Por NELSON RIVERA
—¿Qué clase de institución era la Biblioteca Nacional hasta 1974, cuando se produjo su nombramiento como presidenta de la institución?
—Creía que iba a dirigir una Biblioteca Nacional (BN) pero encontré una precaria biblioteca pública con una valiosa hemeroteca venezolana del siglo XX. Además, contaba con la extraordinaria biblioteca humanística de Pedro Manuel Arcaya, donada 6 años antes y ubicada en El Paraíso, con 80.000 ejemplares, aún por catalogar y clasificar.
A lo largo del inestable siglo XIX hubo varios intentos fallidos por crear una BN con los pocos libros sobrevivientes de una colonia pobre y de una lucha armada interminable. Sorpresivamente, el general Juan Vicente Gómez, hacendado y analfabeta, a los 3 años de asumir el poder en 1911, ordenó construir el edificio de la BN en el centro de la capital, y así se ganó el respaldo de los poderosos intelectuales positivistas, quienes afirmaban que las luchas armadas regionales de los generales, vencedores en la Guerra de Independencia, habían impedido la integración del país, por lo que era necesario un gobierno central fuerte que lo integrara.
Al morir Gómez, en 1935, toman su lugar sucesivamente dos presidentes liberales, generales y andinos. En 1945, tiene lugar la Revolución de Octubre que logró, por primera vez en nuestra historia, un gobierno electo por voto universal, directo y secreto, gobierno que es derrotado en 1948 por el general Pérez Jiménez.
En 1958 cae la dictadura y asume el poder una Junta de Gobierno, integrada por políticos civiles jóvenes, la cual, mediante el Decreto número 83, ordena la construcción de una nueva sede para la BN, decisión ignorada por los tres subsiguientes gobiernos democráticos.
—¿Qué ocurrió tras su designación al frente de la Biblioteca Nacional? ¿En qué consistió el proceso que se inició entonces?
—En octubre de 1974 recibí una llamada telefónica del presidente Carlos Andrés Pérez —CAP— pidiéndome asumir la dirección de la BN, cuyo edificio estaba en grave riesgo de incendio y sus servicios sanitarios colapsados. Le respondí que deseaba continuar dirigiendo el Banco del Libro, tarea a la que había dedicado 13 años. CAP argumentó que solo se necesitaba un gerente eficiente para solventar la situación y, dada su insistencia, acordé encargarme hasta que el problema se subsanara.
Al llegar al recinto de la BN, su directora, la bibliotecóloga Blanca Álvarez, estaba de vacaciones y no pude obtener un informe de su gestión, ni el inventario de la colección. Al recorrer el local me percaté de la proliferación de goteras y del desorden en la ubicación de libros, periódicos y revistas, agudizado por falta de espacio. El personal bibliotecológico era calificado y los usuarios pocos: los asiduos lectores de la prensa diaria, alguno que otro investigador y alumnos de primaria.
Ese mismo año solicité y obtuve el cambio de adscripción de la BN del Consejo Nacional de la Cultura —Conac— al Ministerio de Educación, así como la solución de los problemas urgentes del edificio por personal de Sanidad, Bomberos y del Ministerio de Obras Públicas. Sin embargo, al constatar el incumplimiento por la BN de su función primordial y el caos generalizado de sus colecciones, comprendí que subsanar tal situación requeriría de, al menos, un período presidencial y opté por asumir la tarea.
Era obvio que la BN nunca había cumplido sus funciones primordiales, definidas por la Unesco en 1970, como: ser responsable de la adquisición y conservación de ejemplares de todas las publicaciones impresas en el país, hacer valer la ley de Depósito Legal, elaborar la bibliografía nacional, reunir una colección de obras extranjeras, actuar como centro nacional de información bibliográfica, compilar catálogos colectivos y publicar la bibliografía nacional retrospectiva.
En consecuencia, el primer objetivo fue recuperar la memoria impresa de la Nación, mediante el cumplimiento de la ley de Depósito Legal, garante de la entrega gratuita por las imprentas del país de sus publicaciones, y obtener, por todas las vías posibles, las publicaciones oficiales, por ser evidencia clave de nuestro desarrollo republicano.
