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Líneas tardías: ?Espectros?, la presencia hiriente del pasado

La pieza, escrita por Henrik Ibsen en el siglo XIX, es presentada por Canteros de Agua y Sol en Villa Planchart. Una historia de acciones y consecuencias, el presente carcomido

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Y ahí están, personajes de finales del siglo XIX en una casa de mediados del XX. No es dicotomía, no. Es saber cómo persuadir y encantar para que sean otros los elementos a recordar. Y lo logran quienes traen nuevamente al público Espectros de Henrik Ibsen.

Villa Planchart entonces, sin ningún tipo de intervención para aparentar, se convierte así en una casa de familia acaudalada de la época. En esta pieza, el dramaturgo noruego contesta a quienes se horrorizaron por haber hecho que Nora, la esposa de Casa de muñecas, abandonara el hogar hastiada de tanto trajinar. En esta ocasión, el escritor obliga a su personaje femenino, esta vez llamado Helen Alving, a quedarse en las penurias de una relación. Para que así sean testigos de la aceptación de la sumisión, cómplices de la debacle.

Aunque el esposo murió hace años, los vestigios quedan, como fantasmas que nunca se irán. Pero la intención no es evocar imágenes corpóreas y tenebrosas. No, se trata de acciones y sus consecuencias, que como dagas oxidadas, corroen almas y conciencias.

Marialejandra Martín interpreta a Alving. Mujer sobria e intimidante. Mirarla es constatar a un personaje con las justas barreras que sus decisiones, en esa época, le exigen. Dura, pero con la nobleza de quien cree puede mejorar el futuro de otra persona, de su mayor querencia.

Es inquietante cómo mientras se desarrolla la trama de la obra, dirigida por Isaac de Castro, uno va apartando las capas que envuelven a esta figura. La casa, además, se convierte en un personaje que en sus formas te envuelve y te adapta a sus trazados.

Empiezan a verse los misterios y causas de sus procederes, especialmente cuando llega a la casa el pastor Manders (Francisco Salazar), quien, además de guía espiritual y asesor de negocios, representa un pasado que pudo ser el comienzo de mejores momentos para ella.

Pero no es el único visitante. El hogar está completo con la visita de Oswaldo (Teo Gutiérrez), el único hijo de la mujer, quien regresó de París, donde busca ser artista.

Entonces, lo que parece idílico se convierte en el desvanecimiento de una realidad que ella cree controlar desde la muerte del Capitán Alving, el esposo al que nunca amó.

Tan solo las tertulias de ese día son el entramado para desestabilizar las verdades imposibles de sostener. Ella ha inventado un mundo, a pesar de que sabe que puede ser juzgada por un remoto intento de abandonar un matrimonio infructuoso hace un tiempo.

Cree que protege a su ser más preciado, pero no puede advertir lo que vendrá. Las consecuencias de los actos del capitán parecen rechinar en los rincones, no solo de la gran casa, sino del cuerpo.

Las risas traviesas del hijo con Regina (Stephanie Santi), la criada, le dan escalofríos. La gran señora rememora los momentos en los que la traición le susurró en el hogar. Las descendencias se pueden cruzar y para ella es espeluznante. Pero cuando apenas empieza a ser temido lo peor, las secuelas recrudecen. La muerte ronda de la peor de las formas. Las pesadillas del pasado atrapan esta realidad para la que se hizo tanto. El joven deja de ser futuro para ser devorado por un pasado del que no tuvo responsabilidad.

Este viernes 20 y domingo 22 de julio son las últimas funciones del montaje que realiza Canteros de Agua y Sol en Villa Planchart, El Cerrito, a las 5:00 pm.

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