Papel Literario

La invisible mano invisible

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Por NASLY USTÁRIZ F.

Ante la enorme dificultad de definir un clásico se han dicho muchas cosas, quizá una de las más curiosas resulte aquella que propone que clásico es aquel libro que no necesita haber sido leído para conocerlo. Ítalo Calvino, en su conocido ensayo Por qué leer a los clásicos (1993), se hacía, quizá, eco de esta máxima, advirtiendo que clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir, que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.

Es posible que eso sea lo que ha pasado con la obra del célebre sabio Adam Smith. Muchos lo nombran y hasta demonizan a este escocés nacido en Kirkcaldy, en alguna fecha de 1723, sin probablemente haber leído jamás su obra clásica y celebérrima, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776), que la mayoría de los que lo citan han reducido, sencillamente, a La riqueza de las naciones.

Lector incansable, al salir de Oxford, donde asistió gracias a una beca, dictó un ciclo de conferencias, de las cuales sólo han quedado para la posteridad los apuntes de dos estudiantes. Es, a no dudarlo, uno de los más célebres representantes de la Ilustración Escocesa. Profesor de Lógica en la Universidad de Glasgow, para posteriormente pasar a impartir la asignatura de Filosofía Moral, con tanto éxito que el mismo Mario Vargas Llosa ha reseñado al escribir su biografía intelectual (1) que fueron escuchadas por estudiantes de distintos lugares del Reino Unido y de Europa.

Asimismo cuenta el escritor peruano que a su típica imagen de sabio distraído, al que más de una vez se encontró vagando por las afueras de su ciudad, muy lejos de casa, le hubiera sorprendido enormemente ser hoy en día considerado como el padre de la Economía. Vargas Llosa también afirma que él siempre se consideró un filósofo moral, un apasionado de las ciencias y de las letras, y, así como los demás intelectuales escoceses de su generación, un incansable investigador de los sistemas que mantenían el orden natural y social. En suma, un apóstol de que la razón, más que la religión, era el medio idóneo para llegar a comprenderlos y tratar de explicarlos. Su búsqueda incansable era intentar entender de dónde provenía aquello que nos mantenía unidos y estables en una organización como la sociedad, cuando, en realidad éramos seres egoístas y poco solidarios. Vivió siempre intrigado ante la idea de que la historia de la civilización discurría sobre una base evolutiva coherente, intentando explicar y explicar el progreso y la prosperidad de algunos pueblos, mientras que otros sólo conocían el estancamiento y la barbarie.

El primer libro que le publicaron fue La teoría de los sentimientos morales (1759) y justamente allí vertió sus reflexiones sobre eso que logra mantener unida a una sociedad pese a la implacable diversidad. Smith denomina simpatía a esa inclinación natural hacia el otro que, junto a la imaginación, nos acerca y logra imponerse sobre nuestras pasiones e instintos más crudos, esos que nos distancian. Expone en este magnífico libro una visión optimista de la humanidad, en el que trató de explicar lo que subyace en el fondo de las relaciones humanas, esa cohesión social que permite que la sociedad siga adelante sin autodestruirse.

Pero fue La riqueza de las naciones, cuya primera edición tardó seis meses en agotarse, la obra que recibió desde el principio los más elogiosos comentarios, incluida la opinión de otro titán de la Ilustración Escocesa, como David Hume, su gran amigo, para quien ese intrincado libro lo llevaría a la posteridad conquistando para Smith a legiones de lectores en el futuro. No se equivocó Hume, pero en cambio, Adam Smith nunca pudo siquiera vislumbrar la difusión y relevancia que su obra llegaría a alcanzar en todo el mundo. En un artículo publicado en La Nación (2017), Vargas Llosa sostiene que Smith “fue el primero en explicar a los seres humanos por qué y cómo opera el sistema que nos sacó de las cavernas y nos fue haciendo progresar en todos los campos —salvo, ay, el de la moral— hasta conquistar el fondo de la materia y llegar a las estrellas”.

Es un sistema complejo y simple a la vez, fundado en la libertad humana que convierte el propio interés en virtud social, y que curiosamente, sólo se menciona una vez en el célebre y voluminoso libro de más de 900 páginas, pese a que quizá sea una de las metáforas más difundidas, a la vez que incomprendidas de toda la historia de la ciencia económica y que postula que: “No obtenemos los alimentos de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero, sino de su preocupación por su propio interés. No nos dirigimos a sus sentimientos humanitarios, sino a su egoísmo, y nunca hablamos de nuestras necesidades, sino de sus propias ventajas”.

Su pensamiento revolucionó el conjunto de las ciencias sociales postulando la enorme importancia de la propiedad privada y de la división del trabajo, así como de la competencia en el marco de un mercado libre sin excesivos controles o trabas como los verdaderos impulsores del progreso y el bienestar. Concluyo esta breve reseña aludiendo a la que constituía la preocupación capital del escocés y que ha sido puesta de relieve por el premio nobel de la Escuela Austríaca de Economía Friedrich Hayek, así:

“El punto principal sobre el que hay pocas dudas es que la principal preocupación de Smith no era tanto lo que el hombre podría lograr ocasionalmente cuando estaba en su mejor momento, sino que debería tener la menor oportunidad posible de hacer daño en su peor momento. Difícilmente sería exagerado afirmar que el principal mérito del individualismo que él y sus contemporáneos defendieron es que es un sistema bajo el cual los hombres malos pueden hacer menos daño. Es un sistema social que no depende para su funcionamiento de que encontremos buenos hombres para dirigirlo, o de que todos los hombres se vuelvan mejores de lo que son ahora, sino que hace uso de los hombres en toda su variedad y complejidad, a veces buenos y a veces malos, a veces inteligentes y, más a menudo, estúpidos (1948) (2).

Referencias

1 La llamada de la tribu. Alfaguara, 2018.

2 Citado por BOETTKE, Peter J. y LOPEZ, Edward J. Economía Austríaca y Elección Pública.