Por EDUARDO CASANOVA
José Gil Fortoul, nacido en Barquisimeto en noviembre de 1861 y muerto en Caracas en julio de 1943, fue hasta presidente de la República, aunque el verdadero poder estaba en las manos de Juan Vicente Gómez. Era hijo de Adelaida Fortoul Sánchez, barquisimetana, descendiente de franceses con ramificaciones en Venezuela y Nueva Granada, y del “Pelón” Gil (José Espíritu Santo Gil), nacido en Aragua en 1821 y muerto setenta años después en El Tocuyo, que mantuvo durante la Guerra Federal una especie de guerrita privada con el federalista José Félix Mora. El hijo del “Pelón” fue historiador, sociólogo, novelista, poeta y hasta político.
Muy niño se instaló en El Tocuyo con sus padres; estudió en el Colegio La Concordia, que dirigía Egidio Montesinos. En julio de 1880 se graduó de Bachiller en Filosofía y poco después se mudó a Caracas para estudiar Derecho en la Universidad Central de Venezuela. Ese mismo año publicó su poemario La infancia de mi musa y se convirtió en colaborador de La Opinión Nacional, donde se manifestó como un buen polemista. En 1885 se doctoró en Ciencias Políticas. Había recibido clases de Historia Natural impartidas por Adolfo Ernst, lo que implicó su adscripción al Positivismo. Como abogado su primera actuación fue la defensa de su padre en un juicio político que le siguieron en Barquisimeto.
Poco después (1886) fue designado cónsul de Venezuela en Burdeos durante el “Bienio” de Guzmán Blanco. Entre 1890 y 1892 fue cónsul de Venezuela en Liverpool. En 1892 fue designado secretario de la Legación de Venezuela en París y en 1894 se encargó de la Legación en Berna. Luego de diez años en Europa, regresó a Venezuela. Había publicado varios libros que lo convertían en uno de los intelectuales más destacados del país: Recuerdos de París (1887), Julián (1888), El hombre y la historia (1890), Filosofía Constitucional (1890), El humo de mi pipa (1891), La esgrima moderna. ¿Idilio? (1892), Pasiones (1895). Colaborador de El Cojo Ilustrado y El Pregonero, a su regreso a Venezuela dictó varias conferencias en la Universidad de Caracas sobre diversos temas.
A fines de 1898, el presidente Ignacio Andrade le encomendó la tarea de escribir una Historia de Venezuela para conmemorar la llegada del siglo XX. Se trata de la Historia Constitucional de Venezuela, cuyo primer tomo fue publicado en 1907. Luego de la caída de Andrade y durante el gobierno de Cipriano Castro, en el año 1900, Gil Fortoul decidió regresar a Europa y aprovechó que otro intelectual, Eduardo Blanco, era ministro de Relaciones Exteriores para procurarse el nombramiento de cónsul general en Trinidad y en Liverpool. Dos años después sería delegado de Venezuela a la Segunda Conferencia Panamericana que se reunió en México, en 1904 cónsul general en París. Ese mismo año ganó un concurso sobre Literatura venezolana de El Cojo Ilustrado. En 1906 pasó a ser encargado de Negocios en Alemania, y el año siguiente fue delegado a la Segunda Conferencia de la Paz que se reunió en La Haya. Allí recibió la orden del presidente Castro de retirarse, orden que discutió hasta convencer a la Cancillería de la inconveniencia de esa salida, debido a una propuesta norteamericana sobre el cobro de deudas y reclamaciones de súbditos de un Estado contra otro, lo que estaba directamente relacionado con el pleito que mantenía Castro con la empresa “New York & Bermúdez”.
