Apóyanos

La perseverancia de un buen hombre

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

“En la serie cometas y papagayos simplifica las formas, en una composición no lineal, sino de masas y combinando la geometría. Utiliza plantillas, tramas y aerosoles. Maneja con destreza el grano de la materia y color”

Por BEATRIZ SOGBE

Desde hace décadas entendí que cuando se analiza la obra de un artista hay que separar la vida de la obra. Por supuesto, hay hechos en la vida de un artista que pudieran señalar determinados signos en la obra. Eso es indiscutible. Pero suelo desmarcar lo personal a mis análisis. No escribo porque un artista es mi amigo o por percibir el justo honorario. Se trata de sentir la obra. Identificarse con el trabajo. Incluso nos podemos equivocar en nuestra percepción, pero siempre de buena fe

Si se analiza la obra del gran Miguel Ángel, por ejemplo, era un hombre malhumorado y, asimismo, siempre se consideró incomprendido. Se puede tener mucho carácter, pero poco talento. A Miguel Ángel le sobraban los dos. Pero el talento se le desbordaba. Su obra tanto en pintura, escultura y arquitectura es colosal. Magnífica e imperecedera. Picasso, a su vez, rebosaba simpatía, pero tuvo una vida personal bastante complicada y, por decir lo menos, desagradable. Hoy se le pudieran imputar muchos calificativos a su vida personal. Pero nadie cuestiona su genio. Tampoco nadie pregunta si le dieron premios o condecoraciones. El talento sobrepasa esas menudencias.

El breve preámbulo anterior es para hablar de Alirio Oramas (Venezuela, 1924-2016). Un hombre bueno, sencillo y honesto, pero que también fue un buen artista. ¿Por qué hablo de esos atributos antes de hablar de la obra? Porque sé que a Oramas, como masón, le hubiera gustado. Estos son cultores de la verdad y la honestidad. También porque Oramas fue un hombre leal y correcto. Sin embargo, detrás de esa bonhomía había un artista. No descubriremos grandes exposiciones, ni premiaciones —a pesar de haber obtenido muy joven el Premio Nacional de Artes Plásticas (1951)— porque no los buscaba. En cierta manera, fue siempre un rebelde. Aclaro, un rebelde en el uso de técnicas y buscando innovar. Y en oponerse a lo establecido. Por eso desde temprana edad se opuso a las enseñanzas de la Escuela de Artes Plásticas y no dudó en cuestionar las enseñanzas y las políticas culturales de la época. 

Su vida estuvo llena de sorpresas. Muy joven fue codirector del Taller Libre de Arte, por dos años. No hay dudas del inmenso aporte que el Taller Libre de Arte tuvo en Venezuela para el arte abstracto. Viaja a París a formarse y se une al taller de Jean Dewasne —de quien Venezuela también tiene una deuda pendiente por su influencia en nuestros artistas. Se une a Los Disidentes. Comparte habitación en París con Sam Francis y Gonzalo Fonseca. Conoce a Breton y a George Braque. Viaja a Barcelona y alterna con Tapies, Cuixart, Canogar y Guinovart. Enriquecido con esa experiencia regresa a Caracas donde realizó cuatro murales para la UCV. Siempre tuvo claridad de que debía regresar a su país a devolver lo aprendido y a generar conocimiento en los artistas jóvenes. Otro de los grandes tributos de Oramas fue la coherencia en su obra. Un breve paso por el informalismo deja huella en el uso de texturas, que estuvo siempre presente en su trabajo.

Oramas siempre andaba en búsquedas permanentes. En la serie cometas y papagayos simplifica las formas en una composición no lineal, sino de masas y combinando la geometría. Utiliza plantillas, tramas y aerosoles. Maneja con destreza el grano de la materia y color. También introduce colores pasteles a la policromía, en el arte abstracto. Existe un punto focal que se hace central y sobre el cual gira la obra. Puede ser un papagayo, un círculo, un astro o cualquier elemento geométrico. Cézanne usaba la manzana como pretexto para analizar formas puras. Oramas lo usa para resaltar la propuesta y dirigir la mirada del espectador a composiciones asimétricas. Esa combinación de técnicas, composición y texturas da una musicalidad a la obra. Hay un ritmo, una cadencia.

Hay una precisión en la observación que equivale a precisión en el pensamiento. Veo sus obras y lo recuerdo: lo visualizo en su desordenado taller de la antigua escuela de artes plásticas donde no solo veíamos sus obras, sino recortes de prensa de décadas. Cuando no conseguía información era seguro que Alirio la tenía en su archivo. Siempre estaba dispuesto y de humor para la plática. Siento escuchar su voz chillona, la repetición en las frases. Nada se convalida con la obra que es concisa y clara. 

Ciertamente, pocas exposiciones, premios y reconocimientos. ¿A quién le importa? A nadie. El premio —merecido o no— lo da la vida. El castigo —por tus errores—  lo da la muerte, que finalmente es el juez implacable de la obra. Alirio se fue silenciosamente. Pero tengo una certeza. No solo saldé una deuda afectiva al analizar su trabajo, sino que Alirio no será un artista olvidado. Tuvo sentido de la historia.

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional