestizaje; la definición por los Otros y el sentimiento de comunidad internacional” (p. 174).
A finales del 2009 MM sistematiza diversas experiencias en el mundo en un libro titulado Psychology of Liberation, publicado en coautoría por la editorial Springer. Este libro tiene el interés de mostrar que el impulso que generó la Psicología de la Liberación en los años 90 sigue presente en muchas experiencias de trabajo comunitario. “Las ideas de la liberación están detrás, y también son el fin, de iniciativas y movimientos. Las relaciones parecen producir tanto lo mejor como lo peor. La condición ética del enfoque liberador en psicología podría ser considerada como el principio y guía para evitar las múltiples expresiones de opresión y exclusión, demostrando que para hacer un mejor trabajo se necesita del Otro, un Otro libre, que afirme nuestra propia libertad” (p. 9).
Temas metodológicos y metateóricos
Montero también ha producido interesantes textos sobre problemas metodológicos, discursivos y metateóricos. Un ejemplo, tomado de su artículo de 1999, De la Realidad, la Verdad y otras Ilusiones Concretas: Para una Epistemología de la Psicología Social Comunitaria, PSYKHE, 8, 1, 9-17, repasa con lucidez algunos equívocos y caricaturas de la discusión contemporánea:
“En cuanto a la realidad, las posiciones extremas asumidas por una y otra corriente parten, en un caso, de la existencia de una realidad esencial, cuyos atributos pertenecen al orden de la naturaleza o, por el contrario, de la consideración de que la realidad reside en nosotros mismos, es sólo un producto más de nuestra actividad cognoscitiva. Algo que en algunos círculos se ha simplificado hasta la afirmación de que la realidad no existe, con lo cual se crea una aporía, es decir, una proposición sin salida lógica, ya que si algo no existe no puede ser ni negado ni afirmado, por lo cual la negación afirma su existencia” (p. 12).
Respecto al lenguaje, comenta:
“(…) el rol desempeñado por el lenguaje, a mi modo de ver, generado por otro tipo de afirmaciones simplificadoras. Aquellas que consideran que el conocimiento del mundo y los procesos cognoscitivos que construyen ese conocimiento sólo se expresan a través del lenguaje y al hablar de éste se privilegia sus expresiones oral-escrita, considerando que ellas constituyen textos y reduciendo, en consecuencia, la noción de texto a las verbalizaciones” (p. 13). Allí, justo en ese nudo, MM aprecia una parte fundamental de los retos de la PC, en cuanto “práctica que enuncia su propósito de intervenir en una realidad” (p. 13).
Pocos años después, MM escribe Ética y política en psicología: las dimensiones no reconocidas en abril de 2001, publicado en el número 0 de la revista Athenea Digital. Allí, retoma el concepto de paradigma (habitualmente entendido desde las coordenadas ontológica, epistemológica y metodológica), un elemento clave de la discusión psicológica y, con la creatividad y el sentido crítico que le caracteriza, propone la incorporación de la dimensión ética y política dentro de los criterios generales de paradigma, exclusión que, con todo sentido, considera como un vacío. Así dice:
“El vacío reside en que ni ética ni política son vistas como parte del modelo, sino que son presentadas como accesorios dignificantes, como aspectos que no pueden dejar de ser considerados so riesgo de ser tachados negativamente. O como dice Barnes (1984 cit. Por Smith, 1990): “El compromiso ético y político es intrínseco al proceso de investigación social”, sólo que después de esta afirmación, nada más es agregado. La consideración de las dimensiones ética y política como parte de un paradigma necesita entonces un análisis más específico”.
Algunas revisiones
En los últimos años de la década pasada, MM ha mostrado interés por revisar algunos de los elementos de su formulación, así como repensar críticamente las inevitables distorsiones del campo; en ese tiempo, también se interesó por retomar un tema que ha sido básico a lo largo de su obra: el problema de la conciencia. Fueron los años en los que también se interesó por teorizar sobre la psicología clínica comunitaria, tal como hizo en el libro editado junto a Hincapié: Sujetos políticos y acción comunitaria.
Uno de los textos más interesantes de estos últimos años, y que sin duda describe el poderoso sentido ético e intelectual de MM, es un artículo poco difundido, pero sin duda paradigmático, titulado A critical look at critical commnutiy psychology, publicado en 2011 en Social and Personality Psychology Compass; en ese texto, con todo rigor, realiza un repaso de la evolución de la psicología comunitaria, sus amenazas y retos. Allí, escribe un comentario tan lúcido y rebelde como este:
“Después de 35 años de existencia académica y sistemática en los EE UU, 25 a 27 años en otras regiones del mundo, la CP crítica actualmente es una rama popular de la psicología. (…) Y para sorpresa de ciertos psicólogos comunitarios (yo entre ellos), las obras psicosociales tradicionales (a veces muy bien hechas) se presentan como PC; incluso sin la presencia de una comunidad. Ese parece ser el precio innecesario de fama y algo de prestigio.
Por lo tanto, el objetivo de este documento es proporcionar una herramienta crítica para ser utilizada en una tarea que necesita llevarse a cabo lo antes posible: comprobar las formas en que ciertas ideas y prácticas se naturalizan como las formas perfectas o mejores formas de hacer las cosas, para llevar a cabo nuestra práctica de la CP, para interpretar comportamientos o para analizar fenómenos. (…) Esa es la razón por la que una CP participativa, política, comprometida, crítica, liberadora, transformadora y a veces radical necesita ser abordada desde una perspectiva crítica. ¿Los psicólogos comunitarios solo hacen gestos? ¿Estamos transformando algo? ¿Estamos creando un nuevo credo? ¿Qué hemos aprendido? ¿Qué aprendieron las personas que trabajaron con nosotros? Es hora de activar la línea crítica de la CP y hacer algunas preguntas para que este apasionado, participativo, comprometido y crítico tipo de CP no se convierta en un campo trivializado y dominante”.
Ese, en efecto, es el reto que MM nos ha mostrado, en el cual ha trabajado por décadas y que hoy sigue abierto.
*Pedro E. Rodríguez. Psicólogo (UCAB). Psicólogo clínico-comunitario (UCAB). Doctor en Psicología (UCV). Psicólogo clínico en práctica privada, profesor e investigador del Departamento de Estudios Psicosociales, Facultad de Psicología, Universidad del Valle, Cali.
*Alejandra Sapene-Chapellín. Psicóloga (UCAB). Psicóloga clínica-comunitaria (UCAB), Magister en Psicopedagogía (UNIRIOJA). Psicólogo clínico en práctica privada y docente en la Universidad Libre de Cali.