Por LORENA GONZÁLEZ INNECO
Para la artista Érika Ordosgoitti el arte es una declaración de libertad. A lo largo de su trayectoria ha tomado esta premisa como una forma de manifestarse en la creación. Así ha redimido a la palabra, la imagen, el cuerpo, la pintura, la instalación, la fotografía y el video como canales de múltiples conexiones a los que accede según los objetivos de sus proyectos. Es una artista integral que asume la obra como una forma de vida, logrando poner en escena un trabajo conceptual que sienta invalorables precedentes sobre la equidad, la justicia y la verdad. En el discurso de la propia creadora su cuerpo es el primer objetivo del poder y, por lo tanto, cualquier emancipación pasa primero por allí. Por ello entiende y practica la performance como la forma más abstracta y políglota de la poesía.
A Ordosgoitti le tocó la indescriptible contingencia de desarrollarse como creadora en uno de los peores períodos de Venezuela. Obtuvo la licenciatura en artes visuales mención medios mixtos en el año 2010 en la Unearte, y desde entonces se convirtió en una investigadora acuciosa y elocuente, concentrada en la práctica, el estudio y la difusión de la performance como una herramienta esencial para combatir los profundos desniveles de las estructuras de opresión, totalitarismo y barbarie que socavan la realidad nacional. Sus primeras incursiones estuvieron guiadas por el desarrollo de series a las que denominó FotoAsalto, inmersiones inesperadas de la desnudez de su propio cuerpo en la decadencia, la distorsión o el fracaso de violentas disposiciones citadinas, zonas representativas del turbulento presente social, político y económico del país.
Con el Foto Asalto el ejercicio está conducido por la inserción repentina de la artista en el desconcierto de esas fracturas urbanas en apariencia dóciles, miserias humanas tapiadas o invisibles para la mirada común, pero cuyas sombras arquitectónicas, cromáticas, vivenciales o contextuales remiten a complejas situaciones de opresión. En la estrategia de esta performance, la hazaña es engranada gracias a la colaboración entre varios participantes: se asigna un lugar o acontecimiento determinado; ella interviene, y a los pocos minutos de realizado el registro fotográfico, escapan. Como he acotado en otros textos, en este caso la acción física abre el camino para la manifestación de lo velado, y al tiempo que se agudiza la vulnerabilidad descarnada del cuerpo en medio de la debacle, también se engrandece el poder de lo individual como una forma contundente de la denuncia.
Esta intuitiva y punzante órbita ha sido desplegada por Ordosgoitti desde múltiples preocupaciones. Durante el año 2010 realizó varios Foto Asaltos titulados Contracorriente. En esta faena se desplazó por las laderas de la Quebrada Caroata, cañada perpendicular al Palacio de Miraflores, desde donde —en palabras de la propia artista— debería trabajar el presidente de Venezuela. En estas escabrosas ondas y muy cerca del recinto ejecutivo presidencial desembocan las contaminadas aguas residuales de ese nombrado río Guaire que atraviesa toda la ciudad. Érika cuenta que se insertó en estos oscuros ramales porque en los márgenes de esta quebrada convive una suerte de país momentáneo conformado por sobrevivientes, marginales, adictos a las drogas, buscadores de oro y otros tesoros insólitos, indigentes, delincuentes y traficantes, entre muchos más del mismo tenor. Le atrajo la condición del río por su relación simbólica con el acontecer: “Pero no me interesa el río de aguas cristalinas, no quiero hablar de un falso devenir. Soy pesimista, hablo de un devenir de cloacas, habitado por mutantes del margen”.
En otras intervenciones la trepidante acción del cuerpo social y político se entrelaza con los humores francos y etéreos de una desnudez concentrada en confrontar su responsabilidad vital ante los desmanes del afuera, propiciando un trabajo agudo donde las arquitecturas externas, las transformaciones del entorno y las repercusiones del cuerpo eventual se imbrican y potencian a través de poderosas secuencias. A este espíritu pertenecen Foto Asaltos como el desarrollado durante las protestas del año 2017 en un territorio social que padeció una cadena incontenible de crímenes y violaciones de los derechos humanos por parte de las fuerzas represoras del estado, quienes actuaron inclementes frente a la legítima protesta civil que exigía un cambio de gobierno. Guarimba es el título de este trabajo. En aquellas rutas de silencios estridentes, la creadora —quien participó como activista en la organización, distribución de suministros, producción de propaganda y primeros auxilios durante esa etapa— no dejaba de sorprenderse ante la posibilidad de creación que también generaban las propias barricadas elaboradas por el ciudadano común.
Fue así como en la California Sur se encontró con una bañera que atravesaba el espacio de la trinchera elaborada por la comunidad Conversaron con ellos para intervenirla y les plantearon el asunto. Antes de que se tomara una decisión, surgió el asalto y el cuerpo desguarnecido descendió en el espacio de aquella armazón de resistencias, fortaleciendo con este gesto la imagen de la Guarimba como una estrategia digna y sustancial de la rebelión civil en aquel controversial período. Bajo este mismo matiz también nos encontramos con una de las faenas más arriesgadas que logró llevar a cabo antes de su exilio del país por razones políticas. La acción a la que me refiero se titula Misión León de las Madres, y fue realizada en la Avenida O’Higgins de La Paz en Caracas. El mes fue mayo de 2018 y era el día de las madres. Érika se trasladó con varios de sus compañeros de trabajo. La idea que les movilizaba era registrar la transformación de ese espacio.El ángulo preciso que habían conversado y ajustado estaba conformado por la vista en el encuadre del perfil del edificio Misión Vivienda y la gran cantidad de antenas de Directv que de allí salen, el pequeño busto de Chávez de la entrada, la bandera, un letrero de moto taxi, el león y el cuerpo desnudo de la artista sobre él.
