Papel Literario

Los chamanes y el reencantamiento del mundo

por Avatar Papel Literario

Por EDGAR CHERUBINI LECUNA

Para el pensamiento chamánico, el mundo visible está dominado por fuerzas o espíritus invisibles que influyen o afectan las vidas de los integrantes de una comunidad. La palabra chamán proviene de la lengua tungús šamán, hablada en Manchuria y Siberia oriental, contiene la raíz sha-, que significa ‘saber’. El shamán sería entonces ‘el o la que sabe’. Su origen se ubica en la lengua palí hindú, śamana, y del sánscrito śramana: ‘asceta’, ‘sabio’, ‘vidente’. El historiador Mircea Eliade (Shamanism, Archaic Techniques of Ecstacy, 1964), sostiene que el chamanismo es una antigua religión superviviente del Paleolítico, siendo progresivamente marginado con la propagación del monoteísmo, cuando el cristianismo se impuso sobre las religiones griega y romana.

Al poderse comunicar con los espíritus y las energías presentes en la naturaleza, mediante trances ayudados por cantos (mantras) o mediante la ingestión de plantas alucinógenas, los chamanes actúan como “mediadores” en su comunidad, al poder trasladarse y comunicarse con otras dimensiones, invisibles para el humano común. Sólo para citar un fragmento del entramado de creencias de los Yanomamis del alto Orinoco, cada uno de los habitantes del shabono tiene su non-eshi, alter ego o doble espiritual, que habita en las entrañas de la selva; por eso, cuando un Yanomami se enferma es porque en algún lugar se ha caído una cría de su nido, o un animal se encuentra herido o sufriendo. De allí que la comunidad en pleno, guiada por el chamán, se dedique a buscar en la intrincada foresta la causa del padecimiento de uno de sus miembros. Es como si el entorno vegetal, animal o mineral se convirtiera en una extensión del cuerpo del chamán, en un medio para avanzar en los intangibles senderos de su práctica. El prestigio del chamán deriva directamente de su poder de sanación, al poder convertir los espíritus de la naturaleza y de los hombres en sus aliados, para poder restaurar la armonía entre el hombre, el mundo espiritual y el mundo físico.

YANOMANI PREPARÁNDOSE PARA UNA CEREMONIA EN EL PATIO DEL SHABONO

En la etnia Yeküana, donde aún sobrevive la figura del chamán, éste tiene el poder de transformarse en jaguar, capaz de moverse libremente en la tierra, en el agua o trepar árboles para observar el entorno y proteger a su comunidad. Algunos chamanes Yeküana logran entrar en trance observando los diseños geométricos tejidos en sus cestas. En el libro Simbología de la cestería ye’kwána, portal hacia un mundo paralelo (2019), Charles Brewer aporta sus observaciones de campo: “La razón por la que los ye’kwána se empeñan en tejer algunos de estos complicados diseños con remolinos awídi es que éstos pueden ser contemplados a manera de mandala para generar trances hipnóticos, especialmente a los fhíwai o chamanes, con el fin de que su akáto o espíritu pueda superar en menor tiempo el portal que lo separa de un mundo paralelo”.

Esto nos lleva a reflexionar sobre la relación del individuo con el mundo. En los estudios de Philippe Descola (Les natures en question, 2017) encontramos una aproximación acertada a la dicotomía individuo-naturaleza impuesta en nuestra cultura. Este antropólogo y profesor del Collège de France afirma que “la modernidad se construyó sobre la idea de una división fundamental entre naturaleza y cultura, entre humanos y no humanos, entre el mundo y el espíritu”. Somos herederos de una antigua concepción naturalista, característica de Europa, que establece una separación radical entre naturaleza y cultura, que consiste en hacer de la naturaleza un objeto autónomo que los humanos pueden controlar y poseer. En esta visión, enraizada en las sociedades occidentales, está el origen del problema de separación del individuo y su relación original con la naturaleza, al ver a ésta sólo como un objeto de explotación y beneficio.

