Por DAVID DE LOS REYES
¿Qué es el hombre sino una masa de arcilla derretida?
Henry David Thoreau
Sanada mi herida, alabo al inhumano mar
Herman Melville
A los doscientos años de su nacimiento de Herman Melville (New York, 1 de agosto de 1819 – 28 de septiembre de 1891), el gran iniciador de la novela norteamericana, su vida tiene aspectos que siguen siendo casi un misterio. Podemos preguntarnos, como para comenzar, ¿cuál fue el motivo de este autor para elegir la vida marina en un momento de su existencia que en parte fue, hasta entonces, la de ser maestro de escuela? Varias respuestas podemos encontrar. Pero la mejor pudiera ser la confesión que da su decepcionado personaje de la vida urbana, Ismael, en el primer párrafo de su inmortal novela Moby Dick:
“Hace unos años, no importa cuántos exactamente, teniendo en el bolsillo poco o ningún dinero, y nada que me interesase especialmente en tierra, pensé en navegar un poco para ver la parte acuática del mundo. Es una forma de sacudirse de la melancolía y mejorar la circulación. Siempre que me sorprendo haciendo una mueca triste; siempre que hay un noviembre húmedo y lloviznoso en mi alma; siempre que me veo parándome sin querer delante las tiendas de ataúdes; y, sobre todo, siempre que la aprensión me agobia tanto que es preciso un sólido principio moral que me frene salir deliberadamente a la calle a tirar, uno tras otro, el sombrero a los transeúntes, entiendo entonces que ya va siendo hora de hacerme a la mar en cuanto pueda. Es mi paliativo de la pistola y la bala. Con alabanzas filosóficas, Catón se arroja a su espada; yo, sin decir nada, me enrolo en el barco. Nada hay de sorprendente en ello. Aunque no lo sepáis, casi todos los hombres, albergan en alguna ocasión sentimientos muy parecidos a los míos con respecto al océano”.
¿Una elección moral y vital para escapar de la rutina de la absurda vida de los hombres citadinos y conocer de primera mano qué le ofrecía las aguas del océano a su vida? ¿Una salida para deslastrarse del sentimiento de alienación de la vida rutinaria y empobrecida de su entorno? ¿Una opción para evitar la desesperación y el suicidio? Son preguntas que cada una de ellas nos puede llevar a un indicio de ese momento que vendría a marcar un antes y después en las correrías vitales del futuro escritor. Interrogantes que pueden surgir tras leer ese párrafo y preguntarse en cómo decide este autor norteamericano ser un marinero mercante, o ballenero, o mariner. Sin embargo, el realismo de la necesidad también lleva a actuar a los hombres de una forma más práctica y la decisión fue originada por la situación difícil que vivió su familia al morir su padre y caer en una condición menesterosa su madre y sus hermanos.
Melville tuvo tres hermanos y fue el segundo de los varones. Cuando su padre muere contaba con doce años. La muerte del padre supuso una debacle familiar que obligó a los hijos mayores a dejar los estudios para trabajar; se trasladó la familia de Nueva York a Albany, donde Melville fue empleado en un banco local. Pasó luego a desempeñar diversos oficios, entre ellos el de maestro rural, lo que indica que a pesar de su falta de estudios oficiales había logrado adquirir una cultura relativamente amplia. Fue lo que llaman un skald, un lector que sabe apropiarse de sus lecturas. Su obra, en parte importante, se levanta en lo que podemos llamar una poética de la lectura (como es el caso también de un J.L. Borges). En sus libros se nota cómo se alimentó de las obras de otros hombres de letras, con lo que se puede decir que fue un voraz lector de biblioteca; su educación, si parte de ella fue obtenida en las aulas cuando niño, al morir su padre tendrá que retirarse por un tiempo de esa formación, terminando siendo un aprendiz autodidacta de las letras. Como refiere en una de sus cartas: “Me he desarrollado solo en los últimos años. Soy como una de esas semillas que, extraídas de las pirámides de Egipto, después de no haber sido semilla por miles de años, se desarrolla, echa hojas verdes y toma forma si se la planta en el suelo inglés. Así soy. Hasta los 25 años no me desarrollé en absoluto. Mi vida comienza después de esa edad”. Se dio por entero en absorber todo lo que pudo al abandonar las islas visitadas del Pacífico, sentado frente a sus libros. Pero en sus estadías como marinero y en sus noches de guarda de mar, parte de ellas las aprovecharía para componer, ensayar y tomar sus apuntes para los posibles episodios que comprenderían sus obras posteriores (Typee, Omoo), que luego terminaría escribiéndolas en la oficina de sus hermanos Gansevoort y Allan, en Nueva York, y más tarde en su casa de Lansingburgh.
De esta manera comprendemos que Melville, de empleado de banco y maestro de escuela en sus inicios juveniles, pasa después a tomar la carrera de marinero que, además de anunciar la aventura y el arrojo de la supervivencia día a día, era mejor pagada que la del oficio de pedagogo (¡como ocurre en todos los tiempos y lugares!), además de la atracción del descubrimiento y la novedad que representaba conocer otras latitudes y culturas diferentes a la suya.
Carga, por un tiempo, con la conciencia moral del deber y la necesidad de ayudar a la existencia de su madre y hermanos, dando inicio a una nueva dimensión asumida como hombre de mar al enrolarse en el buque mercante St. Lawrence, transportando algodón de las costas atlánticas de Norteamérica hasta el puerto inglés de Liverpool. Por un lado, ese trabajo representó un desahogo económico y un distanciamiento de la responsabilidad familiar, superando angustias de situaciones que no podía resolver quedándose en tierra. Allí también comprendió que el capitán de la nave era un duro señor feudal que, como dueño del barco, gobierna de forma absoluta la travesía de su reino flotante junto a los miembros tripulantes que están bajo su mando. El encuentro con el puerto de Liverpool le brindó una fuerte impresión al conocer los bajos fondos de esa ciudad portuaria, obteniendo material para futuras narraciones literarias.
