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La Asociación Cultural Humboldt desde mi mirada

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Por ALICIA PONTE-SUCRE

El 22 de junio de 2019, la Asociación Cultural Humboldt cumplió 70 años de fundada, siempre desempeñando de forma exitosa su misión y visión al promover el intercambio de cultura entre Alemania y Venezuela.  Apenas unos meses después, en marzo 2020, debió cerrar sus puertas debido a la situación de pandemia. A lo largo de los meses sucesivos la asociación comprendió que debía reinventarse y así fue: al igual que en sus inicios, comenzó a conquistar espacios, esta vez virtuales para seguir su programación cultural.

Pero, ¿qué es la Asociación Cultural Humboldt (ACH)?. Para definirla hay que comenzar por sus orígenes en 1949 y mencionar a sus fundadores, Dr. José Ignacio Baldó y Dr. Rudolf Jaffé, ambos médicos. Estos dos personajes, junto con otros venezolanos y alemanes residenciados en el país fueron los creadores de esta hermosa institución.

Baldó, venezolano educado en Alemania, y Jaffé, quien llegó desde Alemania a Venezuela escapando de una situación al límite, fueron personas “que trascendieron los límites de sí mismos y cultivaron mundos más allá de su profesión”. Ambos eran apasionados por la diversidad y la pluralidad como factores para mantener lo que se denomina en medicina la homeostasis. Esta es una propiedad de los organismos vivos, una palabra si queremos mágica por el significado que encierra. La homeóstasis nos habla de la capacidad de mantener la estabilidad interna compensando los cambios del entorno mediante un intercambio regulado con el medio externo o ajeno.

La ACH es de hecho un organismo vivo. Es una institución cuyo intercambio con el medio externo implica trascender, simultáneamente mantener su estabilidad y adicionalmente romper paradigmas para adaptarse a los retos culturales que la rodean. Sus labores fundamentales, al menos desde mi mirada, consisten en creer y preservar la diversidad y la pluralidad de las artes y las ciencias —consideradas como un bien intangible de la humanidad—, y luchar por la magia de ofrecer a todos esa cultura para así consolidar el balance que debe prevalecer siempre entre individuos y saberes, expresados en forma de cultura. Los fundadores de la Asociación Cultural Humboldt, como ya mencioné, fueron médicos y se lee en los cuadernos que la ACH ha publicado sobre ellos que luego de la fundación se ofrecían de forma reiterada conciertos, teatro, tertulias y charlas científicas.

¿Y cómo llego yo a la Asociación Cultural Humboldt? ¿Qué me hizo interesarme en esa cultura y acercarme a este nicho caraqueño? Para ello debo remontarme a mi infancia, cuando aprendí de mi padre, Guillermo Ponte Rodríguez, a amar la cultura. Hay historias que narran que Otón I, emperador del sacro imperio Romano-Germánico, quien en el siglo X otorgó a la familia Ponte el privilegio de llamarse “Ottones”. Mi esposo, Horacio Vanegas Fischbach, en tono jocoso confirma de esta forma que sí tengo ancestros alemanes.

De su mano, de Horacio, ya adulta, aprendí aún más de cultura, música, arte, etc. Y además a amar la cultura alemana. Horacio tiene ascendentes muy cercanos en la cultura alemana. De hecho, su abuelo materno nació en Wuppertal. Horacio lleva lo alemán en su alma. Fue presidente de la ACH durante dos períodos, cada uno de dos años. Fue quien me llevó a la ACH. Así que ser miembro primero de la Junta Directiva de la asociación, luego presidente de la misma, y seguidamente coordinador del Consejo Consultivo, fue algo que se dio de forma natural. Pertenecer a la asociación ha sido un capítulo muy querido de mi historia, una experiencia enriquecedora que me mantiene activa en la misión de la importancia de la difusión de la cultura y la interacción entre las culturas de ambos países. Además, es un honor ser la segunda presidente de la ACH, luego de mi querida profesora de literatura Luisa Veracochea de Castillo.

