Papel Literario

Heinz, un barloventeño que por casualidad nació en Alemania

por Tomás Páez Tomás Páez

La triste noticia del fallecimiento de Heinz me hizo sentir cuánto pesa la distancia de los seres queridos y la pena de no poder acompañarlo para despedirlo en su última morada y compartir con Marisol la pesadumbre de ese momento. Es una pérdida muy grande; un aporte que Alemania ha hecho a Venezuela. Guardaba hermosos recuerdos de nuestra cena, en su casa, unos días antes de mi viaje a España. Entre muchas cosas habíamos hablado del segundo libro del Observatorio.

Se sentía profundamente venezolano y lo único que le faltó, y no necesitó, fue nacer en Venezuela. Con Heinz se confirma que la patria es el mundo y que eres parte del lugar que escoges para vivir y en el que te sientes bien. Lo vivió con intensidad y con enorme preocupación y un gran compromiso.

Tuve el privilegio de conocerlo y haber compartido con él en diferentes ocasiones a lo largo de la vida. Cada una aportaba un nuevo cariz de su persona en todos los planos político, intelectual y personal. Mi primer contacto, deliberado y consciente, fue como estudiante de la Escuela de Sociología y Antropología de la UCV, donde Heinz impartía clases.

Se desempeñaba como docente e investigador en la “Casa que vence las sombras” y en ambas destacaba. En la Escuela de Sociología y Antropología como docente y como investigador y docente en el Cendes, institución prestigiosa en el país y cuyas contribuciones, afirmaba Heinz, han sido muy importantes para aclarar el concepto de desarrollo. Allí y en la Escuela compartía con otro excelente profesor, José Agustín Silva Michelena.

En el salón de clases fumaba y se cogía los bigotes de una forma particular y confieso que en ocasiones lo imitaba, como muestra de respeto y cariño. Todo un lujo haberlo tenido como profesor: transmitía información actualizada, rigor científico, conocimientos y una enorme seriedad en el abordaje de los problemas sociales. Es de los profesores que dejan huellas en la forma de aproximarse, de estudiar y de analizar a fondo los problemas sociales. Lo hacía en un momento en el que la consigna del movimiento estudiantil era “estudiar más y luchar mejor”.

El libro que había escrito con Héctor Silva Michelena sobre la Universidad y los orígenes de la autonomía era una referencia para el movimiento estudiantil universitario. Se desempeñó en un periodo caracterizado por una gran efervescencia, una intensa polémica ideológica, política y cultural. Recuerdo que las clases las completábamos invitando a Teodoro Petkoff, Joaquín Marta Sosa, Ibsen Martínez, Zapata e integramos el cine como un medio del que no podíamos estar ausentes en nuestro proceso de formación. Fue un periodo de ruptura con la izquierda radical y el socialismo real.

Heinz, además, formaba parte de ese círculo de intelectuales que hizo importantes esfuerzos por internacionalizar la presencia de la sociología que se hacía en Venezuela y de la que era un integrante sobresaliente. Era miembro de organizaciones de sociología latinoamericana. El respeto intelectual y la confianza que habíamos depositado en él me llevó a solicitarle mi primera carta de recomendación, que aún conservo, cuando decidí cursar el doctorado en Inglaterra.

Un profesor de una enorme solidez intelectual, de una gran seriedad que era una “coraza” ambulante, cálido y solidario con los amigos, de una extraordinaria sensibilidad que se expresaba cuando sonreía como un niño ingenuo. Aparentemente frío, pero era solo eso, apariencia. Fue un férreo defensor de la institucionalidad universitaria a lo largo de su vida. Enamorado de la UCV, de la democracia y de las libertades, principios que no se pueden relativizar y con los que no se transa porque son condición para el desarrollo del conocimiento.

Por ello fue un crítico acervo del régimen y se opuso al propósito de este de convertir la educación en un sistema de adoctrinamiento, tema al que dedicó inteligentes y mordaces artículos. También se enfrentó a la pretensión del gobierno de instalar la hegemonía comunicacional y la eliminación de la libertad de pensamiento y expresión. Las recientes declaraciones de los voceros del gobierno exigiendo la exclusión de quienes solicitaron el referendo es una clara muestra del asedio a la libertad a la que se resistía con vehemencia.

Era amigo de quien años después sería su compañera. De ese periodo guardo muchos recuerdos y anécdotas. Ya casado y con hijo y yo con dos hijas nos encontramos en varias ocasiones en la playa. Mi hija mayor y su hijo eran cercanos en edad. Descubrirlo como padre, cariñoso y afectuoso, regalando su ternura y calidez humana, confirmaba nuestra hipótesis de la “coraza” que utilizaba como medio de defensa. Su sonrisa lo delataba, era la de un niño con enorme ingenuidad.

