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La autobiografía de un primer ministro

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Por RICARDO BELLO TOLEDO

La importancia de la familia no puede subestimarse en un judío. Benjamin Netanyahu o Bibi, como se le conoce, electo primer ministro de Israel en las elecciones del pasado 1 de noviembre, no es una excepción. Su padre, Benzion Netanyahu, fue el más serio historiador del mundo sefardita español y autor de una obra voluminosa y controvertida, entre la cual destaca Los orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV, editor además de la Enciclopedia Hebrea y dirigente sionista mundial, discípulo de Zeev Jabotinsky, mentor de Menachem Beguín, primer ministro de Israel en 1977, el artífice del Acuerdo de paz firmado con Anwar el-Sadat. Pero también debemos señalar que el otro mentor del padre de Bibi fue Joseph Klausner, autor de varios libros sobre el origen del cristianismo y tío del narrador israelí más conocido del siglo XX, Amos Oz. Todas personalidades destacadas en su entorno profesional que suben el horizonte de expectativas de lo que cualquier persona en tal círculo familiar decida hacer con su vida. Sin mencionar que el hermano mayor de Bibi fue Yonatan Netanyahu, el comandante de las fuerzas especiales israelíes que rescató a los pasajeros del avión de Air France secuestrado por terroristas alemanes y palestinos en 1976 y desviado a Entebbe. Jonatan falleció ese mismo día por los disparos recibidos en la misión de rescate. Bibi siguió los pasos de su hermano, y como todo israelí hizo su servicio militar y fue aceptado en la Escuela de Oficiales de la Sayeret Matkal, la unidad de comandos élite del Ejército israelí. Su formación académica fue destacada, vivió de niño en Philadelphia, en los Estados Unidos, con su familia y, después de sus años en el Ejército, regresó a Boston, donde terminó sus estudios de Arquitectura. Luego se graduó con honores en la Sloan Schoolof Management del Massachusetts Institute of Technology y trabajó varios años en una de las más importantes empresas de consultoría empresarial de New England, forjando amistades con futuros líderes políticos norteamericanos. Regresa a Israel, trabaja unos años en el sector privado y comienza su vida política en 1982, al ser nombrado jefe de Misión de la Embajada de Israel en Washington a los 33 años de edad.

La autobiografía de Benjamin Netanyahu, titulada Bibi: My Story, salió publicada a mediados de octubre, dos semanas antes de las últimas elecciones, y aunque parezca que la fecha de publicación no haya sido intencional, pues aprovechó el tiempo que pasó en la oposición en 2020, libre de las responsabilidades de gobierno, para escribirla, es indudable que logró un efecto en el electorado de su país. Las autobiografías de los dirigentes políticos israelíes son profusas. Golda Meier, la primera mujer jefe de Gobierno en 1971, escribió la suya; cuenta su emigración de Kiev, entonces parte del Imperio Ruso, a los Estados Unidos y luego en 1921 a un kibbutz en Israel para empezar a subir en la jerarquía del partido político de David Ben-Gurion. Menachem Begin también escribió una: The Revolt, que relata la lucha insurreccional contra los ingleses antes de la Declaración de Independencia en 1948. Moshe Dayan, Abba Eban, Ariel Sharon, casi todos los dirigentes fundamentales han escrito su versión de la historia, contribuyendo a la intensidad de la vida política israelí, una sociedad politizada como pocas en el mundo occidental. El libro de Bibi parece haber sido escrito más bien para el amplio mercado norteamericano de biografías políticas: la primera edición salió en inglés y casi simultáneamente la traducción al hebreo. El libro tiene más de publicidad que el de Golda Meier, por ejemplo, más humana al recordar sus errores políticos (la Guerra del Yom Kippur) y sus debilidades personales, pero el de Bibi sigue siendo interesante, como casi toda buena interpretación del punto de vista israelí realizada por líderes con experiencia política.

A veces el libro raya en la autocomplacencia, pero los logros de sus gobiernos anteriores son innegables. El más importante fue comenzar una verdadera revolución económica cuando era ministro de Finanzas durante el gobierno de Ariel Sharon. Su objetivo siempre fue transformar a Israel en una economía de mercado, privatizando bancos, compañías aéreas, de telecomunicaciones y muchos otras en manos del Estado, creado en 1949 bajo una línea socialista. En el 2003 el sector público era responsable de más del 50% del PIB nacional, uno de los más altos del mundo desarrollado, y aplastaba al sector privado con impuestos altísimos. El camino al crecimiento económico y a la reducción del déficit fiscal pasaba por reducir el peso del sector público, fortalecer el privado y eliminar las barreras a la competencia empresarial. Tenía fuertes enemigos internos, empezando por la poderosa Histadrut (la Federación General de Trabajadores de Israel) que paralizó el país durante semanas pidiendo su dimisión e intentando mantener el control sobre las pensiones de los jubilados. Bibi subió la edad del retiro, lo mismo que quiere hacer Macron en Francia y no ha podido lograr, y entregó el manejo de los fondos a profesionales de las finanzas. Modernizó la infraestructura de transporte en el país, permitiendo que mucha gente abandonara las ciudades, donde el precio de las viviendas era mucho más caro, y pudieran mudarse al interior. Y liberó todas las restricciones para el flujo de divisas al exterior, lo que permitió a las empresas israelís acceder al mercado internacional y desarrollar suficiente músculo financiero para soportar la segunda Intifada y la caída del Indice Nasdaq en 2002. Mucho se ha escrito sobre la transformación de la economía israelí a partir de su mandato, al punto que poco después Israel se transformó en el tercer país con más empresas registradas en el Nasdaq, logrando obtener la calificación de riesgo AA por parte de S&P, sólo alcanzada por otros 14 países. Francia y Corea del Sur la tienen, por ejemplo, pero España no.