Esta primera vivencia en los mares de las costas americanas y europeas no le reportaron el encuentro con las ballenas y la vida de los balleneros especializados en su caza. Fue en diciembre de 1840, cuando se inscribe como ballenero y en enero de 1841 zarpa en el barco Acushnet que cambia su suerte. Este barco ballenero parte desde el célebre puerto de New Bedford, dirigiéndose a los mares del Sur, y la emoción que despierta ese alucinante viaje para el ahora exmaestro, lo podemos en parte hallar rastreando el capítulo I de su novela Moby Dick:
“Cuando me hago a la mar voy como un simple marinero, delante del mástil, al fondo del castillo de proa, o arriba en el mastelero de juanete. Me dan muchas órdenes, cierto, y debo saltar de una verga a otra como un saltamontes en un prado primaveral. Este tipo de cosas es bastante desagradable al principio. Te toca en el sentido del honor, sobre todo si procedes de una antigua familia del país, los Van Rensseler, los Randoplh o los Hardicanute. Y más si antes de meter la mano en el cubo de brea, has estado como un señor siendo maestro rural, atemorizando a los muchachos mayores. Os aseguro que la metamorfosis de maestro de escuela a marinero es dura, y necesita una buena infusión de Séneca y de los estoicos para hacerte capaz de sonreír y soportarlo. Pero incluso eso se pasa con el tiempo”.
Su metamorfosis como hombre de tierra a hombre de mar y el cambio de profesión, como afirma él mismo, es decir, el paso de ser maestro a marino, fue todo un salto de aire vital que lo confrontará con el anhelante deseo de “navegar por mares prohibidos y pisar costas bárbaras”, como bien hizo.
En el ballenero Acushnet conocerá primero la parte oriental de Suramérica; entra en la bahía de Río de Janeiro (marzo); luego pasa por el Cabo de Hornos (abril); llega a Perú (junio); en diciembre estará tocando las costas ecuatorianas de las Islas Galápagos, las cuales retratará en su posterior y estupendo relato filosófico titulado Las Encantadas (The Encantadas, or Enchanted Islands), conociendo la costa occidental de ese continente.
Para 1842, con diecisiete meses de navegación, el Acushnet se interna hacia los mares próximos a las Islas Marquesas. Pero situaciones desafortunadas hacen cambiar su condición de marinero en ese barco y para el 9 de julio Melville deserta con su amigo Richard Tobias Green (el Toby en su novela autobiográfica Typee), de 17 años, en Nuku Hiva (de Las Marquesas). En su huida, al descender al valle de Typee, el escritor se lesiona una pierna. Abandonado por su amigo en una comunidad nativa caníbal, pasa un tiempo recuperándose en la isla, para luego embarcarse en agosto en el ballenero australiano Lucy Ann, donde gracias al caótico capitán de nombre Ventom, (oficial incompetente e intensamente beodo, con maltrato a los marineros, añadiendo a ello mala comida y bebida, y sin haber cazado por meses una ballena), la tripulación se amotina; serán encarcelados por poco tiempo estos marineros. Este intervalo es idóneo para que Melville tome otro rumbo y explore a Tahití; sus pasos lo llevan hasta la isla Imeeo, donde trabajará junto a un compañero de marras llamado Troy; serán peones en una granja de papas (que aparecerá tanto el marinero como el propietario de esas tierras, un yanqui, en su novela Omoo). Visitan distintos lugares donde quedan decepcionados de los misioneros (Villa Tamay) por su trato con los nativos y su obsesiva misión de imponerles la supuesta “religión verdadera” del cristianismo evangelizador.
Todo ello le ofreció, a pesar de los obstáculos y riesgos experimentados, una vida favorable para su estancia de cuatro años por las aguas de los piélagos globales; fue este largo viaje por el Pacífico, con sus altibajos, el más formativo de todos; con él consolidó el conocimiento y las vivencias de la ruda condición insoslayable de la realidad cotidiana de la vida marina y el contacto con las formas naturales de las sociedades tribales de las islas de ese océano. Por otra parte, se encontró con compañeros educados, maduros, curtidos en el duro hacer de las faenas balleneras; este barco, el Acushnet, a pesar de sus inconvenientes normales y de mando, poseía un espacio para el esparcimiento de la imaginación lectora, una pequeña biblioteca flotante que sería útil para las largas horas de ocio y días que se extenderían navegando en la búsqueda del preciado cetáceo, germen marino para la aparición de su pulsión literaria. Como dijimos arriba, el rumbo que tomó esta nave fue las Azores, y luego Cabo Verde, más al sur llegaría a las costas de Brasil, pasando por Río de Janeiro. Bajan al Cabo de Hornos y enfilan hacia las costas del Perú. Fue ahí, en el puerto de El Callao cerca de Lima, donde escuchará una historia que lo asombrará y lo marcaría para su posterior carrera literaria, lo sucedido al ballenero Essex. Esta nave fue hundida en 1819 (el año del nacimiento de Melville), por una ballena en el tiempo increíble de diez minutos. Indagó más del trágico suceso leyendo la narración que había escrito su primer oficial, Owen Chase, quien confesaba que el hundimiento no fue algo accidental o por falta de experiencia náutica en el oficio, sino un suceso totalmente deliberado por la fuerza impetuosa de la ballena en venganza tras la muerte de otras tres compañeras del mismo banco ejecutadas por el bajel. Luego vendrán otras costas, pueblos y mares de su interés.