Por JESÚS ALEXANDER FLORES RAMÍREZ
El Centro de Investigaciones Populares (CIP), fundado por Alejandro Moreno, produce conocimiento social a través de la investigación convivida. Un camino epistemológico duro y exigente. La investigación convivida requiere del ejercicio de la epojé de las ideas, pensamientos, observaciones e interpretaciones de la realidad que acontece ante el investigador. Entender este camino de investigación y su rigurosidad implica, por un lado, comprender el camino iniciático de Moreno, y por otro, la experiencia metódica de investigación del CIP.
Moreno fue un hombre e intelectual con formación filosófica y científica sólida, en búsqueda permanente de la verdad. Así lo evidencia la calidad y erudición de sus trabajos de investigación y ejercicio profesional. Pero, al mismo tiempo, en él había una formación y disposición humana profundamente ética y de apertura a la otredad. Dos riquezas en Moreno que se complementan en una unidad. Para él, el conocimiento científico social no tiene sentido si aprisiona, reduce o niega su fin: el hombre y su dignidad.
Alejandro Moreno, cuando llega a la comunidad de San Isidro, la realidad humana que tiene delante de sí le causa incertidumbre y, al mismo tiempo, lo hace consciente de su externalidad radical: “Dado que no entendía, quise entender recurriendo a la investigación y en los términos convencionales de la misma, me puse a aplicar los instrumentos y los métodos que mi formación me ponía a disposición. Ciertamente, logré reunir datos, acumular conocimientos en el sentido tradicional, pero intuía con claridad que el sentido de fondo del todo se me escapaba” (Moreno, 2006).
La incertidumbre no es una pregunta que no logra responder, es una episteme a la que no logra acceder. En este sentido, Moreno busca “acceder al punto en el que la vida, lo vivido cotidianamente, engarza con lo que de ella se dice en el discurso” (Moreno, 2011). Moreno intuye que su problema está en la pertenencia a un mundo-de-vida distinto al venezolano. Entonces, el camino de compresión debe hacerse dentro de ese mundo, desde su cotidianidad: “A la corriente de la vida cotidiana la he llamado luego vivimiento y al vivir la vida en una comunidad desde sus propias prácticas lo he denominado invivir —vivir dentro—, pero un invivir compartido, esto es, convivido (…) deshabitar mi antiguo habitar y habitar uno nuevo” (Moreno, 2006). En esta heterotopía halla las bases del camino epistemológico y metódico para hacer investigación científica. De lo contrario, preguntas y respuestas estarían dirigidas al no reconocimiento y negación del Otro-distinto. Este movimiento que se produce en su intelecto, en un deconstruir y construir situado, se convierte también en pedagogía y en escuela de investigación científica.
Moreno trabajó con los textos y contenidos que están en el plan de estudios de las asignaturas de las que fue titular en distintas universidades. Sin embargo, cada sesión de clases resultaba novedosa, inquietante, una constante ruptura con lo establecido como verdad absoluta. ¿Qué hizo lo distinto si los programas y textos eran los dispuestos en el currículo? La distinción estuvo en una pedagogía dialéctica entre deshabitar el mundo-de-vida moderno para habitar el mundo-de-vida popular venezolano. Deconstruir la episteme moderna como verdad universal e infalible y construir conocimiento desde la episteme popular venezolana. Por esto, preguntas como “¿qué dice el autor cuando dice?” o “¿cuáles son las condiciones para pensar lo que pensamos y no pensar otra distinta? parecen sencillas o corrientes. No obstante, las interrogantes estaban situadas para comprender las condiciones históricas y materiales de un pensamiento, para comprender qué mundo vital está pronunciando el decir y cuáles son sus posibilidades de conocimiento. Entonces, toda la certeza sobre la realidad venezolana que se tenía deja de ser una verdad dogmática del ojo externo. La verdad del venezolano es toda por conocer y comprender. Ya no es posible hacer solo la pregunta. Por lo menos, la hipotético-deductiva. La pregunta debe formularse desde el modo de vivirse del venezolano en el mundo, desde su práctica cotidiana de vida. La vida se vuelve pregunta. Estas clases se vuelven insuficientes, por lo tanto, Moreno junto a algunos de sus exalumnos y alumnos convienen en extender este ejercicio académico e investigativo de forma más regular y sistemática. Así, nace el CIP hasta consolidarse como centro de formación de investigación, metódica y conocimiento socio-antropológico.
Así surge el trabajo de los investigadores del CIP que consiste en acceder a las prácticas, sentidos y significados del venezolano desde dentro de la vida misma. Pasando de lo ideográfico a lo nomotético. Siendo posible porque una praxis es el habitus de una sociedad o grupo en el mundo. Por lo tanto, todo sujeto que pertenece a una comunidad comparte este modo de ejercitar la vida. Lo convive. El proceso investigativo se va produciendo desde la historia-de-vida que describe este modo de vivir —práctica convivida— que se va develando en la narrativa de la vida, de su memoria, de su historia. Aunque el modo de investigar del CIP se sirve de las formas discursivas y de la memoria histórica de un sujeto o varios, la hermenéutica trasciende los elementos biográficos particulares para centrarse en los que son fundantes de toda la unidad social y cultural. Las reglas hermenéuticas y epistémicas de la producción del conocimiento humano y social están en las prácticas fundantes —prácticas primeras— de un grupo humano. La metódica de investigación y la hermenéutica dan cuenta del mundo-de-vida venezolano a partir de sus condiciones materiales, históricas, antropológicas y socio culturales. Por esta razón, la historia-de-vida no es el método sino el horizonte epistémico para acceder a las prácticas de los convivientes.
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