Por ANTOLÍN SÁNCHEZ
Las fotografías de Luis Enrique Brito (1945-2015) forman un conjunto denso y difícil de etiquetar. Para comentar su obra conviene revisar sus series fundamentales siguiendo las claves que él manifestó (1) : “Yo soy de Río Caribe (2), un pueblo que gira alrededor de la religión, la locura y la muerte (…) la influencia más fuerte que he tenido son esos tres temas fundamentales”. Estas obsesiones se plasmarán en imágenes caracterizadas por un humanismo descarnado y una estética rigurosa en las que asoma una constante tensión entre el fotógrafo, el personaje y el artista.
Brito se inició en la disciplina mientras laboraba en el Inciba (3). El joven Luis Enrique había hecho cursos de cine y deseaba ser novelista pero se decantó por la fotografía. Vladimir Sersa le enseña los fundamentos técnicos y poco después Brito transmite esos conocimientos a un joven que se convertiría en su gran amigo y laboratorista, Ricardo Armas. Ambos se apasionan con el papel AGFA copyline (4), producto destinado a las artes gráficas que producía imágenes muy contrastadas, con tonos negros profundos y limitados matices. Brito se convierte en un entusiasta de los lentes gran angulares, preferencia que mantendrá a lo largo de su carrera.
Su natural simpatía convierte a Brito en un personaje popular en el medio artístico caraqueño. A partir de 1970 fotografió la actividad cultural venezolana para las revistas Imagen y Escena. Solía invadir los escenarios teatrales durante los ensayos para captar de cerca a los actores. No usaba flashes, prefería lidiar con la iluminación que encontraba en cada teatro, generalmente poco amigable para la fotografía. Esta práctica lo llevó a utilizar películas de alta velocidad y asumir el alto contraste como medio expresivo.
Entre 1972 y 1975 Brito fotografía las procesiones de Semana Santa en el centro de Caracas. Una de sus obsesiones, la religión, y su estética en formación se conjugarán de forma magistral. Así lo contaría el autor a Armas veinticinco años después: “Cuando hago Los Desterrados, yo no sabía lo que estaba haciendo, pero presentía que era lo que tenía que hacer. Veía las imágenes de antemano y sabía los tonos que quería para esas imágenes, me gustaban los altos contrastes…” (5).
Esta confesión es fundamental para comprender tanto Los Desterrados como el resto de su obra: el tratamiento estético es el factor determinante, incluso más que el temático. Él iniciaba sus trabajos en forma intuitiva, el análisis y la reflexión vendrían después, matizando, enriqueciendo y en ocasiones corrigiendo esas pulsiones iniciales. Esa relación entre el fotógrafo y el artista se volverá más compleja por la presencia de un Brito fabulador, ese escritor que había querido ser y que se manifiesta a veces reinventando el sentido de su trabajo y el de su propia persona.
Brito realizó la mayor parte de estas imágenes acercándose mucho a los fieles. Saberse fotografiado condiciona. Ayudado por esa proximidad, el autor interroga a los retratados sobre la certeza de su fe, los obliga a actuar y exagerar su condición de penitentes. En lugar de esperar el “momento decisivo”, Brito lo inventa. La serie fue copiada sobre copyline, cuyos negros profundos se convierten en su sello estilístico. El apego a este papel era tal, que él y Armas copiaban sobre el inusual formato de 22 x 33 centímetros en que venía de fábrica y sin utilizar marginadora, de modo que las imágenes sangraban los bordes.
Brito y el biólogo y fotógrafo Carlos Ayesta visitan un hospital psiquiátrico (6) simulando ser estudiantes de medicina. Años después Brito expondrá esas imágenes con el título de Crímenes de paz (7) . El conjunto constituye una conmovedora ventana al abismo de la locura. El cineasta Iván Feo reflexiona al respecto: “Hay una carga emocional en la fotografía de Luis Brito en la cual el arte linda con la patología (…) la alegría o el dolor pasan de ser sujeto del fotógrafo a convertirse en lo que embarga al fotógrafo y prácticamente él no puede contener” (8) . En ese tiempo dominaba en América Latina la tendencia entre los artistas jóvenes a convertir sus obras en una forma de lucha política.