Setenta y dos años es mucho tiempo para una institución en Venezuela y la ACH los exhibe como un hermoso galardón. Siempre es valioso ver en retrospectiva cómo puede contabilizarse el saldo de lo vivido y aportado, en este caso durante esos 72 años. Podríamos enumerar, por ejemplo, cuántos conciertos, charlas, exposiciones, visitas, etc, se han llevado a cabo en la asociación y allí entonces tendríamos un saldo contable de la actividad de la institución. Ese es un número muy importante que muestra al mundo venezolano y global datos concretos. Pero desde mi mirada hay un saldo muy valioso y que se asocia al concepto de cultura, que es al que quiero referirme.

Desde su fundación, la asociación comenzó a escudriñar espacios y resquicios y apoderarse de la curiosidad de los caraqueños, quienes comenzaron a explorar la cultura alemana desde la perspectiva de la ACH y aprendieran a amarla. Un gran acierto fue el nombre dado a la misma, Asociación Cultural Humboldt, debido a la admiración generalizada que el venezolano tiene por este personaje y su ideología y el legado de Humboldt en Venezuela.  Además, el venezolano comenzó a entender que “lo alemán” no es sólo cultura, en el sentido artístico de la palabra, que también incluye los saberes científicos como uno de las más acabadas expresiones de cultura de un pueblo y que en el caso de Alemania es extraordinario, y que Humboldt fue protagonista en ese legado cultural que implica la exploración de la naturaleza que tan minuciosamente llevó a cabo en Venezuela y el resto de América.

Así, la asociación, reconociendo su justo valor como institución y la valía de ambas culturas, ha sabido con empatía construir los puentes necesarios para transmitir lo valioso que cada saber, el venezolano y el alemán tienen para ofrecer, con respeto y admiración. La ACH ha sido entonces un instrumento de interconexión y de reconocimiento mutuo entre Alemania y Venezuela, y a lo largo de estos más de 72 años ha sabido transitar el reto que significa el legado de Baldó y Jaffé. Ese discurso de pluralidad y diversidad en la cultura en todos los ámbitos de la vida que heredamos de Humboldt y con el cual yo también me identifico.

Al 2021 es un desafío inmenso continuar siendo espacio para el enriquecimiento de los valores científico-culturales de Venezuela y su intercambio con los valores alemanes. La ACH lo logra con creces. Yo lo llamo “hacer civilidad”.  Retos, tenacidad, voluntad y conciencia son palabras claves que han guiado el quehacer de la ACH durante estas décadas.

Volviendo a la pregunta, ¿tendré sangre alemana? Mis dos familias llegaron a Venezuela antes de los Welzares unos y después de ellos los otros, pero las dos antes del comienzo incluso del siglo XVIII. Mucha agua ha pasado por ese río que son las generaciones y las familias y muchos lugares venezolanos han sido recorridos por ambas familias. La genética nos enseña que tenemos múltiples orígenes, nadie es puro, de nuevo la palabra crisol aparece en mi discurso, y no debemos perderla de vista. Considero ser un crisol con influencia de muchos lugares, personas y estilos de vida. Estoy convencida de que encontrar resonancia en “lo alemán” me facilitó enormemente acercarme exitosamente a esta cultura.

En el título de este breve escrito hablo de mi mirada sobre la asociación. ¿Qué representa para mí esta institución? Recurro al diccionario de la Real Academia para buscar su definición precisa y sobre ella elaborar lo que siento. Según el mismo, representar es hacer presente algo con palabras o figuras que la imaginación retiene.

