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José Rafael Pocaterra ante la historiografía

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Por JESÚS PIÑERO

Una respuesta de Rómulo Betancourt, recogida en una entrevista publicada en la revista Bohemia de 1949, pudo marcar el destino de José Rafael Pocaterra ante la historiografía venezolana de la segunda mitad del siglo XX. La polémica frase fue la siguiente: “Siempre creí que Pocaterra era un revolucionario de circunstancias y un pavo real sin escenario; ahora estoy definitivamente convencido de que, además, es un bribón”.

Se refería Betancourt a la aceptación de Pocaterra de ser representante de la Junta Militar presidida por Carlos Delgado Chalbaud ante el gobierno de los Estados Unidos, y, por ende, al reconocimiento que Pocaterra le dio a la asonada militar contra Rómulo Gallegos, el 24 de noviembre de 1948. Betancourt ni su partido le perdonaron al escritor la decisión. Y, años más tarde, en Venezuela, política y petróleo, hizo otra mención sobre lo acontecido:

“Y fue ese mismo personaje (Pocaterra) de tan versátil como indecorosa conducta política quien en Washington imputó públicamente veleidades comunizantes al gobierno derrocado. Era una actitud del más grosero oportunismo y para aprovechar la histeria antirroja que ya despuntaba en algunos grupos influyentes en la política estadounidense”.

Si bien los dramáticos testimonios de José Rafael Pocaterra en La Rotunda le valieron su reconocimiento como escritor, con sus decisiones políticas ocurrió lo contrario, se ganó enemigos muy incisivos.

No en vano, en 1970, en su contestación a las Memorias de un venezolano de la decadencia, Cecilia Pimentel lo señaló como un hombre “(…) cuyo egoísmo pesó duramente sobre el destino de Venezuela”, cuando se refirió a la frustrada conjura contra Juan Vicente Gómez de finales de 1918, en la que estuvieron envueltos sus hermanos Francisco —también conocido como Job Pim— y Luis. El suceso desafortunado que los recluyó en La Rotunda.

Tampoco faltan opiniones adversas a la decisión tomada por Pocaterra de echar por la borda el armamento del Falke, tras la derrota ante las fuerzas gomecistas en agosto de 1929. Hechos que continúan sin respuestas claras.

Un archivo inédito

El acceso a las fuentes también definió la atención académica sobre el personaje. La mayoría de los trabajos están enfocados en su obra literaria.

La valoración de su figura siempre ha estado bajo la sombra del gomecismo, ya que fuera de ella fue recordado como un traidor de la democracia, aunque hubiese renunciado a sus credenciales diplomáticas tras el asesinato a Carlos Delgado Chalbaud en noviembre de 1950.

La publicación parcial de su archivo da prueba de lo anterior: su viuda Marthe Arcand cedió parte de los documentos al Banco Industrial de Venezuela, que fueron presentados en dos tomos y un pequeño volumen con sus cartas literarias. Pero el resto de los documentos, los vinculados a su actuación política, fueron consignados en el Centre d’Archives de Montréal, con una estricta cláusula que impidió su consulta hasta hace poco tiempo.

Posiblemente, la intención de Marthe Arcand fue preservar la memoria de Pocaterra como un ferviente antigomecista, lejos, en la medida de lo posible, de la polémica de 1948 que pesaba sobre ellos una vez llegó la democracia en 1958.

La imposibilidad de acceder a esos documentos y el valor de su trabajo literario contribuyeron con la falta de miradas hacia su personalidad histórica, que continúa inexplorada, pues en ella han primado los enfoques sobre su papel como opositor a Gómez.

Estado del arte

Sin embargo, pese a la sombra del gomecismo, hay esfuerzos desde la historiografía y otras disciplinas auxiliares a la historia que persiguen ofrecer una ventana más amplia sobre el personaje, desde las entrevistas y análisis de sus libros en los periódicos de aquellos tiempos, hasta varios pormenorizados estudios en reconocidas universidades venezolanas. Después de una revisión a vuelapluma, creímos conveniente agrupar estas aproximaciones en tres períodos.

El primer período lo establecimos desde 1930 hasta 1955. Entonces, Pocaterra ya era una figura conocida internacionalmente, no sólo por el despliegue que había tenido su obra cumbre La vergüenza de América —publicada después bajo el título de Memorias de un venezolano de la decadencia— entre los exiliados de la dictadura, sino también por su actuación estelar en el fallido intento de invasión del Falke, comandado por Román Delgado Chalbaud.

Las entrevistas que le hacían, los comentarios y las reseñas hacia su trabajo fueron frecuentes, textos que alcanzan magnitud cuando el escritor murió en Montreal, en abril de 1955, y la editorial Élite reeditó sus obras con un revelador prólogo del escritor Miguel Otero Silva. Y aunque la mayoría constituyan notas y opiniones sobre Pocaterra, es importante destacar los valiosos detalles y datos que ofrecen escritores y periodistas del momento.

El segundo período concierne a la revelación de su archivo y, pese a ser publicado por el Banco Industrial de Venezuela en 1972, decidimos comenzarlo en 1965, con la publicación de Después de mí…, un poemario hasta entonces inédito, editado por la Universidad Central de Venezuela (UCV), con prólogo de la escritora Beatriz Mendoza Sagarzazu, y notas de su viuda Marthe Arcand. Este trabajo y las Cartas Hiperbóreas —originalmente publicadas en El Heraldo de Cuba—, compiladas por Manuel Caballero y publicadas en 1970 por las Ediciones del Congreso de la República, muestran otras facetas de su labor: Pocaterra no sólo fue cuentista y novelista, sino también poeta y periodista.