El segundo objetivo fue solicitar la construcción de una nueva sede para la BN. Mientras ello se lograba, obtuvimos un local industrial para albergar y procesar los títulos que ingresarían por diversas vías.
El tercer objetivo fue crear progresivamente el Sinasbi, a cargo de la Comisión Nacional para el Establecimiento de un Sistema Nacional de Servicios de Bibliotecas e Información humanística, científica y tecnológica. (Decreto Número 559 de 1974), responsable de realizar un Diagnóstico de la situación de las bibliotecas, los archivos y los centros de documentación del país, con la asesoría de la Unesco. Misión cumplida por un equipo interinstitucional coordinado por la experimentada bibliotecóloga Celmira Tirado, de la Fundación para el desarrollo de la Región centro-occidental —Fudeco— y por el Ingeniero Eduardo Menda, de Conicit.
El cuarto objetivo fue crear la Red de bibliotecas públicas de Caracas mediante la transferencia de siete bibliotecas dependientes del Consejo Nacional de la Cultura —Conac— y la construcción de dos nuevos edificios para bibliotecas construidos por el Centro Simón Bolívar, en Caricuao y El Cafetal.
—Hay un concepto que merece ser recapitulado: el de la Biblioteca Nacional como núcleo del Sinasbi. ¿Podría explicarlo?
—Más que un concepto se trató de un proceso de conformación progresiva de un Sistema Nacional de Bibliotecas e Información cuyo origen fue el National Information System —Natis—, aprobado por la XVIII Asamblea General de la Unesco, en octubre de 1974, el mismo mes de mi designación como directora de la BN. Fuimos informados por el Dr. Raúl Nass, subdirector de hecho de la BN, y por la bibliotecóloga Celmira Tirado, a quien no conocíamos. Ella había asistido a ese evento en representación de Fudeco. Al regresar de París nos contactó y se incorporó al proceso.
Al estudiar el Natis comprendimos que, de ser adoptado por Venezuela, las funciones asignadas por la ley a la BN debían ampliarse para facultarla a desarrollar el libre intercambio de los conocimientos y de la información generada a nivel nacional en ciencia, tecnología, ciencias sociales y humanidades y, también, la producida en el exterior, dando así un empuje al desarrollo nacional y a la preservación de la democracia en manos de ciudadanos bien informados.
Inmediatamente le dimos a conocer el Natis al presidente de la República y destacamos la conveniencia de adoptarlo. La solicitud fue acogida mediante decreto Número 559, de noviembre de 1974, ordenando establecer una Comisión nacional para crear un Sistema Nacional de información. Venezuela fue el primer país del mundo en adoptar el Natis y ello significó un apoyo irrestricto de la Unesco, tanto en el despegue como en su desarrollo.
La Comisión estuvo adscrita al Ministerio de Educación y su Secretaría fue asignada a la BN y ejercida por mí. Fue presidida por Ruth Lerner de Almea, viceministra de Educación, e integrada por Ely Tineo, subdirector de Cordiplan, organismo que apoyó su desarrollo, y por representantes de cuatro instituciones nacionales: el Congreso Nacional, representado por Germán Lairet, del Movimiento al Socialismo; el Consejo Nacional de Universidades por Óscar Sambrano Urdaneta; la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología (Conicit), por Miguel Layrisse, y el Archivo General de la Nación (AGN) por Mario Briceño Perozo, su director. Además de Juan Liscano, presidente de la Comisión Preparadora del Conac, y Alberto Federico Ravell, director de la Oficina Central de Información —OCI—. El director del AGN no participó en todo el proceso, sin embargo, ese organismo obtuvo asistencia técnica internacional y contó con edificio propio, vecino al de la BN, durante la segunda presidencia de Rafael Caldera.
En 1975, la primera decisión de la comisión fue ordenar un Diagnóstico de la situación de las bibliotecas, los archivos y los centros de documentación del país, tarea cumplida en un año por bibliotecólogos, archivólogos e informáticos responsables de los principales servicios de todo el país, y coordinada con gran eficiencia por la bibliotecóloga Celmira Tirado y el ingeniero Eduardo Menda, del Conicit. Además, contó con la asistencia técnica de los insignes bibliotecólogos de Unesco: Úrsula Albertus y Carlos Víctor Penna.
