Papel Literario

Líneas Tardías: Venom, la película injustamente vilipendiada

por Avatar EL NACIONAL WEB

Hay una fortaleza tecnológica en la ciudad de San Francisco. La vista en la bahía no tiene como principal atractivo el mediático puente, sino la iluminada y moderna de la Fundación Vida del muy famoso científico Carlton Drake (Riz Ahmed).

Adentro, se hacen toda clase de experimentos que son aplaudidos por la mayoría de la prensa y la sociedad, pero hay un periodista que no está convencido con la supuesta pulcritud y ética de lo que ocurre adentro. Él también es una celebridad, se ha encargado de labrarse un camino de credibilidad en la televisión local, pero la obsesión por desenmascarar a Carlton Drake menoscaba su carrera.

Ese reportero se llama Eddie Brock (Tom Hardy), quien no duda en enfrentar al científico ante la sospecha de que usa a gente pobre para experimentar en sus laboratorios.

Pero la pasión lo traiciona. Frente a las cámaras queda como un trastornado hombre que acusa sin pruebas. Todo se viene abajo, lo despiden, su novia Anne (Michelle Williams) termina con él, y regresa a la vida de antaño.

Así transcurre Venom, la vilipendiada película que recientemente se estrenó en el país. El filme, que se centra en la historia de uno de los personajes de Marvel, es dirigido por Ruben Fleischer con guion de Scott Rosenberg, Jeff Pinkner y Kelly Marcel.

No la ha ido bien entre los críticos, quienes la han tildado no solo de convencional y genérica, como si en las películas de superhéroes hubiese una variedad mayor al enfrentamiento entre el bien y el mal, sino también han dicho que es mediocre, desacertada y una pérdida de tiempo.

Pero no, Venom sorprende. Tal vez fui con pocas expectativas, pero rescato esta historia en la que un extraterrestre toma como huésped el cuerpo de Eddie Brock. Una vez ocurrida esta unión, surge uno de los aspectos más interesantes del filme, la interacción entre alienígena y ser humano que busca, inútilmente, continuar con que sea su voluntad la que domine sus acciones. Pues no, ahora son dos cuerpos que se debaten por lo que se debe hacer.

La extraña criatura busca, como casi todas las criaturas del espacio de aspecto maligno en el cine, acabar con la humanidad. El reportero, por el contrario, trata de entender qué le ocurre en su cuerpo.

En este contexto, Carlton Drake se va erigiendo como contrafigura a vencer. Pero la presencia de este personaje es uno de los aspectos negativos del filme, pues sus propósitos no tienen un punto de partida sólido para comprender sus viles deseos. También en contra, por lo poco convincente, está la ingenuidad que al principio se ve en el protagonista cuando su cuerpo se convierte en la residencia de la criatura. Es decir, después de ser un astuto reportero, se pierde entre preguntas que buscan comprender lo que ha pasado cuando sabía muy bien a lo que se exponía cuando ocurrió la unión.

Una vez asumida la comunión entre los dos, hay momentos hilarantes en la convivencia de ambos mientras se van concatenando las situaciones que harán que la película tenga un giro acertado para así darle fuerza a su tercer acto, que culmina con las puertas abiertas a una continuidad en la que Eddie Brock y su “parásito” conviven en un extraño acuerdo de selección entre quién debe vivir y quién no.