Por ROLAND FORGUES
En un artículo titulado “André Bretón o la búsqueda del comienzo”, Octavio Paz señala la influencia que ejerció sobre él la lectura de L’Amour fou del fundador y máximo representante del movimiento surrealista. Fue, dice, “un arte de amar, no a la manera trivial del de Ovidio sino una iniciación a algo que después la vida y el Oriente me han corroborado la analogía o, mejor dicho, la identidad entre la persona amada y la naturaleza. ¿El agua es femenina o la mujer es oleaje, río nocturno, playa del alba tatuada por el viento? Si los hombres somos una metáfora del universo, la pareja es la metáfora por excelencia, el punto de encuentro de todas las fuerzas y la semilla de todas las formas. La pareja es, otra vez, tiempo reconquistado, tiempo antes del tiempo. Contra viento y marea, he procurado ser fiel a esa revelación”.
Tenemos ya en estas líneas de 1966 un interesante acercamiento a su propia poética con la idea de que su experiencia personal y el enriquecimiento de sus conocimientos merced a sus viajes a la India acrecentaron el valor concedido a la unión amorosa.
Si Octavio Paz señala una línea constante de su poesía, indica también etapas donde los aportes del pensamiento oriental vienen a completar y enriquecer los del surrealismo. Así su creación se orienta en su misma construcción hacia una mayor coherencia del pensamiento y de la sensibilidad, al mismo tiempo que hacia una profundización de su poética.
La identidad entre mujer y naturaleza y la pareja como metáfora del cosmos, en la tensión entre fuerzas contradictorias y complementarias a la vez, resultan una verdadera obsesión en la obra de Paz. Al descubrir el cuerpo de la mujer, el poeta percibe el mundo: “el mundo ya es visible por tu cuerpo, / es transparente por tu transparencia” o aún: “voy por tu cuerpo como por el mundo”, nos dice al comienzo del hermoso poema “Piedra de sol” de La estación violenta.
La idea de lenguaje creador del mundo (“nombrar es crear”, no deja de repetir Octavio Paz) es otro de los temas recurrentes que permite ahondar en la preocupación del poeta por el tiempo. El amor constituye, sin duda alguna, como la creación poética, el mejor medio para alcanzar un instante de perfección. El encuentro erótico deviene entonces búsqueda de intemporalidad, del mismo modo que la poesía llega a ser para el creador supremo conocimiento del otro y de sí mismo.
Así, el amor es visto como plenitud del ser, fusión de la mujer y de la naturaleza. La identidad de ambos descansa en la dualidad del universo marcado por ritmos de oposición y ciclos de armonía. De modo que no es nada temerario afirmar que la obra poética de Paz nos ofrece desde sus inicios una visión dialéctica del mundo dinamizada luego por los principios taoístas del ying y del yang, el elemento masculino y elemento femenino.
Para el poeta, que parte de la idea de los hombres como representación simbólica del universo, y por consiguiente de sus contradicciones, la pareja representaría entonces la unión de los contrarios (“todas las fuerzas”) y desembocaría en la creación de un orden nuevo y armonioso del cosmos (la semilla de todas las formas). De aquí surge la idea de que el amor, mediante la unión de la pareja, es reconquista del tiempo y vuelta al origen de los orígenes. En una palabra, para el vate mexicano, el amor haría caer la eternidad en el tiempo haciendo del instante un eterno presente.
De tal suerte que “el tiempo reconquistado” y “el tiempo antes del tiempo” al que se refiere el escritor remiten al tiempo primordial, aquel de nuestra condición original, como señala en su libro de ensayos El arco y la lira. Un tiempo que no es sino el tiempo poético, puesto que es el tiempo de la unidad reencontrada.
Como André Bretón que celebró a la mujer, en especial en L`Amour fou, en términos acerca de los cuales no vacilaré de afirmar que revelan un fervor casi místico, Paz ve la transformación del hombre en el amor y empleo aquí a propósito la expresión “fervor casi místico”, pues el propio autor subraya en El arco y la lira la estrecha correspondencia que existe, según él, entre el éxtasis místico y el éxtasis estético o poético: “en toda experiencia de lo sagrado se da un elemento que no es temerario llamar “sublime”, en el sentido kantiano de la palabra”. Y a la inversa: “en lo sublime hay siempre un temblor, un malestar, un pasmo y ahogo, que delatan la presencia de lo desconocido e inconmensurable, rasgos del horror divino”.
Tras subrayar que sucede lo mismo en el campo del erotismo declarando que “todo amor es una revelación, un sacudimiento que hace temblar los cimientos del yo y nos lleva a proferir palabras que no son muy distintas de las que emplea el místico”, Paz concluye que semejante fenómeno se da en la creación poética: ausencia y presencia, silencio y palabra, vacío y plenitud son estados poéticos, tanto como religiosos y amorosos.
Cuando Paz confiesa que ha procurado permanecer fiel a la revelación que tuvo a la lectura de L’Amour fou de Bretón, nos invita también, de alguna manera, a considerar la noción de creación poética entendida por él como don, gracia. Recordemos al respecto lo que escribe en El arco y la lira. En una realidad, dice, en la que lejos de ser puesta en tela de juicio, la realidad exterior es fuente de donde brotan ideas y arquetipos, no es difícil identificar la inspiración. La “otra voz”, “la voluntad extraña” son lo otro, es decir Dios o la naturaleza con sus demonios. Y concluye: “La inspiración es una revelación porque es una manifestación de los poderes divinos. Un numen habla y suplanta al hombre. Sagrada o profana, épica o lírica, la poesía es una gracia, algo exterior que desciende sobre el poeta. La creación poética es un misterio que consiste en un hablar de dioses por boca humana”.
Por ello, más allá de la idea misma del amor o como fusión de los opuestos, la “revelación” nos invita a tomar en cuenta el propio concepto de poesía a la que se concede en la obra de Paz una tarea semejante a la del amor: superar las contradicciones del mundo de los seres y de las cosas.
*Roland Forgues es un académico y peruanista francés. Autor de una vasta obra sobre cultura y literatura de América Latina. Entre sus libros: Octavio Paz: el espejo roto (1992), Mario Vargas Llosa. Ética y creación: ensayos críticos (2006); ¡Fabuloso Perú! (2018).