En 1976 la Comisión concluyó su Diagnóstico, con desalentadoras conclusiones, y lo entregó al presidente Carlos Andrés Pérez, en acto público del Día de Andrés Bello.
Mediante decreto número 1.517, se ordena la construcción en Caracas del Foro Libertador, a cargo del Mindur, en el que se ubicarían las sedes de la BN y del AGN. De allí en adelante fue ese Ministerio con quien tuvimos mejores relaciones.
En 1977, el Congreso Nacional aprobó la ley del Instituto autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas, con respaldo de todos los partidos.
De 1977 a 1980, se recibió de la Unesco asistencia técnica de 19 expertos activos, en áreas solicitadas por nosotros, para bibliotecas, archivos y centros de documentación en ciencia y tecnología del país.
En 1978, se crearon las bibliotecas centrales de los ministerios, mediante el decreto número 2.718, dependientes de la Dirección General de cada despacho. El de Relaciones Exteriores fue el primero en acatarlo y sus funcionarios se convirtieron en los usuarios más asiduos de los servicios de la BN.
También fue presentado por el presidente Pérez al Congreso, y aprobado por este el VI Plan de la Nación 1981-1985, que incluyó el novedoso Fondo del Situado Coordinado, cuyos recursos provendrían de los ingresos adicionales de las regalías petroleras. Su ejecución se inició con el gobierno de Luis Herrera Campins, y fue utilizado por los gobernadores para acordar con el Mindur la construcción de bibliotecas públicas en las capitales de estado, filiales de la BN.
En 1979, el Congreso amplió la ley de Depósito Legal de 1944, para incluir la entrega a la BN de los materiales audiovisuales producidos en el país, una primicia en América.
En 1983, el inventario de la colección venezolana de la BN arrojaba apenas 184.066 títulos de libros y 13.145 títulos de periódicos y revistas, signo del tardío acceso de la población al libro y de nuestra poca capacidad lectora.
Ese año, la BN concluyó el proceso de 10 años de desarrollo del Centro Nacional de Referencia, previsto en el artículo 6 de su Ley, de carácter cooperativo con 2,5 millones de datos venezolanos y venezonalistas provenientes de diferentes instituciones, mediante el acceso directo a las bases de datos del Library of Congress (LC) y de Pascal, del Centro Nacional de Información científica de Francia, utilizando para ello nuestro servidor World Wide Web, los equipos multimedia y el acceso a Microsoft Office y la versión Web de Notis.
En 1987 mediante decreto número 2.718 se establecen políticas para promover la producción y difusión del libro venezolano.
—En su libro hay relatos que resultan emocionantes: el de la recuperación de distintas memorias, oficiales y privadas. ¿Cómo fue ese proceso, relativamente fácil o cargado de obstáculos?
—La recuperación de la memoria bibliográfica y hemerográfica venezolana y relativa a Venezuela fue un proceso genuino, entusiasta y continuo en el que participaron los autores de libros y articulistas de publicaciones periódicas y sus descendientes. Las donaciones más conmovedoras fueron las de las partituras de los músicos venezolanos del siglo XX, entregadas por sus viudas y las primeras películas producidas en Venezuela, en el estado Lara, por Amabilis Cordero. La donación más significativa fue de la biblioteca Febres-Cordero de Mérida, por su extraordinaria colección de periódicos del siglo XIX. Así se evidenció el deseo de la sociedad de preservar su memoria.
—Confieso que no conocía las dimensiones y las extraordinarias colecciones que pertenecen al Archivo Audiovisual de Venezuela. ¿Podría contarle sobre las mismas a los lectores del Papel Literario?
—La recuperación de partituras, mapas, fotografías, grabaciones, películas y documentales, carteles, estampillas y tarjetas postales dispersas en organismos públicos, estuvo cargada de emoción para nuestros funcionarios, jóvenes universitarios, y fue motivo de alivio para los responsables de la transferencia, quienes no estaban preparados para identificar y preservar esos bienes.
