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La Biblioteca Popular Venezolana y las colecciones

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“Esta Biblioteca Popular Venezolana, a pesar de su humilde precio y factura, fue muy meritoria por la calidad de su selección y su duración. Estuvo dirigida por el Ministerio de Educación y el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (Inciba), bajo unos diez presidentes de la República”

Por IGNACIO ALVARADO

A todos nos gustan las listas de libros, de los mejores y más leídos, clásicos o contemporáneos, más vendidos u olvidados. Queremos saber qué es lo que vale la pena saber y a quién conocer. De allí la popularidad de las colecciones de autores u obras que de vez en cuando conseguimos en periódicos y revistas.

Cada disciplina tiene sus listas y las hay con pretensiones globales como la Biblioteca Mundial de los 100 mejores libros según 100 escritores del Club del Libro Noruego. Hay clásicos dedicados a listar selecciones de obras o autores como las colecciones biográficas de vidas de Plutarco y de Vasari o listados canónicos como el occidental de Bloom y muchos otros. Por lo tanto, no extrañan los esfuerzos editoriales por sacar a la luz colecciones entre las cuales las de “los mejores” son las más populares. Así, de las más conocidas por su prestigio y calidad está la centenaria y muy lujosa Biblioteca de la Pléiade en Francia, la inglesa Oxford World’s Classics y las norteamericanas Everyman’s Library y Library of America, que son algunas de las mejores en calidad del mundo anglosajón. Los clásicos castellanos de Espasa-Calpe y las extensas colecciones de la Editorial Cátedra son buenos ejemplos españoles.

De Latinoamérica también han salido varias iniciativas editoriales notables. Dos de largo aliento fueron la inmensa y muy variada colección Austral, argentina-española, que sumó más de 1.600 títulos, y las ediciones definitivas de Archivo patrocinadas por la Unesco. Venezuela tiene el honor de haber creado dos colecciones notables, la Biblioteca Ayacucho, que no necesita presentación, y la Biblioteca Popular Venezolana, que comentaré a continuación.

Iniciativa pionera en Venezuela

Esta Biblioteca Popular Venezolana, a pesar de su humilde precio y factura, fue muy meritoria por la calidad de su selección y su duración. Estuvo dirigida por el Ministerio de Educación y el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (Inciba), bajo unos diez presidentes de la república.

Nace en 1945 de la mano de Mariano Picón Salas, con el objetivo de editar obras venezolanas que constituyan un claro panorama de nuestra cultura “al alcance de las más reducidas posibilidades económicas”.

Durante un cuarto de siglo y hasta 1969, se editaron 124 títulos en un formato similar, que varió de acuerdo a las distintas imprentas, pero siempre con la medida de 15 x 18 cm (lo que entre los impresores se denomina octavo).

Muchos de sus libros fueron entregados sin costo. Los que no, se vendían a medio bolívar. Los primeros 19 volúmenes se produjeron en la imprenta Balmes, en el pueblito Rauch, de la provincia de Buenos Aires. Del 20 al 35 salieron de la Imprenta Nacional. Del 36 en adelante se imprimen en varios lugares en Argentina y España: Edime, Editorial Nueva Cadiz, Guadarrama, Imprenta López. Hasta el 105 se imprimen bajo la Dirección de Cultura y Bellas Artes. A partir de allí, 1966, el Inciba se hizo cargo y se imprimen en nuestro país, en empresas como Cromotip, Arte y Venegráfica.

Que apenas haya cinco mujeres —Teresa de la Parra, Jeanne De Tallenay, Isabel Aretz, Ida Gramcko y Lucila Velásquez— dice mucho de la época y de la edad de la colección. Por cierto, De Tallenay y Ulrich Leo son los únicos extranjeros de la colección, pues Aretz al menos fue nacionalizada.

Unos 60 son de nombres consagrados, una veintena son personalidades más o menos conocidas. Hay una docena de antólogos, biógrafos o autores varios. Hay otra docena curiosa de nombres muy poco conocidos. ¿Cuántos de ustedes conocen la obra de Martiniano Bracho, Andrés Mariño Palacio, José Tadeo Arreaza Calatrava, Ángel Miguel Queremel, Hernando Track, José Antonio Escalona Escalona, Rafael Yepes, Jesús Rosas Marcano o del poeta Luis Castro?

La colección es claramente literaria a pesar del deseo de dar un panorama global de nuestra cultura; hay poco o nada de ciencias sociales —ni hablar de las ciencias naturales— tecnología o comercio, lo cual se entiende dada la escasez de estos temas en nuestro país.

Tampoco hay nada de política ni economía a pesar de la amplia producción de obras especialmente en el siglo XX. Nada de arte o música, lo cual llama la atención. Nada de religión aunque este es prácticamente el único tema en la colonia, larga etapa de nuestra historia que apenas aparece en la antología de Morón.

Como esta es una reseña de una colección, creo que vale la pena listar los títulos editados. Inicialmente se trató de separar todo en tres series: novelas y cuentos, historia y biografía y, finalmente, antologías y selecciones. Luego ya no se diferenciaron las categorías pero podemos agruparlas así:

-19 tomos de cuentos o material folklórico de Julián Padrón, Antonio Arráiz, José Eustaquio Machado, Rafael Olivares Figueroa, Pedro Emilio Coll, Manuel Felipe Rugeles, Eduardo Carreño, Julio Garmendia, Tulio Febres Cordero, Guillermo Meneses, Miguel Cardona, Isabel Aretz, Arturo Croce, José Rafael Pocaterra y Oscar Sambrano Urdaneta.

