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La sabiduría de Mr. Kissinger

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Por LEÓN SARCOS

Ninguna guerra vale lo que vale la vida de un solo ser humano

Entre los líderes mundiales contemporáneos que más me han motivado está Henry Kissinger, uno de los diplomáticos de mente más lúcida e inteligencia más serena en la segunda mitad del siglo XX. A él se le atribuyen tres de los logros más importantes de la política exterior estadounidense: la firma de los acuerdos de paz con Vietnam del Norte (1973), el soporte estratégico para liquidar la intentona de implantar la sociedad comunista en el Chile de Salvador Allende (1973) y la apertura de relaciones diplomáticas con la China comunista (1979).

Para conseguir la paz, un primer paso importante es comprender qué hay realmente en el corazón y la mente del adversario, entender cómo piensa y cómo ve el mundo. Normalmente refleja alguna aspiración y entonces uno debe decidir si las aspiraciones del adversario son absolutamente incompatibles con los principios de uno mismo.

Las diferencias entre los hermanos pequeños las ventilan y resuelven los padres, entre la gente común, las autoridades, entre las naciones, la paciencia, la tolerancia, la agudeza y la inteligencia de sus diplomáticos. Cuando las diferencias llegan a un punto donde parecen insolubles, solo la sabiduría. Y Mr. Kissinger ha demostrado poseer mucho de ella a sus 98 años, dictando una clase magistral de diplomacia con un artículo de no más de tres cuartillas donde de manera luminosa analizó en 2014, en The Washington Post, los antecedentes, orígenes, presente y futuro de lo que se prefiguraba en ese entonces como la guerra entre Rusia y Ucrania.

Con demasiada frecuencia la cuestión de Ucrania se plantea como un enfrentamiento; si Ucrania se une al Este o al Oeste. Pero para que Ucrania sobreviva y prospere, no debe ser un punto de avanzada de ninguno de los lados contra el otro: debe funcionar como un puente.

El asunto, y esto resulta una constante acerca de los conflictos bélicos y las dictaduras, es que se sabe cuándo comienzan, pero no cuándo terminan. Los economistas y expertos más connotados prevén costos humanos y financieros que siempre son desbordados en proporciones incuantificables por la sangre y el horror.

Al final, todas las predicciones y las consecuencias son superados por la crueldad de los demonios que albergan los seres humanos en su alma, y que como aves de mal agüero salen por las noches a calentar los oídos con canciones de metralla y obuses cuando las sirenas anuncian que ha llegado la señora muerte por la vida de más inocentes.

Advertía Kissinger, con la frialdad y el conocimiento que dan el estudio avezado de las relaciones internacionales y una vasta experiencia: Rusia debe aceptar que tratar de forzar a Ucrania a convertirse en un satélite, y empujar, por lo tanto, una nueva modificación de las fronteras de Rusia, condenaría a Moscú a repetir su historia de ciclos autocumplidos de presiones recíprocas con Europa y Estados Unidos.

Por otra parte, urgía a los de su lado: Occidente debe entender que, para Rusia, Ucrania no puede ser simplemente un país extranjero. La historia rusa comenzó en Ucrania. La historia rusa comenzó en lo que se llama la Rus de Kiev. La religión rusa se extendió desde allí. Ucrania ha sido parte de Rusia durante siglos… La flota del Mar Negro, el medio de Rusia para proyectar su poder en el Mediterráneo, tiene su base en arrendamiento a largo plazo en Sebastopol, en Crimea. Incluso disidentes tan famosos como Alexander Solzhenitsin y Joseph Brodsky insistieron en que Ucrania era una parte integral de la historia rusa.

El mismo Kissinger, al definir la política exterior como el arte de establecer prioridades, con severidad juzga críticamente a la Unión Europea: Su morosidad burocrática y subordinación del elemento estratégico a la política interna en la negociación de la relación Ucrania con Europa contribuyeron a convertir una negociación en una crisis…

El 24 de febrero, con el ataque a la región de Donbás, Putin defendió el inicio de hostilidades frente a Ucrania: La expansión de la OTAN y el desarrollo militar del territorio de Ucrania por parte de la alianza son inaceptables para Rusia.

Murió la Guerra Fría en 1989, con la caída del Muro de Berlín, pero nació la guerra sigilosa entre las tres grandes potencias, y lo que yace en el trasfondo de esta avanzada bélica es la negativa rusa a aceptar el acercamiento de la OTAN y de la Unión Europea a la tan antigua República Socialista a la que Moscú considera parte esencial de su identidad y de su esfera de influencia, cuyo control considera vital para su fortaleza.

A más de 40 días de operaciones militares, los resultados sobre la vida de los ucranianos civiles y militares, la infraestructura vial, puertos, aeropuertos, industria y comercio son desoladores. Según la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, hasta el sábado 2 de abril se estimaba en 3.342 el número de víctimas, entre las cuales se encuentran 1.325 civiles fallecidos, que incluyen 120 menores de edad y 2.017 heridos. Lo más grave acontece, según Acnur, con el número de refugiados, que para la fecha supera los 4 millones cien mil ucranianos y expertos de la Unión Europea consideran que esa cifra llegará y superará pronto los 5 millones.

En cuanto al número de militares caídos en combate, los servicios de inteligencia occidentales sitúan las bajas del Ejército ruso en más de 7.000; los propios representantes del Kremlin, en 500. Sobre las víctimas militares ucranianas no se conocen cifras, pero la lógica insinúa que deben superar con creces las del Ejército ruso. Los efectos sobre la economía del resto del mundo ya comienzan a sentirse. Los costos de energía, la estabilidad de los mercados financieros y las exportaciones agrícolas empiezan a mostrar las consecuencias del conflicto.

