Por DAVID RUIZ CHATAING
Antes de avanzar sobre el tema de la democracia en la obra de Germán Carrera Damas, realizaremos una síntesis de su vida y la significación de su obra historiográfica y propiamente histórica.
Germán Carrera Damas nace en Cumaná, estado Sucre, Venezuela, el 28 de mayo de 1930. Desde muy joven se interesa por la política: recuerda con claridad los tiempos postgomecistas y el trienio adeco. Su familia se traslada a Caracas para que sus integrantes más jóvenes puedan estudiar. Al final del recorrido se doctoró en Historia en la Universidad Central de Venezuela en 1971. Trabajó en esta casa de estudios desde 1958 hasta 1981. Se jubiló como profesor titular a dedicación exclusiva. Fue director de la misma de 1964 hasta 1970. Inició en la Escuela de Historia de la UCV diversas cátedras —Historia de la Historiografía Venezolana, Metodología de la Historia y Técnicas de Investigación Documental. También estableció el Seminario de Investigación Documental en el Instituto Pedagógico Nacional los años 1959-1961. En estos espacios académicos comenzó a enseñar lo aprendido en sus estudios históricos en Francia y México.
Dicta la Cátedra Simón Bolívar en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, los años 1978-1979; inauguró e impartió la Cátedra Simón Bolívar en la Universidad de Colonia, República Federal Alemana, en 1984; profesor visitante de la Universidad de Florida, en Gainsville, febrero de 1985. Miembro del Buró del Comité Internacional encargado de la elaboración de la nueva edición de la Historia del Desarrollo Científico y Cultural de la Humanidad de la Unesco. Elaboró el documento base de conceptos, metodología y programa de trabajo para la Historia General de América Latina, también de la Unesco. Carrera Damas fundó, acompañado de los historiadores Manuel Caballero y Naudy Suárez Figueroa, el Diplomado en Historia de Venezuela Contemporánea auspiciado por la Fundación Rómulo Betancourt, la Universidad Pedagógica Experimental Libertador y la Universidad Católica Andrés Bello. Carrera Damas es Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela (2007) y de México (2013). Autor de más de 70 libros, entre ellos destacan: la compilación Historia de la Historiografía venezolana (1961) y las monografías históricas El Culto a Bolívar (1970), Una nación llamada Venezuela (1980), Formación histórico-social de Venezuela (1981) y Rómulo Histórico (2013). Como diplomático, desempeñó funciones de Embajador en México, Suiza, Colombia y República Checa.
Resalta en la trayectoria pública de Germán Carrera Damas su valor cívico (él lo llama responsabilidad social del historiador) y su coherencia académica al denunciar, a partir de 1999, el proceso de demolición de la República Liberal Democrática iniciado por la llamada “Revolución Bolivariana” encabezada por el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías y continuada por Nicolás Maduro Moros.
En síntesis, Germán Carrera Damas ha dedicado casi toda su vida a la comprensión científica de la historia de Venezuela y a su divulgación. Y a conocer los orígenes, evolución y crisis de la democracia representativa en Venezuela. Y a la valiente defensa de la República Liberal y Democrática.
La lucha por la igualdad y la libertad
Germán Carrera Damas plantea desde sus primeros libros que la lucha por la igualdad y la libertad en Venezuela se inicia durante el período colonial. Esta se agudiza a finales de siglo XVIII. Los blancos criollos, descendientes de los conquistadores españoles del siglo XVI, propietarios de tierras y esclavos, reclaman igualdad de condiciones con los funcionarios peninsulares que acaparan los altos cargos públicos. Los pardos aspiran igualarse con los blancos criollos. Y los esclavos exigen su libertad. La sociedad colonial se configuró como un sistema oligárquico y de castas cerrado que acumuló materiales combustibles que estallarían dadas las circunstancias. Durante la crisis de la sociedad colonial estas contradicciones se entrecruzan con la aspiración de las élites criollas radicalizadas por la autonomía, primero, y por la ruptura del nexo colonial, después (1). El interés primordial de la clase dominante que posee el poder social, es mantener la estructura de poder interno que el poder real hispánico ya no garantiza. Estas élites se incorporan al proceso no para hacer la revolución, sino para evitarla. Igualmente la disputa por la Independencia abarca a quienes aspiran mantener el orden monárquico y los que, por el contrario, se plantean la creación de la República. Venezolanos realistas y republicanos se exterminan entre sí y las clases populares azuzadas inicialmente por los leales al Rey arremeten contra la clase de los nobles. Posteriormente el sector republicano logra atraer a los sectores populares enarbolando sus reivindicaciones (2).