-17 novelas: Las memorias de Mamá Blanca, Peregrina, Memorias de un vividor, Las lanzas coloradas, El mestizo José Vargas, Cubagua, En este país, Peonía, El Sargento Felipe, Anaida, Cumboto, Fiebre, La Selva, una selección de Julio Rosales y tres de Gallegos: Cantaclaro, Pobre negro y Doña Bárbara.

-28 tomos de poesía: una mitad de autores muy conocidos, como José Antonio Pérez Bonalde, Enriqueta Arvelo Larriva,  José Antonio Armas Chitty, Job Pim,  Fernando Paz Castillo, Luis Beltrán Guerrero, Vicente Gerbasi, José Antonio Ramos Sucre, Juan Liscano, José Ramón Medina, Aquiles Nazoa, Lucila Velásquez, Luis Pastori, Benito Raúl Losada y Antonio Arráiz.

La otra mitad son nombres que apostaría a que la mayoría de los menores de 50 años no conocen: Antonio Spinetti Dini, Luis Barrios Cruz, José Manuel González, Pablo Rojas Guardia, Pedro Pablo Paredes, Martiniano Bracho Sierra, José Tadeo Arreaza Calatrava, Ángel Miguel Queremel, Jesús Rosas Marcano, José Antonio Escalona-Escalona, Francisco Salazar Martínez y Luis Castro.

-24 ensayistas entre los cuales, de nuevo, algunos vigentes o recordados como Mariano Picón Salas, Arturo Uslar Pietri, Augusto Mijares y Fernando Paz Castillo, pero la mayoría oscuros u olvidados como Ismael Puerta, Felipe Massiani, Héctor Villalobos, Félix Núñez, Oscar Rojas, Claudio Vivas, Héctor Cuenca, Leo Ulrich, Cipriano Heredia o Rafael Yepes.

-23 títulos de variados historiadores.

-12 biografías y apenas una pieza de teatro (de Ida Gramcko).

Monte Ávila Editores, desde su comienzo, imitó a la Biblioteca Popular Venezolana con la Biblioteca Popular Eldorado, 101 libros de menor calidad en la encuadernación y más ecléctica en la selección.

Aparecen aquí apellidos “nuevos”: Pedro Berroeta, José Balza, Ángel Rosenblat, Eduardo Liendo, Domingo Miliani, Juan Ángel Mogollón, Gustavo Díaz Solís, Levy Rossell, Oswaldo Trejo, Mariela Álvarez, Salvador Garmendia, Adriano González León, José Rafael Heredia, Renato Rodríguez, Antonia Palacios, Alfredo Armas Alfonzo y Jesús Semprún.

En 2005, la nueva Monte Ávila presentó la Biblioteca Básica de Autores Venezolanos con medio centenar de títulos (tirajes de 35 mil ejemplares), queriendo rescatar la Biblioteca Popular Venezolana y dirigiéndose principalmente a jóvenes.

Aquí aparecieron Francisco Massiani, Víctor Bravo, Víctor Valera Mora, Denzil Romero, Aníbal Nazoa, Sáel Ibáñez, Antonieta Madrid, Laura Antillano, Juan Calzadilla, Rodolfo Santana, Ana Enriqueta Terán, Gustavo Pereira, Pálmenes Yarza, Ramón Palomares, Eduardo Liendo y —no podía faltar pues es una obligación para cualquier iniciativa estatal— algo de Simón Bolívar, Francisco de Miranda y Simón Rodríguez. Este detalle, algo incongruente y anacrónico, dice mucho de nosotros.

Un buen ejercicio es intentar hacer nuestra lista personal o buscar cuáles nombres que tacharíamos y ver cuáles agregaríamos a las listas precedentes. Estoy seguro de que hay muy poco que cambiar al listado de la Biblioteca Popular Venezolana y de Monte Ávila Editores, aparte —claro está— de los escritores posteriores. Algunas de las preguntas interesantes que deberíamos contestar son aquellas relacionadas con la cronología: ¿no incluiríamos nada (o casi) del siglo XIX? ¿Nada de los 300 años de la etapa colonia? Y sobre el contenido: ¿sólo incluiremos obras literarias? ¿Mantendremos la abrumadora mayoría de novelas y relatos?

Creo que no falta ningún intelectual que haya marcado huella, salvo los más recientes como los fallecidos Manuel Caballero, José Ignacio Cabrujas e Ibsen Martínez, y muchos en plena producción.

Cada cual debería hacerse su lista de imprescindibles como lo hizo varias veces Jesús Sanoja Hernández, culto como pocos y quien en su listado de 50 imprescindibles incluyó autores populares como Francisco Herrera Luque y no literarios como Alfredo Boulton o Carlos Raúl Villanueva. Tuvo Sanoja amplitud para incluir historiadores, verbigracia José Gumilla, Oviedo y Baños y José Antonio Gil Fortoul; políticos como Fermín Toro, Alberto Adriani y Rómulo Betancourt; José Antonio Calcaño como músico, españoles como Juan de Castellanos, el mismísimo Cristóbal Colón, al igual que otro paisano nacionalizado, Juan Nuño.

Fue capaz Sanoja de incluir cuatro representantes de la ciencia: Alexander von Humboldt, Henri Pittier, Agustín Codazzi y Luis Razetti. Estos dos ejemplos, los extranjeros y la ciencia, muestran algunas de las dificultades de la elaboración de cualquier lista de los mejores o más importantes representantes de la cultura de Venezuela. Sin duda los responsables de la Biblioteca Popular Venezolana, en sus distintas épocas, lo hicieron muy bien.