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Marco Antonio Ettedgui (1958-1981): en el pulso de nuestra contemporaneidad

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Por ALEJANDRO VARDERI

El cuerpo como escenario

La obra de Marco Antonio Ettedgui (Caracas, 1958-1981) es hoy más actual que nunca. Viviendo siempre a contracorriente y con la mirada puesta en lo que comenzaba a gestarse, este poeta, dramaturgo, actor, artista del performance y comunicador social dejó, en un lapso sumamente corto, una huella indeleble en la historia cultural del país. Su magnetismo y versatilidad atrajeron a creadores muy diversos, dentro de un espacio de confluencias potenciado por la estabilidad política y la bonanza económica nacional de los años cuando desarrolló y proyectó su trabajo: 1975-1981.

Años coincidentes con un período estético de ruptura y revisitación del pasado, en el que lo marginal y excéntrico pasó al centro del discurso, privilegiando la fragmentación y la multiplicidad de sentidos. De ello se nutrieron la escritura, actuaciones y acciones en vivo de Ettedgui, galvanizando a otros artistas y autores. Su capacidad organizativa —demostrada, entre muchas otras iniciativas, en la coordinación de las Experiencias Libres durante el V Festival Internacional de Teatro y las Acciones Frente a la Plaza, ambas de 1981, donde participaron otros importantes artistas conceptuales— le permitió producir un extenso e intenso corpus creativo, una parte del cual quedó incluido en la antología Ettedgui: arte-información para la comunidad (1985), que edité, y donde también se incluyen textos críticos de Juan Calzadilla y Elsa Flores.

Igualmente, María Elena Ramos en Acciones frente a la Plaza (1995) y Roberto Echavarren en Medusario. Muestra de poesía latinoamericana (1996) destacaron su trabajo conceptual y poético, respectivamente. Gabriela Rangel en An Art of Nooks: Notes on Non-Objectual Experiences in Venezuela, para el catálogo de la exposición Arte ≠ Vida:

Actions by Artists of the Americas, 1960 – 2000 (2008), en el Museo del Barrio de Nueva York, ubicó sus acciones en el contexto del arte no objetual latinoamericano; y Carlos Dimeo con Marco Antonio Ettedgui: Poéticas teatrales Pos(t)modernas: Sacralización y Carnavalización / Dialogismo y Polifonía (2013) analizó detalladamente la labor como dramaturgo. En la actualidad, Anita Pantin prepara una pieza de videoarte a partir de la digitalización de las entrevistas televisivas, performances, actuaciones teatrales y eventos personales.

Ciertamente, para Marco Antonio Ettedgui su cuerpo fue el mejor escenario. Toda la producción hizo de este el transmisor del mensaje, pues sabía, con Merleau-Ponty, que es “la forma visible de nuestras intenciones”, exploradas a fondo en las intervenciones en espacios públicos y privados. Refiriéndose a la serie de eventos informacionales “Arteología”, por ejemplo, apuntó que “no proviene del teatro, ni de la plástica, ni del multimedia: aparece como un compromiso del-cuerpo-del-artista ante el público”. Un compromiso, llevándolo a liberarlo de moralismos y tabúes, con un desenfado que permean igualmente los textos poéticos y piezas teatrales. Aquí la crítica a los fallos del sistema tuvo también un papel fundamental, consciente como estaba de que “el altísimo costo de la supervivencia no ofrece ninguna energía al público para salir de su hogar a determinadas horas para presenciar arte”, tal cual asentó en el evento informacional Hospitalización por cálculo renal.

Totalitarismos y exceso

Atento entonces a lo que acontecía durante el período que le tocó crear para vivir, MAE reflejó en la obra sus preocupaciones acerca de “vivir en estos momentos una situación de preguerra mundial” (“Arteología”) donde “los jóvenes, tenemos que hacer maletas y largarnos al aire con los peces”, según refrendó en la pieza teatral Rolf Point. Ello, en vista de los desarrollos contemporáneos, hace que su obra cobre visos de urgencia hoy, cuando recrudecen los conflictos bélicos y las masivas migraciones continentales hacia zonas más prósperas del planeta, con el consecuente incremento de las persecuciones, el terror y la ceguera internacional ante los desmanes del poder.

Algo que Venezuela conoce de primera mano, especialmente las nuevas generaciones, siempre en línea de fuego durante las manifestaciones de protesta contra el régimen, y quienes han experimentado sostenidamente la represión gubernamental, llevados por ese deseo de cambiar el mundo, comenzando por lo más cercano. “Cambia al mundo/ y pon el órgano entre el himen y la hipófisis/ se siente el infierno entre las nalgas/ la fuerza de la policía rompiéndote a coñazos la sien”, subrayó en uno de sus poemas de la serie Ángeles, proyectando la escritura hacia un tiempo por venir, donde el Mal, en el sentido que George Bataille le dio al término, conllevaría la traición de la soberanía, tal como ha ocurrido en el país que le vio nacer.

Gracias a las instituciones estatales, los medios impresos, las iniciativas privadas y los grupos independientes, Ettedgui obtuvo un amplio respaldo, hurtado a los creadores que se han desarrollado internamente en las últimas dos décadas. Esto marca una diferencia fundamental, en cuanto a las oportunidades para producir una obra dentro de las fronteras nacionales, lo cual ha llevado a muchos de ellos a emigrar, buscando mejores condiciones de vida y, en especial, la estabilidad perdida, que la generación de este artista creyó un derecho irrefutable. Una creencia que, en líneas generales, les hacía tratar el tema político desde lo anecdótico y considerarlo tan predecible, como la alternancia de dos partidos muy similares en el poder cada 5 años.

