Papel Literario

La poesía durante la época de la independencia en Venezuela. Anatomía de un arte necesario

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Por OMAR OSORIO AMORETTI

Cuando hablamos de la poesía escrita durante la época de la independencia en Venezuela no debemos reducirla, como la historiografía literaria nacional nos la ha hecho ver, al celebérrimo caso de Andrés Bello y sus Alocución a la poesía y Silva a la agricultura de la zona tórrida. En realidad, esta tuvo una producción vasta y variada donde todos los modos de construcción poéticas posibles comulgaron, desde los versos propios del arte mayor ejecutados por las clases sociales más cultas (con sus silvas, sonetos y octavas reales) hasta los de arte menor, marcados por el ingenio y el juego rítmico que le imprimieron por lo general las clases populares (con sus glosas, pasquines y canciones). Algunos de estos textos han sobrevivido gracias a que fueron publicados en periódicos o registrados en los testimonios de algunos viajeros, pero la mayoría se han perdido por la histórica necesidad de transmitirse y producirse oralmente en una sociedad con poca alfabetización. Esto explicaría también el constante anonimato de los escritos, pues lo que ha pasado (y a veces hasta cambiado) por boca de muchos jamás podrá ser de alguien en específico.

El objetivo de esta poesía escapa a la visión contemporánea del arte como una simple fuente de entretenimiento, tan popular en las sociedades de consumo. Por el contrario, ante una comunidad conmocionada por la guerra y polarizada por el choque de dos ideas políticas antagónicas (monarquía-república), los poemas se convierten en lo que Juan Germán Roscio demandaba junto con las bayonetas: los “instrumentos de la persuasión: un diluvio de proclamas, de gacetas, escritores y oradores”, pues todos estos junto con el arte y el drama “inflamaban sobremanera el espíritu”.

Esto pareciera haber sido un proyecto claro dentro del bando patriota, pues de los poemas existentes desde 1810 hasta 1823 apenas encontramos alrededor de cinco piezas cuyos contenidos se enfocan en ensalzar las acciones de los realistas. Sus temas son muchos, pero a algunos de ellos podríamos categorizarlos como de carácter elegíaco (con los cuales se lamentan y ensalzan simbólicamente la muerte de los soldados al darles un manto de heroicidad), geográfico (donde se describe la exuberancia y fertilidad de la tierra americana), heroicos (caracterizados por una lectura maniquea de la guerra en tanto conflicto épico entre dos valores: la libertad/bondad/república vs. el despotismo/mal/sistema monárquico) y epigramático (cuya función social se acentúa al escribirse con la intención de zaherir a alguien, estimular la moral del ejército o alabar a una figura de renombre en un momento dado).

La pugnacidad verbal no solo era acérrima, sino también veloz como ocurría en el caso de los pasquines. Al respecto hay un testimonio muy elocuente en el Correo del Orinoco del 31 de julio de 1819, número 35. En él se señala cómo un seguidor de la causa del rey (en el periódico se le llama “adulador de la tiranía Española”) le recitó los siguientes versos al general Pablo Morillo:

Maldigamos la vil ley

Que à independencia convida;

Defendamos cetro y vida

De Fernando, nuestro rey.

Que viva nuestro virrey,

Morillo, Enriles, Morales,

Gobernador, Oficiales,

Y toda su invicta tropa,

Que vinieron desde Europa

A remediar nuestros males.

Sin embargo, los realistas no habían terminado de disfrutar aquellas mieles de su minerva cuando al día siguiente apareció en las calles una refutación del mismo tenor:

Bendigamos la gran ley

Que à independencia convida,

Destruyamos cetro y vida

De Fernando, intruso rey.

¿Qué quiere decir virrey,

Morillo, Enriles, Morales,

Gobernador, Oficiales,

Y toda su indigna tropa,

Sino ladrones de Europa,

Que duplican nuestros males?

Así, el marcado tono paródico de los versos, su carácter transgresor e ingenioso demuestra cómo en la poesía se encontraba también una forma sutil, aunque no por ello menos relevante, de protestar, revelarse y desmoralizar al contrincante. Las armas podían herir los cuerpos, pero solo los poemas hendían el corazón de los hombres.

Pero no todo está en función del deber cívico: también hay espacios para el placer y ejercicio sano del entendimiento, como ocurría con los logogrifos, poemas enigmáticos que ocultan una palabra sencilla y cuyas asociaciones constituyen todo un reto al intelecto. En la Gaceta de Caracas hubo varios de estos y el 29 de noviembre de 1821 encontramos el último registrado donde el autor de estos revela de manera lúdica su nombre. Al parecer nadie supo en su momento de quién se trataba, pues no hay mención al respecto en los siguientes números. Aquí se lo transcribimos a los lectores de la revista a ver si se corre con mejor suerte:

Yo soy el duende que acertar procuras.

Con solo letras nueve

De un admirable juego

La novedad te pinto, mas ã obscuras.

Con cuatro hablo (y es esto por ser breve)

En el idioma griego:

Cinco, monstruo horroroso,

Que ni el dragon, la esfinge y minotauro

Vencieron, te ofreciera.

Del ingenio dichoso

Ciño la cien de inmarcesible lauro.

Esta es la vez primera,

Que por amor al hombre,

No encubro mas mi misterioso nombre.