―Estoy cansado porque anteayer terminé mi nueva novela― explica el escritor peruano Manuel Scorza, cara de indio nuevo, lentes de escritor antiguo, conversar futurista.
Su reloj marca un cuarto para las once.
La danza inmóvil es el título de la novela. “Es una novela de amor cuya acción transcurre la mitad en París y la otra en una selva latinoamericana”, dice. “La narrativa plantea un conflicto moral entre dos hombres que deben elegir amor y revolución y mueren envidiando el destino del otro”, explica.
Señala que en la obra hay una metáfora, que no devela, porque espera que los lectores la perciban. Comenta que se encuentra en una nueva etapa como escritor.
Es un hombre humilde y respetuoso, que de pronto se inclina para confesar un disgusto que le incomoda: “He sido estafado sistemáticamente por la editorial Monte Ávila, que faltó a su compromiso conmigo: no cumplieron el contrato, se niegan a pagarme mi derecho de autor y continúan vendiendo impunemente mis libros”.
Explica que esto no tiene nada que ver con su amistad por Venezuela y los escritores venezolanos y que es un problema del cual está al margen el Estado venezolano.
―Se niegan a pagarme mi derecho de autor y se trata de un acto público de menosprecio hacia el escritor, por parte de una editorial que no necesita maltratar a un escritor para ganar dinero― dice.
Entre otros libros publicados por Monte Ávila, de Manuel Scorza, están Redoble por rancas, Garabombo el invisible y Canto de Agapito Robles.
―Juan Liscano me escribió diciéndome que se han vendido muchos; más que otros libros de autores famosos. El contrato se ha rescindido pero continúan vendiendo mis libros y no me pagan― apunta Scorza.
“Vamos a dejar eso de lado”, exige, después de pedir que le entregue al ministro Pastori una carta donde explica el caso.
―¿Qué etapa vive la literatura latinoamericana? ―le preguntamos.
―Una etapa de poderosísima expansión, que obedece a varios hechos, entre otros, a una enorme energía de nuestras vidas que necesita fantasía, porque es imposible vivir como uno quisiera… por esa razón es que uno vive imaginariamente las cosas― responde.
Para Scorza la literatura latinoamericana es nuestra filosofía: es la única zona del pensamiento que ha logrado liberarse de la imitación de modelos exteriores. “La literatura nuestra es una visión de América más real que la de las ciencias sociales y la del mismo periodismo”, opina.
―Nuestra literatura ―acentúa― es una descripción empírica de la realidad y por eso es más exacta.
Scorza dice que la literatura es el tribunal supremo de apelación histórica, donde se juzgan las causas perdidas en la opinión pública nacional: “Cuando un caso se cierra en un país, se reabre en la literatura y es incallable porque se repite en 32 idiomas”.
En Perú hay silencio sobre su obra, cuando el mundo entero se hace eco de lo que hoy es una novelística con personalidad propia.
―Estoy condenado a un silencio total desde la izquierda y la derecha porque he reivindicando mi derecho a pensar independientemente y a no pensar por la cabeza de otro― expresa.
De pronto da la impresión de que se siente como Garabombo el invisible: camina en silencio, escribe en silencio, saluda si lo saludan y se le nota lo indio en la digna humildad que lleva a cuestas.
Es famoso pero nadie lo conoce: todos piensan que Manuel Scorza vive en primera plana, posee casa en París y tiene un Rolex. La realidad es que vive en Lima, no lo entrevistan y su reloj es muy barato: todavía tiene un cuarto para las once.
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(Esta entrevista fue publicada originalmente el 19 de octubre de 1981).