Los más importantes argumentos para explicar el corazón del problema, según Kissinger, eran los esfuerzos radicales, constantes y sistemáticos de Víctor Yanukóvich y su principal rival político, Yulia Timoshenko, por imponer su voluntad. Eran las dos facciones rivales de Ucrania, ninguna de las cuales estaba dispuesta a compartir el poder.

Según Kissinger, una política sabia de Estados Unidos hacia Ucrania debía buscar una manera de que las dos partes del país cooperaran entre sí. Debemos buscar la reconciliación, no el predominio de una facción sobre la otra, recomendó. En el caso de Rusia, continuó, Putin debe darse cuenta de que, cualesquiera que sean sus quejas, una política de imposición militar producirá otra Guerra Fría. Por su parte, Estados Unidos necesita evitar tratar a Rusia como un rival aberrante y maligno para pasar a enseñar diplomática y políticamente las reglas de conducta establecidas por Washington.

Estas, entre otras, fueron las recomendaciones de este veterano y exitoso diplomático para evitar una escalada militar.

-Ucrania no debería unirse a la OTAN.

-Ucrania debería tener derecho a elegir libremente sus asociaciones económicas y políticas, incluso con Europa.

-Ucrania debe ser libre e independiente para crear cualquier gobierno compatible con la voluntad expresa de su pueblo.

-Ucrania internacionalmente debería perseguir lograr conseguir una posición realmente independiente, como Finlandia.

-Ucrania, para lograr ese objetivo, requiere reclamar la soberanía sobre Crimea.

-Es inaceptable, con las reglas del actual orden mundial, que Rusia se anexe Crimea. Pero podría ser posible poner las relaciones de Crimea con Ucrania sobre unas bases menos tensas. Con ese fin, Rusia reconocería la soberanía de Ucrania sobre Crimea. Ucrania reforzaría la autonomía de Crimea mediante elecciones libres con observación internacional. Este proceso tendría que eliminar cualquier ambigüedad o duda acerca del status de la Flota del Mar Negro en Sebastopol.

Estos son principios, no prescripciones —dice el exsecretario de Estado.

Los resultados de las conversaciones adelantadas confirman, en opinión del presidente Zelenski, la renuncia de su país a pertenecer a la OTAN, y que el intercambio en las primeras ideas de las partes habla de un congelamiento de las conversaciones bilaterales sobre Crimea por quince años. Dos de los puntos neurálgicos para detener la escalada rusa.

Sobre la neutralidad y sus características habrá opiniones divergentes y al final conciliables. Es mi percepción que el nudo gordiano de las conversaciones va a estar en el desmantelamiento y desame total del Ejército ucraniano, asunto para los nacionales que significaría renunciar a una auténtica independencia. Aún es temprano para hablar de acuerdos definitivos y del fin de la guerra. Como dijimos al comienzo, se puede predecir con mucha luz el inicio, pero el final siempre resulta impredecible.

Y aquí tres de los aprendizajes que nos deja este conflicto a partir de tres pensamientos elaborados bajo la reflexión de más de setenta años de carrera política y diplomática:

La primera va para los gobernantes de la tierra de Dostoievski y Tolstoi: Todos los imperios se han creado por medio de la fuerza, pero ninguno puede mantenerse por ella.

La revolución tecnológica ha provocado cambios vertiginosos en todos los órdenes, de movilidad, de mentalidad y de dimensiones. La asimetría en la mayoría de las guerras de cuarta generación ha dado la victoria en proporción significante a los pequeños sobre los grandes. Nadie quiere la guerra; todos saben a estas alturas cuál es su terrible costo, entienden desde hace mucho que toda guerra es inútil, que solo el respeto de los intereses de los otros y su conciliación con los nuestros puede hacer posible la reflexión, el equilibrio y la paz duradera en el tiempo. A pesar de todo, siempre habrá extremistas, fanáticos políticos, ideológicos y religiosos imposibles de predecir. Siempre ha sido así.

En su ensayo Paz perpetua, Immanuel Kant argumentó que la paz perpetua eventualmente vendría al mundo de una de dos maneras: por medio de la perspicacia humana o por conflictos y catástrofes de una magnitud que no dejarán a la humanidad otra opción...

Finalizada la Guerra Fría, el abanico de opciones se ha abierto. Estoy seguro de que queda mucho espacio para convertir en sana reconciliación lo que ayer parecían diferencias insalvables. Revisemos cuánto hemos ganado en experiencia y en riqueza dialogante y seremos más optimistas a pesar de los excesos de radicales por impedirlo.

Vivimos un tiempo maravilloso, en el que el fuerte es débil debido a sus escrúpulos y el débil es fuerte debido a su audacia. Cuando el fuerte no respeta esa máxima, el mundo se le viene encima. Expuestos al desprecio mundial, sometidos al escarnio de los pequeños y de los grandes, los rusos pagarán con creces la insensatez de sus gobernantes.

Exaltada, por el contrario, la bravura y la fiereza eslava ucraniana en sus guerreros, sus mujeres y sus niños, y especialmente en un liderazgo venido del espectáculo para hacer méritos de estadista con sobrada valentía y a exhibir nobleza, vitalidad, amorosa pasión de pueblo que reivindica el alma de sus ancestros.

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