Marruecos tiene esa sensación del sincretismo que ocurre en un país que es mayoritariamente árabe, pero que permite la convivencia entre judíos, árabes, bereberes, africanos subsaharianos, españoles, cristianos y franceses. Además es un lugar que conjuga el mar confinado del Mediterráneo con el Sahara africano y la inmensidad del Océano Atlántico. Esa aglutinación de culturas ha permitido una cocina autóctona extraordinaria, un turismo que se enamora de esos paisajes exóticos y una arquitectura que sabe convivir con el calor del desierto y los fríos que vienen del Norte. Ciudades que niegan el mar y se cierran hacia adentro. Nada mejor que la película Casablanca (1942), del director Michael Curtiz y protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, para relatar esa simbiosis de civilizaciones. Una película que plasma el conflicto entre recuperar un amor de una mujer bellísima –que ya había sido frustrado–, y la libertad, ambientada en una ciudad como Casablanca donde se funden, en una sabia mezcla multicultural, un pianista de jazz y el patriotismo latente de un gendarme francés colaboracionista. Hasta en Francia surgen generales apátridas que venden su honor como el General Phillipe Pétain (1856-1951) –que tuvo los mayores galardones y terminó degradado y con cadena perpetua. Finalmente triunfa la libertad de un bohemio en el marco de la seducción que produce Marruecos, en un momento crucial de la Segunda Guerra Mundial, donde el temor a los nazis era subyacente.
Mario Bemergui (Venezuela, 1929-2006) nace en Maiquetía, hijo de padres sefarditas marroquíes. Su arquitectura tiene mucho que ver con esas características magrebíes. Se trata de volúmenes fuertes y cerrados, que se mueven rítmicamente, frisos exteriores gruesos, aberturas externas pequeñas. La sorpresa ocurre al ingresar a los espacios. Se vive para el interior y se niega el exterior. Nadie que pase por el frente de alguna de esas viviendas unifamiliares puede imaginar la vivacidad interna con luces controladas con claraboyas, jardines internos y dobles alturas. Sobre todo, un desdoblamiento del cubo, de forma recurrente. La contundencia del hombre que diseña las estaciones del Metro de Caracas desde Chacaíto a Pérez Bonalde ha impedido que muchos se percaten de que también fue un excelente artista. Proyectista del Hotel JK (vía hacia la Colonia Tovar) y de muchas otras importantes edificaciones públicas y privadas.
Inicialmente formado en la Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas, entre 1939 y 1941. Se gradúa de arquitecto en la UCV en 1957. Viaja a Harvard, MIT, donde realiza un Magíster, entre 1961 y 62. Posteriormente, en el mismo MIT, hace estudios sobre forma y diseño, luz y color visual. Eso lo hace académicamente muy formado. Posteriormente, traba amistad con el Rey de Marruecos Hassan II (quien reina desde 1961 a 1999), donde le llega a proyectar hasta una ciudad completa, en una relación de catorce años.
Su obra plástica no aparece reseñada en ningún catálogo, ni diccionario de las artes venezolanas. Reconocido como un arquitecto fundamental en nuestro entorno es un olvidado en la plástica venezolana. Amigo personal de Carlos González Bogen, ambos tienen la característica común que podían hacer abstracción y figuración de manera simultánea. Bogen le enseña cómo trabajar el hierro y Bemergui realiza una serie de elementos, en donde partiendo del cubo, va repitiendo un elemento tipo hasta conformar unas estructuras transparentes y huecas que va superponiendo y moviendo rítmicamente. Desarrolla imágenes tridimensionales con secciones de tubos y placas metálicas, con los que construye rostros. Su agresividad es tal que no permite la caricia. Como sus fachadas.
Bemergui más que pintor fue un diestro dibujante. No fue ortodoxo con el uso de soportes. Usaba cartones, telas, hacía collages. De la misma manera, utilizaba materiales que iban desde óleos y aguadas con borra de café y nicotina, marcadores. No había restricciones. Como arquitecto siempre circunscribía al hombre en un espacio limitándolo y generando espacios internos en ese ámbito controlado. Dijo el artista: Primero hago los personajes centrales y luego destruyo el espacio. Obra simple en su concepto, pero en la que se disfruta la gran capacidad de resolución de las obras.
La obra plástica de Bemergui tiene hilos conductores con su obra arquitectónica. La escultura es agreste como sus fachadas externas. La pintura es íntima como sus espacios interiores. Obras casi nunca expuestas y repartida entre sus familiares y allegados. El hombre como protagonista, sus vivencias, sus experiencias siempre enmarcados en unos recintos confinados. Un gran artista, un extraordinario arquitecto.
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Imágenes
(1) Estructura metálica, s/t; hierro oxidado; medidas: 50 x 96 cm; sin fecha; colección privada; Caracas
(2) Cabeza metálica, s/t; hierro oxidado; colección privada; Miami, Florida, USA
(3) Pintura, s/t; aguada, témpera y sanguina sobre cartón; medidas: 100 x 100 cm; firmada centro abajo, 1987; colección privada; Caracas
(4) Imagen del arquitecto Mario Bemergui
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