Después de la Independencia
Esa lucha se traslada a tiempos postindependentistas. La Independencia trastoca el orden establecido y se dan cambios profundos, medidos en el mediano y largo plazo: se establece la igualdad jurídica en una sociedad donde prevalecía una poderosa conciencia de desigualdad; abolición de la esclavitud (1854), transición del régimen monárquico al orden republicano, etc (3). La lucha independentista también se puede abordar como una lucha fundamentalmente contra la monarquía absoluta, una lucha contra el despotismo. Vista en el largo plazo, tenemos doscientos años luchando contra gobiernos arbitrarios y por establecer gobiernos de instituciones y leyes, gobiernos liberales, republicanos y democráticos. 200 años tratando de fundar el Poder Civil.
La República de Colombia
Otro aspecto importante, fundamental de estos años es la creación de la República de Colombia, liberal y moderna. Entre los años 1821 y 1827 funcionó este Estado (que no llegó a ser nación) con el objetivo básico de completar la ruptura del nexo colonial mediante una alianza de la Capitanía General de Venezuela, el Virreinato de la Nueva Granada y la Presidencia de Quito. De sus poderes públicos, en especial el poder legislativo, surgieron iniciativas avanzadas para construir un orden liberal, una burguesía y la apertura al sistema capitalista mundial. Estas políticas avanzadas fueron vistas con horror por las clases dirigentes venezolanas y por el rol subordinado a Bogotá que les asignaba la flamante unión. También argumentaron no estar representadas ni en el Congreso de Angostura de 1819, ni en el de Cúcuta de 1821, donde se crea la República de Colombia. Buena parte de Venezuela estaba bajo la dominación realista. Igualmente rechazaban los decretos colombianos de expulsión de realistas desafectos, pues, en Venezuela, habían regresado muchos de ellos a partir de la restauración del poder monárquico hispánico realizado por el General Pablo Morillo. El aporte de este sector era fundamental para recomponer la clase dominante destruida durante la fase bélica del proceso de ruptura del nexo colonial. Las formulaciones antiesclavistas del gobierno de Bogotá también incomodaron a las élites criollas venezolanas. Estas élites criollas nacionales invocaron la libertad, la igualdad y la fraternidad para enmascarar su principal interés: preservar la estructura de poder interna sustentada en un orden aristocrático, el mantenimiento de la esclavitud, una Religión de Estado y la persistencia de una estructura social basada en la discriminación racial (4). Era inevitable, pues, la separación de los venezolanos de la Colombia bolivariana (5).
Otro tema que surge al estudiar el período histórico iniciado desde 1810 en Venezuela es el relativo a la adopción de modelos políticos. Muchos mantuvieron la fidelidad a la institución monárquica absoluta; otros se adhirieron a alguna suerte de monarquía limitada o constitucional. Simón Bolívar, por su parte, intentó una suerte de sincretismo de instituciones antiguas y modernas buscando dar estabilidad a las nuevas naciones. Bolívar se mostraba partidario de una República centralista, presidencialista y censataria. En general, la mayoría adversó la Revolución Francesa por sus elementos de democracia tumultuaria y de destrucción violenta de las clases dirigentes del antiguo régimen, amén de la inestabilidad en que sumergió a la sociedad gala. Por el contrario, encontró muchas simpatías en las clases dirigentes criollas el idealizado modelo norteamericano republicano, liberal y federal. La organización descentralizada se asemejaba al funcionamiento de las provincias y Cabildos en el período hispánico. Y la Revolución estadounidense dejó intacta la institución de la esclavitud. Estados Unidos salió de sus guerras emancipadoras con una gran estabilidad política que hizo posible que se desplegarán las robustas energías del país. Se le atribuía ese vigor y esa prosperidad al modelo político imperante en la América del Norte. Para los efectos de la reconstrucción de la estructura de poder interno de la sociedad venezolana ese era el modelo apropiado. Cambios que permitieran la continuidad de una restablecida clase dominante sin impactos económicos y sociales “indeseables” (6).
