Frente a las asignaciones recientes de la contemporaneidad, el acrecentamiento de las redes sociales, la reproductibilidad estridente de lo fotográfico y la sobreproducción serial de nuestros días, vivimos al alimón de una imagen contemporánea que se debilita, perdida en los vericuetos sombríos de esas fugaces permanencias que habitan el mundo global. La imagen está tamizada por millones de capas con las que también se fracturan a cada instante sus propias ficciones y verdades. La fuerza de la representación se desvanece, divagando en las altisonancias de un mundo aparentemente hiper-comunicado en el que continúan afianzándose discusiones privativas, hegemonías insuperables, segregaciones radicales, totalitarismos mediáticos y rudimentarios estereotipos.
El mañana no existe es un proyecto donde la producción pictórica de siete artistas quiere poner en relación todos estos puntos de fuga, convocando los recorridos de la pintura como un campo cruzado de narrativas diversas que se alejan de la invasiva serialización mediática de nuestros días para quebrantar los asentamientos monolíticos, las segregaciones y las omisiones de las hegemonías contemporáneas. La intención fundamental del proyecto es colocar en correspondencia activa las propuestas de estas creadoras de generaciones y tendencias diversas, consolidándolas no con una mirada antológica o historiográfica sino como un tejido vivo donde las poéticas particulares de sus producciones se levantan en la extensión del entorno museográfico para establecer nuevas relaciones visuales. La selección de cada uno de los siete conjuntos de obras que integran la muestra está pensada como un cuerpo crítico en sí mismo, pequeñas individuales donde se traza la conjugación de sus formas particulares de acometer el hecho pictórico para interpelar al espacio y transformarse en metáfora de acción.
En los tiempos super-fenomenológicos que vivimos, abarrotados por la presencia incontenible de la iconografía digital y la polución mediática, esta muestra quiere retomar las variables actuales de la pintura como un modo de regresar a la esencia crucial del gesto, a ese intersticio inconmensurable de lo pictórico que supera lo efímero y que es abrazado en cada obra por el sencillo poder de lo único. En El mañana no existe no sabemos de un antes ni de un después. Es tan solo pintura, respirando a borbotones, por entre las reverberantes profundidades de su aquí y ahora.