En este contexto nace El Grupo, colectivo fotográfico formado (9) por Ricardo Armas, Luis Brito, Alexis Pérez Luna, Vladimir Sersa y Jorge Vall. El quinteto recorre varias regiones del país realizando imágenes de carácter documental.
En 1976 Brito parte a Roma para estudiar cine. Allí continúa su exploración fotográfica y suavizará su paleta ante una luz muy distinta a la que conocía hasta entonces. Sin la distracción de su bohemia vida caraqueña, el artista tiene más oportunidad de reflexionar y produce Invertebrados éramos, serie que agrupa imágenes realizadas en sus viajes por Europa. La soledad y las preocupaciones existenciales se muestran en una atmósfera serena.
En ese período inicia A ras de tierra. Brito usa una sinécdoque: una parte (el pie o el calzado) en representación del todo (la persona). Captó estas fotografías en locaciones de Europa, África y Asia, siempre haciendo difusa la ubicación: se ven pies curtidos, gastadas sandalias y zapatos elegantes, pero es difícil descubrir que los pies fueron retratados en las escalinatas de Benarés frente al Ganges, las sandalias en una aldea de Nepal o de Egipto y los zapatos sobre unos adoquines en París. La limitada referencia geográfica hace más universal el conjunto. Así lo señala la investigadora Laura Terré, quien vio estas fotografías expuestas en Barcelona: “… para nosotros era una especie de conjunto de lo que podía ser el ser humano a lo largo y ancho del planeta (…) después hemos ido sabiendo que eran cuatro o cinco puntos, pero para nosotros esos cuatro o cinco puntos condensaban todo lo que era el ser humano” (10).
Brito se muda a Barcelona en 1980, allí fotografía ancianos según su costumbre, con gran angular y a una distancia casi invasiva. Reacio a hacer hojas de contacto, optaba por escoger a ojo los negativos y realizar unas pruebas que estudiaba cuidadosamente. Así lo hizo en este caso: “Ya hechas las pruebas pequeñas me doy cuenta de que ahí hay un filón terrible” (11). Para explotar ese filón, edita las imágenes centrándose en los rostros y eliminando el entorno. Tituló el conjunto Geografía humana, un territorio en el cual las arrugas se convierten en grietas y los rostros en páramos erosionados.
Igual que sucede en A ras de tierra, la ausencia de referencia espacial universaliza el conjunto. Geografía humana puede interpretarse como un acercamiento a una generación que sobrevivió guerras, penurias y represión, pero también invita a otras lecturas de índole existencial.
Brito realizará Segundo piso, tercera sección apelando nuevamente a una sinécdoque, ahora usando la mano como constante temática. Igual que en A ras de tierra y Geografía humana, las imágenes carecen de una ubicación geográfica reconocible.
Entre 1983 y 1984 Brito desarrolla su propuesta más compleja, también la más exigente para el espectador, Relaciones paralelas, serie plena de contraposiciones: arribaabajo, óvalo-cuadrado, emoción-razón, deseo-temor, espíritu-materia. La estructuración de la serie tiene conexión con la teoría de Sergei Eisenstein sobre el montaje cinematográfico. Para estas composiciones Brito trabajó con su archivo y es posible reconocer imágenes de series previas. Como un editor de cine, armaba y desarmaba las maquetas hasta encontrar los dípticos que dialogarán a su gusto.
La polivalencia sémica de Relaciones paralelas implica el riesgo de que la serie no sea comprendida, o que lo sea en forma reduccionista. Según recuerda Laura Terré, así sucedió cuando se expuso en Barcelona(12): “Se consideró que la exposición tenía un carácter de denuncia, que estaba anticuado y no respondía a lo que era la vanguardia fotográfica de aquel momento… después se vieron cosas muy similares, pero él las había dicho antes” (13).