En todo caso, a la ruptura del orden colonial y a la separación de Colombia, lo sucede en el Estado Soberano de Venezuela una gran anarquía, el trastocamiento de la estructura de poder interna. La dictadura colombiana de Bolívar de 1828-1830 y los primeros gobiernos venezolanos de Páez, el hombre fuerte, son intentos de refrenar la convulsión social. También se erige por esos años el estudiado por Germán Carrera Damas como El Culto a Bolívar (1969). Un culto legítimo del pueblo hacia su grande héroe se transformó en un culto para el pueblo. En un instrumento ideológico. El deterioro del país luego de las luchas emancipadoras condujo a una gran frustración, que se agrava en la medida que la sociedad no mejoraba, así pasaran los años. Entonces, mediante la historia patria y la historia nacional, las élites dirigentes arguyeron que no importaban los infortunios. Interesaba que alcanzamos la independencia y que como país brillamos ante el mundo durante la gloriosa época de la emancipación. Un mito unificador, una segunda religión, cuyo Dios es Simón Bolívar. Una construcción paralizante. Jamás seríamos tan grandes como los fuimos entre 1810 y 1821. Y tampoco ningún venezolano podría transgredir sus límites miserables. Grande sólo fue, es y será Simón Bolívar. Expiábamos con esta leyenda, también, el haber matado el padre, haber expulsado a Bolívar de la tierra que liberó. Entre la época de predominio del General José Antonio Páez y el tiempo de la hegemonía del General Antonio Guzmán Blanco se perfeccionó el culto. Facilitó la cohesión nacional de la que carecíamos. Esa es, en cierta forma, su justificación histórica (7). En todo caso el malestar persistía, la pobreza, la miseria, el despotismo, las guerras civiles y el desasosiego social. Ante esta dura realidad, hay liberales conservadores quienes consideran que restablecer la estructura de poder interna quebrantada en las guerras emancipadoras se debe realizar conservando lo más posible el orden del período hispánico. Entre estos actores políticos destacan grandes plumas, grandes escritores, Juan Vicente González, Fermín Toro y Cecilio Acosta. Otros, los liberales reformistas, representados, entre otros, por Tomás Lander y Antonio Leocadio Guzmán, por el contrario, sostienen que para restablecer la estructura de poder interna hay que incorporar al orden económico, político y social las reivindicaciones de los actores que luchan por la igualdad y la libertad y remozar la sociedad y el Estado (8).
Estas posiciones se confrontarán hasta que, luego de la guerra federal, triunfe el bando liberal reformista. La reformulación del proyecto nacional haciéndolo democrático se manifiesta con el General Juan Crisóstomo Falcón y el Decreto de Garantías de 1863 (9). Los poderes públicos se deben formar con la participación popular mediante el sufragio. Por lo pronto, se establece, como una suerte de transacción entre los proyectos y la realidad: la “República Liberal Autocrática”. Se intenta establecer un orden liberal con el prestigio del hombre fuerte, del caudillo. Se trata de sacar dinamismos, energías, del orden tradicional para avanzar, para progresar. Rápidamente, hacia los años cuarenta, era claro que esta perspectiva no estaba funcionando. Ante las resistencias de la realidad, quedó claro que los factores dinamizadores de la sociedad tendrían que venir del exterior. Población, capitales y tecnología. Entre estos jefes guerreros que consideraron urgente abrirse a la economía internacional, el más destacado es el General Antonio Guzmán Blanco. En él se funden el jefe guerrero y el universitario doctrinario. Éste se esfuerza en imponer condiciones para establecer un orden burgués. Un progreso a palos. Crear una burguesía y abrir a Venezuela al mercado capitalista mundial. Estas propuestas democráticas se adormecerán hasta el surgimiento de la primera República Liberal Democrática durante el trienio (1945-1948) (10).