El problema palestino era complicado, todavía lo es, y lo intentó abordar de una manera diferente. Consciente de que los países árabes no aceptaron en 1947 los linderos del Estado palestino propuestos por la ONU, pensó en otra forma de fortalecer la seguridad de su país. Primero analiza lo ocurrido en septiembre del 2000, cuando Ehud Barak, entonces primer ministro, le ofreció a Yaser Arafat el 92% de toda Judea y Samaria para el Estado palestino, oferta que subió luego al 96% del territorio, y a Jerusalén este como su capital. Arafat no aceptó la oferta, uno de sus peores errores, y desató poco después la segunda Intifada. Bibi se propuso entonces cuatro tareas fundamentales: anular el Acuerdo con Irán firmado por el presidente Obama, que Trump deshizo, luego de conocer los resultados de la misión encubierta del Mossad que sacó de Irán el secreto mejor guardado del país: 55.000 páginas y 183 CD´s con toda la información sobre el enriquecimiento de uraniorealizado; lograr que los Estados Unidos reconocieran a Jerusalén como capital de Israel, así como la soberanía sobre las Alturas del Golán y, algo más importante, a su juicio, que consumar una negociación directa con los palestinos, a saber, alcanzar acuerdos de paz con los países árabes más importantes de la región y convertirlos en aliados a la hora de cualquier negociación con la Autoridad Palestina. Comenzaron entonces los acuerdos de normalización con los Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos, además de las ya iniciadas anteriormente, Egipto, Jordania y ahora más recientemente, el Líbano, bajo el gobierno del primer ministro saliente, Yair Lapid.

Nos hubiera gustado que Netanyahu hablara más de sus lecturas, de sus influencias intelectuales. Apenas menciona una novela sobre la guerra cibernética, recomendada por un amigo, exoficial de las Fuerzas Armadas israelíes, pero sin decir el título. Me imagino que es Ghost Fleet: A Novel ofthe Next WorldWar de P.W. Singer y August Cole, pero no estoy seguro. Y los libros de Will Durant sobre la historia de las civilizaciones, que le permitieron hacer contactos con dirigentes extranjeros, lectores asiduos también del filósofo e historiador norteamericano. Las novelas siempre ofrecen perspectivas nuevas para entender el presente y no solamente desde el punto de vista tecnológico, como lo puede atestiguar el MIT con la ficción de William Gibson, sino para enfocar y mejorar nuestra capacidad de análisis social.

Obviamente nadie queda mal con su conciencia y Bibi no es una excepción, nunca dirá algo malo sobre sí mismo. El periodista israelí Ben Caspit publicó hace unos años el libro The Netanyahu Years que ofrece otro ángulo interesante. De acuerdo con Caspit, Bibi es por definición un republicano clásico, tanto en valores como en su visión del mundo. De haberse quedado en los Estados Unidos y de no haber renunciado a su nacionalidad norteamericana al comenzar a trabajar en la Embajada de su país en Nueva York, nacionalidad que obtuvo por los años de su infancia en Philadelphia, seguramente hubiera sido un político republicano exitoso. Por eso se llevó tan bien como Trump y tan mal con Obama.  Netanyahu sería algo así como la gran esperanza blanca de la derecha israelí, un Neocón del Medio Oriente, dueño de una gran ambición de poder y una voluntad única para alcanzarlo. Buen orador y capaz de debatir con los mejores, al punto de convertirse desde joven en el portavoz del gobierno israelí, debatiendo frente a las cámaras de televisión y sin esfuerzos con interlocutores más experimentados como Edward Said, vocero del campo palestino. Clinton, exasperado, supuestamente exclamó al terminar una reunión con Bibi: “Who the fuck does he think he is? Who´s the fucking super power here? Su reto más importante será minimizar el poder de los ultranacionalistas religiosos, representados por Itamar Ben-Gviry sus posiciones extremistas, que le han hecho enfrentar cargos de racismo contra los árabes. Y más difícil aún le será escogeral ministro de Defensa, no sólo porque esa persona tendrá a su disposición las mayores agencias de Inteligencia del Estado, sino porque controlará también las muy lucrativas industrias de armamento y las millonarias licencias de exportación de sus productos.

Es de esperarse mayor oposición de los grupos islámicos más radicales que hacen vida en la Franja Occidental y una creciente ola de atentados, otra verdadera epidemia de crímenes políticos contra los que tendrá que lidiar el nuevo Knesset o Congreso con mayor presencia de la derecha en toda la historia del país. Pero así como algunos llegan a la locura de pensarque cualquier apoyo a la causa palestina es equivalente al antisemitismo, lo mismo puede decirse de los que se niegan a reconocer los problemas de seguridad y la propia existencia del Estado de Israel, sin hundirse en un antisemitismo real.

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