“La poesía, la literatura le corrían por las venas”

Por ANTONIO GARCÍA PONCE

Francisco Pimentel Agostini, llamado el Jobo, o Job Pim, nació en Caracas en 1889. La poesía, la literatura le corrían por las venas: su padre, Francisco Pimentel, fue miembro de número de la Academia Venezolana de la Lengua. Sus versos aparecían en El Imparcial, El Heraldo, El Cojo Ilustrado, Élite, y Fantoches –casi siempre en verso.

En mayo de 1918 fundó una revista con el nombre de Pitorreos, a poco transformada en diario. Fue efímera su circulación porque a los pocos meses, enero de 1919, el tirano Gómez la suspendió, y él, el Jobo, junto con Leo, fueron a parar a la cárcel de La Rotunda. Casi fue simultánea la prisión de sus otros dos hermanos, el capitán Luis Rafael y Tancredo, acusados de participar en la conspiración cívico-militar donde también participaron el capitán Félix Andrade Mora, el comandante Manuel María Aponte, el teniente Julio Hernández, el capitán Miguel Parra Entrena y dos hermanos, el subteniente Betancourt Grillet, el capitán Carlos Mendoza, el subteniente Luis Aranguren Moreno. En total, 16 oficiales. Fueron apresados también José Rafael Pocaterra, Gustavo Machado y Salvador de la Plaza.

Su segunda prisión ocurrió en junio de 1923, cuando fue asesinado Juancho Gómez, hermano del presidente Juan Vicente. Duró tres años en La Rotunda, y al salir le preguntó al Alcaide por qué lo habían hecho preso, para decirlo en su casa.

Su última prisión fue en el año de 1928, después de la protesta de los estudiantes. Pasó varios meses oculto, pero luego decidió entregarse. Durante esta última prisión, logró que lo pasaran al Hospital Militar por estar quejado de un dolor de estómago agudo y constante. Allí estaban otros presos, entre ellos Casimiro Vegas, padre de María Luisa Vegas, la que fue después su esposa.

Job Pim escribió varios poemas en la cárcel. He aquí trozos de alguno de ellos:

Oyendo agonizar a D. Pedro Manuel Ruiz.

Se está muriendo mi vecino,

desde aquí escucho su estertor,

será otra cruz en el camino

de este larguísimo dolor.

Quizás no llegue a la mañana

ni oiga la música marcial

a las cinco cuando la diana

sacuda el sueño del penal.

Y cuando el “ronda” se presente

“¿Cómo amaneció por aquí?”

obtendrá un silencio elocuente

que equivale a “No amanecí”.

Y se acabó… Hasta el mes que viene,

que otro saldrá de modo igual,

veremos qué nombre contiene

la próxima rifa mensual.

He aquí otros versos suyos:

Muy cerca de tu dicha, a pocos pasos,

en ese antro dantesco, La Rotunda,

allí en esa anacrónica Bastilla

donde el buitre feudal los tiempos burla,

hay hombres que se arrastran esta noche

entre un chocar de hierros que espeluzna:

segregados del mundo sin derecho,

sin sentencia ni culpa;

muertos para el bullicio de la vida,

vivos para el silencio de la tumba.

Su hermana, Cecilia Pimentel, (Caracas, 1888-1979), estuvo dedicada a la labor humanitaria entre los leprosos a través de la “Junta de Aislados del Leprocomio de Cabo Blanco” y escribió mucho para relatar las tribulaciones y amarguras sufridas por sus hermanos en la lucha antigomecista. En 1959 publicó las Obras Completas de Job Pim. Escribió también Reminiscencias Familiares (1975) y, muy importante, Bajo la tiranía, 1919-1935, (hay una publicación de 1970).


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