El siglo XX y la Democracia
La democracia representativa requirió de la creación de condiciones nacionales e internacionales para surgir. Entre las condiciones internas, la consolidación del proyecto nacional durante el período 1870-1899 (se reunifica la clase dominante); el fin de las guerras civiles, del caudillismo y la creación de las primeras instituciones del Estado (el Ejército, la Hacienda Pública, la Cancillería). Esto se logró durante los gobiernos de la hegemonía andina. Con la explotación del petróleo venezolano se inicia la ansiada apertura al capitalismo internacional que no se había logrado alcanzar desde la época de la independencia. Pero no es el petróleo lo que permite la construcción de la democracia en Venezuela. Hay muchos países petroleros que no son democracias sino regímenes monárquicos o despóticos. La democracia nace en Venezuela de una profunda voluntad colectiva y en medio de una gran adversidad (11). Surgen nuevos grupos sociales (burguesía, clase media, clase obrera). La maduración de un proyecto democrático que llevarán adelante Rómulo Betancourt y sus seguidores. Esta figura histórica se nutre de las ideas de su época, formula un diagnóstico de la sociedad venezolana y, sobre todo, una propuesta viable para modernizar y democratizar la sociedad venezolana (12). Pero más allá de individualidades, la democracia en Venezuela ha consistido en una voluntad social. A pesar del predominio de los caudillos, de las dictaduras, estaba latente, insistimos, la esperanza de vivir en un orden liberal, republicano y democrático. Las circunstancias internacionales para ello las ofrece el programa de lucha de los aliados contra el eje nazifascista. Este se sustenta en la Carta de las Cuatro Libertades, escrita por Franklin Delano Roosevelt, el 6 de enero de 1941 y dirigida al Congreso de los Estados Unidos. Defiende el estadista norteamericano en este mensaje el derecho a las libertades de expresión, religiosa y la libertad de vivir sin penuria ni miedo. El 14 de agosto del mismo año en declaración conjunta de Roosevelt y Winston Churchill, Primer Ministro de Inglaterra, en documento conocido como la “Carta Atlántica”, queda registrada la idea, según la cual, nadie debe vivir asediado por el temor ni por la necesidad. Las naciones deben prescindir de la violencia para dirimir sus diferencias. Los pueblos deben regirse por sí mismos y escoger libremente la forma de gobierno bajo la cual aspiran vivir. Los países deben cooperar para que advenga el progreso y la prosperidad para todas las naciones. Esto indujo, según Germán Carrera Damas, a una democratización de los países que estaban defendiendo la causa aliada. Como parte de esa liberalización se comprende la gestión de Medina Angarita y el surgimiento de la República Liberal Democrática en Venezuela. En este contexto, la Junta Revolucionaria de Gobierno, presidida por Rómulo Betancourt, decreta el Estatuto Electoral de 1946 y el establecimiento del sufragio universal, directo y secreto. Con este documento y su cabal cumplimiento, concluye en Venezuela la República Liberal Autocrática, la Monarquía y el régimen oligárquico. Mujeres, analfabetas, se incorporan a la participación para formar los poderes públicos. Hay también una pedagogía de la política: los miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno que participaron en el golpe de Estado no se pueden postular a la suprema magistratura en las próximas elecciones que están previstas; igualmente se crean instancias para combatir el peculado; se dan grandes avances en educación y cultura; en calidad de vida para la población. Con el fin de la guerra mundial, el enemigo de los aliados pasa a ser el comunismo y esto debilita el apoyo a la República Liberal Democrática. Empero, la vivencia democrática fue tan intensa que los militares no pueden destruir el sufragio como base legítima del desempeño del poder. Y la dictadura se estrelló contra dos procesos electorales (1950 y 1957) gracias a los cuales surgieron agudas crisis. Se suceden diez años de dictadura militar desarrollista hasta que se restablece la democracia el 23 de enero de 1958. La Segunda República Liberal Democrática se muestra con grandes realizaciones económicas (Industrias Básicas, Reforma Agraria, reactivación de la ocupación del territorio, parque industrial avanzado, etc.), estabilización del sistema sociopolítico democrático con la Constitución de 1961, derrota del castrocomunismo y del militarismo tradicional, reducción del analfabetismo, etc. Rómulo Betancourt, por cierto, da ejemplo de ejercer una ética y una pedagogía política. Se comprometió a no ejercer más la presidencia de la República luego de su mandato constitucional de 1959-1964. Y a pesar de tentaciones y exhortaciones de sus partidarios no volvió a postularse para comicios presidenciales. Había que darle oportunidad a nuevos dirigentes, a nuevas voluntades, a nuevas propuestas programáticas. En el plano externo, regional latinoamericano, la democracia venezolana fue un factor de estabilidad, de lucha por el establecimiento de la libertad y de apoyo a países de América Central y el Caribe (Pacto de San José, aceptación de millones de migrantes de Colombia y otros países, etc). Si el siglo XIX fue un siglo de carencias, el siglo XX fue de grandes realizaciones para Venezuela (13).
