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La Toma de Puerto Cabello

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Por RAMÓN SANTOS MARTÍNEZ

España se ha estado sumando, desde 2009, a los festejos de los bicentenarios de las independencias, los cuales no terminarán hasta 2025, con las celebraciones de Bolivia y Uruguay. El bicentenario de la toma de Puerto Cabello se sitúa en esta estela de celebraciones, porque condujo al término del proceso de independencia de Venezuela que se había iniciado en 1811. 

España y América constituyen un ejemplo de simbiosis histórica. Cualquiera que sea el juicio sobre la presencia de España en América, los españoles no podemos desprendernos de lo americano (aunque todavía muchos españoles no sean conscientes), es nuestra segunda piel. América forma parte de nuestra identidad nacional, porque constituye el episodio de mayor envergadura de la historia de España. Esta aseveración es también cierta a la inversa: los países de la América que habla español han vivido con España 300 o hasta 400 años de su historia reciente, y ese tracto histórico forma parte inevitable de su identidad actual como americanos. 

Pero a pesar de esta convivencia histórica (o precisamente por ella), tras aproximadamente 15 años de guerras en el continente, las independencias condujeron a un distanciamiento grande entre las nuevas repúblicas americanas y España. Las nuevas repúblicas se orientaron hacia Francia, Inglaterra, Estados Unidos. Y España se ensimismó, se retrajo, pareció olvidarse de su pasado inmediato, para concentrarse primero en sus conflictos internos a lo largo del tumultuoso curso político del siglo XIX, y más tarde en averiguar si era todavía algo, y qué era ese algo, después de todo lo que había sido. 

La recomposición de las relaciones diplomáticas entre España y las nuevas repúblicas independientes se produce muchos años después, y nos proporciona una buena idea del cataclismo que supuso para España la pérdida de su imperio, precisamente cuando otras potencias europeas empezaban a construir el suyo. 

La metáfora de que el cisne emite el canto más bello cuando va a morir podría aplicarse a la relación entre España y la América española en la víspera de la formación de las nuevas repúblicas. Las Cortes de Cádiz representan quizá el mejor momento de la relación política entre España y sus territorios americanos. La redacción de la Constitución de 1812 contó con la participación de 36 diputados venidos de América, y declara en su artículo 5, que son españoles los habitantes de ambos hemisferios. Esos 36 diputados americanos habían llegado con instrucciones y gozaban, por tanto, de un poder de representación territorial. (Vale recordar aquí que, en el Salón de los Reinos del palacio del Buen Retiro, mandado construir por el Conde-Duque de Olivares, los reinos del Perú y de México aparecen, con sus respectivos escudos, formando parte de los 24 reinos que integraban entonces, con sus distintos títulos, el reino de España).  Conviene recordar también que los diputados venidos de América se dividieron entre Serviles y Liberales, igual que los peninsulares, que fueron muy activos en los debates que dieron luz a la Constitución de Cádiz y que sus opiniones políticas fueron tan variadas como las de los peninsulares.

Pero para entonces, ya se había iniciado el ciclo de las independencias, con el Grito de Chuquisaca. Ya era tarde para mantener unos lazos que el centralismo de la España borbónica había hecho demasiado cerrados para los americanos. Y en un lapso de 15 años, se declaran todas las independencias.

Y luego, durante muchos años, el silencio. La digestión de todo lo que había pasado. Y solo a mediados de siglo, comienzan a reanudarse unas relaciones que se asientan en ese tracto histórico común y en la subsiguiente migración constante de españoles a América. 

En el caso de Venezuela como república independiente, sus relaciones con España se inician en 1845, más de 20 años después de la independencia, con el Tratado de Paz y Amistad entre Venezuela y España, donde se reconoce a Venezuela como una nación independiente de la Corona de España y se establece la paz entre ambas naciones, incluyendo “una amnistía general y completa para todos los ciudadanos de la República de Venezuela y los españoles, sin excepción alguna”.

Esa relación que se inicia a mediados del s. XIX, toma un nuevo y diferente impulso desde principios del s. XX, con la nueva emigración española. Si la independencia de la república deja hispano-venezolanos de clases altas y medias en Venezuela (criollos), ahora serán decenas de miles de españoles, en situación económica precaria, que van a buscar una vida mejor en Venezuela.

Y Venezuela es un país, desde principios del s. XX, con gran capacidad exportadora y escasa mano de obra, que atraerá una gran muchedumbre de emigrantes españoles y de otros países europeos. 

Este fenómeno caracteriza los vínculos actuales entre España y Venezuela y determina el contenido de las relaciones diplomáticas entre nuestros dos países. Son sobre todo relaciones consulares, comerciales y culturales, amén de las diplomáticas propiamente dichas, derivadas de la notable presencia española en el país.

Hoy España, desde hace unos 30 años, es un país de acogida, con más 7,5 millones de inmigrantes procedentes de terceros países (15% de la población), entre ellos, más de tres millones de latinoamericanos. De entre los latinoamericanos, aproximadamente medio millón son venezolanos, la mitad de ellos ya nacionalizados españoles. De manera que hoy, la migración entre España y Venezuela es un movimiento humano de ida y vuelta, que revigoriza los antiguos vínculos que comenzaron con la llegada de los españoles a estas tierras hace más de cinco siglos.  

El bicentenario de la toma de Puerto Cabello por las fuerzas republicanas nos da la oportunidad de reflexionar sobre la historia, la identidad y el legado de nuestros países. Es una ocasión para promover el entendimiento mutuo, la cooperación y la solidaridad entre nosotros, y también para honrar las contribuciones de las culturas indígenas y afrodescendientes. Es un día, en suma, para celebrar nuestra herencia compartida y para fomentar la cooperación en el seno de una comunidad más amplia, la comunidad iberoamericana de naciones.


*Ramón Martínez Santos es el actual embajador de España en Venezuela.