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La tarea de registro, traducción y compilación de García Bacca

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Por JOSÉ LUIS DA SILVA

La obra original de García Bacca supera el centenar. Dueño de un pensamiento lógico impecable, filósofo prolijo y profundo. Maestro a carta cabal. Por si no fuera suficiente su producción, cuenta en su haber con un impresionante número de traducciones filosóficas, en las cuales se mantiene constante la rigurosidad, la originalidad y el respeto por el pensar filosófico de los autores trabajados. Virtud que muy pocos traductores logran alcanzar. Ser capaz de mostrar en idioma castellano sin que el lector deje de sentir curiosidad por estudiar la lengua original del texto resulta una experiencia filosófica fundamental y eso lo sabe muy bien un maestro como García Bacca.

A nuestro parecer, nuestro filósofo encaja perfectamente en el conjunto de los llamados traductores originales que Gaos con maestría define de la siguiente manera: “… Lo que se piensa corrientemente de las traducciones vale para las traducciones corrientes, pero nada más. Hay traducciones que, aunque no sean trabajos originales en el sentido habitual de esta expresión, atestiguan una auténtica originalidad, a saber, en la manera de traducir…” (1). Es lo que sucede cuando leemos las traducciones realizadas de los presocráticos, de Platón, Aristóteles, Plotino, Tucídides, Santo Tomás, Marx, Heidegger, entre otros. Sus traducciones buscan dos cosas: ampliar el universo de los lectores en lengua castellana de textos filosóficos de lengua extranjera y estimular al lector hispanohablante a estudiar la lengua materna del autor traducido con el fin de completar el importante ejercicio de aprender a filosofar. Se asume el rol de mediación entre lo superior, lo inferior y la relación entre ambos: “Traductor, oficio divino: intermediario entre dioses y hombres, todos ellos griegos: dioses, hombres, lengua. Traductor que entendía dos lenguajes: la lengua griega divina y la lengua griega humana; y repetía fielmente, en lengua griega humana lo mismo oído en lengua griega divina” (2). Además, se infiere que el oficio del traductor demanda una sabiduría cuasi divina: “Pareciera, en verdad que ‘traductor’ de lo mismo: de Sabiduría —para volver explícitamente al tema presente— a dos lenguas distintas debiera ser, y tenérselo, y tener el traductor mismo por oficio doblemente divino. Y por saber bien sabido el traductor que ni es dios ni intermediario entre dioses y hombres, tal oficio suyo tiene algo de doblemente prodigioso. La Sabiduría: pensamientos, ideas, conceptos… habla por él en dos lenguas; se hace de ella ‘políglota’ en él… (3). El hombre que asume el oficio de traducir es el mismo que en ninguna circunstancia renuncia a su peligrosa vocación de filósofo que lo remueve todo y no descansa hasta alcanzar la base y el tope de toda entidad, a saber: la realidad y la verdad que hay en la naturaleza y en lo humano.  ‘¿O es que no lo tenemos por peligro? ¿Por peligro, diciéndolo con palabra pretensiosa, ‘ontológico’; o con frase castellana, la más fuerte y ruda que conozco, por peligro ‘real de verdad?” (4). En este caso mostrar lo real de verdad que tiene la traducción frente al texto original, y con ella la batalla reflexiva que debe emprender todo lector de texto filosófico.

Su preocupación por el registro y la compilación de textos le llevó a revisar los archivos en procura de material que pudiese mostrar las influencias que en tierras venezolanas tuvieron la tradición escolástica y moderna. La obra en cuestión, Antología del Pensamiento Filosófico Venezolano, recoge material de los siglos XVII, XVIII y XIX. Período colonial y republicano en términos históricos. El enfoque filosófico utilizado rescata la vitalidad de los textos, y con ello García Bacca evita que los mismos mueran enterrados en los archivos de una biblioteca con el rótulo de pretérito y sin interés para la actualidad. “La única manera leal y fecunda que conozco —y por suerte para mí, no voy solo en este mundo— de exponer el meollo, y salvar el poder germinal de una filosofía consiste en poner de manifiesto cómo combatió, con qué armas, qué triunfos obtuvo sobre los eternamente renacientes problemas de la filosofía” (5). Logra el compilador, por un lado, rescatar la memoria académica sin la cual difícilmente se lograría conformar una identidad cultural propia y por la otra mantener vivo el ejercicio de filosofar siempre en constante actualización.