No MAE, sin embargo quien, en la poesía, lo incorporó como crítica a la militarización de las protestas (“Mancha, Mancha/ Marcha. Marcha Militar/ ¿a cuántos aniquilarán? / Serán escasos favorecidos”) y hacia quienes votaban por los partidos tradicionales (“Los que mis amigos no son/ se hacen pipí en los autos/ y, hediondos a eso, se besan los pies/ chocan a los otros carros/ y botan por AD”). Y en el teatro, espejeó la violencia de las llamadas fuerzas del orden. “A mi hermano lo castró la policía. Tiene piel de cuero. Vive en San Fernando con un calor de infierno”, manifestó en “Sanitario para caballeros”.

Pero fue en los textos concebidos para los performances donde elaboró más extensamente sus ideas sobre el “Totalitarismo” y los “asesinatos políticos por TV” (“Feliz cumpleaños, Marco Antonio”); así como acerca de la actuación del “régimen actual que ha permitido una ola (marejada) de violencia nocturna, de inflación, de grados de incongruencia en los medios comunicacionales” (“Salones de Belleza”). Ello, al punto de llevar lo político hasta el kitsch, al autoproclamarse “mandatario” para el evento “Helenismo cultural durante la presidencia de Marco Antonio Ettedgui”, durante el V Festival Internacional de Teatro.

Aquí el exceso y la irrisión, característicos de esta estética, le dieron al “ettedguismo”, como denominó el mismo artista su período gubernamental, un carácter subversivo, no solo por la desenvoltura con que insertó el erotismo a la crítica del absolutismo, sino por proponer la transformación estética continental. Esto, proyectando los valores colectivistas y emponderando al creador, cual figura clave de esa necesaria evolución, en una época donde las autocracias eran la norma a nivel continental, y Venezuela una de las democracias latinoamericanas más estables y longevas.

El arte desde la trinchera

Tal diferencia la aprovechó con gusto MAE, en su deseo de sacudir el conformismo y narcisismo de su generación, ajena en su mayoría a las dramáticas consecuencias de la desterritorialización que bolivianos, argentinos, uruguayos y chilenos sufrían entonces; y para la cual el país ofreció refugio y oportunidades, con una generosidad muy superior a la encontrada por los venezolanos que se han visto obligados a abandonar el país desde el inicio del nuevo milenio. “Esta vida no es efímera, se ‘convierte’ en efímera desde el momento que usted no es aventurero, comerciante, petrolero y lúcido poeta”, expresó en el evento “Nueva poesía”, aludiendo a la importancia del compromiso para desarrollar una existencia integral. Una verdad que los jóvenes apostando por un futuro dentro de Venezuela han abrazado a fin de no sucumbir pasivamente a los dictados del régimen.

Y al llegar a este punto es necesario destacar que el performance ha recuperado su poder de alterar, no solo “la conducta privada del espectador”, como proponía Ettedgui, sino de la sociedad en general, al haber sido utilizado como mecanismo de censura, durante las marchas contra el gobierno. Escritores, cineastas, arquitectos, actores, comunicadores, artistas y estudiantes formaron colectivos de trabajo, que dinamizaron las protestas y atrajeron la atención de la gente, mediante intervenciones urbanas donde denunciaron la desintegración de las instituciones y pidieron ese cambio político que se le sigue negando a Venezuela. Ello, en sintonía con las acciones en vivo incluidas en las espontáneas manifestaciones, generalmente organizadas desde el ciberespacio, que comenzaron con la Primavera Árabe y se extendieron globalmente a lo largo de la pasada década.

“Pieza sobre los anhelos: ¿quién no los tiene en una sociedad de ansiedades? Es un tema social que espera llegar a lo político. Para Venezuela una obra sobre las ansiedades es sumamente actual”, registró en la pieza teatral Venezia: Carnaval del siglo XIX en Venecia y Maracaibo, presagiando la ansiedad colectiva que se ha apoderado de la nación. El avance del autoritarismo se ha cebado particularmente en las instituciones educativas y culturales, aniquilándolas o asfixiándolas para impedir que se rebelen contra la intimidación y el abuso. Las universidades, ateneos, teatros y museos donde MAE desplegó su talento, se hallan en estado de sitio, han sido intervenidos, politizados o expropiados, lo cual ha llevado a los realizadores a pelear desde la trinchera, no solo para “ser el mejor artista”, como acentuó Ettedgui, sino para proteger el patrimonio que esas instituciones recibieron en custodia por parte de las generaciones anteriores, y se halla hoy a merced de la ideologización y el expolio.

Ante esta desesperanzadora situación, es claro imaginar lo que Marco Antonio Ettedgui estaría haciendo ahora, y que quedó consignado en la declaración acerca de los “novísimos venezolanos” señalada en el evento “Post-Punkcake”: seguir produciendo contra viento y marea, del modo tan exitoso como lo están haciendo tantos creadores en esta contemporaneidad, tanto dentro como fuera del territorio nacional, antaño soberano y hoy intervenido por otros regímenes afines. Y es que es justamente de esa destrucción, de donde extraen la fuerza para contrarrestar la agresividad del entorno y realizar una obra como expresión, no solo personal, sino del sentir de un pueblo entero, que no ha perdido todavía la audacia para empinarse por encima de tanta desventura y seguir luchando por su libertad. Pues, citando a Jean-Paul Sartre, “cuando un pueblo no tiene otro recurso que elegir su género de muerte, cuando ha recibido de sus opresores un solo regalo, la desesperación, ¿qué le resta perder? Su desgracia se convertirá en coraje”.

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