Como era previsible, hubo resistencia de Radio Caracas TV, superada por acuerdos para entregar una muestra representativa de sus telenovelas; de las empresas publicitarias con quienes acordamos acumular sus avisos en disquete de entrega anual; y preocupación por parte de la TV y la Radio Nacional, subsanada mediante la elaboración de copias del material venezolano de sus colecciones, y la transferencia de los originales a nuestros depósitos climatizados.
—Deseo preguntarle sobre la cuestión de la incorporación de nuevas tecnologías a la gestión del Sinasbi. ¿En qué consistían los avances que se habían logrado entonces?
—El inventario preliminar de la colección demostró que había un grave déficit de la prensa estadal del siglo XIX y de libros de autores venezolanos del siglo XX. Para superar esta situación, el Ejecutivo creó la Fundación para el rescate del acervo documental venezolano —Funres—, presidida por Ramón J. Velázquez, acompañado de Pedro Grases, Raúl Nass y por reconocidos bibliógrafos, destinada a recuperar los materiales venezolanos y venezolanistas no disponibles en la colección de la BN.
Una de las primeras gestiones de Funres, realizada por su director ejecutivo, Armando Durán, académico en lenguas romances y profesor universitario en Estados Unidos, fue ejecutar el Proyecto Venezuela, propuesto por Velásquez, destinado a la localización de publicaciones venezolanas o relativas a Venezuela en bibliotecas universitarias de ese país , mediante la utilización del recién nacido sistema automatizado para la administración de bibliotecas Notis.3, de la Universidad de Northwestern, aún no comercializado, compatible con el MARC (Machine Redable Catalog) de la Biblioteca del Congreso (LC) de Estados Unidos. Al desarrollarlo, se constató que esas bibliotecas contaban con muy pocos títulos venezolanos y venezolanistas, y que estos se repetían. Entonces se acordó la búsqueda en revistas académicas obteniendo iguales resultados. Como el monto de los dólares previstos para el pago de ese servicio no se correspondía con los resultados obtenidos, la Universidad de Northwestern cedió gratuitamente el derecho a uso del Notis.3 a la BN de Venezuela y lo mantuvo por años.
Tan pronto se aprobó esa transferencia, se designó un excelente equipo responsable de ejecutarla integrado por los bibliotecólogos más destacados del Proyecto Venezuela: Adelisa Castillo, Gladys Chacón y Tomás Mc. Ginn, y los ingenieros, Jorge Fernández, de computación, y Juan Álvarez, de telecomunicaciones. Para operarlo se alquiló una computadora Main Frame IBM a una empresa privada.
—A lo largo de su libro, insiste en la relevancia de la promoción de la lectura como política de Estado. ¿Podría describir los esfuerzos en los que participó la Biblioteca Nacional?
—El Banco del Libro y organismos afines gestionaron ante los ministros de Educación la promulgación de una Política Nacional de Promoción de la Lectura y lo lograron. Sin embargo, estas solo tuvieron efectos significativos cuando el ministro tenía la vivencia de las tareas sustantivas de su despacho y estaba decidido a hacerla efectiva a pesar de los obstáculos de los gremios politizados y de las objeciones de Cordiplan.
La BN logró el acceso de millones de niños en todo el país a literatura infantil mediante las redes de bibliotecas públicas y el Plan Lector de Cajas Viajeras al aula, del primero a tercer grado, que incluían títulos de Ediciones Ekaré, del Banco del Libro, con reconocimiento internacional.
—¿Qué hizo posible que distintos gobiernos y tantos entes oficiales dieran su apoyo al Sinasbi?
—Los resultados evidentes en el cumplimiento de sus funciones, sin intervención partidista y con honestidad administrativa.
*La recuperación, organización y preservación de la memoria nacional impresa y audiovisual.
*La modernización de los servicios de información de la Administración pública, el Congreso Nacional y la Corte suprema de Justicia.
*La receptividad de la comunidad a los servicios bibliotecarios fijos y móviles tanto en barrios urbanos como en comunidades indígenas.