Se trata de una obra pionera en el tema de la historia de la filosofía en nuestro país, junto con la obra de Idelfonso Leal en la que destaca El claustro de la universidad y su historia, publicada en 1970 bajo los auspicios de la Universidad Central de Venezuela, y 20 filósofos venezolanos (1946-1976) de Pompeyo Ramis, impresa en 1978 con el sello editorial de la Universidad de los Andes. Trabajos como los señalados requieren ser rescatados y ampliados por la Academia y las Escuelas de Filosofía de nuestras universidades.

La selección de los documentos inventariados en la Antología, las traducciones del latín, las introducciones sistemáticas que se añaden a cada apartado, junto con los prólogos históricos, son obra exclusiva de García Bacca. Su preocupación por recoger lo fundamental y vital de cada autor se expresa cuando hace un balance de las teorías historiográficas en boga: “El historicismo moderno —con Dilthey, Spengler—, el problematismo sistemático y programático, de un Hartmann, el existencialismo moderno, con su dosis diltheyana… métodos son y remedios para restituir a toda filosofía su fecundidad, devolviéndole su ‘paternidad’, su calidad de combatiente perpetuo” (6). Consciente García Bacca de los análisis apropiados para el estudio históricos de los textos en cuestión, se dispone a conjugar historicismo y filosofía en procura de la mejor selección posible y sin privilegiar tendencia o corriente de pensamiento en particular. “Todos estos temas, aun los que más tentación ofrecerían para ciertos fines, están tratados con la severidad y técnica, serenidad y desapasionamiento dignos y obligatorios en filósofos y en teólogos. Estas cualidades nos han servido no solo de modelo, más aún: de obligación y mandamiento, en el estilo general que hemos dado a las Introducciones sistemáticas” (7). Bajo este riguroso criterio, el lector podrá tener ante sí documentos fidedignos, únicos y establecidos para su estudio.

El proyecto contó con el apoyo de la Dirección de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educación. No resulta extraña esta iniciativa con apoyo gubernamental, dado el empeño de los intelectuales y de los responsables de las actividades culturales de aquel momento por crear una conciencia nacional. De ahí la necesidad de establecer grupos de trabajo en las distintas áreas del saber capaz de rescatar la tradición académica y cultural del país. Los proyectos que provenían del Ministerio de Educación y de Instituciones públicas afines procuraban rescatar de manera cabal, completa y sin menoscabo alguno toda la documentación en cada una de las áreas del saber.

Le tocó a García Bacca la responsabilidad de plasmar la labor pretérita de filósofos tomistas, escotistas, ecléticos, espiritualistas, positivistas y el inclasificable Andrés Bello, al tiempo presente para su justa valoración y vitalidad. “Como toda filosofía digna del nombre encierra siempre un componente de perenne vitalidad, de renacimiento, los volúmenes proporcionarán una oportunidad más de sembrar en el campo cultural venezolano de nuestros días esas semillas filosóficas, cada una con su peculiar virtud, y aguardar el fruto, a lo mejor nueva cosecha colectiva” (8).