Comienzan las dificultades
A pesar del optimismo betancuriano, la democracia venezolana, en algún momento, a mediados de los setenta del siglo XX, comenzó a verse entrabada: las demandas, las necesidades, se pusieron por encima de la capacidad de respuesta del Estado a los requerimientos sociales. El modelo económico le exige al régimen sociopolítico democrático aspiraciones socialistas en lo social y económico que no se han realizado en ninguna parte del mundo. El sistema económico es estatista, asistencialista, populista, rentista petrolero y no se cumplen las libertades económicas contempladas en la Constitución de 1961. La crisis económica y política imponen al Estado y la Sociedad un conjunto de reformas. Es digno hacer mención que un sector lúcido de la clase dirigente nacional, destacados intelectuales, se plantean, a mediados de los años ochenta, una reformulación, la tercera, del proyecto nacional democrático. Se crea el 17 de diciembre de 1984 la Comisión para la Reforma del Estado (Copre). De esta comisión presidencial surgirán varios proyectos trascendentales, que fueron discutidos con amplios sectores de la sociedad, como el de la descentralización, elecciones primarias en el seno de los partidos políticos, elección directa de gobernadores y de alcaldes, control de los representantes por la ciudadanía, uninominalidad, financiamiento de los partidos políticos, devolución a los poderes locales y regionales sus funciones y los recursos para llevarlas adelante, etc. Modernización del Estado y la Sociedad Democrática, esa era la propuesta (14). El proyecto se adelanta en algunos aspectos y en otros no. Y el país se va deteriorando en lo económico, político y social. Esto lo aprovechan los enemigos de la democracia representativa (militarismo tradicional y socialismo autocrático) para atacar, conspirar y destruir la República liberal Democrática. Lo hacen con una ideología de reemplazo, el bolivarianismo-militarista. Ante la derrota de los comunistas venezolanos en los años sesenta; ante la crisis mundial del socialismo, manifestada mediante la disolución de la URSS y del bloque comunista en Europa, militantes del socialismo autocrático y militares tradicionales sostienen que van a aplicar en Venezuela ante la crisis el programa inconcluso de Simón Bolívar, un ¡socialismo bolivariano! (15). Germán Carrera Damas invoca la responsabilidad social del historiador, el valor cívico, para denunciar la usurpación de la libertad y la democracia y la falsedad de la ideología de reemplazo. Lo que hemos presenciado a partir de 1998 —sostiene Carrera Damas— es el intento de demoler la República. Destruir la división e independencia de poderes, borrar la memoria sobre la vivencia de la democracia y restablecer alguna forma de autocracia. Esto último mediante la mediatización y la destrucción del sufragio popular como base de la formación y la legitimidad de la República Democrática. Carrera Damas observa que esta pretensión fracasará. La construcción de la República Liberal Democrática ha sido el objetivo primordial de la sociedad venezolana desde la formulación primera del proyecto nacional con la Constitución de 1811. Para los venezolanos la democracia no es algo que podemos imaginar. Para los venezolanos la democracia es un recuerdo porque la vivimos y la disfrutamos por varias décadas. Vivimos la democracia porque vivimos en libertad y prosperidad. Esto constituye la segunda reformulación del proyecto democrático con las experiencias de 1945-1948 y 1958-1998. Y este recuerdo nos mantiene firmes en la lucha. También existe un sistema internacional de defensa de los derechos humanos y las libertades que no es fácil vulnerar sin consecuencias. Cualquier retroceso temporal será un accidente. Carrera Damas ha vaticinado, en sus libros más recientes, que en las próximas décadas la sociedad venezolana no tendrá sólo un sistema sociopolítico democrático, un Estado democrático, sino que será la primera democracia representativa latinoamericana en ser completamente, plenamente, una sociedad democrática (16). Superaremos los atavismos monárquicos que prevalecen en nuestro inconsciente colectivo. La mentalidad de súbdito será reemplazada definitivamente por la conciencia de ciudadano. Los resabios de servidumbre y despotismo que subyacen en nuestra cultura política serán vencidos por la certeza de que la libertad y la prosperidad se viven es en la democracia (17). En Venezuela puede acontecer lo que sucedió en la República Checa, según vivencia que presenció Carrera Damas en su condición de Embajador en esa nación: aplastada por la dominación nazi, primero, y por la comunista, después, se encontraba pobre y atrasada. Era un país triste y gris. Al restablecerse la democracia retornaron a su patria —después de décadas— capitales, tecnología y población que había alcanzado una gran madurez en el ejercicio de la libertad y en las prácticas de una economía eficiente, en países material y políticamente más avanzados. Y esa nación y su hermosa capital, Praga, hoy resplandecen de libertad y prosperidad. La República Checa es hoy un país alegre y colorido. Ojala se repita en Venezuela lo acontecido en el hermoso país europeo. Y ese es el anhelo libertario de Germán Carrera Damas.