Debió enfrentar una batalla muy dolorosa junto a Marisol y su hijo. De ella salieron airosos. Le ganaron la partida a una enfermedad capaz de matar gigantes y parte del éxito se encuentra en la enorme cantidad de amor con la que asumieron esa batalla. Recuerdo haber celebrado el éxito con ellos, un poco antes de su partida a los Estados Unidos.

El prestigio de Heinz le había hecho merecedor de un Fellow de la Jhon Simon Guggenheim en Brown University. Además ejerció como docente y conferencista en otras universidades estadounidenses. En Boston estuvieron al momento de iniciarse el gobierno y retornaron en el año 2006. De allí regresa después de la lamentable pérdida de su hijo, quién dejó un enorme vacío sencillamente imposible de imaginar. Conservo la lectura y los dibujos que sus compañeros le dedicaron al despedirse de él, no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas.

Ya de regreso en Venezuela comienza otra faceta, su activa vinculación con la política, con P mayúscula. La de un ser humano muy sensible, preocupado por “el otro” y por el país. El régimen se había declarado socialista y hablaba del socialismo del siglo XXI. Conocía muy bien a algunos de los integrantes del alto gobierno que impulsaban el proyecto.

Su conocimiento le había llevado a formular severas críticas al modelo que se había instalado en el país, pues cercenaba las libertades y sin estas el desarrollo resultaría imposible. Este no puede lograrse al margen de la democracia y las libertades. Lo que Heinz anhelaba era una sociedad igualitaria y democrática y por esa razón marcaba distancia del socialismo que ha existido y que tan bien había caracterizado Hannah Arendt. El país que necesitamos, decía, es aquel en el que reine la libertad, los derechos civiles y la prosperidad material y en este proyecto tienen cabida todos los venezolanos. Compaginamos la actividad política con la familiar y en varias ocasiones nos encontramos para compartir e intercambiar.

El socialismo avanzaba y con él la aversión de Heinz al régimen. Era profundamente alérgico a la conversión de los ciudadanos en súbditos, como aconteció en Europa Oriental o Cuba, enemigo de un Estado que se erige en contra del mercado, que se vale de un modelo de planificación centralizado y estatizado y que tantos perjuicios ha causado al país en todos los ámbitos. Con el sistema se había instalado un modelo MILITAR-cívico, al que tenía particular repulsión y que lo llevó a afirmar que “ya no tenemos generales, los nuestros son los trisoleados”.

Definió a este socialismo como el totalitarismo del siglo XXI que ha destruido las instituciones democráticas y ha creado problemas en su economía y en los valores de convivencia. En sus palabras, “con este modelo desaparece la separación de poderes, condición para el ejercicio democrático.” Utiliza una cita de Hannah Arendt para delinear el carácter totalitario del régimen: “Es decisivo que un gobierno totalitario sea diferente de dictaduras y tiranías. La habilidad de distinguir entre lo primero y lo segundo es, de ninguna manera, un tópico académico que podría ser con seguridad dejado para los ‘teóricos’, pues la dominación totalitaria es la única forma de gobierno con la que la coexistencia no es posible”.

Era sobre todo un ciudadano democrático en el sentido que lo plantea Savater. Un firme convencido de la preeminencia de la sociedad civil a la que los militares deben estar supeditados. Por ello muestra su más absoluto desacuerdo con el trato “deferente e hiperpreferencial que le ha otorgado a los militares a quienes se les ha permitido funciones políticas que niegan la Constitución”. Por ello, los ciudadanos perciben que los militares no están al servicio de la nación sino al de una parcialidad política, que para más detalles representa a una pequeña minoría del país.

La decisión de crear el Observatorio Hannah Arendt

El Observatorio nace para hacer frente al antisemitismo que comenzaba a crecer aupado por el gobierno. Recuerdo el debate sobre el nombre y haber narrado nuestra experiencia con el Observatorio de la PYME venezolana. El gobierno estimula un sentimiento inexistente y desconocido en Venezuela, país que abrió sus puertas y sus brazos a toda inmigración y a la judía en particular, “cuando el presidente López Contreras dio la orden para que pudiera desembarcar la nave con más de 200 judíos a bordo en Puerto Cabello y La Guaira”.

En el surgimiento de este fenómeno le asigna una cuota de responsabilidad a Norberto Ceresole, quien junto al Presidente de Irán, Mahmud Ahjmadinejad, “gran hermano” del difunto presidente, negaba la existencia del holocausto y este último sugería la necesidad de borrar a Israel de la realidad política mundial. El propio difunto Presidente, cita Sonntag, denunció a Israel como “el brazo asesino del imperio yanqui” y por esa razón mostró su disposición de crear un batallón de ayuda militar a las tropas terroristas de Hezbolá y Hamás y para tal fin se utilizaría también a los cadetes recién graduados bajo el mando del General Baduel, en ese momento Ministro de la Defensa. Todo ello se acompaña de insultos y agresiones, pintas en las sinagogas y visitas de los servicios de inteligencia al centro escolar y cultural de la comunidad judía.