Por los comentarios aparecidos en la prensa venezolana, Gil Fortoul fue destituido y pensó en irse a vivir a la Argentina y dedicarse únicamente a actividades culturales, pero la caída de Castro y la asunción de Juan Vicente Gómez al poder, cuando otro importante intelectual de su momento, Francisco González Guinán, fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores, hizo que lo restituyeran en su cargo berlinés, donde se quedó hasta 1909. Ese año se publicó el segundo tomo de su Historia Constitucional, y a su regreso a Venezuela se convirtió en senador de la República, en donde se destacó por sus propuestas progresistas. En 1911 fue nombrado ministro de Instrucción Pública.
Poco después empezaría el capítulo más importante de su vida política, cuando en 1913 se convirtió en presidente de la Cámara del Senado, presidente del Consejo de Gobierno y Encargado de la Presidencia de los Estados Unidos de Venezuela, esto por la ausencia voluntaria de Juan Vicente Gómez, que decidió no ejercerla formalmente, sino actuar como jefe del Ejército, desde donde en realidad dominaba el país. En 1915 actuó por segunda vez como presidente de la Cámara del Senado. Un año después fue Plenipotenciario de los Estados Unidos de Venezuela para gestionar los asuntos de límites con Colombia ante el presidente de la Confederación Helvética. En 1917 fue enviado extraordinario y ministro Plenipotenciario en Francia y Suiza, y en 1923 jefe de la Delegación de Venezuela en la Sociedad de Naciones. Al regresar a Venezuela se dedicó a su profesión de abogado y a sus actividades académicas —desde 1918 fue Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia— y periodísticas —en 1931 se convirtió en director de El Nuevo Diario, periódico gomecista fundado en 1913—. En 1933 fue enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en México para la reanudación de las relaciones diplomáticas que llevaban diez años rotas. Poco después de la muerte de Gómez sufrió un atentado en El Nuevo Circo y el resto de su vida —diez años— lo pasó prácticamente retirado.
Sus novelas, sin ser excelentes, son importantes, sobre todo porque con su publicación por vez primera un novelista venezolano parece buscar lectores más allá del ámbito doméstico. La primera, llamada Julián, no es una obra extensa, pues su edición original es de 136 páginas. Fue editada en 1888 en Leipzig, por la Imprenta de Julius Klignghardt, con el subtítulo de “Bosquejo de un temperamento”, que es algo que, a juicio de Larrazábal Henríquez, logra plenamente. Para Picón Febres es “una obra española escrita por un venezolano”. Tiende a ser (como casi toda novela) autobiográfica.
Gil Fortoul encara en su personaje lo que ha sido su propia vida: una infancia y juventud en un medio muy limitado, provincial y pobre, y el encuentro repentino con un medio riquísimo, en donde las posibilidades de desarrollo intelectual son enormes. Como bien señala Larrazábal Henríquez, es un personaje que prefigura varios de los protagonistas de obras posteriores, entre ellos el Reinaldo Solar de Rómulo Gallegos. En general, sus obras buscan convertirse en manifiestos de su posición ante la vida, en particular Julián, como dice Domingo Miliani: “Es el primer intento de un novelista venezolano —y tal vez de lengua española— que propone y logra con éxito la introducción del monólogo interior. Julián Mérida implícita sus estados de conciencia, sus conflictos interiores —soportes básicos en la acción de la novela— y lo hace no a través de uno, sino de varios monólogos a través del texto; no como una escritura confesional, de diario íntimo, sino como reflexiones, angustias, sensaciones, proyectos, dilemas psicológicos, sin dirigirlos a un aparente destinatario”. También es muy cierto lo que afirma Domingo Miliani en el texto que le dedica al escritor larense: “Gil Fortoul es el primer novelista venezolano en quien se logra una quiebra efectiva de relaciones con la narrativa del regionalismo romántico y el naturalismo de superficie. Sus novelas marcan rumbo franco a innovaciones técnicas, a modalidades avanzadas que habrán de proliferar en pleno siglo XX, agotada la tiranía criollista donde se sumergió la narrativa desde finales del siglo XIX hasta la tercera década de nuestro siglo”. Es decir, Gil Fortoul es nuestro primer novelista con decidida vocación cosmopolita.
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