*Texto leído por el autor durante el homenaje que la Fundación Francisco Herrera Luque dedicó a Germán Carrera Damas el pasado 28 de mayo de 2020, en el que participaron, además, Alfredo Schael, Gustavo Velázquez y Luis Lauriño.
NOTAS
1. Germán Carrera Damas. La crisis de la sociedad colonial Venezolana. Caracas: Monte Ávila Editores, 1983, pp. 78-99.
2. Germán Carrera Damas. “Para un esquema sobre la participación de las clases populares en el movimiento nacional de Independencia, en Venezuela, a comienzos del siglo XIX” en: Historiografía marxista venezolana. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1967, pp. 70-99.
3. Germán Carrera Damas. “A propósito de las hipótesis de Charles C. Griffin. Cuestiones económico-sociales de la emancipación” en: Cuestiones de historiografía venezolana. Caracas: Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1964, pp. 122-125.
4. Germán Carrera Damas. “De nuevo sobre nuestra Revolución Francesa” en: Miranda, el extranjero. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2003, pp. 67-78.
5. Germán Carrera Damas. Colombia, 1821-1827. Aprender a edificar una república moderna liberal. Demolición selectiva de la Monarquía, instauración de la República y reanudación política de la disputa de la Independencia. Caracas: Fondo Editorial de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela-Academia Nacional de la Historia, 2010.
6. Germán Carrera Damas. “El modelo republicano, representativo y federal norteamericano y la formación del régimen republicano, representativo y liberal venezolano” en: Fundamentos históricos de la sociedad democrática venezolana. Caracas: Fondo Editorial de Humanidades, Universidad Central de Venezuela, 2002, pp. 87-107.
7. Germán Carrera Damas. El Culto a Bolívar: esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1969, 303 p.
8. Germán Carrera Damas. “Estructura de poder interna y proyecto nacional inmediatamente después de la Independencia. El caso de Venezuela” en: Venezuela: proyecto nacional y poder social. Barcelona, España: Editorial Crítica, 1986, pp. 73-110.
9. Germán Carrera Damas. Formulación definitiva del proyecto nacional: 1870-1900. Caracas: Lagoven, 1988, 129 p.
10. Germán Carrera Damas. La Primera República Liberal Democrática 1945-1948. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 2008, pp. 5-12.
11. Germán Carrera Damas. Petróleo, modernidad y democracia. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt, 2006, pp. 13-26.
12. Germán Carrera Damas. Rómulo Histórico. Caracas: Editorial ALFA, 2013, 678 p.
13. Germán Carrera Damas. Visiones de un siglo. Barquisimeto, Estado Lara, Venezuela: Seminario Anual del Grupo Jirahara, 2000, 16 p. y Germán Carrera Damas. El siglo XX venezolano. Hombres e instituciones. Caracas: Comisión Presidencial V Centenario de Venezuela, 1999, 30 p.
14. Germán Carrera Damas. “La reformulación del proyecto nacional venezolano en perspectiva histórica” en: La disputa de la Independencia y otras peripecias del método crítico en historia ayer y hoy. Caracas: editorial GE, 1995, pp. 154-191.
15. Germán Carrera Damas. El bolivarismo-militarismo: una ideología de reemplazo. Caracas: Editorial Alfa, 2011, 210 p.
16. Germán Carrera Damas. Recordar la democracia. (Mensajes históricos y otros textos). Caracas: Editorial Ala de Cuervo, 2006 y del mismo autor El asedio inútil. (Conversación con el historiador Germán Carrera Damas. Hugo Chávez contra la Historia) Ramón Hernández, entrevistador. Caracas: Editorial Libros Marcados, 2009 y En defensa de la República. Caracas: Libros de El Nacional, 2013.
17. Germán Carrera Damas. “La larga marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia: doscientos años de esfuerzos y un balance alentador” en: Comprensión de nuestra democracia (40 años de historia venezolana). Caracas: Fondo Editorial 60 años de la Contraloría General de la República, 1998, pp. 1-87. Carrera Damas, Germán. “Venezuela en el último medio siglo: la formación de una sociedad democrática” en: Fundamentos históricos de la sociedad democrática venezolana. Caracas: Fondo Editorial de Humanidades, Universidad Central de Venezuela, 2002, pp. 39-58.