Desde mi mirada, y similar a lo que su epónimo Alejandro de Humboldt describió en relación con la naturaleza con su concepto de Naturgemalde, “la pintura de la naturaleza”, imaginar la asociación como institución me permite vivenciar una red donde las expresiones de la cultura se interconectan. Siento además que simultáneamente la ACH busca un sentido de unidad puesto que la cultura es un concepto en singular. De hecho, en múltiples oportunidades se han realizado conciertos, exposiciones y charlas científicas, u obras de teatro o sesiones de poesía, a la par que clases de música o ballet de forma simultánea en nuestros espacios, todas, expresión de cultura. Esto quiere decir que en mi concepto la asociación representa una red de interconexión de los ciudadanos en su quehacer más sofisticado, la cultura.

De hecho, es interesante leer cómo en sus orígenes la ACH parecía más pertenecer al imaginario de un grupo de notables, que se reunían en la casa de uno de ellos en una urbanización de Caracas, para luego infiltrarse en el imaginario de un caraqueño ya menos de techos rojos y más de edificios clase media, como donde quedaban las oficinas de la asociación en Bello Monte; su sede era más bien discreta. Pero, finalmente, la Asociación Cultural Humboldt logra capturar el imaginario no sólo de los caraqueños sino de múltiples instituciones públicas y privadas que creyeron en el proyecto de intercambio cultural representado por ella. Este hecho queda evidenciado de forma muy concreta en la hermosa sede de San Bernardino estrenada a finales de los 80, momento en que, desde mi punto de vista, se cierra el círculo de la evolución histórica de la institución y su vinculación al imaginario del caraqueño, para consolidarse como un oasis de cultura que todavía hoy mantiene una réplica de la Biblioteca Humboldt, al entrar en ella regresas a la época en que el sabio culminaba su obra el Cosmos al final de su vida en Berlín; amplios espacios donde el jardín xerofito te conduce a la selva tropical y simultáneamente te abre paso hacia el salón Schnoegass; la romanilla y la madera clara que invitan a la luz a colarse por las rendijas de las ventanas para otorgar luminosidad al espacio; y las escalinatas de gran sencillez y elegancia que te invitan al Teatro Humboldt, con sistemas técnicos de tramoya, luces y audio en su sala, amén del gran piano de cola, que no existen en otras salas del país. Y así han transcurrido años de historia en los cuales la ACH se ha hecho presente en la cultura de la ciudad.

Pero en marzo de 2020 la pandemia sorprendió al mundo con toda su carga de zozobra e incertidumbre. Y la ACH, con su característica forma de actuar frente a retos de avanzada, acertadamente comenzó a migrar hacia el formato digital de eventos y las presentaciones, consolidando el lema de seguir presente en el imaginario del público caraqueño a pesar de las vicisitudes y las adversidades. El éxito de esta iniciativa ha estado en abordar este desafío con una visión distinta e integral que se ha traducido en un novedoso formato que más que limitar aumenta la audiencia y ha permitido asumir la incertidumbre para transformarla en certeza y esperanza.

Más aun, a la fecha de julio de 2021, la Asociación Cultural Humboldt asume nuevos retos reabriendo sus espacios con todas las normas de bioseguridad requeridas por la época de pandemia. Sigue trascendiendo sus paradigmas y sigue creyendo en la diversidad y la pluralidad como expresión de humanidad. Mucho éxito en esta nueva etapa.

Cierro estas reflexiones recordando al epónimo de la Asociación, Alejandro de Humbold,t y su filosofía: la Asociación Cultural Humboldt del siglo XXI, en un mundo individualista y que tiende a separar tan vívidamente las ciencias, las humanidades y las artes, lo objetivo de lo subjetivo, nos recuerda cómo la vida, incluido el esparcimiento y la reflexión, necesita para ser comprendida un toque de imaginación.


*Alicia Ponte-Sucre (1955), expresidenta de la Asociación Cultural Humboldt, es investigadora y profesora titular de la Universidad Central de Venezuela, coordinadora del Laboratorio de Fisiología Molecular, autora de numerosos libros y artículos científicos.

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