Al recordar la escena Érika confiesa que fue una de las acciones que más temor le ha dado, pues la Policía Nacional llegó en un jeep blanco y sacaron las armas. Los participantes iban en varios carros y pudieron confundir a los perseguidores, al igual que el fotógrafo Jaime de Sousa, quien iba en moto y logró hacer cuatro capturas de la acción antes de la emboscada. Para escapar, Érika solo pudo resguardarse detrás del pedestal del León y luego trasladarse hacia la entrada del edificio de Misión Vivienda donde permaneció varios minutos: “El miedo es muy importante en todo esto. El miedo es la medida del valor de la obra. Si no hay miedo, si no hay inestabilidad, si no hay riesgo, no hay arte. Riesgo de muerte, de ser apresada, de ser violentada por la policía o por los transeúntes. Estas imágenes están cargadas de contenido político, de historia, de referencias, pero es el cuerpo en el espacio lo que se levanta como un gesto de libertad que a la vez resulta en una exhortación. Es una pugna por el propio cuerpo, secuestrado de tantas formas, por eso la desnudez, por eso el espacio público y por eso los monumentos”.
A este extraño lugar ha acudido la artista en tres oportunidades diversas. Le interesa la reconstrucción en diferentes tiempos de la misma acción para rescatar los cambios del paisaje. Cuenta que la primera vez que la hizo no existía Misión Vivienda, luego la realizó con toda la Misión de fondo apenas recién construida, en aquel momento no existía el busto de Chávez, ni las antenas: “Al regresar a Venezuela intentaré volver allí para registrar la decadencia del edificio, que de seguro se alineará con la de mi propio cuerpo”.
Cuando Nelson Rivera me convocó para desarrollar esta serie en el marco de su proyecto editorial Pobre Venezuela Pobre, la primera artista que vino a mi mente fue Érika Ordosgoitti. Pensé en la fuerza y la constancia de su empeño creador, en las responsables líneas de acción que marcan su preocupación por las dificultades del país desde una honestidad que ha tenido que encararse frente al desarrollo de estas aciagas circunstancias; la recordé siempre activa, viva, en virtuosa y descarnada confrontación con todo aquello que como sociedad hemos ocultamos, aguijoneando las inercias protegidas por las ansias del poder, develando todo aquello que simplemente hemos dejado pasar por alto, a la espera —sin riesgos, ni compromisos— de mejores tiempos. También a mi recuerdo acudió de inmediato una de las imágenes que más me ha conmovido de sus procesos y que pertenece a una serie realizada en el año 2015. En este caso la estrategia es otra, ya no es un Foto Asalto a las circunstancias, sino una reflexión sobre los peores desenlaces de una colectividad, en una performance diseñado como una acción para la cámara.
En esta imagen y perpendicular a un luminoso cielo azul reverberante en destellos, la fisonomía de la artista lidia en el vacío a punto de caer. Suspendida en la nada, intenta sostenerse con brío a través de forzadas dentelladas que imprimen un voraz desahosiego sobre ese trozo de carne donde se reescriben las letras de la palabra que titula a la obra: HAMBRE. Epigrama cruel de una sociedad que vive el colapso de todos los elementos que la componen; víctima de una avanzada consolidada desde el poder, sostenida e inclemente, cuyo único destino ha sido borrar la capacidades intelectivas de sus ciudadanos, para encerrarlos en el gesto único de una subsistencia precaria que desplaza el adecuado desempeño de sus potencialidades civiles. En esta imagen está la esclavitud sonámbula de voluntades que se disipan tras la pesquisa de una intermitente bolsa de insumos, por un poco de agua, de combustible, de gas, de luz.
Para Érika la carencia en Venezuela se convirtió en un instrumento de dominio y control: “Mientras el hambre se extiende por el territorio, el poderoso se fortalece y amplifica los tentáculos más allá de sus posibilidades; dominando todos los ámbitos de la vida”. En el mes octubre de este enmarañado 2020, la organización HumVenezuela reveló las impactantes cifras de un seguimiento que realizan desde el año 2019 a la Emergencia Humanitaria Compleja que vive nuestro país, como producto del deterioro institucional, económico y productivo que el Estado ha perpetuado durante las últimas dos décadas del siglo XXI. Allí, casi el noventa por ciento de la población se encuentra dentro de altos niveles de vulnerabilidad, ahogados por el desconcierto, la crisis, la insalubridad, la desesperación, el abandono y el olvido. En el oscuro caos de estos porcentajes confirmamos lo que ya sabíamos: que nuestros problemas van mucho más allá de la crisis por una pandemia.
Al reverso de estos datos, surge repentinamente la foto performance elaborada por Ordosgoitti. Casi como una embestida, nos asoma de golpea los fulgores insalvables de una tragedia ya develada, inscripción visual que permanece como el punzante testimonio de ese llamado de atención ejecutado por una artista del precipicio: desniveles y hendiduras cada vez más tangibles y profundas, dolorosos entramados colaterales, desfallecimiento de una sociedad atrapada en las batallas insaciables de la sobrevivencia.
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