EN LA CULTURA MALGACHE, LOS ANCESTROS APARECEN EN FORMA DE MARIPOSAS. MUSEO DE LA EXLORACIÓN DEL MUNDO, FRANCIA, 2023

La dicotomía o separación entre el individuo y el mundo físico la aborda el filósofo japonés Daisaku Ikeda, uno de los más destacados exponentes del budismo en el siglo XX, al hablarnos del principio del Esho Funi, concepto que expresa la inseparabilidad del individuo y el medio ambiente.  La vida (sho) y su entorno (e) son inseparables (funi). Ello a su vez implica que, aunque percibimos las cosas que nos rodean como separadas de nosotros, existe una dimensión de nuestra vida que es una con la naturaleza. En el nivel más esencial, no hay separación alguna entre nosotros mismos y nuestro entorno: “Cada vida humana, junto con su ambiente, participa de la fuerza vital fundamental del cosmos. El ambiente individual toma forma como ambiente objetivo. La existencia subjetiva y el ambiente objetivo constituyen una sola existencia. Es inconcebible que esta existencia pueda ser dividida en dos. La formación de una vida humana como existencia subjetiva es idéntica con la formación del ambiente de esa vida. No es posible separarlas, como no lo es separar el crecimiento y el desarrollo de plantas y animales del mundo en que viven” (Daisaku Ikeda, La vida un enigma, Emecé, 1984). Si en occidente nos educan a percibir la naturaleza como algo que está allí afuera, completamente distinta y separada de nosotros, la filosofía budista aporta un sustancial concepto sobre la inseparabilidad del individuo y el medio ambiente.

CHAMAN INUIT, ALASKA, CIRCA 1937, MUSEO DE HISTORIA NATURAL DE ALASKA

En el Amazonas venezolano, la filosofía de vida de los Yeküana y su cosmovisión se asientan en una integración indivisible entre individuo y su medio ambiente. Lo mismo ocurre con los Yanomamis, en su concepción de la vida, cada individuo y todos los seres sean animales o vegetales son en sí portadores de una energía que forma parte de una fuerza vital universal común a todo lo que existe. Estos dos pueblos, hoy amenazados por la voracidad minera, han sobrevivido por miles de años en las selvas al sur del Orinoco en perfecta armonía con ese inmenso mundo vegetal.

En mi búsqueda personal sobre este tema, el pasado mes de julio visité el Museo de las Exploraciones del Mundo (MEM), en el puerto de Cannes, para admirar Chamanes, dialogues avec l’invisible, una formidable colección de objetos ceremoniales provenientes de los cinco continentes. En el catálogo de la exhibición, el antropólogo Jeremy Narbi expresa su visión sobre el chamanismo al afirmar que, en su afán de objetividad, nuestra sociedad ha separado a los humanos de las otras especies. “Los humanos aparecen entonces como los únicos “sujetos” verdaderos, mientras los otros no son sino simples objetos. Dentro del concepto que motiva a los pueblos ancestrales y a sus chamanes, los otros seres que nos acompañan en este planeta son igualmente “sujetos” con los que tenemos un vínculo de parentesco (nuestro ADN lo comprueba). La vía chamánica nos permite aprender de nuevo a conocer el mundo, a reconectarnos con los otros seres que lo pueblan. Es una manera de ‘reencantar’ el mundo.

Una de las cualidades chamánicas es la de percibir y comprender el lenguaje de la naturaleza. Entre los fascinantes objetos que componen dicha muestra, observé en un enmarcado de taxidermia, la colorida Uranie (Chrysidiria rhipheus), una de las más vistosas mariposas del mundo, formando parte de esa colección de objetos rituales, ya que para los chamanes malgaches de Madagascar, es considerada el “alma” de sus ancestros, quienes se presentan en la forma de este lepidóptero para transmitirles, con sus giros danzantes en el aire, mensajes desde otra dimensión, que ellos leen, interpretan y traducen a su pueblo. No es de extrañar su semejanza con la religión griega. La palabra psyche significaba “alma” y la figura de esta deidad era representada con alas de mariposa. Para los griegos el alma se alejaba volando del cuerpo, como una mariposa de su crisálida.

Nunca es tarde para un cambio de perspectiva y cuestionar nuestros paradigmas aprendidos. Es necesario realizar cambios en la educación y promover la reflexión sobre el concepto de unidad persona-naturaleza, individuo-mundo. Mientras no se entienda este principio fundamental, continuará inexorablemente la dramática destrucción de la biodiversidad y de los ambientes donde habitan culturas de avanzada filosofía de vida que viven en armonía con el planeta. Chamán, shaman, sramana, el asceta, el vidente, el conector de mundos, el caminante de las esferas invisibles, el hombre-medicina, el que conoce el sendero hacia otras dimensiones, en todas las formas en que son mencionados, los chamanes son los depositarios de una sabiduría ancestral en peligro de extinción.