*El novedoso papel ejercido por la BN como intermediaria entre los estados y el gobierno nacional en el financiamiento de redes de bibliotecas públicas cuyos locales y dotación al inaugurarse se convertían en propiedad estadal o municipal.
—¿Cuál fue la reacción a la implantación del Sinasbi por los entes no gubernamentales afines?
—Silencio absoluto de las Academias de la Historia y de la Lengua, la Escuela de Bibliotecología de la Facultad de Humanidades de la UCV y la Cámara del Libro. Ese silencio es indicativo de la resistencia al cambio y del aislamiento de las instituciones humanísticas del país.
Nos apoyaron la Asociación de escritores de Venezuela, cuyos miembros donaron originales de sus obras; la Asociación Venezolana de Periodistas —AVP— donó su colección de periódicos, y la Universidad del Zulia, a solicitud de su Escuela de Bibliotecología, me otorgó un doctorado Honoris Causa. La Fundación Polar donó en 1992 un bibliobongo para servir a los habitantes de los márgenes del Orinoco; la Schola Cantorum nos asesoró e instaló una de sus oficinas en la BN; la Cinemateca Nacional instaló sus películas de ficción venezolanas en nuestros depósitos y el Taller de Artistas Asociados (TAGA) acordó donar una copia de sus obras.
La BN no tuvo una política comunicacional por carecer de recursos para financiarla. ¿Se imagina el impacto que habría tenido la presencia de un bibliobús en el barrio de la telenovela Por estas calles?
—¿Logró el Sinasbi convertirse en una política de Estado?
—Se inició por circunstancias impredecibles, como la propuesta de la Unesco a sus miembros de países emergentes para establecer Sistemas Nacionales de Información (Natis); el temprano e insólito acuerdo de la Universidad de Northwestern de compartir gratuitamente con la BN de Venezuela su naciente sistema automatizado; los ingresos adicionales del gobierno nacional derivados de la venta del petróleo y el apoyo decidido de dos presidentes de la República sucesivos, Carlos Andrés Pérez y Luis Herrera Campins, representantes de los partidos con mayor representación en el Congreso Nacional, firmantes del Pacto de Punto Fijo.
Además, Venezuela es un país abierto a la innovación expresada en nuestro caso en:
* La continuidad administrativa y la alta jerarquía de la BN en la estructura del Estado que permitió demostrar logros a corto plazo fruto de la cooperación interinstitucional.
* La aprobación de un conjunto de bases jurídicas de apoyo a la generación, organización y acceso a la información, corriente y retrospectiva, como vehículos para impulsar el desarrollo y afianzar la democracia.
*La adopción por las bibliotecas especializadas de un conjunto de normas y procedimientos bibliotecológicos actualizados y de nuevas tecnologías para el procesamiento automatizado de palabras propuestas por la BN.
* La permanente capacitación y perfeccionamiento de los integrantes del Sinasbi a todos los niveles.
* La posibilidad de cualquier ciudadano de obtener información confiable y actualizada sobre su país en la propia BN o mediante el Sistema de bibliotecas públicas.
—¿Qué queda de esos avances, de esos esfuerzos, de esos logros que se obtuvieron? ¿Qué institución es hoy la Biblioteca Nacional?
—Queda evidenciada la validez de una política de Estado cuando su implantación genera el fortalecimiento del bien común.
Quedan mejores personas y ciudadanos, formados con el apoyo de servicios bibliotecarios y de información disponibles en toda Venezuela.
Queda la memoria nacional impresa y audiovisual procesada técnicamente y alojada en el único edificio inteligente de una BN en Iberoamérica.
Queda la evidencia de las ventajas de las alianzas permanentes entre organismos internacionales, regionales y nacionales.
Quedan los logros alcanzados en otros países latinoamericanos inspirados en nuestra experiencia pionera y adaptados a sus realidades.
Con excepción de su edificio, la BN está colapsada. Sus colecciones estarán a salvo si en sus depósitos se mantiene el control automatizado de humedad y temperatura. Los jubilados no podemos averiguarlo, al no saber a qué ministerio está adscrita y quién es su director. Las bibliotecas públicas corren la suerte de todos los servicios públicos.