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Informalismos

El pasado 9 de septiembre se inauguró, en la Sala William Werner del Centro de Artes Integradas, la exposición que reúne obras de Luis Alarcón, Belinda Celta, Mirian Labarca y Javier Sardúa

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A un paso de la tercera década del siglo XXI cabe preguntarse sobre la razón de una exposición cuyo eje curatorial se centra en los informalismos como tendencia artística vigente. Cabe plantearlo porque vemos la pertinencia en el arte actual de tradiciones importantes como los cinetismos, la abstracción geométrica y los expresionismos figurativos. Igual ocurre con los informalismos.

En efecto, se trata de una tendencia artística iniciada en Europa entre los años cuarenta y cincuenta al término de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces ha tenido momentos estelares en la historia del arte: en Estados Unidos a partir de los años cincuenta en adelante, así como en América Latina, en especial Venezuela a partir de la década de los sesenta. Posteriormente, en los ochenta, vuelve a tener vigencia cuando retorna el interés por la pintura. Incluso hoy sigue un interesante proceso, tal como vemos en la exposición titulada precisamente Informalismos donde exponemos las obras de cuatro artistas venezolanos: Luis Alarcón, Belinda Celta, Mirian Labarca y Javier Sardúa. La misma se encuentra en la Sala William Werner en el Centro de Artes Integradas.

La crítica ha reconocido que no hay un solo informalismo, aun cuando en todas sus variantes hay un elemento común: la pulsión emocional, informe, irracional que motiva a los artistas a pintar. Estas variaciones, claro está, dependen de las motivaciones personales de cada uno, así como de la diversidad de materiales y procedimientos pictóricos utilizados. No existe uno, existen varios informalismos. En todos, la pintura se sustenta en la ‘no forma’ (o ‘informalidad’) que puede ser expresada mediante la gestualidad de las pinceladas –algunas traspuestas como escrituras–, trazos dinámicos, manchas cargadas de pigmento, o bien, en la mezcla de materiales de diversa procedencia. En todas estas variantes, el artista informalista se caracteriza ante todo por trabajar con emocionalidad, libertad extrema y espontaneidad.

Las obras

Al seleccionar las piezas que conforman esta exposición, hemos encontrado un obstáculo que ahora forma parte de la reflexión curatorial: el apego de los artistas a la referencialidad. Ello se opone a la esencia de la abstracción, e incluso, a la expresión informal. Puede palparse de dos maneras: en obras en las que subyace una estructura formal, algunas con ciertas figuras geométricas racionales, pero encubiertas por la gestualidad, o bien, en “citas” o imágenes dispersas que aluden sea a la naturaleza o a elementos de carácter urbano. En cualquiera de estas opciones, la selección –y el descarte– de piezas se ha hecho en función del peso informal que las define, incluso prescindiendo de obras de enorme interés plástico.

El conjunto exhibido responde, entonces, a aquellas piezas que mantienen mayor libertad gestual o matérica dentro de la producción de estos cuatro artistas invitados. En función de ellas es que nos proponemos, seguidamente, establecer un diálogo visual en la puesta en escena en sala.

Luis Alarcón

La obra informal de Luis Alarcón parte del paisaje. Este referente ha sido el motivo de gran parte de su trabajo, aun cuando el resultado final es la abstracción. Inicia sus piezas con dibujos, bocetos referidos a la naturaleza, algunos con segmentos de hojas, flores que de alguna forma van dejando su impronta. Paulatinamente va abstrayendo el paisaje hasta desfasarlo y seguir el rumbo dinámico y desenvuelto de la mancha. Es un proceso inverso a la creación de formas: parte de estas y las va borrando, dejando atrás el dato objetivo para quedar con las imágenes difusas de la memoria. De este modo, establece un nuevo ‘recorrido’, solo que a través de manchas, texturas, e incluso volúmenes que dan impresión bulbosa u orgánica en obras recientes.

La escogencia de los materiales tiene una importancia específica para crear estas atmósferas y texturas, sea para velar –o desvelar– imágenes que refieren a la naturaleza. Estas son cubiertas por capas de pigmentos diversos (óleo y acrílico), mostrándose por momentos algunos segmentos florales cuando aplica la técnica del frottage al usar como base encajes con estos motivos o bien a través de telas floreadas previamente estampadas. Pese a la informalidad dominante, subyace en estas piezas una estructura inicial que el artista seguidamente ‘desoye’ a través de trazos gestuales que la borran. Así, las imágenes fluyen con total dinamismo y libertad.