Los aportes de Caballero y Mendoza Sagarzazu son notables y se complementan con la publicación en dos tomos del Archivo de José Rafael Pocaterra. La oposición a Gómez (1922-1935), con prólogo de Ramón J. Velásquez y epílogo de Atilano Carnevali. El tomo adicional Cartas a José Rafael Pocaterra (1899-1955), también del Banco Industrial de Venezuela y prologado por Pedro Berroeta, sobresale por dar a conocer el intercambio epistolar del personaje con reconocidas figuras del momento, como José Gil Fortoul, Pedro Emilio Coll, Rufino Blanco Fombona, Teresa de la Parra, Mario Briceño Iragorry, Antonio Arráiz, Ramón Díaz Sánchez, Arturo Uslar Pietri, Guillermo Meneses y otros.

Este período culmina con acercamientos que son cada vez más profesionales hacia Pocaterra. El primero abarca de manera casi completa su labor literaria: José Rafael Pocaterra: ficción y denuncia es una magna obra sobre el personaje, realizada por María Josefina Tejera, quien fichó y referenció tanto los escritos del protagonista como los realizados por terceros. Aparte de realizar, igualmente, algunas pinceladas para una biografía.

Tejera, además, fue la encargada, junto a Oswaldo Larrazábal Henríquez, de escribir los prólogos para la reedición de sus cuatro novelas y de Cuentos grotescos bajo el sello editorial de Monte Ávila Editores. Mientras que la edición de Memorias de un venezolano de la decadencia, editada por la Biblioteca Ayacucho, contó con el prólogo de Jesús Sanoja Hernández y la investigación bibliográfica de Roberto J. Lovera De-Sola. Así, Pocaterra se perfiló cada vez más como un objeto de estudio, alejado de las pasiones y las polémicas de su vida. Y para muestra la investigación de Dora Quevedo Moreno: El trabajo historiográfico en José Rafael Pocaterra, tutorada por Manuel Caballero, con la que obtuvo su Licenciatura en Historia de la UCV (1982).

En diciembre de 1989 se cumplieron cien años del natalicio de Pocaterra y la Biblioteca Nacional organizó la exposición bibliográfica, hemerográfica y fotográfica de sus manuscritos. También se publicó el folleto José Rafael Pocaterra en la Biblioteca Nacional, con el auspicio de la Comisión Nacional del Centenario del Nacimiento de José Rafael Pocaterra, organismo creado para tal fin durante la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez. Ese esfuerzo recopiló textos poco conocidos, como su autobiografía para la revista Venezuela contemporánea, publicada en mayo de 1917.

El tercer y último período dentro de nuestro recuento historiográfico transcurre en los primeros años del siglo XXI. De allí valen la pena destacar tres trabajos de renombre: dos realizados por Fanny Ramírez: José Rafael Pocaterra, dos vertientes y un destino, publicado por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) en 2006; y Léxico de uso venezolano en Memorias de un venezolano de la decadencia, publicado por la Editorial Académica Española en 2012. El otro trabajo es del historiador valenciano Argenis Zuloaga, quien, a diferencia de los de Ramírez, se dedicó a estudiar por completo la vida política de Pocaterra, fuera de la sombra del gomecismo. El trabajo lleva por nombre La proyección política de José Rafael Pocaterra McPherson, editado en 2005 por el Concejo Municipal de Valencia.

En la segunda década del siglo XXI, destacan la investigación de Omar Osorio Amoretti, José Rafael Pocaterra y la escritura de la historia, trabajo de grado con el que obtuvo el título de magíster en Historia de las Américas en la UCAB, tutorado por el historiador Tomás Straka, y que estudia el aporte historiográfico Memorias de un venezolano de la decadencia desde la relación de la historia con la memoria.

Y los trabajos de grado que realicé en la UCV, primero para obtener la Licenciatura en Historia y luego para la de Comunicación Social: Ficción grotesca y reclamo social: los cuentos de José Rafael Pocaterra contra la dictadura gomecista (1915-1922), un análisis histórico y literario acerca de la narrativa como reflejo del gomecismo; y José Rafael Pocaterra en Nueva York: su actividad periodística desde las páginas de La Reforma Social (1922-1923), recuento de un episodio de Pocaterra durante su estancia en los Estados Unidos antes de continuar su exilio en Canadá, que mereció el segundo lugar del Premio de Historia Rafael María Baralt, auspiciado por la Academia Nacional de la Historia y la Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura.

Por otro lado, y a pesar de no tener una biografía completa o constituir una investigación profunda como la de Zuloaga, el esfuerzo realizado por Simón Alberto Consalvi para la Biblioteca Biográfica Venezolana, editada por El Nacional, es una de las biografías que más aportan luces para las pesquisas de algunas escenas vividas por el personaje, sobre todo las concernientes a su participación dentro de la política de los años cuarenta.

Para finalizar estas notas podemos decir que Pocaterra sigue siendo un personaje pendiente para la historiografía. Un venezolano que ha pasado inadvertido ante las narraciones históricas, más allá de los mencionados aportes realizados. Hacia la investigación de su vida, no solo como escritor antigomecista sino también como funcionario público, testigo y actor político, deberían estar orientadas las próximas pesquisas para equilibrar el peso que ha tenido su obra escrita para la historiografía contemporánea.

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