Las fotografías realizadas por Brito en Sevilla durante una Semana Santa están envueltas en un misterio. El autor retornó a Venezuela en 1985 y mantuvo archivados esos negativos. Años después, Ricardo Armas descubrió ese material y tuvo que esforzarse en convencer a su amigo para que le permitiese hacer un juego de copias en 1994. Tras escuchar varias críticas positivas, Brito aceptó que el conjunto fuese exhibido, titulándolo Semana Santa en Sevilla. Estas fotografías muestran a un artista maduro, preciso en la composición y que, sin dejar de ser fiel a su estilo y temática, es capaz de modular su estética para hacerla diferente a la de sus trabajos previos.
Brito recorrerá Venezuela varias veces, en ocasiones acompañado por fotógrafos amigos a fin de retratar su geografía y su gente; es el caso de La tortilla milagrosa (junto a Ramón Lepage y Ricardo Armas) y Retorno visual al soberbio Orinoco (con Ramón Lepage y Henry González). También volverá sobre el tema religioso, destacando las series Días antes y Homenaje a ellos (esta última realizada en colaboración con Carlos Trujillo y Adán Zárate).
Quienes conocen la obra de Brito se extrañarán por la ausencia de sus trabajos a color en la presente selección. Esta dolorosa omisión fue necesaria por razones de espacio: dado que en la presente colección el número de fotografías por libro está acotado a sesenta, se consideró preferible concentrarse en las series fundamentales a fin de poder mostrarlas con mayor profundidad.
Luis Brito encaró sus obsesiones transformándolas en imágenes que luego compartía. Ante sus amigos se permitía burlarse de sí mismo y bromear sobre esos fantasmas. Pero no había que engañarse, como el matador que finge desentenderse del toro para saludar al palco, sabía que a su espalda una sombra resoplaba amenazante y él tendría que darse vuelta y enfrentarla. En síntesis, sus fotografías conforman una reflexión profunda sobre el ser humano y su condición vital. Nada mejor para concluir este breve paseo que recordar como este artista definió su obra: “Mi trabajo fotográfico siempre he tratado de marcarlo por una línea: el hombre” (14).
Notas:
1 LUIS BRITO. Documental, 25 minutos, Año 2007. Dirección: Antolín Sánchez. En youtube se puede ver dividido en tres partes: www.youtube.com/watch?v=bxH7XfMpLUQ / www.youtube.com/watch?v=E09lKB9PPog / www.youtube.com/watch?v=iOIs9cPVU1E
2 Población costera en la Península de Paria, noroeste de Venezuela.
3 Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, organismo estatal venezolano que funcionó entre 1966 y 1975.
4 AGFA ha conservado el término copyline para varios productos de uso técnico que sigue produciendo, no así el papel arriba comentado, que fue descontinuado hace décadas.
5 “De desterrados, invertebrados y hebras rubias de Princesas Valquirias” Ricardo Armas, 1999. Catálogo de la exposición “DESTERRADOS, exposición antológica de Luis Brito” página 27. MBA, Caracas.
6 Psiquiátrico de Anare, pequeña población costera ubicada a 60 Km de Caracas.
7 Brito también expuso la serie con otros títulos. Anare es uno de ellos.
8 Documental citado.
9 Fermín Valladares se unió a este colectivo tras la partida de Luis Brito a Italia (1976).
10 Documental citado.
11 Documental citado.
12 Galería Primer Plano, Barcelona, marzo 1984.
13 Documental citado.
14 Documental citado.
*Luis Brito. Biblioteca de Fotógrafos Latinoamericanos. La Fábrica (2022) y Fundación Luis Brito. Texto de presentación de Luis Brito: Antolín Sánchez. España, 2022.
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