Belinda Celta

Intervenir un libro de fotografías y crear uno nuevo irreconocible fue el punto de partida de Belinda Celta para comenzar a crear con absoluta libertad. Esta experiencia le hizo apreciar las posibilidades infinitas del arte para transformar imágenes, objetos –como el caso del libro–, y por supuesto, materiales. Trabaja el papel sea dibujando o dejando la impronta de la gráfica, pero lo integra a su pintura. Por otro lado, el papel es el espacio de la escritura. El detalle está en que esta escritura, tan protagónica en la obra de la artista, más que ser portadora de sentidos, es aquí el elemento gráfico informal que define casi toda su obra.

La caligrafía, esa secuencia de las palabras, invita a que el espectador se acerque a la pieza y la observe con detenimiento. Se trata de una relación íntima con la obra, que es asimilada en cada una de sus páginas o segmentos. En el caso de algunas pinturas, se trata de apreciarla en cada ángulo o costado puesto que son piezas para ser vistas por ambos lados. La intimidad se percibe entonces en cada detalle, pero también en los referentes familiares: los sellos de las tías con sus retratos, las historias clínicas provenientes del archivo de su madre, los recortes de los planos arquitectónicos de Belinda, e incluso sus manuscritos. Todo lo reformula, lo fragmenta, lo borra o lo tacha simulando a su vez nuevas escrituras. Cualquier evidencia del pasado se vacía de sentido. De este modo reflexiona acerca de la desmemoria, deconstruyendo imágenes y contenidos hacia lo ilegible, lo informe y difuso. Con ello, realiza un homenaje profundo y sensible a su madre.

Mirian Labarca

El proceso pictórico de Mirian Labarca ha sido el paso de una figuración de formas corpóreas y expresivas a una abstracción de carácter intimista. En efecto, su pintura actual se basa en la creación de atmósferas mediante trazos, manchas, tachaduras que, en el fondo, encubren imágenes muy difusas provenientes de antiguas figuraciones o elementos sustraídos de la memoria. El resultado son pinturas que parecen esconder espacios íntimos, percibidos como compartimientos imprecisos que, por asociación o remembranza, remiten a objetos diversos, grafías, vestigios urbanos –vallas publicitarias deterioradas, entramados, escaleras, fachadas o paredes de edificios desgajados, entre otras–. Estos residuos figurativos se integran al conjunto informal del cuadro como trazos y manchas, porque toda remembranza queda aquí encubierta. Su pintura consiste en el acto de velar y guarecer detalles dispersos de su memoria.

Para lograr esto con efectividad, la artista apela a su experiencia gráfica en diversos medios. Integra en sus pinturas sus propias caligrafías, dibujos y papeles recortados de revistas que ella va tapando con pigmento. Se trata, por un lado, de encubrir historias y, por la otra, de un proceso de mímesis en el que medios expresivos diversos como el dibujo y el collage pierden su naturaleza original para formar parte del discurso pictórico. Los colores son, salvo algunas excepciones, esencialmente cálidos. Salen como reflejos en medio de entramados blancos que se les superponen dando al conjunto una impresión esencialmente luminosa.

Javier Sardúa

La obra de Javier Sardúa concilia tanto la racionalidad estructural como la gestualidad informal y espontánea. Es una obra que plantea esa doble lectura pues ante la impulsividad del artista –manifestada en la gestualidad, materia y en muchos casos, color– presenta elementos que le sirven como “puntos de contención”. Señala Javier que él requiere de un orden que dé claridad a la irracionalidad de su pensamiento. Agrega que son “testimonios” de su “bipolaridad emocional”. Sin embargo, hemos optado por seleccionar las pinturas más entregadas a su libertad gestual que aquellas cuya expresión informal se supedita a ese entramado lineal ordenador que el artista aplica.

En las obras presentes en esta exposición se pone en evidencia la informalidad a través de manchas y trazos de color, imperando el dinamismo de la ejecución. En medio de esto, aparecen algunas figuras gráficas –como la flecha o la X– sin que estas condicionen la condición informal imperante en estas piezas. No obstante, debemos señalar que el artista realiza otras obras que podrían considerarse más afines a la corriente llamada geometría sensible pese a que en estas subyace un trasfondo informal.

Otro elemento de importancia en su obra es la grafía utilizada como elemento plástico. La inclusión de la escritura entre trazos gestuales y manchas de color, lejos de convertirse en un elemento discursivo, emisor de un mensaje, es, por el contrario, un elemento gráfico poderosamente expresivo. Esto se debe a que la poesía forma parte de los referentes emocionales del artista, pero que en su pintura, más que portador de sentidos, la palabra escrita se vuelve un entramado informe predominantemente plástico y visual.

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