Por PEDRO GRASES
Acaba de publicarse por la editorial Nascimento de Santiago la tercera edición del libro Imágenes de Chile, que prepararon conjuntamente Mariano Picón Salas y Guillermo Feliú Cruz, en 1932. Aparece ahora con unas palabras prefaciales de Salvador Reyes, de la Academia Chilena, y un largo estudio de Guillermo Feliú Cruz, titulado: Para un retrato psicológico de Mariano Picón Salas, suerte de interpretación del humanista venezolano fallecido hace cinco años, escrita por quien fue su profesor, compañero y amigo durante los 13 años de permanencia en la República de Chile, entre 1923 y 1936.
El trabajo es una emotiva y certera evocación de Picón Salas. Recorre toda la vida del escritor merideño, desde su infancia hasta su muerte el 1º de enero de 1965, pero ofrece especial interés todo lo que relata del periodo chileno de Picón Salas. Para ello está particularísimamente capacitado Feliú Cruz, dada la estrecha convivencia que mantuvo con Picón Salas en los años de vida en Chile. Acaso no quede hoy otra pluma que pueda explicar con más riqueza de datos y de referencias, tanto lo que significó Picón Salas en Santiago en esa etapa de su juventud, cuanto lo que Chile suministró a la definitiva formación del ensayista venezolano. Es visible el conocimiento directo y vivo que Feliú Cruz posee. Además escribe en el momento de mayor sazón, recogido entre el admirable tesoro de la biblioteca que ha reunido en su casa de Santiago, provisto del extraordinario capital de sus propias experiencias, dedicado con nobilísimo afán a culminar su estupenda labor de historiador y crítico de la cultura chilena. En ese lugar donde hasta hace pocos años presidían la sonrisa y la mirada de doña Inés, las más suavemente persuasivas que haya visto en mi vida, Feliú Cruz elabora sin interrupción los volúmenes de su obra monumental que van dándole aire, perfil y jerarquía semejantes a los de su maestro y modelo, don José Toribio Medina.
Como grata diversión de sus graves y sesudas investigaciones de historia y bibliografía, Feliú Cruz ha ofrecido a la memoria del amigo ausente la rememoración de los días en que su vida y la de Picón Salas “corrieron caminos paralelos”, como afirma acertadamente Salvador Reyes. Es de agradecer, desde Venezuela, que este sentido de homenaje a la amistad nos haya proporcionado “esta semblanza bien organizada” de Picón Salas en Chile, con lo que se va completando el conocimiento de uno de los nombres mayores de las letras venezolanas de nuestro siglo.
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Imágenes de Chile fue un libro de hambre. Así lo explica Feliú Cruz al consignar la respuesta a la pregunta que le formuló Picón Salas un día de mayo de 1932, en la sala de la Biblioteca Americana de la Nacional de Santiago:
—¿Qué hacemos para salir de esta pobreza?
—Pues hagamos un libro.
Y desde ese momento nació el proyecto y el plan de revivir el pasado de Chile a través de los testimonios de los viajeros extranjeros.
La comprensión y la generosidad del editor Carlos Jorge Nascimento, a quien rinde Feliú Cruz el obligado tributo de gratitud, hizo posible el libro que ha corrido buena fortuna, tanta que ahora, a distancia de cuatro décadas, sigue con suficiente fuerza y vigor para una tercera salida.
Toma como punto de partida de este acontecimiento editorial para reconstruir Feliú Cruz la biografía chilena de Picón Salas, desde 1923, como estudiante del Instituto Pedagógico, cuyos profesores cobran relieve singular, particularmente Luis A. Puga, quien mereció también de Picón Salas el reconocido recuerdo en algunas páginas de sus libros. Las clases, los discípulos y la materia de enseñanza dan tema a Feliú Cruz para zurcir descripciones y memorias emocionadas. Picón Salas tenía al ingresar en el curso de Historia de Chile 24 años. “Conservaba un rostro todavía con una ingenua expresión infantil. Solo los anteojos le daban cierta representación, que luego desaparecía al oírle hablar con voz fresca y entonada. La faz era risueña, sonriente y animada. La estatura era regular y de bien formada complexión.
Los brazos adquirían una gran movilidad y las manos se agitaban nerviosamente de acuerdo con el interés que ponía en su conversación, siempre abundante, salpicada de reflexiones. Tenía una alocución fácil, amena, persuasiva. No era orador y huía del tono del discurso. La voz sonaba agradable y cálida. La charla le atraía y él era un conversador de primer orden. Tuvo el don de escuchar, de saber escuchar, es decir, poner atención en lo que otros decían, lo que además de ser tal conducta una regla de educación, constituía una manifestación de tolerancia intelectual. En las frases de la charla o conversaciones de Mariano Picón Salas hubo siempre un agudo sentido irónico, exento de maldad, de intención dañina. La naturaleza suya era generosa, altruista y siempre fue un buen compañero y un incomparable amigo. Ya por entonces había comenzado a sufrir las primeras escaramuzas de la vida”.
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Reconstruye Feliú Cruz la infancia y mocedades de Picón Salas en Mérida y en Caracas, antes de ir a Chile, mediante atinadas citas autobiográficas de Picón Salas, y pasa luego al viaje y establecimiento en Santiago, durante 13 años. Esta porción del retrato psicológico de Feliú Cruz es inestimable: estudios, amigos, tertulias, proyectos, ilusiones, ideas políticas, actividades, escritos, revistas, libros publicados, sucesos, hasta la fugaz ocupación de la rectoría de la Universidad de Chile, etc., que lo convirtieron, después de Bello, “en el venezolano más incorporado a nuestra realidad”, al decir de Ricardo Latcham.
Y, más tarde, el regreso en 1936 a Venezuela. Sigue Feliú Cruz en Picón Salas, lo que llama “la impronta de Chile”, a través de las actuaciones políticas, de literato, de profesor y diplomático que llevó Picón Salas hasta su muerte. Los contactos con Chile y con los chilenos son anudados amorosamente por Feliú Cruz, presididos por lo que dijo el propio Picón Salas: “El tropical que hay en mí…, ha sentido la influencia moderadora, lógica, de esta raza templada de la inteligencia y la sensibilidad chilenas”. Reproduce Feliú Cruz el capítulo relativo a la vivencia de Chile en Picón Salas. “En la fértil provincia señalada”, tomado de su libro autobiográfico Regreso de tres mundos (1959).
Finaliza su estudio Feliú Cruz con los postreros recuerdos de Picón Salas, y concluye con la visita a Beatriz Otáñez, la viuda, en ocasión de su viaje a Caracas al cumplirse el centenario de la muerte de Bello, en octubre de 1965.
En resumen, un trabajo bien documentado que suscita emoción y gratitud, por el hondo sentimiento de amistad y respeto hacia el amigo desaparecido.
1 El Mercurio (Santiago de Chile), 3-5-1970, p. 7.
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