Para hacer frente al antisemitismo del régimen nace el Observatorio Hannah Arendt que se transformó en realidad gracias al obstinado empeño y compromiso democrático de Heinz Sonntag. Mostraba otros rasgos de su personalidad: convicciones firmes y capacidad política y organizativa.

El gobierno escalaba sus acciones antisemitas. Rompió relaciones diplomáticas y expulsó a los miembros de la Embajada de Israel en Caracas. En el año 2009, recordaba Heinz, una banda de unas 15 personas, algunas con armas largas, asaltó la sinagoga de Maripérez, causó severos destrozos, pintó los muros con los usuales insultos y con dibujos de la esvástica nazi, robó computadoras y material de archivo. Le recordaba a “la noche de los cristales rotos” (en alemán Reichskristallnacht), la señal más alarmante de un creciente antisemitismo en nuestro país.

Cual virus, como decía Sammy Eppel, el antisemitismo se había propagado a gran velocidad. Crecía un odio emocional y había que denunciar la situación para que todo el mundo la escuchara. Era necesario combatir el socialismo del siglo XXI, incluido el antisemitismo, nos recordaba Sonntag.

Nos reuníamos semanalmente y cada encuentro lo disfrutamos enormemente. Diseñando estrategias, planificando actividades, buscando recursos, haciendo presentaciones de los temas que estábamos trabajando y analizando los acontecimientos y declaraciones más recientes. La actividad nos permitió ver al Heinz organizador, al pensador y a la persona capaz de poner en práctica sus convicciones. Fue un hermoso descubrimiento el trabajo conjunto.

En el Observatorio nos encontramos con viejos y nuevos amigos: Humberto García Larralde, Rodolfo Rico, Carlos Kohn, Alejandro Oropeza, Caroline de Oteiza, Doris de Villalba. Todos demócratas defensores de la libertad y la pluralidad. Guardo en mi memoria el esfuerzo nacional que desplegamos en el año 2007 en defensa de la propiedad y en contra del proyecto de referendo que había planteado el gobierno, y lo ganamos.

Fue un periodo de intensa actividad intelectual y política, una apasionante búsqueda y un potente debate en contra del totalitarismo. Esfuerzos y contactos a escala nacional e internacional. Todos actuábamos en los diferentes planos que exigía la puesta en marcha del Observatorio.

De ese periodo guardo un desagradable recuerdo, que expresa la forma en que se comporta un régimen de vocación totalitaria. El régimen trató de manera indignante a quien siempre supo poner en alto el nombre de Venezuela. Frente a ese hecho quienes se dicen a sí mismos progresistas guardaron un silencio sepulcral, un silencio ominoso. Como el que hoy guardan “ciertos pogres” en Latinoamérica y el mundo frente a la crisis humanitaria de Venezuela.

Ocurrió cuando Heinz retornaba de un viaje, con su esposa, a Venezuela. En el aeropuerto fue apartado y llevado a una sala de interrogatorio, que condujo para mayor agravio, un cubano. Este solo hecho es una enorme aberración y ya tendremos ocasión de conocer la historia de la postración de una dirigencia sumisa a los designios de los plusmarquistas en dictadura en Latinoamérica.

En el interrogatorio policial al que fue sometido, o más bien vejado, le anularon el pasaporte, hecho del que se percató cuando subía por la autopista a Caracas. Dejaron sin nacionalidad e incapacitado para movilizarse y presentarse en los escenarios internacionales a los que de continúo era invitado a un intelectual, docente e investigador comprometido con el desarrollo de Venezuela y que había formado a generaciones de profesionales. Por ello el maltrato “cubano-venezolano” indigna más. Supongo que después de esto habrá muchos que no podrán mirar directo a los ojos pues han consentido acciones reprochables ante las que guardaron silencio.

Pensaba en grande, en Latinoamérica y el mundo. Estaba convencido de la necesidad de innovar la estructura institucional de la economía de mercado y de la democracia, que hiciera posible crear un modelo de crecimiento incluyente. Era amante del diálogo y los pactos y por eso reivindicaba el pacto de Punto Fijo y, como bien apuntó en una entrevista, “la gran tarea sería instrumentalizar con oportunidades económicas y equipamiento educativo adecuado ese torrente de energía que se está perdiendo y generar una democracia que no necesite de la crisis para permitir el cambio”. Por ello tiene pleno sentido la creación y entrega del premio Heinz Sonntag: un reconocimiento a la pluralidad, la tolerancia, la inclusión y las libertades que con tanta hidalguía encarnó.