Inicialmente el proyecto concluiría con la publicación de cuatro tomos. “Los cuatro volúmenes de esta Antología, una vez presentes, harán realmente posible saber qué se ha venido sembrando de filosofía en Venezuela, desde 1638 hasta nuestros días, y barruntar por sus frutos qué es lo que de cada una de sus tendencias ha prendido en la mente de las respectivas generaciones de filósofos…” (9). No obstante, se publicaron solo tres tomos de la Antología. El primero aparece en 1954, mientras que el segundo y tercer tomo fueron impresos 10 años después. En total tenemos 1.152 páginas que muestran el talante del maestro por dejar para la posteridad los primeros ejercicios filosóficos en tierras venezolanas. El primer tomo está dedicado al obispo Alfonso Briceño, Agustín de Quevedo y Villegas, Tomás Valero, Antonio Navarrete y Salvador José y Mañer, y se corresponde con los siglos XVI, XVII y principio del XVIII. Los temas medulares pertenecen al ámbito de la ontología y en mayor medida a la moral. “En conjunto las cuestiones traducidas aquí componen un fundamental tratado de Moral o Ética, que, de seguro, no pasará desapercibido ni a estudiantes ni profesores dedicados en nuestros múltiples centros de enseñanza a esta asignatura” (10).

El segundo tomo contiene el curso de filosofía de Antonio José Suárez de Urbina, responsable de la Cátedra de Filosofía desde el año 1752 (11) de la Real y Pontificia  Universidad de Santiago de León de Caracas. Este curso se divide en dos partes, a saber: Filosofía racional o Lógica magna y Filosofía natural, según su nombre vulgar Física. Selección y traducción nada sencilla para García Bacca, no obstante, reconoce en Urbina un ejercicio de reflexión tomista de gran valor para el presente. “Si no estuviera convencido de que la inmensa mayoría de las incompatibilidades chillonas y gesticulantes en filosofía provienen de no saber leer el mismo mensaje de lo real transmitido una vez en tinta y otra en ondas, una vez en cinta magnetofónica, otras en discos, no me hubiera tomado la faena de presentar a los lectores esta selección de obras de Urbina y Suárez, a pesar de otras razones que mueven, cuando y porque este primaria mueve, pero que no me movieran solas” (12).

El tercer tomo está dedicado a Andrés Bello. Aquí no hubo necesidad de traducción, el problema radicó en la selección de una obra fundamental que no debe ser compendiada, sino leída en su integridad. “¿Lo esencial de la Filosofía del Entendimiento cabe en 120 páginas? Algo, cuando menos, hemos aprendido los modernos de la reducción fenomenológica de Husserl: reducir fenómenos a esencia: no, cosas variadas y diversas a lo común, que lo común a muchas cosas diferentes, diversas y variadas, resulta ser lo vago, y en el límite, esa vaguedad que llamamos ser, cosa, y aquí, en Venezuela, coroto” (13). Quizás podemos concluir que esta nervadura socrática y husserliana fue la impronta de García Bacca en esta Antología.


Referencias

1.    Gaos, J.: Obras Completas, IX. Sobre Ortega y Gasset y otros trabajos de historia de las ideas en España y la América española. Nueva Biblioteca Mexicana, México, UNAM, 1992, p. 215

2.    García Bacca, J.: Obras Completas, I Platón. Prólogo. Caracas. Coedición Presidencia de la República y La Universidad Central de Venezuela, 1980, p. 26

3.    Ibid., p. 26

4.    Ibid., p. 37

5.    García Bacca, J.: Antología del pensamiento filosófico venezolano, I. Caracas. Ediciones del Ministerio de Educación, 1954, p. 13

6.    Ibid., pp. 12,13

7.    Ibid., p. 16

8.    García Bacca, J.: Antología del pensamiento filosófico venezolano, III. Caracas. Ediciones del Ministerio de Educación, 1964, p. 15

9.    Ibid., p. 15

10. Op. Cit., I., p. 13

11. García Bacca, J.: Antología del pensamiento filosófico venezolano, II. Caracas. Ediciones del Ministerio de Educación, 1964, p. 13

12. Ibid., p. 13

13. Op. Cit., III, p. 9-11

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